Uno nota que lleva un montón de años en los Países Bajos cuando han pasado dos años desde la última vez que fui a Volendam, un lugar de peregrinación obligada si te visitan amigos que quieren conocer el país. El lugar es precioso y particularmente en primavera y verano es un placer caminar por las calles estrechas y por ese diminuto puerto que siempre está lleno de turistas y con tiendas abarrotadas de recuerdos. Esta foto la hice desde el barco que te lleva a Marken y la vimos por primera vez en junio del año 2008 en la anotación El puerto de Volendam y hoy le damos la bienvenida al Club de las 500.
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Con ratas y sobras
Lo de las certificaciones ha sido siempre un gran misterio. Las empresas se gastan dinerales en permitir que otras compañías los auditen y después de un par de días de mucho arte dramático y peloteo vario consiguen el famoso sello que certifica la calidad y garantiza a los clientes que esas compañías trabajan según un conjunto de normas que no siempre son las más adecuadas, pero que como te dan un sello y unos bonitos certificados para poner en las paredes a la entrada de la compañía, molan un montón.
Parece que la cosa sí que está muy mal en España y hasta las compañías constructoras han de apelar a esos bajos instintos de lo barato para atraer a los clientes. En esta se han pasado un par de pueblos. No puedo imaginar a nadie que le apetezca el menú que proponen estos por más que estén certificados por todo Dios y gran parte de sus obispos. O quizás cuando te entreguen las llaves de tu casa te lleves la sorpresa porque ya está habitada por esos simpáticos animalillos que son las ratas.
La imagen la pillé en Zaragoza, ciudad por la que pasé en mayo del 2008, justo unos días antes de aquella exposición fastuosa que iba a poner la ciudad en el centro del universo o algo parecido y que no parece haber conseguido el resultado esperado. A menos que seas China o la India y tengas cientos de millones de personas para llenar esos eventos, lo mejor es no derrochar el dinero en fastos que solo engordan el bolsillo de los constructores y los políticos y dedicarlo a cosas que sí que necesiten todos los ciudadanos. Soy consciente que España es el país de la pandereta y el concepto de emplear el dinero para mejorar las infraestructuras o para incentivar la investigación y el desarrollo no existe. Todos seremos como una piña para conseguir esos objetivos tan importantes como la Olimpiada de Madrid y el mundial de fútbol. Eso es lo que realmente importa.
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Catedral de Colonia en el club de las 500
De las ciudades alemanas que quedan a tiro de viaje de hora y media en tren desde mi casa, Colonia es mi favorita. La catedral impone tanto como el río Rin que prácticamente pasa a sus puertas. Es una ciudad con un centro muy agradecido para aquellos a los que les gusta caminar y no olvidemos que es la ciudad en la que cada dos años se celebra el Photokina, la mayor feria fotográfica del universo y una a la que siempre acudo. En diciembre del año 2006 vimos por primera vez esta curiosa foto de la Catedral de Colonia que hice un día que fui de visita con mis padres y hoy le damos la bienvenida al Club de las 500.
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Gazelle Orange Pure Innergy 2011
Uno de mis objetivos para este año 2010 era comprarme una bicicleta eléctrica. Todos mis amigos se descojonaban de risa cuando se lo comentaba ya que ellos asocian bicicleta eléctrica con ancianos y me llamaban abuelete. Yo me descojonaba porque todos los que se ríen no van ni a mear sin coger el coche y tienen una dependencia enfermiza con ese medio de transporte, teniendo uno o dos en sus casas. Yo no tengo coche ni lo necesito. Me muevo con el transporte público y con cuatro bicicletas, que lo crean o no, uso continuamente.
