Tres caminatas en Singapur


El relato comenzó en Otro de esos saltos gigantescos

Para mi segundo día descubriendo Singapur opté por aventurarme en las zonas verdes de la ciudad-estado. Para ello, en la wikitravel sugerían un itinerario llamado Southern Ridges Walk y que yo traduciré pachangueramente y como si fuera un distribuidor de cine como La caminata por las crestas del Sur y truscoluña no es nación. En total es un pateo de nueve kilómetros por la jungla más domada del universo pero igualmente a treinta y pico grados y con una humedad diabólica. Salí temprano del hotel y fui en guagua hasta una parada de la línea circular del metro y desde allí fui a Kent Ridge MRT, lo cual me llevó unos cuarenta minutos en el metro. La estación está bajo un hospital o algo parecido y hay un pequeño centro comercial en el que encontré otra cafetería con desayunos típicos del lugar y así degusté de nuevo las tostadas kaya y el delicioso café fuerte dulce, que ellos llaman kopi y que recuerda al café del restaurante de Fefa la Jedionda, que ya te viene con el azúcar y revuelto. Las cafeterías que ponen ese tipo de desayuno son las Kopitiam y creedme, estoy hasta pensando en desarrollarlo en mi casa e incluirlo en mi rutina de desayunos porque las tostadas estaban deliciosas.

