Esta semana por fin salió a la luz algo de lo que se hablaba mucho en la chamba. Después de años de gloria, gloria, aleluya, algo pasó al final de la primera mitad del 2023 y las cosas se empezaron a frenar y para cuando llegamos a fin de año, ya decían que lo que esperaban amasar vendiendo productos no se correspondía con la realidad, pero claro, lo iban a conseguir en los primeros tres meses del año, algo que parece que no será y por eso el lunes, desde el país del sol caguiente, llegó aviso meteorológico de diarrea con fuerte cagalera y se recomendaba el pedir pañales de viejo a conocidos y ponérselos. El anuncio fue muy vago, todo como etéreo y sobrenatural, pero después en la página corporativa de la multinacional, lo pusieron todo con un gran lujo de detalles. El resumen es que invitan a mil amarillos a jubilarse voluntariamente, aunque todos sabemos que el concepto allí es o te jubilas voluntariamente o te vas a la cocina, agarras el primer cuchillo que veas y no haces un gran favor a todos. Otro millar de empleados se van a la puta calle más allá del mar, o sea, en el exterior, que cubre China, India, Australia, Indonesia, Europa, Oriente Medio, África y las Américas, tanto la gringa como la otra. Al mensaje le sucedió otro con vídeo del panoli que es el presidente lamentándose enormemente por su fracaso como ser humano empresarial y tal y tal. Tras los anuncios, aquí reaccionaron todos como si fuera el acabose, el fin del mundo.

Está claro que esta gente no han pasado por estas cosas y yo soy un experto, al menos de la parte neerlandesa, que son las leyes laborales que me afectan y con las que me pueden dar el finiquito, así que he tenido que explicar a los compañeros que los que están a menos de dos años de la jubilación, a esos los invitarán a jubilarse. Después tenemos los que saldrán por patas, que en una primera ronda como esta serán varios que tendrán miedo de no poder pagar las hipotecas carísimas de sus casoplones de ricachones o la mensualidad de su vehículo eléctrico que les costó un pastizal para poder fardar en su calle. Después de esos les llega el turno a los temporales, que la ley neerlandesa no permite echar a la puta calle a gente fija si hay temporales porque después, no les renuevan el contrato a los otros y la cantidad de gente liquidada será mayor. En ese grupo es donde las cosas se ponen interesantes porque salvo por una pava, todos los que entraron el año pasado fueron jalales turcos, que no comen carne de cochino pero que si les ofrecen alcohol gratuito, se ponen ciegos y por culpa de los cuales toda la comida tanto en la barbacoa de verano como en la cena de Navidad tiene que ser jalal. Todos esos, si tienen una luz, ya pueden estar buscando trabajo y haciendo entrevistas porque es más que probable que no renueven sus contratos y como todos entraron con visa de trabajo, a los noventa días parados se tienen que marchar del país. Entre ese grupillo, yo ofrecí a pedirle a un conocido comentarista dos bolsas grandes de pañales de viejos para repartirlos entre ellos, que hay mucha diarrea. Tras ellos, si aún les falta gente, vendremos los demás y ahí funcionarán las reglas de la redundancia y la regla del potorro peludo o pelón, que si hay que echar, siempre se da preferencia a los coños por aquello de que como las mujeres según los podemitas, los suciolistas y los truscolanes son seres de naturaleza superior, les resulta más fácil encontrar trabajo y por consiguiente son las primeras en salir por la puerta.

Esto se pone interesante, yo que pensaba que no tendríamos un episodio de estos en muchos años y mira tú que ya estoy en mi primer fregao reorganizatorio, que me servirá para petar de contenido el mejor blog sin premios en castellano.