Cruzando la isla de Gran Canaria


Este relato comenzó en Un nuevo viaje a Gran Canaria

Siempre que alguno de mis amigos se pasa por la isla de Gran Canaria procuro enseñarles algo fuera de la zona turística, ver un poco el interior y que así se lleven una idea distinta de aquella con la que llegaron. Con el Niño de vacaciones conmigo hemos ido por la ciudad de las Palmas de Gran Canaria y también quería que conozca la isla y con esa meta en mente, uno de los días salimos temprano desde Puerto Rico. Comenzamos yendo hacia Arguineguín por la antigua carretera costera para que vea el impacto de la construcción de establecimientos turísticos en la costa, aunque ya habíamos ido a Mogán en barco y lo había visto. Desde Arguineguín tomamos la carretera que va hacia Cercados de Espino y de repente el paisaje cambia completamente y te adentras en un mundo seco y agreste en el que raramente te cruzas con otros vehículos y viendo alguna casa solitaria de cuando en cuando. La carretera va serpenteando y subiendo poco a poco, ganando altura y bordeando montañas.

En un punto determinado nos desviamos y fuimos hacia la presa de Soria, la más grande de Gran Canaria y para aquellos con buena memoria y constancia a la hora de leer esta la mejor bitácora sin premios en castellano el lugar en el que el año pasado un periodista de uno de los periódicos locales me hizo fotos junto con Uno+cero y Luis cuando andábamos de cacería fotográfica. Esta presa impresiona por sus dimensiones y por toda esa agua que acumula. Desde allí retrocedimos parte del camino y enganchamos con la carretera que nos llevaba a la presa de las Niñas. La carretera está un poco tocada después de los temporales del año pasado y subes entre curvas empinadas y estrechas por las que si te cruzas con otro vehículo tienes que hacer filigranas. Después de poner nuestras vidas en peligro una y otra vez llegamos a la zona recreativa de esa presa y allí había gente acampando, bañándose y preparándose para hacer algún asadero horas más tarde. Es uno de los rincones escondidos de Gran Canaria más hermosos.

Nuestra siguiente parada fue en el cruce entre la carretera por la que íbamos y la que lleva hacia Maspalomas y el Roque Nublo. En el poblacho que se encuentra en esta encrucijada aprovechamos para comernos unos bocadillos y así desayunar algo porque ya llevábamos dos horas en ruta y no habíamos comido. Después subimos al aparcamiento del Roque Nublo que no está muy lejos y caminamos hasta el mismo, un paseo precioso por un sendero muy cuidado con unas vistas espectaculares de la isla de Gran Canaria y con la isla de Tenerife al fondo. El día estaba despejado y el cielo era de un azul intenso. La subida pone a prueba tu condición física porque no es lo mismo caminar a nivel del mar o a cuatro metros por debajo del mismo que a más de mil quinientos metros. Le dimos un fuerte abrazo al Roque Nublo y regresamos al coche para ir a los Pechos, junto a esa enorme bola que parece de golf y el punto más alto al que un civil puede subir en la isla. En ese sitio tienes una vista que combina el Roque Nublo con el Monje y la Rana y tras ellos el Teide. Desde allí también se pueden ver las dunas de Maspalomas y gran parte de la isla.

Fuimos hasta la Cruz de Tejeda y además de parar a comprar dulces en el mercadillo de productos Canarios que siempre hay allí nos tomamos un refresco en el Parador Nacional de Tejeda, el cual añade a sus precios careros un 15% adicional si se te ocurre sentarte en la terraza. Ese Parador se inauguró no hace mucho y en su construcción se tardaron décadas por la desidia y el desinterés de los políticos locales y nacionales.

En la Cruz de Tejeda se juntan un montón de carreteras y al marcharnos elegimos la que va hacia Valleseco y pasamos cerca del lugar de Ariñez en el que mis padres tuvieron durante un montón de años el Chumino, la legendaria casa en la que tantos asaderos y fiestas tuvieron lugar y que siempre paseó con orgullo su nombre. Valleseco también es lugar de recuerdos porque anteriormente al Chumino mis padres tuvieron una casa en Valsendero, un diminuto barrio de ese pueblo a unos cuatro kilómetros del mismo en el que se me podía ver corriendo, saltando y haciendo travesuras cuando era un niño.

Desde Valleseco bajamos a Teror para ver los preciosos balcones Canarios de las casas y por supuesto la iglesia de la Virgen del Pino, la más bonita de la isla y también la más ricachona. El Niño compró algunos recuerdos y salimos en dirección a Firgas aunque nos desviamos antes de llegar al pueblo para tomar la carretera de la Goleta ya que el destino final de este viaje estaba cerca de Arucas en casa de una amiga que aunque no comenta lee la bitácora y que se ofreció a organizar un asadero. Llegamos con un retraso considerable y allí pasamos el resto de la tarde hasta pasadas las ocho.

El relato continúa en El día de la aventura


5 respuestas a “Cruzando la isla de Gran Canaria”

  1. Que diferente es el interior de la isla a la costa, pero a mi me gustan los dos paisajes.

  2. La ministra de igualdad debe adorar a los canarios, por ponerle tantos nombres femeninos a las zonas (punta mujeres, pechos, presa de las niñas, por no hablar de tu nombre particular para la casa de tus padres, claro, aunque por eso a lo peor te acusaban de discriminación o alguna chorrada de esas que se sacan muchas veces de la manga sin motivo alguno). Nos adorais o que?

  3. No es mi nombre particular. Mi padre lo puso a la entrada hecho en hierro. No nos acusaron de discriminación pero la Guardia Civil les preguntó un día si iban a poner un puticlub allí.