El monzón en Hilversum


El viernes vivimos un suceso extraordinario en Hilversum. A la hora de comer me fui a pasear como siempre. En lugar de la habitual caminata decidimos ir al centro de la ciudad ya que era el último día de un compañero portugués y pensamos que estaría bien tomarnos unas birrillas en el villorrio. Fuimos con las bicis. Yo en la Macarena, esa hembra todoterreno que se ha vuelto mi compañera inseparable y que ahora que voy a tener que viajar en tren todos los días me volverá bici-dependiente y los otros dos iban en la bicicleta del colega holandés, con el portugués sentado en la parte de atrás a lo machote. En esto de las bicicletas hay muchas teorías. Cuando uno es hombre y lo llevan, se sienta en la parte de atrás poniendo un pie a cada lado y los huevos en medio, mientras que cuando una es hembra se sienta en plan amazona, con los dos pies cayendo del mismo lado.

La etiqueta de los pasajeros de bicicleta obliga a que cuando se detienen por algún motivo, el transportado se baja y en el momento en el que vuelven a arrancar, espera a que el individuo que gasta su energía para producir el movimiento arranque y cuando tiene un poco de velocidad el pasajero salta detrás y vuelve a reposicionarse. Si uno lo hace en el estilo de las amazonas es mucho más fácil, pero cuando vais corriendo detrás de una bici y tenéis que saltar sobre ella en movimiento y las joyas de la familia aterrizan entre hierros os puedo asegurar que no es una experiencia agradable. La otra bicicleta, con el peso combinado de aquellos dos iba con la llanta prácticamente tocando el suelo.

Una vez en el centro, primero hicimos unas compras y cuando íbamos hacia el bar se hizo de noche. Literalmente la luz desapareció y un manto de obscuridad recubrió la ciudad. Inmediatamente las luces del alumbrado público se dispararon. Con la misma velocidad que calló la noche comenzó a llover. No era la típica lluvia holandesa, suave y persistente. Aquello era el diluvio universal. Las puertas del cielo se abrieron y caía el agua a mantas. Nos quedamos en las puertas del centro comercial mirando hacia fuera. Llovía y llovía sin parar, cada vez más. Veíamos a la gente correr por la calle para protegerse, las madres venir lanzadas hacia nosotros con sus cochitos, cargando sus vástagos. Con la seguridad que da la protección de nuestro refugio, situado a cuatro escalones de la calle, nos reíamos mirando como los pobres infelices a los que les había pillado la lluvia en bicicleta pasaban totalmente mojados.

Aquello siguió durante eones, aunque en realidad lo podemos cuantificar en una hora. Tras media hora de lluvia las alcantarillas de la calle comenzaron a mostrar síntomas de fatiga, exhaustas por la cantidad de agua que se veían obligadas a tragar. Tras tres cuartos de hora la calle era un río de unos diez centímetros de profundidad, algo que no había visto nunca en este país. Me recordaba a esas inundaciones tan típicas de las Canarias, que siempre pasan los dos días que llueve al año. Recuerdo ver ratas ahogadas al final de la calle Luján Pérez en la Isleta o como se suspendían las clases en mi instituto por culpa de las inundaciones en la parte baja de la ciudad. También recuerdo que fue uno de esos días de lluvias infinitas, con el instituto cerrado, cuando nos fuimos a unos grandes almacenes y nos bailamos todos los cassettes del True Blue de Madonna. En aquella época yo era menor de edad e inconsciente. Ahora no lo haría, aunque también estoy convencido que esos mismos almacenes han terminado por recuperar su dinero a base de sablearme siempre que he tenido que comprar algo en ellos.

