Todo lo que sucedió


La semana pasada hubo un evento planeado con mucha antelación y que creo que salvo el Ancestral, que novelería en los estados de mi güazá y Luis, creo que nadie más se ha enterado, aunque no es algo que haya mantenido en secreto, que mi vida es un libro medio abierto y se sabe casi todo lo importante. Si voy a contar la historia, y creo que hasta habrá un Yo Nunca dedicado al tema, que no sé si será el siguiente, o el que viene detrás o aquel que debería llegar en enero, bueno, si la voy a contar, merece la pena volver a los orígenes, que creo que están en el año 2010 o 2011. Fue cuando estaba de vacaciones en Asia cuando noté que tenía un bulto en la ingle, no muy grande, pero bulto. Como yo no soy experto en estas cosas, al regresar de las vacaciones me pasé a saludar a mi médico de cabecera y este me dijo que efectivamente, era una hernia inguinal y por si alguno aquí es truscolán y podemita y ha tenido una educación muy deficiente, la hernia está definida como una protrusión o salida de parte de un órgano, como el intestino, de la estructura anatómica que normalmente la fija. Me dijo que no le diera más importancia y que de crecer, que volviera.

Pasaron los años y los años y yo creo que han sido al menos diez, quizás más y de repente, este verano, se desató toda y comenzó a crecer, a aumentar el tamaño. Básicamente, pasé del paquetillo al PAKETÓN, que no veas como miraban las pavas en la playa de las Canteras aquella cosa que parecía sacada de otro mundo. Como no me dolía, como que me daba pereza y cuando estuve en Málaga a final de agosto, la mujer de mi amigo Sergio, que trabaja en un hospital y es sabido que una vez leyó un libro, con lo que nosotros la tenemos como una gran experta en temas varios, vio el bulto ese y cuando le conté lo que era me ordenó que tenía que ir al médico de cabecera pero que ya. Volví a los Países Bajos el último día de agosto y después entre pitos y flautas y la procrastinación habitual, no fue hasta tres semanas más tarde que llamé para pedir cita para mi médico. Su asistente, que igual que las hembras de la Isleta, considera que tiene uno o varios doctorados en medicina general, ya me dijo que me mandarían a operar, todo eso por teléfono y sin verla, igualito que mi madre y sus amigas cuando te diagnostican in corpore ausente. Unas horas después entraba en la consulta, el médico me llevaba a la habitación que tiene para hacer las coñas que no son sentado en su escritorio y cuando la vio, pese a las limitaciones y carencias de la lengua neerlandesa, básicamente lo que dijo se puede traducir perfectamente al canario como ÑÓS…

Sobre la marcha me informó que eso hay que operarlo y que lsa operaciones en este siglo XXI (equis-equis-palito) son muy fáciles y se hacen con una endoscopia, que para aquellos nuevamente truscolanes y podemitas con sus muy deficientes educativos, son acciones hechas con una cámara que te jincan pa’dentro. Mientras me lo contaba, ya contactó con el hospital y les envió mi expediente y todo lo demás y me dijo que normalmente la lista de espera es de unas seis semanas. Solo quedaba una cosa por hacer y era llamar al hospital y apalabrar una cita. Como me conozco, la mañana siguiente, según me levanté de la cama y antes que mi cerebro pudiera crear un paraguas de actividades para distraerme, llamé y al dar el número de expediente, la operadora leyó la información que había allí y básicamente dijo ÑÓS… y en lugar de un montón de semanas, como mi médico había indicado que era grande, me dio hora para seis días más tarde.

