La magia de Tam Coc


El relato comenzó en El salto a Hanoi

Una vez terminamos la visita a Hoa Lu y con más de cuarenta grados nos metimos en el autobús para ir a Tam Coc, otro villorrio que está a unos veinticinco minutos. El conductor seguía jugando al Grand Theft Auto Hanoi con la guagua y había momentos en los que lo mejor era cerrar los ojos y así morir por sorpresa. No lo comenté ayer pero por el camino pasábamos por un numero infinito de campos de arroz y en casi todos hay tumbas. Los vietnamitas no tienen el concepto de cementerio muy desarrollado y plantan a sus muertos en donde plantan la comida. Por eso de siempre se ha dicho que el arroz vietnamita es más rico porque trae tropezones. Por si hay alguien leyendo esto que estudió la ESO o la AQUELLO, el arroz se planta en campos inundados y si pones una tumba allí, ten clarísimo que ese muerto pasa a formar parte de la cadena alimenticia en dos ratos y cuarto. Lo dicho, que el arroz de aquí es más rico por los muertos con los que lo abonan. Me extrañó que casi ni se ven vacas aunque pensándolo un instante, tampoco he visto leche.

Al entrar en Tam Coc aquello era como un zoco de capital de provincia y los puestos de recuerdos y bebidas eran innumerables. Nos llevaron a comer a un de los restaurantes del lugar y que también hace de hotel. Era un bufé, un tipo de comida que odio porque me encochiné y efectivamente comí como si aquella fuera la ultima cena. Salí de allí encochinado y habiendo entablado conversación con una japonesa y una kuwatí que al igual que un servidor, estaban viajando solas por Vietnam. La ubicación del restaurante era perfecta para coger el barco ya que estaba enfrente mismo del embarcadero. Mientras nuestra guía pagaba y organizaba el asunto, nosotros estábamos bajo un árbol a la sombra y de repente se comienzan a oír ruidos y se monta una pelea allí entre una mujer que trabaja remando en los barcos y uno de los capataces. La tía atacaba como gato que quiere arañar. Se la tuvieron que llevar entre tres y dos para el tío. Como la conversación estaba encriptada y era necesario abonarse nunca sabremos lo que se dijeron y lo que provocó la pelea.

Me subí a uno de los barcos con las dos chamas con las que almorcé y nuestra barquera era una señora de cincuenta y pico que estaba más fibrosa que el ex gobernador de California en sus años mozos. Nos sacó al río y empezó a remar con una fuerza tan grande que parecía que llevábamos un fuera borda. Tam Coc es como una versión terrestre de Halong Bay, con el mismo tipo de formaciones solo que en lugar de descansar en el mar, lo que pasa por allí es un río. Como todos somos muy cultos y hemos visto la película Indochina, seguro que os hacéis una idea. Si no s pasáis por mi canal en el llutuve y miráis los vídeos. Durante dos horas nos llevaron por el río disfrutando de unas vistas fabulosas y un calor mortal. En la ruta pasamos por tres túneles bien largos tallados por el agua y que terminan de convencer al más negado. Se llaman Hang Ca, Hang Giua y Hang Cuoi. El paseo fue fabuloso y al regresar se supone que teníamos tres cuartos de hora de bicicleta pero el calor era tan monstruoso que nos los saltamos y nos quedamos al fresco. Cinco gringas se quedaban en el hotel y eso hizo que en el regreso no fuéramos tan apretados. Yo me senté junto a la amarilla y en ocho segundos. Ya dormía. Yo miraba a la carretera y floraba con lo que hacia el conductor. Tanto la buscó que acabó por encontrarla y de repente sentí un ruedo fortísimo y paramos. Habíamos chocado con una moto en la que iba un hombre, su mujer y un bebé. El tipo conducía tan mal como nuestro chofer y cuando paramos nos hacia señas para que siguiéramos como dando a entender que todo estaba bien. Volvemos a arrancar y unos minutos mas tarde llega una moto con un tío haciendo señas y empiezan a gritarse. Damos la vuelta y volvemos al lugar del crimen. Allí comenzó una bronca épica en la que todo el mundo parecía gritarse y yo hice alguna foto del daño en la motocicleta desde la guagua ya que nos prohibieron salir. Tras mas de media hora volvieron y nos dijeron que habían pagado por el daño y estaba todo arreglado. Retornamos a la carretera solo que parece que durante la transacción algo reposeyó al conductor y ahora era lo mejorcito en pista. Nadie se fiaba de él y todos mirábamos a la carretera. Me dejaron en el hotel a las siete de la tarde pero aun seguía tan lleno del bufé que pasé de cenar y me fui a hacer fotos por la zona del lago de noche, del mercado nocturno y de paso comprarme entradas para el espectáculo de las marionetas de agua. Cuando me aburrí regresé al hotel y así acabó mi primer día completo en Vietnam.

El relato continúa en El día de la Victoria en Hanoi

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6 respuestas a “La magia de Tam Coc”

  1. Espero que lo estés pasando muy bien. A nivel gastronómico ya veo que te estás poniendo tibio… qué envidiaaaaaa…
    Saludos.

  2. ¿Qué te está pareciendo la comida del País?… Algunos platos tienen un aspecto rarillo.
    Y, en otro orden de cosas, ¿no acabas, por las noches, con dolor muscular a causa de la tensión que te deben producir los conductores vietnamitas?…

  3. Huitten, la comida de aquí me encanta. Mucho más rica que la tailandesa, camboyana, birmana o malaya. Sobre lo de los conductores, pasan más miedo ellos. Yo me tiro a la calle y a ver quien tiene huevos y me atropella.