Volviendo a nuestra ciudad y a la actualidad, tras una hora el río era de unos treinta centímetros. En un instante volvió la luz y la lluvia cesó totalmente. Igual que llegó se fue. Dejó una calle totalmente inundada. Decidimos comprarnos unos chubasqueros de plástico porque seguía cayendo una ligera llovizna, lo suficiente para empaparte y resultar molesta. Conseguimos unos ponchos de plástico de bolsa de basura amarillos. Nos los pusimos y salimos al encuentro de nuestras bicicletas. El portugués decidió volver en guagua. Nosotros salimos de allí, con las ruedas metidas en el agua. El panorama era desolador. Las calles adyacentes al centro de la ciudad estaban también inundadas. En nuestra ruta hacia la empresa teníamos que pasar por un túnel en el que el carril bici ocupa ambos laterales y se encuentra como un metro sobre el nivel al que discurre la carretera. El tunel estaba cerrado y el agua casi llegaba a la altura del carril bici. A la entrada del túnel aparecía un vehículo solitario, totalmente metido en casi un metro de agua, con su dueño llorando fuera y dándose golpes en la cabeza, intuyo que desesperado.

En ese momento una guagua decidió que aquello era moco de pavo y el conductor se lanzó en picado hacia el túnel. El golpe con el agua fue monstruoso. Además de levantar una marejada, reventó el parachoques delantero al colisionar con la barrera acuática. La guagua consiguió salir por el otro extremo, bastante dañada y con el pasaje de la misma en pleno ataque de pánico. Nosotros esperamos a que las olas dejaran de salpicar nuestro carril y cruzamos. La foto que adorna esta entrada es desde ese otro lado. Lo siento por la calidad pero es lo que da de sí la mierda de cámara del móvil. Ese pequeño punto que se ve en el otro extremo es el vehículo que estaba detenido allí.

Tras pasar el túnel vino lo peor. La calle por la que habitualmente vamos hasta el trabajo tenía más de treinta centímetros de agua. Al pedalear metía los pies completamente en el agua. Suerte que mis botas son de las buenas y están preparadas para estas coñas. Cruzamos una calle completamente anegada, con la gente tratando desesperadamente de bloquear el agua que entraba por sus puertas. Algunos nos gritaban algo, pero con la concentración que llevaba para no darme un baño no era capaz de traducir los mensajes. Tras un montón de esfuerzo y cruzar un paisaje dantesco llegamos a la oficina. El portugués tuvo que venir andando, también medio histérico. Lo que pasó en nuestra ciudad es lo que viven los habitantes de la India durante el monzón, pero no lo que se espera del Norte de Europa y menos aún en verano.

Esta estación está siendo antológica. Tenemos una temperatura cinco grados inferior a la media histórica. Estoy usando la calefacción de la casa en Agosto, llueve todos los putos días durante horas y es raro el día que he conseguido ver el sol. El viernes pensé que una perturbación del espacio-tiempo nos había afectado y en lugar de en Hilversum estábamos en Bangalore, cruzando esas calles azotadas por la temporada de lluvias. El clima se ha vuelto loco y no creo que haya nadie haciendo algo por remediarlo.

tunel inundado

12 respuestas a “El monzón en Hilversum”

  1. dicen que en portland NO llueve 3 dias al año, siempre he querido vivir alli, que llueva todos los dias y que salga musgo en el alféizar de teja de mi ventana
    la gente no esta en las calles y todo es gris y oscuro,
    que maravillosa ciudad! 😀

  2. Cuando tienes coche seguro que mola, pero cuando tienes que ir a todos lados en bici forrado en plástico te hartas después de dos semanas. Esto está tan húmedo que tenemos todos los parques llenos de setas.

  3. Bleuge estas formalmente invitado a aguantar lo que queda de mes de agosto en el centro del monzon. A ver si hay huevos.

    Lo unico que mola de estos diluvios, si estas resguardado es reirte de la gente que se esta calandao, bueno, y como el tranvia echa el agua fuera de los railes cuando viene.

    Ah, Sulaco, tambien se te ha ocurrido lo del bote de Mistol?? El otro dia lo tuve en la mano, mi idea era hacer un reguerito por toda la calle, y ver que pasaba cuando empezaba a diluviar… sigo pensandolo, sobre todo porque soy la unica extranjera en mi calle, tendre que buscar otra ventana…

  4. Me imagino en el atico asomado por la ventana viendo la lluvia caer con mi taza de cafe, y el PC descargando lo ultimo de la cartelera a 10 Mb/s.