La idea de la bicicleta eléctrica me vino porque me apetece ir a trabajar en bici durante la primavera y el verano (y parte del otoño) ya que la distancia a la oficina es de veintidós kilómetros y con una bicicleta de este tipo, el tiempo que me tomaría sería similar al que empleo usando la bicicleta plegable para ir a la estación y haciendo parte del trayecto en tren. Justo antes del verano había elegido una pero me desanimé al enterarme que la espera hasta que te la daban era de más de nueve semanas por culpa de la demanda. Desistí y lo dejé pasar. Como en mi empresa tenemos algo llamado fietsplan que es un tipo de beneficio otorgado por el gobierno para la gente que usa este medio de transporte para ir a trabajar, decidí comprármela en esta época del año (a sabiendas que no la usaré demasiado) y aprovechar los cientos de euros que me devolverá el estado. Me acerqué a la tienda que está cerca de mi casa, aún con la idea de comprar un modelo específico y cuando hablaba con el dueño de la tienda me comentó que la marca Gazelle tenía ya el catálogo con la colección 2011 y a él personalmente le gustaba más esta marca que la que yo había elegido. Me llevé todos los catálogos a mi casa, me sumergí en la red para buscar información y de ese pequeño proyecto salió la resolución de comprar la Gazelle Orange Pure Innergy de la colección del 2011 que podéis ver en la foto. El tiempo de espera fue de tres semanas y me la dieron hace cosa de una semana.
Para los que no tengan ni idea de lo que es una bicicleta eléctrica, no es una motocicleta. Tiene un pequeño motor que asiste al ciclista pero no reemplaza el esfuerzo. El motor lo podéis ver en el eje de la rueda delantera. La legislación europea no permite que este motor funcione con velocidades superiores a los veinticinco kilómetros por hora y cuando alcanzas dicha velocidad se desconecta. Mi bicicleta tiene tres modos asistidos: Uno ECOnómico con el que puedes hacer entre 130 y 170 kilómetros con una carga de batería, el modo normal que te permite hacer unos 80 kilómetros y el modo TURBO que da entre 35 y 45 kilómetros. La batería que elegí es el modelo intermedio, hay una más potente pero a mí no me hacía falta ya que mi idea es usarla en distancias inferiores a los 30 kilómetros y en los que me apetece pasear. La batería es extraíble y la podéis ver en la parte posterior. La bicicleta tiene siete velocidades y su peso incluyendo la batería es de unos veinticuatro kilos.
Le he añadido en el manillar el soporte para mi GPS Garmin con los mapas de rutas de bicicletas de los Países Bajos (que no se puede ver en la foto) y el sábado, aprovechando el soleado día (aunque frío) me lancé a explorar la ruta para ir al trabajo. Contando que me equivoqué un par de veces en dos cruces, tardé cincuenta y nueve minutos en llegar desde la puerta de mi casa a la puerta de la oficina en Hilversum. Una vez allí aproveché para ir al mercado en esa ciudad y regresé en unos cincuenta minutos. En realidad, controlando los semáforos que me tropiezo al salir de Utrecht y los que hay a la entrada de Hilversum, es más que probable que se pueda ir de punto a punto en cuarenta y pico minutos, que es más o menos el tiempo que empleo con transporte público. El paseo es por una carretera preciosa, pedaleando en ocasiones junto a un canal lleno de gansos, cisnes y patos y hay multitud de alternativas para desviarte y perderte por los bosques, algo que seguro que haré en verano.
Al hacer la ruta descubrí que más de la mitad del camino mi velocidad era superior a los veinticinco kilómetros y el motor estaba desconectado, aunque en un par de colinas me echó una mano que se agradece. La bici es muy cómoda y agradecida de manejar. El control del motor está en el lado izquierdo del volante y ahí también se pueden encender o apagar las luces. La batería está protegida con un sistema que usa la misma llave del que protege la bicicleta, el cual lleva un chip que está registrado con mi nombre y si la roban, teóricamente, podrían devolvérmela. Por si las moscas, tengo un seguro antirrobo por tres años que puedo desgravar en los impuestos de esos tres años al completo. El precio de la bici es de unos mil setecientos euros.
El sábado ya me enralé y terminé haciendo unos setenta kilómetros en total y solo he consumido el cuarenta por ciento de la batería. Todavía no he elegido un nombre para la bicicleta, algo fundamental. La pequeña plegable es la Dolorsi y anteriormente tuve la Chochona, la Machtige y las Mili y Vanili. Para esta seguro que se me termina ocurriendo un nombre bonito. Por ahora, el que más resuena en mi cabeza es la traducción al holandés de ese dicho español de mecagoendios pero no sé si a ella le gustará que la llamen así.
Ahí la tenemos, la más importante de mis cuatro bicicletas y aquella con la que en el 2011 es más que probable que haga cerca de diez mil kilómetros.