Tulipani


En septiembre llega a la ciudad de Utrecht el Nederlands Film Festival, el escaparate de todo el cine holandés y este año la película que abría el festival era una mayormente en italiano y como al mismo tiempo la ponían en la cadena de cines en la que tengo mi abono, aproveché ese mismo día para ir a ver Tulipani, que desconozco si algún día se estrenará en España pero que definitivamente la quieren titular con el conocido me cago en las putas truscolanas y en las bestias que cagaron sin tener nación.

Un julay cabeza-de-queso se pira al sur de Italia porque está hasta los zuecos de madera de tanta lluvia

Después de la mega-inundación que hubo en el sur de Holanda en 1953, un chamo se rebota todo, preña a una sorda pero por el potorro, la deja atrás y se va en bicicleta al sur de Italia y allí se compra una chabola, la repara y aprende italiano y vive entre mafiosos y cultiva tulipanes. Su hembra se baja al sur con el chiquillo que le hizo en la única vez que la cogió y vive tan feliz hasta que el capo mafioso local va a por él. En paralelo y treinta años más tarde o así, una pava canadiense viaja a Italia después de que murió su madre y se entera que en realidad es hija del holandés, que su madre no era su madre y le cuentan toda la historia y lo flipa con el cuento.

Esto al final resultó una especie de cuento, con una historia que resulta absolutamente increíble pero que de alguna forma funciona y te ríes con las boberías que dicen y que hacen. La historia está contada con la acción en el pasado y la del futuro sucediendo al mismo tiempo, lo cual en mi caso no me mola nada por aquello de los saltos continuos de un tiempo al otro. La combinación del pasotismo italiano con el fundamentalismo holandés es hilarante, el chamo se mete en unos berejenales épicos a cada momento. Los personajes a su alrededor por desgracia no están bien definidos y en algunos casos son como caricaturas de seres humanos. El protagonista es el holandés Gijs Naber, que sin ser de mis actores locales favoritos, en este caso queda resultón. Gianni Pezzolla, el chiquillo del pueblo que descubre al holandés y lo confunde con el mismísimo Jesucristo en una escena épica en la que te partes de risa está fantástico, pero como siempre, un niño haciendo de niño no es algo que se pueda considerar actuación.

No es el tipo de cine que van a ver los miembros del Clan de los Orcos y como la probabilidad de que llegue a España es pequeña o casi nula, tampoco es una cosa que deba preocuparlos. Sí que puede resultar muy interesante para los sub-intelectuales con GafaPasta.


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