  5. Bleuge es de secano y se le va toda la fuerza por el pico, pero a la hora de la verdad, después de unos días se deprimiría.
    Emo, esa es la versión de cine. La real es imagínate con el pantalón chubasquero, con el chubasquero, casi sin visibilidad, con una lluvia persistente cayendo intentando cruzar una carretera con un montón de tráfico y en donde ni tú ves los coches ni ellos te ven a tí. Imagínate también que cuando llegas al trabajo te tienes que quitar todo este plástico de encima, tenderlo sobre tu bicicleta y correr hacia el edificio.
    Esa es la realidad.

  6. Y quien no?? (Se deprimiria, I mean). Tu tambien has empezado ya con la dieta del chocolate. Noticion que te cagas de importante de la muerte que es: ha salido el sol hace 2 horas y ahi sigue!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Me voy al parque, y a patinar y al lago y a todo eso que no sabemos cuando podremos volver a hacer!!!!!

  7. Aquí también ha salido el sol. Me he ido al centro a cenar con el chino y otro chino y después a comer helados, pasear al sol y tomar cervezas en terrazas, todas esas cosas que Dios nos ha negado este verano por estas latitudes. Dicen que mañana va a hacer más calor e incluso más sol. Mañana otra sesión de vida ahí afuera.

  8. Juas, yo recuerdo una lluvia que me cojio en Inglaterra cuando iba a llamar por teléfono… yo inocente de mí pensé «esto se va enseguida», pero la puta nube descargó sobre mi toda su ira, llegue empapao de rodillas para abajo la lluvia venia casi defrente como si la nube descargase paralelo a la calle, y encima los bordes se llenaban de agua… brutal.

  9. Yo lo que padezco, porque no lo tengo que recordar, es que cada puto día de este verano he tenido que moverme con un paraguas en la mano o un chubasquero en la mochila. Desde ayer parece que la lluvia se ha retirado y nos ha dado un descanso de unos días. Al menos esta tarde disfrutaremos de 27 grados y todas las putillas al sol.

  10. DIOS MEDIANTE! esta madrugada llovió aquí, lo que nunca, incluso hubo truenos y demás, gracias! loada seas Santa Brígida!

    deprimirme yo? joasjoas, y lo de la lluvia no seáis quejicas, es agua, cae, te mojas y listo 🙂

    maria: deja el chocolate ese que luego no te sirve la camiseta 🙂 joas

    cuantas veces habré ido a correr yo cuando hay lluvia, lo agradable que es pasear escuchando en tu chubasquero el murmullo de las gotas mientras escucho el «Being Boring» de los PechosBoys

    sulaco: entiendo que estén hasta los mismisimos de tanta lluvia, unos dias se agradece, pero dia a dia debe ser cansino

    emo: solo te falta decir que entre calada y calada, y mientras el gato ronronea cerca del radiador, y por supuesto de fondo Miles Davis, te sientas a acompañar con la tuba 😀

  11. Pues si que hace bueno si. Tenia reunion en una hora y he llamado diciendo que no podia ir:
    – Lelo, oye, que no voy, que no me esperes.
    – Estas bien??
    – Si, de P.M.
    – No estas enferma??
    – No, por que??
    – No se, tenemos una reunion programada desde hace mas de 48 horas y me llamas para anularla, si no estas enferma, no se porque no vienes…
    – Mira por la ventana, mamon!!
    – Si, que pasa??
    – Que hace bueno, que me voy a casa, a ponerme el bikini y al lago, y a tomar helados, y a hacer barbacoa y a patinar y a montar en bici y a tomar el sol…
    – Ah! El bueno tiempo es mas importante que el trabajo??
    – Para lechones como tu que trabajan de 10 a 15 cuatro dias a la semana, quiza no. Para gilipollas como yo, que trabajamos 7 dias a la semana de 8 a 20 si. Te llamo cuando vuelva el otoño y quedamos.
    – Pero tenemos que reunirnos!!!!!!!
    – Estoy enferma, olvidame.

    Es un mamon…. Mira que no entender cosas asi, hale, «cuidarse» todos, yo me voy a «exhibicionarme» para que gentes como Sulacon puedan seguir escribiendo 🙂

    Bleuge: la camiseta me cabe sowieso, que dicen aqui, lo bueno del Norte es que puedes comer todo lo que quieras y no engordas, es por la falta de sol y el frio. Anyway, yo siempre he estado escuchimizada…