Lobos de Arga


Recién salía de ver Tengo ganas de ti cuando descubro en la cartelera otra película española que solo ponen a la medianoche ese día y claro, me faltó tiempo para correr al coche, sacarlo del centro comercial, dar la vuelta al mismo y volver a entrar ya que con la entrada solo tenía derecho a unas horas de aparcamiento y ya estaba a punto de agotarlas. Corro de nuevo a la taquilla, espero pacientemente a que una banda de orcos elija su puto asiento en la última fila, cuando todos sabemos que se van a sentar ahí, espero a que se repartan los cupones, acumulen los puntos, rían, griten y demás y finalmente puedo comprar mi entrada para Lobos de Arga, película de la que nunca antes había oído hablar pero que parecía ser una comedia de terror, géneros con los que yo disfruto. No podía estar más equivocado.

Un julay regresa al pueblo de la madre que lo parió y la chusma de las afueras le quiere hacer pupita de la mala

Un tipo que no es más que un escritor fracasado regresa al pueblo de donde proviene su familia porque lo han nombrado hijo adoptivo. Una vez allí, además de reencontrarse con un amigo de la niñez descubre que hay un plan para acabar con su vida y poner fin a una maldición que cayó sobre el pueblo hace cien años.

A priori, pones hombres lobo y cachondeo y la cosa debería ir muy bien. No fue así. El problema es que los diálogos cómicos están muy vistos y dan más bien lástima, las escenas parecen escritas por alguien lobotomizado ya que hay que ser lerdo con ganas para no saber lo que va a suceder en lo que queda de película y conforme pasan los minutos, vas perdiendo la fe. El lado de terror también es fallido y los sustos no funcionan. Con un guión que peta por todos lados, da igual que los actores hagan lo que pueden, no hay manera de salvar la historia. Los efectos especiales dan más bien pena y casi que se los podían haber ahorrado porque sonrojan a los espectadores, o quizás esa gente olvidó que nosotros somos los que nos metemos en el cine a ver películas que cuestan cientos de millones de los que una gran parte se gastan en hacer que las cosas parezcan reales. Seguramente si hubieran jugado con las sombras habrían ganado mucho.

Poco más se puede decir. Me aburrí, soberanamente, perdí la atención y hubo momentos en los que mi cabeza divagaba pensando en otros asuntos. El resto de la sala no iba mucho mejor ya que no escuché risas ni gritos, solo el tedio de los espectadores.

No merece la pena perder el tiempo ni el dinero con esto. Ni para los miembros del clan de los Orcos ni para los intelectuales.


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