El día que entré en la manada


Hace un par de semanas me llegó una carta del ayuntamiento de Utrecht invitándome a la ceremonia de la bienvenida a la manada, la cual se celebraba ayer y que en el idioma bárbaro local se llama la Naturalisatieceremonie. En el eterno proceso para adquirir la nacionalidad holandesa, el último paso es jurar lealtad al país o algo parecido y se ha de hacer en presencia de las autoridades, ese ente abstracto del que nos fiamos tan poco. Me mandaron un completo programa de actividades que tendrían lugar en el Museum Speelklok, un precioso museo en el centro de la ciudad en el que hay una soberbia colección de dispositivos musicales mecánicos que tocan música automáticamente, del tipo de cajas musicales o esos trastos enormes que se pueden ver en las calles del centro de las ciudades en Holanda tocando música y unos chamos pidiendo dinero mientras agitan las monedas haciendo ruido en unos cacharros.

En la información que me mandaron decían que era muy importante no faltar a la cita y llegar a tiempo ya que cerraban las puertas en cierto momento. La Chinita se me quería pegar cual ladilla antes de ir de vacaciones y comer de gratis así que la invité a acompañarme y después quedamos en irnos a cenar por ahí. Dada la importancia del evento, salí del trabajo a las doce de la mañana, me fui a mi casa y continué trabajando desde mi casa, todo con vistas a prevenir cualquier problema. A las cuatro y cuarto llegaba la Chinita a mi casa, cogíamos la Mili o Vanili y la Cholina y pedaleábamos al centro de la ciudad. Llegamos con tiempo y paseamos un rato por las calles, disfrutando del solito y de la calor horrenda que había, ya que en esos momentos la temperatura alcanzaba y quizás hasta superaba los catorce grados de temperatura. Entramos al museo con tiempo y antes de sentarnos nos tomamos un refresco, ya que el evento tenía bebidas no alcohólicas gratuitas. Yo pensaba que seríamos tres o cuatro gatos pero aquello estaba llenísimo y como parte del museo está en una antigua iglesia, habían acondicionado la nave principal de la iglesia como sala para el evento, un entorno espectacular y muy sobrio que seguro que ponía mal cuerpo a todos los musulmanes que poblaban la sala y que eran mayoría, ya que las doña Rogelia parecían ser las más numerosas, con el trapo ese alrededor del pelo. Me senté con la Chinita en la última fila y seguimos con nuestras boberias habituales. A las cinco en punto y demostrando que se puede poner en hora un reloj cuando tienes una cita con un holandés apareció el alcalde y comenzó el evento. Primero nos echó un sermón sobre los dos pilares en los que se fundamenta el holandesismo, la libertad, de elegir religión, preferencias sexuales, de esto y de aquello y de lo de más allá y el respeto por las libertades de los demás. Insistió en el tema recordando a todos los despistados que en este país se valora la libertad de todos y cada uno y que los límites de esa libertad están en el respeto por las creencias de los demás. Cuando acabó el sermón explicó como iría la ceremonia. Nos llamaban de uno en uno, nos acercábamos a la parte delantera, jurábamos por Dios o prometíamos acatar las normas básicas de la cultura holandesa, el alcalde nos entregaba el papel final de nuestra campaña eterna para lograr la nacionalidad y con ese papel, dentro de un par de semanas, te dan tu nuevo y flamante pasaporte cabeza-de-queso que te permite viajar por el universo como súbdito de la reina argentina.

Si eres creyente y te gusta jurar en el nombre de algún Dios, tenías que asimilar un texto que leyó el alcalde, levantar la mano derecha con los dedos índice y corazón tiesos para arriba y decir Zo waarlijk helpe mij God almachtig. Si estás por encima de todos y cada uno de los dioses, entonces no hay que levantar mano alguna con dedos tiesos y solo hay que decir: Dat verklaar en beloof ik que se puede traducir como Yo lo declaro y prometo. Salvo por cuatro julays todo el mundo optó por la segunda opción, más que nada porque pronunciar la primera manda tela.

