El larguísimo regreso a casa


El relato comenzó en Otro de esos saltos gigantescos

El regreso a Utrecht me llevaba desde Singapur a Kuala Lumpur, desde allí a Estambul y finalmente un último salto a los Países Bajos. Ese día me levanté tarde y preparé las mochilas. Pasé de salir a desayunar y sobre las once de la mañana bajé a la recepción, entregué la tarjeta que servía como mi llave y fui a la parada de la guagua. Fui hasta una estación de metro y allí conecté con el que llevaba al aeropuerto. Al llegar, facturé la mochila y recogí mi tarjeta de embarque y me acerqué a un Kaffe & toast para desayunar tostadas kaya. Después pasé el control de seguridad y tras dar un paseo y ver las tiendas, me puse cerca de la puerta de embarque de mi avión. Volaba con Tiger Air desde Singapur a Kuala Lumpur. El avión salió en hora y el vuelo era de unos cincuenta minutos. Aterrizamos y aparcamos en la nueva terminal, la KLIA2 y tras pasar el control de pasaporte, fui en el tren hasta la otra terminal, la KLIA y como tenía que esperar unas horas para facturar, dejé la mochila en la consigna y opté por ir a Putrajaya, la capital administrativa de Malasia y ciudad que está a medio camino de la capital. La parada del tren es también para Ciberjaya, otra ciudad que montaron en el lugar para las multinacionales. Fui en taxi hasta un centro comercial enorme en esa ciudad y mi idea original era ir al cine, pero los horarios de las películas no me cuajaban, así que paseé, cené y estuve allí un rato. A la hora de regresar al aeropuerto quería ir a la estación en taxi pero los taxistas estaban de tertulia y pasaron de mí, así que fui en la guagua con los locales. Después tomé el tren, llegué al aeropuerto, rescaté mi mochila, la facturé, pasé el control de seguridad y busqué un rinconcito para matar el rato.

El avión iba petadísimo y a mi lado sentaron a un julay. Despegamos en hora y el piloto nos dijo que el viaje iba a ser movidito por fuertes vientos en contra. Realmente, el avión vibraba como un tren viejo y cada cinco minutos dábamos un salto. Nos dieron la cena y entre meneos y más meneos vine a dormir unas seis horas. Desayunamos en el avión y sobre las cinco de la mañana aterrizamos en Estambul. Aparcaron el avión sin conectarlo al aeropuerto y tuvimos que esperar por las guaguas que nos llevaran al mismo, volver a pasar un control de seguridad y después subir a la terminal. El día anterior chateando con mi amigo el Turco me había dicho que volaba a Londres esa mañana y quedamos que nos veíamos en el aeropuerto. Mientras lo esperaba compré unas cajitas con delicias turcas para regalar en la oficina y cuando el Turco llegó, fuimos a tomar un café con algunos de sus empleados, los cuales me miraban flipando en colores y hasta en blanco y negro ya que no habían visto nunca a su jefe con uno de sus más-mejores amigos. Las puertas de salida de nuestros aviones estaban una al lado de la otra así que fuimos juntos y nos despedimos.

Entré en mi avión, el cual también iba petadísimo y despegamos en hora. Me dieron un segundo desayuno y pasé el vuelo viendo episodios de una de mis series favoritas. Al aterrizar en Amsterdam, nos hicieron un control de pasaportes en la puerta del avión y tuvimos un segundo control de pasaporte en el lugar habitual. Después tuve que esperar más de media hora por mi mochila y cuando apareció, la recogí, bajé a la estación de tren del aeropuerto y me subí en el que me llevó a Utrecht. Desde allí fui en guagua a casa. Ese día opté por trabajar desde mi casa y así aprovechar y lavar toda la ropa que traje, algo habitual en estos viajes, en los que siempre que llego todo va directo a la lavadora.

Ese día lo pasé baldado, ya que entre pitos y flautas, el regreso fue un palizón de cuidado. Y así acabó el viaje que me llevó por Kuala Lumpur en Malasia, por Tailandia y por Singapur en este 2014.


7 respuestas a “El larguísimo regreso a casa”

  1. A mi me acojona cuando el avión temblequea, no lo paso nada bien pensando que de un momento a otro se va a pegar la hostia padre… 🙁
    Salud

  2. Hay que hacer un gran trabajo de ingeniería para cuadrar todos esos vuelos y que te quede tiempo para tomar café con un colega en el aeropuerto!

  3. En cuarenta y cinco minutos da tiempo para un montón de cosas. Yo no cuadré el verlo en el aeropuerto, fue pura casualidad. De hecho, como yo pasaba por Estambul en martes, daba por sentado que si viajaba lo haría en lunes y no lo vería.

    Claro, también hay que tener en cuenta que nos vimos a las seis y pico de la mañana, que son las horas a las que Virtuditas funciona a medio gas porque está durmiendo hasta el mediodía ….

  4. A mí es que cada vez me cansan más los vuelos y el más largo que he hecho ha sido a Nueva York, no sé yo como llevaría tantos vuelos y tantas horas seguidas. Eres mi héroe, hasta sales del aeropuerto a hacer una visita a un centro comercial, anda que no te duran nada las pilas, hijo.

  5. No fui a Kuala Lumpur porque el nuevo centro comercial junto a la estación de tren aún no tiene el cine abierto. La próxima vez me voy a ese, que se ve más ameno

  6. No me voy a molestar por enésima vez en decirte que estás muy equivocado conmigo en lo de dormir hasta tarde en vacaciones, de hecho soy todo lo contrario, incluso madrugo más de lo normal, pero ya no me voy a molestar en decírtelo. Hala.