Más fuerte que las bombas – Louder Than Bombs


Cuando hablo con mis amigos de cine, siempre tengo claro que en ese terreno, yo soy la persona con menos prejuicios. Excepto por una o dos líneas, esas que separan el mundo de la bazofia de Peter Jackson inspirada en el deleznable Tolkien y algo del cine de Michael Mann, el resto para mi es cine, sin más. Mis colegas han ido evolucionando en dos caminos, unos han pasado del cine comercial a la filmoteca y ahora te pueden soltar unos rollos pedantes hablando de películas en lenguas bárbaras que estoy convencido que no les interesaban pero que van a ver porque es un evento cultural y tenemos a los que se quedaron estancados en el cine que veían en su juventud y que cuando hay una película nueva que se sale de la línea la rechazan de plano y no le dan una oportunidad. Si yo hiciese eso, no podría ver más de doscientas películas al año y me perdería cosas como Louder Than Bombs, película que se estrena esta semana en España con el título de Más fuerte que las bombas.

Una familia de julays recuerda a la pava que los parió y que chingó

Un viudo y sus dos hijos se juntan y las pasan putas mientras uno de ellos rebusca entre la morralla de los recuerdos de la madre, una fotógrafa famosa, el más joven parece estar deprimido o algo parecido y el padre chinga a escondidas con una profesora del instituto y da lecciones de moralidad. De fondo y siempre presente, una madre a la que se la traía floja el tener dos hijos y un marido y que prefería pasar el tiempo en tierras de terroristas musulmanes de mierda haciendo fotos y chingando con un colega porque le hacía ilusión que su marido fuera un Vitorino.

Estoy super-hiper-mega convencido que hace un par de años ya vi una película con el mismo tema, fotógrafa que muere y familia traumatizada y creo que era de algún país nórdico. En cualquier caso, la idea me sonaba muy conocida y la única diferencia es que aquí la pava no muere con las manos en la cámara sino conduciendo en su país cuando se estampa contra un camión y alguno piensa que se suicidó. La historia es lenta, pero lenta de vicio y trata de mostrar como los tres hombres (o cuatro aunque el cuarto está más bien en la sombra) en la vida de la fotógrafa quedaron rotos con su muerte y no parecen ser capaces de recuperarse. Unos intentan ayudar a los otros pero no funciona. La idea es interesante pero se agota muy pronto y después se convierte en una serie de iteraciones de más de lo mismo que acabaron con mi paciencia. No ayuda que la muerta salga más en pantalla que los vivos, es que prácticamente mete la cabeza cada treinta segundos y nos bloquea la escena. A Jesse Eisenberg se le olvida de poner el freno el mano y sobreactúa un montón, matando muchísimas escenas y en algunos momentos haciéndome desear que la madre lo hubiese matado antes de suicidarse. Devin Druid es el más interesante de todos como el hijo rarito que está en la edad del pavo y lo lleva muy mal. Por lo demás, la película acabó por cansarme y creo que batí un nuevo récord mundial abandonando el cine antes que la primera línea de los títulos de crédito consiguiera aparecer al completo y mientras lo hacía, me resbalaban infinitamente las caras de disgustos de todos los pollabobas que estaban en la sala supuestamente viviendo una intensa experiencia emocional.

Si quieres torturar a un miembro del Clan de los Orcos, esta es la película. Si eres pedante y pretencioso y no vas a ningún lado sin tus preciosas GafaPasta porque te crees un sub-intelectual, no te la pierdas.


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