Si tenemos que yo vengo de poco menos que del África Sahariana, resulta totalmente incomprensible para mis conocidos mi afición desmedida por el patinaje sobre hielo. A mí es que me pones tres cubitos de hielo en el suelo y yo salto encima de ellos a patinar. Y además, S? patinar. Ya en 1999 uno de mis amigos alemanes me llevó a una pista de hielo para reírse de mí y se llevó un chasco de que te cagas cuando la única que se caía era la pacharcona de su novia, que tenía un culo plano de tanto que tocó tierra. En el 2001, mi amigo el Rubio se pensaba que me cachondeaba de él y me introdujo al patinaje de velocidad y alucinó cuando descubrió que realmente, yo valía para eso y que mi precaria estabilidad me mantenía en pie en circunstancias poco menos que imposible. A partir de ahí comenzamos a patinar juntos cada invierno, a veces en hielo natural y a veces en la pista semi-cubierta que hay en Utrecht y que abre solo en invierno. Debo ser también el único afro-europeo que va cada año a Flevonice a hacerse un güevo de kilómetros, como ha quedado documentado por aquí en muchas ocasiones. Por eso, a nadie le debería resultar extraño que desde que se supo que se podría patinar en hielo natural durante el fin de semana, yo llamara a mi amigo el Rubio para decirle que podía contar conmigo el domingo y que mi vida social tendría que detenerse porque no hay nada más importante que el hielo.
Podría haber empezado el sábado pero ese día tenía una misión no-secreta para el Turco. Su chabola en el Amstelkanaal se ha quedado vacía y antes de volver a alquilarla quería ver su estado y realizar algunos arreglos. Como no se fía ni de su sombra turca, me mandó a hacer fotos de la casa.
El sábado me levantaba temprano, me preparaba el desayuno de los campeones y leía en la prensa que esa noche había sido la más fría desde enero del año 1942, cuando se alcanzaron temperaturas de menos de veinticuatro grados. También entrábamos oficialmente en la primera ola de frío del milenio y para que quede claro, se confirma una ola de frío en Holanda cuando hay al menos cinco días consecutivos con temperaturas por debajo de los cero grados en de Bilt, poblacho situado a unos kilómetros de mi chabolo y además en tres de esos días se han conseguido mínimas de al menos diez grados bajo cero.
Con dieciocho grados bajo cero, -18, salía de mi casa tras mandarle un mensaje al Turco confirmándole que lo debo querer un montón para hacer esto por él. Llevaba mi cámara y una fe ciega en mi Ángel de la Guarda. Voy andando a la parada de la guagua pensando que no pasará ninguna y allí está, esperándome, petada de gente pese a ser la tercera parada del recorrido. Llegamos a la estación central de Utrecht sin mayores incidencias y por un milagro que ni se puede explicar, los trenes no van con retraso y salgo para Amsterdam, la capital de los Países Bajos y mi destino. En el tren todo el mundo estaba exhitado y el paisaje era simplemente apabullante.
Llegué a Amsterdam Amstel, tomé el metro y dos paradas más adelante me bajaba e iba a casa del Turco. Hice un montón de fotos, un vídeo con el iPhone y después seguí paseando por la ciudad para ir al cine. Me planteé una sesión doble y entre pelis hice otro montón de fotos y tras la segunda, seguí haciendo fotos, solo que con -15 grados, agarrar la cámara sin los guantes no es muy agradable y a los pocos minutos te duelen los dedos del frío. A ver cuando inventan la conexión mental con los equipos, que eso ya se veía en las películas de ciencia ficción de los cincuenta.
Volví andando hasta la casa del Turco, hice algunas fotos de la fachada y después me acerqué a la estación de metro de Weesperplein. Los metros tenían retraso, algo que no me había sucedido nunca y cuando llegó uno, después de una larguísima espera de cinco minutos, viajé hasta la estación de Amsterdam Amstel. Allí, en el andén, los carteles indicaban que había un tren para Rotterdam pero los empleados del tren avisaban que lo habían rebautizado como Sprinter a Utrecht Centraal, otro de esos detalles de mi Ángel de la Guarda que hizo que pillara uno de los últimos trenes que circularon hacia mi casa. El tren paraba en todos lados, hasta si lo saludaba la gente desde los laterales y recogía a todo el mundo. Al llegar a Utrecht, dos mil personas están atrapadas en la estación sin poder llegar a sus destinos y yo camino entre ellos, con mi jodida aura del Elegido, The Chosen One y sabiendo que para mí siempre hay trenes. Bajo a la parada de guaguas y en la de la línea a mi casa hay una manifestación o algo parecido de la multitud tan grande. No viene ninguna guagua durante unos minutos y como veo otra línea que me deja a un kilómetro de mi casa, me acerco a coger esa. Cuando voy a entrar, de la nada, surge una guagua especial de mi línea, una que se montaron allí mismo y poco menos que paró delante de mi, con lo que la multitud corre sin dignidad alguna mientras yo entro y me siento y le doy las gracias a mi Ángel de la Guarda por estos detalles, que con veintiocho tacos ya no estoy para ir de pie. Por supuesto me hice el autista para no tener que ceder el asiento. Estaba por hacerme un madre-del-rey y aparcarme como una moto pero si lo tengo que mantener durante quince minutos, después me duele el cuello.