Salí de la estación por la salida B, que como todos sabemos es la que te pone en la Science Park Dr.. Desde ahí comienzas bajando por una carretera en medio de la jungla, aunque hay poco o ningún tráfico en la zona. La carretera bordea los dominios de la Universidad Nacional de Singapur. Sin quererlo entras en el parque Kentr Ridge y comencé a subir una colina de esas que con la humedad y el calor sacan lo mejor de tu sudor. En el camino vi un par de serpientes y unos mosquitos del tamaño de nueces, lo típico y no se si las serpientes estaban más asustadas que yo pero lo cierto es que corríamos en direcciones opuestas. En lo alto de este parque hay un pequeño museo que conmemora al regimiento Malayo que luchó allí antes de que cayera Singapur pero pasé de entrar. En su lugar, tomé el canopy walk, un sendero hecho con puentes a varios metros del suelo, en las copas de los árboles y que te permite descubrir la flora y la fauna que habita allá arriba. El que hay en este lugar es casi de trescientos metros y como digo, te permite pasear por una parte de la jungla que normalmente no ves. Desde allí seguí hasta el HortPark, una especie de parque de horticultura en el que se pueden ver jardines creados por gente y movidas de cultivo de verduras. El lugar es muy agradable pero de transición y en el centro hay un restaurante tailandés muy pijo y carero y en el que se celebran bodas. Desde allí seguí por el puente Alexandra Arch, una estructura impresionante y que te permite salvar el paso de una autovía y al mismo tiempo subir a las alturas. El puente es larguísimo, o más bien el camino aéreo. tiene unos mil trescientos metros de largo y alguna de las secciones son espectaculares, sobre la jungla. Hay momentos en los que estás a dieciocho metros de altura y a medio camino pasa por un lugar conocido como Preston Road que es una barriada pija. Acaba en una colina con una cuesta de que te cagas y ahí comienza la caminata Hilltop, en la que hay unos jardines terraza con unas vistas espectaculares de Singapur y que cubren prácticamente los trescientos sesenta grados. Para saltar al siguiente parque la conección es a través de un puente llamado Henderson Waves, que avanza a treinta y seis metros de altura sobre la vegetación y con forma de ondas. Realmente espectacular. Ese puente me llevó hasta el monte Faber. Al parecer por la noche la iluminación del puente es preciosa pero dudo que compense el ataque de los mosquitos, que ya de día eran insidiosos y parecían truscolanes. El monte Faber es el parque más antiguo de Singapur y en el está el Faber Point, el lugar al que suben las guaguas de los gandules como vosotros para hacer las fotos y bajar de nuevo a la ciudad. Allí está el tercer Merlion de Singapur, más pequeño que los otros dos y hay unas vistas muy bonitas de Sentosa y de otras partes de la isla. Bajando un poco te encuentras con el Jewel Box, el lugar en el que termina el teleférico que lleva a la isla de Sentosa. Pasé de subirme porque ya he ido en tantos que no me llama la atención y además las fotos no quedan bonitas y opté por bajar hacia la costa enfrente a la isla de Sentosa por el Marang Trail, un sendero incrustado en la jungla con muchas escaleras y que te garantiza una nueva ración de sudores. A esas alturas ya me había bebido el litro de agua con el que partí y por suerte al llegar al Harbourfront habían centros comerciales y lugares en los que reponer. Hice fotos de Sentosa desde lejos pero en este viaje pasé de visitar la isla. La caminata me tomó casi dos horas y media y desde allí fui en metro a Chinatown en donde iba a hacer otra caminata. Salí por la salida A de la estación la cual te deja directamente en la Pagoda Street, en el corazón de Chinatown y en una calle petada de negocios vendiendo recuerdos. Aproveché para comprar por primera y única vez los recuerdos que me traje y que fueron muy pocos. En el lugar hay un local llamado Bee cheng Hiang en el que venden cerdo asado a la barbacoa con salsa dulce que tenía unas colas que no veas y que a mi no me llamaba nada pero nada la atención. Evité el museo con la herencia de Chinatown porque me pareció que el precio era excesivo y seguí callejeando entre tiendas y miles y miles de turistas hasta el templo Sri Mariamman, un templo hindú en pleno barrio chino. Lo vi desde fuera ya que pasé de quitarme los zapatos y caminar descalzo por ese suelo en el que se arrastraba un colega que pedía y que tenía las enfermedades más repulsivas del universo y que amenazaba con lanzarse a por ti si no le dabas guita. Lo dicho, los hindúes me parecen rastreros a más no poder y supongo que se han inspirado siempre en la gran nación truscolana, esa que no existe, ni ha existido jamás. En la siguiente zona del barrio estaban los negocios con hierbas medicinales y los olores ponían a prueba tus fosas nasales. Algunos de los ingredientes expuestos en los escaparates me pusieron los pelos de punta. Finalmente llegué al Templo de la reliquia dental de Buda en traducción pachanguera o el Buddha Tooth Relic Temple en el original. Resulta que en una estupa abandonada y rota en Birmania encontraron un diente y claro, tiene que ser y seguramente hasta fue del mismísimo Buda, así que nada, pedazo de templo de varias plantas en su honor. En la última planta del templo tienen una colección de diez mil Budas en miniatura, por aquello de que la cantidad hace a los dioses más reales. En la cuarta planta está el Buda, aunque solo lo puedes ver a través de monitores. O sea, a mi lista de pelos y pendejos de Buda ahora se une al menos un diente, aunque creo que he estado en la proximidad de más de cien, ya que el hombre era un virtuoso de los dientes de leche y le crecían como granos a un adolescente pajero. Arriba en la última planta también había una rueda de rezos de estilo tibetano, algo que no había visto nunca pero que básicamente permite a un acarajotado dar vueltas mientras reza a un Dios que ni existe ni existió. En religiones inferiores como esta eso es lo que hacen, la mía, la católica, es mucho más avanzada y el presunto tocador se deja de vainas y aprovecha mejor el tiempo tocando menores, algo mucho más apreciado por los dioses.

Al salir fui a comprarme pasteles de huevo al Tong Heng, una especie de dulcería China. Te lo digo y te lo repito merillein, mis Pastéis de nata están a milenios luz de los que hacen esa gente, pura mediocridad y eso que estaban recomendadísimos. El hojaldre chicloso y soso y el relleno de sabor triste. Ya me dice mi amigo el Rubio siempre que los míos son los más-mejores.

