El vacío que llegó


Chacho, esto comenzó en Todo lo que sucedió, así que no me seas truscolán y podemita y si no lo hiciste, salta al inicio

Habíamos llegado al momento espeluznante y estremecedor en el que me han metido en una cama de hospital con una cosa verde o azul horrenda y unos gallumbos de risa, me han tapado y la enfermera a la que he conocido quizás cinco minutos antes tiene la intención de darme un paseíllo por el hospital en la cama. Me sacó de la habitación y fuimos a otro lugar en la misma planta, una sala más grande y en la que había posiciones estratégicas para camas como la mía y sitios llenos de bolsas de suero y otros materiales horrendos. En ese momento había algunos chamos que o estaban recuperándose de una operación previa y todavía no se habían despertado o iban camino de la suya. Los primeros se sabía que estaban allí pero no se les podía ver por la cortinilla. A los otros sí que los vi y todos te saludaban, pero sin ilusión ni alegría. Me colocaron en una posición, con la enfermera que me acababa de traer y la nueva que asumió el control me pregunta mi nombre, de nuevo, me pregunta mi apellido, de nuevo y nuevamente le tengo que explicar que en España tenemos dos apellidos porque los niños se hacen con dos personas y no son propiedad del padre, con el sistema imperante en los Países Bajos del apellido paterno único. Me volvió a preguntar la fecha de nacimiento y le indiqué a la amiga que le explicara los fallos en los datos. También me preguntó el lado en el que tenía la hernia y esto es muy relativo, ya que todos sabemos que mi derecha es tu izquierda y tu izquierda es mi derecha, así que si no concretamos primero el punto de vista, es difícil de saber. Después la enfermera que me trajo se despidió deseándome buena fortuna y la nueva me dijo que me iba a preparar para la operación sensorizándome por un tubo, poniéndome sensores a diestro y siniestro y comenzó con un montón de ellos en el pecho y la barriga, supongo que para el control del corazón, después me pusieron el de la presión arterial en el brazo, que además estaba conectado a una máquina o algo así que jincaba aire dentro de cuando en cuando y después lo dejaba salir lentamente y finalmente me dijo que me iba a hacer un agujero en el brazo izquierdo y jincarme la vía para el suero y por la que me empetarían la anestesia. Le informé que lo de la sangre y las agujas sí que lo llevo mal así que no se pensara que le estaba haciendo un desaire pero iba a mirar a otro lado y meditar como si ella no existiese. Definitivamente noté el pinchazo y cuando miré tenía una cosa horrenda allí. Mientras esto sucedía, llegaban otros de los quirófanos y otros que irían después, para operaciones similares o diferentes a la mía. Algunos estaban aterrorizados y otros, como el Elegido, tan tranquilos, tanto que la enfermera me preguntó si me jinqué un licorcito o algo así y le dije que no, pero que aquello es un hospital y es probable y hasta posible que entre la gente que se mueve por allí, los haya que prestaron atención durante los estudios y aprendieron algo y como son expertos, no veo el motivo para coger nervios sobre algo que está totalmente fuera de mi control. Me trajeron una manta y me pusieron la manta porque al parecer, en el quirófano hace un frío de que te cagas, o eso sostienen. Yo me estaba asando allí dentro y según la enfermera, mi temperatura corporal, que alguno de los sensores la medía, es muy baja, algo que puedo confirmar y confirmo porque cada vez que me empeto en el sobaco el termómetro, yo no consigo que me mida treinta y siete grados.

Volviendo a la historia, con todos los sensores colocados, como que se olvidaron de mí hasta que la torre de control autorizara el despegue, que aquello es como un aeropuerto con camas hospitalarias que entran y salen y seguían llegando y saliendo camas, algunos esperaban menos y otros seguían allí desde antes de yo llegar, con lo que supongo que hay varios quirófanos y están haciendo varias operaciones diferentes en paralelo, todas con el denominador común de no requerir quedarte en el hospital más de unas horas, ya que ese policlínico en específico cierra a las nueve de la noche.

Sobre las tres de la tarde, quizás un poquito antes, vino la enfermera y me sacó de mi meditación, que yo, dado que lo único que puedes hacer es seguir tumbado, me dediqué a practicar las artes meditativas y concentrarme en mi respiración. La chama me dijo que me iba a bajar al quirófano, con lo que implicaba usar el ascensor, ya que por supuesto, yo iba en mi cama. Ir en un ascensor así es raro y más sabiendo que en todas las películas de terror con ascensores, lo malo siempre viene desde el techo del mismo. Creo que bajamos a la primera planta y allí entramos en un quirófano. Me movieron de la cama al puesto ese debajo de las luces, la enfermera se despidió y me volvieron a preguntar por mi nombre, mi apellido, la fecha de nacimiento y el lugar en el que tenía la hernia, lo cual, cuando te lo preguntan tantas veces seguidas en un período de tiempo tan corto, a mí me mosquea porque suena a que se equivocan con muchísima frecuencia. El chamo de todas formas lo miró y confirmó la información que tenía en sus papeles y me hizo algún tipo de garabato en la barriga. En eso que el anestesista se presentó, yo ya asumiendo que íbamos a empezar de nuevo con la rutina del nombre, apellido, fecha de nacimiento y lado y me jincó algo por la vía esa que tenía y me dijo que iba a notar como que se me endormecía el brazo o algo así. Dejó pasar unos segundos, yo creo que no fueron ni veinte y me hizo una pregunta y como que mi cerebro estaba ocupado porque alguien había apagado todos los sistemas externos y ahí me quedé ….

Me desperté en mi cama, de nuevo, pero estaba en otro lado y había una cortina alrededor. No podía saber el tiempo que había pasado porque no veía el reloj que hay en la pared.

Aparentemente, seguía vivo y este es un lugar tan bueno como cualquier otro para detenernos una vez más.

Todo este drama continúa y acaba en … y después del vacío

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7 respuestas a “El vacío que llegó”

  1. La temperatura perfecta es de 36 y medio, al menos la mía, yo con 37 ya empiezo a sentirme con fiebre, y por cada decima por encima de 37 me voy sintiendo caliente como en el infierno, supuestamente.
    Supongo que son esas batas abiertas por detrás y que se le ve a uno el culo… 🙂
    Salud

  2. No se le ve el culo porque te ponen gallumbos super-raros, como de elástico. Y no estaba abierta, tiene unas cintas y la cierran. Eso sí, sigue siendo igual de horrorosa que las que se ven en las pelis.

  3. A mi siempre me han tenido en pelota picada debajo de la aciaga bata esa, y por supuesto, con el culo al aire, por cierto que las enfermeras me lo miraban con fruición…
    Salud

  4. Aquí los dejamos en bolas por abajo, lo del gallumbo es un desperdicio total, y lo de que vaya alguien a buscarte es por los anestesistas, no es que quiera el centro médico, es que los anestesistas quieren dejarte digamos, a cargo, de un adulto responsable, porque aunque despejas despues de las intervenciones, nunca sales de allí al cien por cien. Así se cubren las espaldas.

  5. Ya me han contado historias fabulosas de los efectos de la anestesia. Una lleva dos meses diciéndole al marido que se le olvidan cosas por culpa de la anestesia y otro me dijo que le daban mareos hasta 3 semanas después

  6. Hombre, no sé que os inyectan ahí, pero aquí con el Propofol en unas horitas no queda ni rastro, que se lo digan a M Jackson…