Jugando o montando


Ayer en Compras y juegos de adultos veíamos que la mitad de la diversión de ir a una tienda como la de Iquea es comprar las cajas. La otra mitad de la diversión comienza cuando llegas a tu casa y las abres y están llenas de piezas sueltas, bolsas de tornillos y cutre-herramientas y una especie de plano gigantesco traducido a todos los idiomas de este lado de la galaxia en el que ponen una serie de jeroglíficos supuestamente fáciles de entender pero que cuando los llevas a la práctica siempre la cagas.

Yo había comprado una mesa de jardín y cuatro sillas. Desconozco como lo hacen los demás pero yo cada uno de estos proyectos me los planteo como una lista de ventajas e inconvenientes y miro las dieciocho mil alternativas antes de decidirme por uno. En este caso, entre los requisitos que tenía, estaba el que todo fuera plegable, tanto la mesa como las sillas, para así guardarlo en invierno en el cuarto de las bicicletas. También quería dejar atrás mi fase del plástico y pasar a la de la madera, que aún no he llegado a la edad del hierro, aluminio o acero, a esas llegaré cuando madure. Miré infinidad de tiendas que venden en los Países Bajos a través de sus páginas güeb pero siempre seguía volviendo a la que elegí y finalmente decidí que tanto dar vueltas para tropezar siempre en la misma mesa debe tener un mensaje claro y diáfano de mi Ángel de la Guarda.

Sacamos las cinco cajas del coche y las llevamos al jardín. Cada uno se lanzó a montar un producto. Yo elegí una silla, que con lo que pesaba la caja de la mesa se intuía que traía más complicaciones. No sé por qué, siempre supuse que estaban plegadas en la caja y no habría que montarlas pero me equivoqué, la parte movible de la silla, el asiento, estaba separado del resto, pero ponerlo fue un ejercicio fácil y gratificante. El Turco prefirió un reto a su nivel de alto ejecutivo y tiró para la mesa. Él es el primero que me ha dicho, varias veces, que odia Iquea y que prefiere no comprar allí y después lo veías sobre el césped, con su plano de jeroglíficos, mi destornillador eléctrico, el martillo, que hasta mi padre lo decía siempre, que para arreglar o hacer cualquier cosa, lo primero que hay que tener en las manos es el martillo que es la herramienta más versátil. Lo dejamos a su bola y sorprendentemente, se las apañó para ir juntando piezas de aquel rompecabezas, aunque hubo un momento cerca del final en el que todos nos temimos lo peor, pero fue una falsa alarma y las instrucciones no tenían ningún fallo. Ni nos sobró ni nos faltaron tornillos, lo cual es algo que te pone eufórico de alegría. Cuando terminamos de montarlo todo, los dejamos allí, ninguneados, como haría cualquier chiquillo con un juguete nuevo, perdimos el interés inmediatamente y nos centramos en el sol, que había un día espectacular, prácticamente de verano neerlandés y sabíamos que era el último, así que distribuimos por el césped la estructura para colgar la hamaca y la susodicha, la tumbona de playa que acabo de descubrir que se vende en las tiendas de este país pero no en España y una de las sillas viejas que eran reclinables y entre los tres pusimos una mesa y pasamos unas horas tapeando, charlando y en mi caso tomando el sol y en el suyo, quemándose, que aquí todos los pálidos creen que el sol del norte no quema pero están equivocados. Ya avanzada la tarde, el Turco se encargaba de encender el brasero para la barbacoa y eso fue un drama que dejaremos para más adelante. Nos quedamos con el conjunto ya montado y con la mesa puesta esperando que llegara la carne de la barbacoa

En la configuración mostrada la mesa está totalmente extendida pero se pueden bajar las dos alas laterales y hacerla más pequeña y cualquiera que pase por mi jardín un día normal se la encontrará solo semi-abierta. Los cojines, obviamente, se recogen al acabar el jolgorio. A la derecha se coló en mi foto mi piña, que está crecida qeu no veas, también se puede ver la estructura para colgar la hamaca y por la izquierda pegados a la valla tenemos las plantas de lavanda que transplanté desde la zona en la que quiero poner el césped y que ya parece que se están acomodando a su nuevo hogar.


Una respuesta a “Jugando o montando”

  1. A mi me gusta ese juego, pero creo que probablemente habría utilizado el martillo para que en cuanto una me saliera mal, cosa que casi siempre ocurre y hay que desmontar para empezar, o casi, de nuevo, caerle a martillazos con furia inusitada, sobre todo siendo tuyas las sillas y la mesa… 🙂
    Salud