Llaman al primero, una musulmana, se acerca, mira al alcalde y no tiene ni puta idea sobre lo que tiene que decir y está claro que la mujer no habla holandés. El alcalde le tuvo que decir las palabras y ella repetía lo que buenamente entendía mientras yo y la Chinita nos partíamos la polla y el clítoris de risa. Después de eso vinieron muchos más ejemplos similares. La gente se dividía en marroquíes, turcos, las chochas rusas que se casan con frikis informáticos holandeses, aguantan a esos pollardones cinco años, consiguen el pasaporte y luego se divorcian, algunos africanos y griegos, serbios y similares. Entre todos ellos destacaba el Elegido, el autor de la mejor bitácora sin premios en castellano. En un momento determinado me llamaron, me acerqué a la parte delantera, dije mi fabuloso : Dat verklaar en beloof ik, recogí mi papel y regresé a mi asiento, evento único e irrepetible que quedó grabado para la posteridad en mi iPhone por la Chiinita y que no veréis. Después tuvimos que esperar un buen rato hasta que pasó el último. La ceremonia acabó cantando el Wilhelmus y os recomiendo encarecidamente que leáis en el enlace anterior las estrofas que se cantan (que son la primera y la sexta) y la curiosa referencia que se hace al MataElefantes, padre de tonta y suegro de ladrón, además de putero consumado. Después te podías quedara para una visita guiada al museo pero nos lo tenemos muy vistos y solo nos quedamos para la foto de grupo, la cual tampoco veréis y de la que la Chinita hizo una versión propia con mi teléfono.

El sorpresón llegó cuando leí el papel. En el dicen que desde el pasado tres de marzo yo soy holandé, holandé, holandé …

Claro, eso explica el peso tan grande que llevo sintiendo desde hace mes y pico sobre mis hombros. Yo no sabía que estaba caminando por el mundo con una doble nacionalidad de esas y achacaba mi cansancio a mi intensa vidilla social. Al salir nos fuimos a un tailandés a cenar, pasando previamente por un bar para tomarnos unas birrillas y así, como quien no quiere la cosa, sucedió que entré en un museo como españó y salí como holandé. Esta mañana me estaba mirando cuidadosamente en el espejo del baño y yo ya me veo los brotes de pelo rubio creciéndome.

Con este penúltimo paso (me falta ir a que me hagan el pasaporte) culmina mi plan de emergencia para el hipotético caso en que Españislavia se vaya a hacer puñetas y tenga que rescatar a la familia y sacarlos del tercer mundo y desplazarlos al segundo.

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12 respuestas a “El día que entré en la manada”

  1. Coño, no se supone que tenías que haber pasado todos los cursos del idioma para que te direan la nacionalidad, o estoy equivocado.

  2. No lo decía por tí, que se que lo habías pasado, lo decía por la moras que no podían pronunciar el juramento.

  3. Seguro que ya te estarán empezando a salir pelos pelirrojos en los güevos y los calcetines te olerán a queso 🙂
    Aquí a un negro le negaron la nacionalidad porque le preguntaron como se llamaba la mujer de Zapatitos y como yo, no lo sabia, encima lo expulsaron a negrolandia 🙂
    Salud

  4. Querido Genin, era la mujer de Rajoy el nombre que le preguntaron al pobre, no la de Zapatazos. Por otra parte, quién coño sabe cómo se llama esta tía, si es por eso, nos tendrían que echar a la mayoría de España. Enhorabuena Sulaco, ya tenemos colega holandés y español, con lo que a mí me hubiera gustado tener doble nacionalidad, con lo que viste eso y lo bien que queda en las entrevistas.

  5. Que sepan que no aparecen anotaciones porque he estado muy liado preparando el viaje, pero hay una tonelada programada

  6. DArliz: Los dos tenemos razón, lo he leído de las dos maneras, con la de Rajoy y Zapatitos, mira, ahora me acuerdo del de la de ZP, Sonsoles, creo ¿No?…jajaja
    Salud

  7. Virtuditas, no tengo ni idea de cual es tu email y los que tengo ya no funcionan así que por favor manda n correo o te quedas fuera de la lista

  8. ¡Felicidades!… Espero que adquieras todo lo bueno que tienen los holandeses, y no pierdas nada de lo bueno que tienen los españoles (que algo sí que debemos tener; no sé qué…pero seguro que lo tenemos).