La vajilla


La vajilla

Uno de los dramas tan grandes de mi vida es el de la mala tirando a malísima calidad de las vajillas de la tienda esa sueca en donde lo compramos casi todo. Yo soy uno de los pocos seres humanos dotado de memoria que abarca más allá de dos minutos y medio y por eso sé a ciencia certera que los procesos de calidad de esa compañía han ido de peor a malísimo sin paradas intermedias. Cuando llegué a los Países Bajos allá por el año 2000 me compré una vajilla en una de sus tiendas, una que estaba hecha en Rumanía. Después de unos seis años los platos llanos y los de postre estaban tocadísimos y los hondos estaban en mejor estado porque los usaba menos. Como me había comprado una casa nueva decidí cambiar y regresé a la misma tienda y tanto mi amigo el Rubio como un servidor nos compramos el mismo tipo de vajilla, una que decían que aguantaba el trote y tal y tal. Esta estaba hecha en Portugal, que uno tiende a pensar que será de una calidad superior. Pues va a ser que no. A esa, además de tener los platos literalmente rallados por los cuchillos, se agrietaron y prácticamente todos se desconcharon. De nuevo los cuencos que tenía en lugar de platos hondos fueron los que aguantaron mejor. En cierto momento me pasé por allí y compré varios platos sueltos para así tener variedad a la hora de fotografiar la comida y esta nueva generación se rompió mucho antes que la anterior. A la mujer de mi amigo el Rubio se le calentó la pipa del eso y compró una vajilla en una tienda especializada en el tema, preciosa, resistente y demás pero que a mi no me terminó de convencer. Yo, con mi memoria imborrable, tenía una imagen recursiva que seguía viniendo a mi cabeza una y otra vez, la de la vajilla de la casa de mi abuela, una que aguantó décadas, que parecía irrompible y que se usaba todos los días sin que se notara. Era una vajilla Arcopal y busqué tiendas en Holanda para comprar una pero no di con ellas. La compañía parece que se adentró en el reverso zarrapastroso, en el lado que la gente considera viejuno y su momento de gloria se acabó. No tienen enormes tiendas de muebles que es imposible montar, no fabrican en lugares tercermundistas con mala calidad y carecen del boca a boca que tienen los otros. Finalmente encontré una tienda por la red esa tan buena para buscar pornografía pero los gastos de transporte eran abusivos. Desalentado y como último recurso, se me ocurrió mirar en la página esa que antes era para subastar productos y ahora directamente los compras y encontré una tienda en el reino desunido y desarrejuntado de Europa en la que tenían todos los modelos actuales de Arcopal y con unos gastos de envío aceptables. Todo eso lo hice antes de marcharme de vacaciones pero no compré por miedo a que llegara cuando yo ya me hubiese ido. Al regresar, en los primeros días, recuperé el hilo, volví a revisar la colección para estar seguro de que mis gustos no habían cambiado y compré mi vajilla Arcopal modelo CELESTINE con adornos floripondiales. Supuestamente me llegaba casi dos semanas después pero la realidad fue que la compré el domingo por la noche, la enviaron el lunes por la mañana y llegó a mi casa el viernes al mediodía. Cuando saqué los platos aluciné, son ligerísimos, se ven tan fuertes como los que tenía mi abuela en su casa y tienen un diseño que a mi me encanta y como es mi vajilla, para mi casa, me la refresca lo que puedan pensar los gurús y las lenguarazas. Ya la estoy usando y de las otras, de los restos de mis vajillas de la tienda sueca, salieron todos de mi casa y acabaron en los contenedores de vidrio y basura y ya deben haber llegado a los centros de reciclado.


2 respuestas a “La vajilla”

  1. Y menos mal que es TU vajilla para TU casa, porque mira que es fea de cojones…. 😛