Con eso más o menos acabé la visita al barrio Chino y decidí enlazar la tercera caminata del día con la que te lleva junto al río. Fui en metro hasta Raffles Place y tomé la salida H, la cual sabemos que nos deja junto a la orilla del rio de Singapur. En la zona está el puente Cavenagh, el más antiguo de la ciudad y que tiene un cartel prohibiendo el cruce con ganado o truscolanes. No lo crucé (aún) y fui hasta la mole del Fullerton Hotel, uno de puro lujo que se hizo en la antigua oficina de correos y que está en un lugar estratégico, justo enfrente de Marina Bay y al lado del Merlion principal de la ciudad, el gallifante ese que es un león con cuerpo de pescado. El lugar está siempre lleno de turistas por ser muy fotogénico. Retrocedí, crucé el puente y aproveché para comprar agua y un helado junto al Museo de las civilizaciones asiáticas, el cual pasé de ver porque afrontémoslo, estoy ya muy culturizado con la de museos en los que he entrado. Al lado del museo está Sir Stamford Raffles, el chamo que fundó la ciudad. Después seguí avanzando a la vera del río, crucé puentes y entré en algún centro comercial antes de regresar a la zona de Marina Bay y hacer la misma caminata en el lugar que hice el día anterior, solo que en sentido opuesto, para una segunda ronda de fotos, aunque estas con luz y no con la iluminación nocturna. Sobre las siete vine llegando al Rasapura Masters así que aproveché para cenar y después de pasear un rato por la zona, opté por regresar al hotel, ya que el exceso de caminatas del día a temperaturas brutales me había dejado baldado. En lugar de coger la guagua fui en metro y tuve que caminar el último kilómetro y medio, con lo que vi otra parte de Singapur, aunque sin nada turístico digno de reseñar.

Al día siguiente era el final de esta aventura y el regreso a casa.

El relato continúa en El larguísimo regreso a casa


10 respuestas a “Tres caminatas en Singapur”

  1. A estas horas de la mañana mi súper-resumen de tu post: 1.-desayuno delicioso, 2.-mosquitos como nueces, 3.- ¡este tío está tonto! dejar pasar el probar cerdo a la brasa con salsas en un sitio donde los locales hacen cola debería ser hasta pecado :/ ,4.- Mucho hablar de sus famosos pasteles pero es fácil si no los hemos probado, 5.- ¿Se parará a mear o lo sudará todo?, 6.- Con lo tirillas que está, tengo que empezar a plantearme si será verdad que haya aguantado tanto andando con esa temperatura y humedad.

  2. Virtuditas, para ti que te levantas a las doce y media o una menos cuarto cuando vas de vacaciones, está claro que estas cosas no las puedes hacer. Meé al final de la caminata, al llegar al centro comercial frente a la isla de Sentosa.

    Los locales también comen en las calles, en los puestos esos en el suelo con un barreño asqueroso y yo no lo hago. Seis años yendo a Asia, ni una sola vez con problemas de estómago. Tienes que conocer tus límites si quieres pasártelo bien. A la hija de un compañero le han sacado un gusano de seis centímetros que tenía en el bazo y que pilló en Nigeria, comiendo en las calles y tratando de ir a los sitios de los locales. Estuvo tres meses con una medicación brutal para matar las crías que puso el gusano.

    Tampoco como ese tipo de cerdo en los restaurantes de Amsterdam. Lo tienen siempre colgado en los escaparates, con cincuenta o quizás doscientas cincuenta moscas encima. Seguro que es delicioso pero no para mí.

  3. Me imagino que los olores serán algunas veces insoportables ¿no?, con tanto puesto de comida en la calle.

  4. No, en realidad en el que los olores a veces son terribles es Bangkok, en donde hay sitios en los que huele a la mierda de las alcantarillas en la calle, un hedor infernal. En la misma calle Sukhumvit, la más popular de la ciudad, hay tramos que te obligan a caminar sin respirar.

  5. Vaya mierda, nunca mejor dicho, con las ganas que tengo de ir, ya he visto que es una ciudad que no te pone nada, aunque parece que Singapur, sí es totalmente recomendable, no?. Por cierto, en este ordenador (que es antiguo) no me deja desplegar el buscador para poder localizar todos tus viajes, lo veré en el ipad.

  6. Todos los que adoran Bangkok parecen ser de cuatro grupos. Viejos que buscan jóvenes baratas para follar, viejos y jóvenes que buscan niños para follar, jóvenes que buscan travelos para follar porque al parecer no son maricones pero van a Asia a follar con un tío con polla y tetas postizas y borrachuzos que van a la ciudad a emborracharse y que les roben.

  7. Sí, pero para follar pagando, solo que con lo que te cuesta una puta o un travelo allí al día, en Europa no te hace una puta retirada ni una pajilla