Duda razonable – Reasonable Doubt


Cuando alguna pava me recomienda encarecidamente que no deje transcurrir un solo segundo más de mi patética vida sin ponerme a ver una serie de doctores, de abogados o de la pasma, disfruto enormemente con su infinita cara de decepción al empetarle que yo no veo esos géneros, me parecen patéticos y aburridos. A menos que lo combines con el terror o la ciencia ficción, yo no suelo superar los primeros ciento ochenta segundos de ese tipo de series y me duermo mucho antes. Es un mecanismo interno de seguridad para proteger la integridad del contenido de mi cabezón de esas dañinas influencias. Cuando ese tipo de movidas se traslada al cine, suelo ir porque lo cubre mi abono hiper-mega-ilimitado y ya me busco un rinconcito agradable por si me hecho una cabezada, lo cual puede suceder y ha sucedido en múltiples ocasiones. Una de esas películas a las que voy porque lo cubre mi entrada es Reasonable Doubt, la cual en España lo deben tener clarísimo ya que creo que se ha estrenado directamente en telelevisión con el título de Duda razonable, tan original como el inglés y en este caso, habría quedado mejor un truscoluña no es nación.

Un julay no es más pollaboba porque no entrena en un centro de alto rendimiento y chimpún

Un abogado acusador que ha sido padre no hace mucho atropella y deja abandonado en la calle a un pobre panoli. Además, cuando aparece un culpable (que por supuesto no lo es), lo enjuicia y va a por el cabrón. La cosa se complica cuando descubre que otro chamo fue testigo del incidente y lo amenaza. Su patético mundillo se vendrá abajo y tendrá que buscar la manera de salvar a la pelleja a la que se jinca y a la hija que parió la susodicha.

Previsible. No hay otra manera de ponerlo. Desde diez minutos antes de comenzar ya lo sabes todo. Es como si te enviaran mensajes directos a la parte más interna del cerebro hasta con las frases que van a decir. No hay sorpresa alguna, en ningún momento. Todo es tan previsible que te permite distraerte y dormir o en mi caso, ejercitar mi italiano en el Duolingo mientras permanecía en la sala. El guión está más visto que el coño de Paris Hilton, no tiene una sola sorpresa. Las actuaciones van desde la solvencia de Dominic Cooper, chaval que siempre pensé que llegaría más lejos pero que parece estancado a el patetismo más absoluto de Samuel L. Jackson, que debía necesitar guita para comprarse un nuevo casoplón o pagarse algunas putillas y se prestó a esto, pero sin llegar a estar consciente en ningún momento. El director no sabe manejar la historia, se le escapa todo el tiempo y acaba haciendo un triste telefilm que encaja mejor en la tele de un domingo de invierno por la tarde cuando has terminado de comerte tres platos de fabada y necesitas tumbarte para que tu cuerpo se recupere y eliges hacerlo frente a la tele.

Por descontado, matará del aburrimiento a cualquier miembro del Clan de los Orcos que intente verla. Los sub-intelectuales de GafaPasta sufrirán un destino similar. Solo en la tele y con un estómago requintado de comida. Es perfecta para ayudarte a hacer la digestión.


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