Llegó el día y fui a la cita con la doctora, no en el hospital principal, sino en una especie de policlínico al que han movido un montón de acciones médicas que antes estaban en el hospital grande y que así no se retrasan o cancelan por culpa de cierto virus truscolán y podemita. En la cita, además de mirar la coña y confirmar que había que operar, me explicó la tarea, en la que te hacen tres agujeros, en uno meten la cámara güé para transmitirlo todo por el istagrame y por los otros dos agujeros meten dos pinzas o cucharones soperos y empujan las tripas de vuelta a su sitio y después ponen una red pesquera de esas para que no se salga. El tiempo efectivo de la operación es de unos veinticinco minutos y te echan a la puta calle o más bien a tu casa en el mismo día. Me informó que tenía que ir a una pava que está en un sitio especial y ella me daría hora. Fui a la mentada y tenía algo rarísimo aunque no sabía lo que era, pero había algo definitivamente extraño en aquella reunión. Me costó un rato darme cuenta que la tía era bizca pa’l coño, pero en una cantidad increíble y ella me hacía un ABBA y miraba como para otro lado y en realidad me estaba mirando a mi, que aquello me daba un mal rollo de que te cagas porque trabaja en un hospital, que seguro qeu eso se puede arreglar o le sacan los ojos y la ponen a vender el cuponcito en la puerta. Además, que todos somos conscientes de los malos augurios que te pueden caer por culpa de un visco. Me fijó el tema para dos semanas más tardes y aquí estuvo quizás la maldición que me echó, porque no me di cuenta que era en la semana de las vacaciones de otoño del centro de los Países Bajos.

Me piré para mi casa y sabía que el día antes me llamarían para hablar con las enfermeras y con el anestesista y además me dirían la hora a la que tenía que estar en el hospital, la planta y todo lo demás.

El domingo previo, por la tarde, en pleno comienzo de la semana de vacaciones, me llega un mensaje del hospital anunciando que mi operación la han pospuesto hasta principios de diciembre y como ahora siempre se dan explicaciones, como en los aeropuertos con los aviones, la razón fue por imposibilidad de cubrir bajas médicas debido a las vacaciones de gran parte del personal. Llamé al día siguiente, en las horas indicadas y les expliqué que estaba muy pero que muy cerca de mi traslado a España para las Navidades y que preferiría que me la pusieran antes y después de una serie de sofisticadas operaciones informáticas de la operadora, acabaron en el martes de la semana pasada, fecha que al final solicité que movieran al miércoles por pura logística, aunque el cambio de fecha suponía un cambio de médico, algo que particularmente no me preocupaba en absoluto. Lo que sí que me dijeron que harían esa semana sería mantener las llamadas con las enfermeras y el anestesista y así tenía todo preparado.

Las dos llamadas sucedieron y me explicaron cosas, me resolvieron dudas y por ejemplo me enteré que la anestesia era general y que te la inyectan, algo que me flipó porque como le dije a la experta, yo me veo más de doscientas películas al año en años sin pandemia y en todas las pelis en las que hay anestesia, te ponen una mascarilla y te dicen que cuentes hacia atrás y tal y tal y es todo como que muy emocionante y lo del pinchazo no es lo mismo ni es igual. Aparte de eso, no hubo grandes sorpresas y con el retraso del evento, se me abrieron de golpe fechas para otros que ahora sí que podía atender, como el Amsterdamse Bokkentocht 2021, que inicialmente estaba en la semana en la que sucedería la coña esa.

Como veo que estoy escribiendo mucho y después se me acostumbran a las anotaciones largas, voy a parar aquí y seguiremos en algún futuro cercano.

Ha llegado el momento de saltar a La llegada al matadero para continuar con la historia.

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3 respuestas a “Todo lo que sucedió”

  1. Pero que dejado eres, coño… menos mal que no tienes a nadie humano/animal del que encargarte más que de tí mismo…

  2. Déjate de coñas patateras, todos sabemos, que retrasaste todo lo posible la operación, para presumir de paquete todo lo mas que pudiste… 🙂
    Salud

  3. sí, sobre todo en Holanda, con 3 o 4 grados y con capas y capas de ropa. Cuando vaya a Gran Canaria en navidades, usaré calcetines o si alguna comentarista me quiere enviar los implantes de silicona que se quitó de los tetorros, eso también me vale.