Salimos de la estación y en dos puntos determinados la guagua se quedó atrapada en agua-nieve, patinando pero el conductor, un super-dotado en las artes de la conducción, logró salvar los puntos de partido y llevarnos a buen puerto aunque avisó a la central para informar que esa línea se caía en un rato. El Rubio habló conmigo y apalabramos las actividades del domingo.
Cuando me levanté ese día lo primero que hice fue mirar el termómetro y aluciné porque estábamos casi con temperaturas veraniegas, con NUEVE grados bajo cero. Me hice unos Pannenkoeken mientras preparaba unas Snickerdoodles y hacía cosas increíbles con mi teléfono. Me acuerdo hace cuatro años cuando un teléfono era eso que los finlandeses querían que fuera y solo servía para llamar, un aparato minusvalizante. Ahora, compruebo el tiempo, miro los horarios de trenes y autobuses, comparto mi posición con el Rubio para que sepa por donde ando, hablo con diez amigos a la vez, mandándoles fotos y enlaces a los vídeos que desde el teléfono subo al llutuve, juego, reviso mi correo, leo las noticias, me oriento y grabo la ruta que hago para compartirla más tarde. En fin, lo típico.
Como la temperatura era tan tropical decidí ir en bici a la estación. Metí los patines en una mochila, las Snickerdoodles y un par de cosillas más y salí. Llegué a la estación antes de tiempo y fui directo al andén desde el que salía mi tren. Al llegar a Woerden el Rubio me esperaba junto a la Unidad pequeña número 1. Nos fuimos juntos a su casa y al llegar re-desayunamos y mis galletas desaparecieron. La Unidad pequeña número 3 me ha rebautizado como OLA y yo creo que nada más verme comienza a segregar jugos gástricos. Tras el parloteo de rigor, nos equipamos y salimos al jardín para probar el hielo.
En este primer y exclusivo vídeo podéis ver unos cisnes, bestias malas como pocas y que si pueden te atacan, jodidos por el frío. El canal por el que patino es al que se accede directamente desde el pequeño amarre en donde el Rubio guarda la canoa. En el vídeo podéis ver al hijo de un vecino limpiando el canal con una pala y más tarde a la Primera Esposa junto a las Unidades pequeñas número 2 y 3 y un trineo.
Después comenzamos a patinar por los canales y en este segundo y estremecedor documento tenéis mi persecución de la Primera Esposa, la legendaria mujer que ha unido su vida al Rubio y la madre de sus hijos. Huelga decir que estamos patinando sobre hielo natural. Detrás de mí venía el resto de la procesión.
Lo que queríamos era ver el Grecht, una vía de agua que va desde el Oude Rijn hasta el Kromme Mijdrecht y que se usa desde el siglo XV (equis-uve o la Edad del Niño para los bingueros). Esta es una ruta por la que normalmente circulan barcos y ya la he patinado en ocasiones anteriores. Como se puede ver, no estaba muy transitada y la nieve y el hielo eran bastante vírgenes. Regresamos a la casa, jugamos con los niños en el hielo, volvimos a comer algo y el Rubio y un servidor y representante por derecho propio del continente africano en las próximas olimpiadas de invierno si en el mundo y en el universo hubiera un poquito de decencia y de por favor y nos hicimos una pequeña ruta con casi diez kilómetros más. Hay algo elegante en patinar y algo que me relaja. Hice algunas fotos con mi amigo el Rubio que no veréis, salvo que tengáis acceso a la sección privada de m flickr y en ellas se puede ver que si hay algo que se puede decir de los dos es que estábamos más felices que dos lombrices en un estercolero. Al acabar nuestro paseíllo, rato en el que aprovechamos para charlar y disfrutar con el frío y la actividad física, nos unimos a la Primera Esposa y a las Tres Unidades Pequeñas para patinar en un circuito que hay en el centro de Kamerik. Estuvimos allí casi hora y media, patinando sin parar, con los chiquillos quemando energía a tutiplen. Creo que en algún momento de ese rato se decidió que yo me quedaba a cenar, aunque originalmente yo tenía pensado volver pronto y al regresar a la casa, mientras la comida era preparada yo me tenía que dividir en tres y jugar con la Wii con uno, jugar en el iPad con otra y ver Dora con la más pequeña tirado en el suelo entre cojines y con la madre descojonada porque parecía que me quedaba pasmado allí mismo del cansancio. Tras la cena, el Rubioi me alcanzó a la estación y tomé un tren para regresar a Utrecht mientras él controlaba mi viaje gracias al Find my Friends del iPhone, un invento diabólico pero muy útil cuando quieres encontrarte con alguien. Después pedaleaba a mi casa mientras el Rubio no dejaba de notificarme mi posición y cuando llegaba, casi que caía rendido de puro agotamiento, aunque antes hice Magdalenas para llevarme a la oficina hoy y pagar los favores del viernes.
Esta mañana me levantaba a las seis y media y salía de casa media hora más tarde. La temperatura era la misma que el día anterior. Llegaba a mi oficina sin problemas y por supuesto, con mis patines a rastras. A la hora del almuerzo, mientras otros se plantan a echar raíces en la cantina y después se asombran por estar obesos, yo me iba a Anna’s Hoeve con un compañero a patinar. Originalmente el Moreno también venía pero finalmente se rajó.
El otro día veíais un vídeo en Anda coño que mi Ángel de la Guarda es lo más con un julay patinando y hoy tenéis el documento único e irrepetible del mismo circuito hecho por un servidor. Estuvimos patinando una hora por allí y alrededores, saltando de lago en lago a través de los canales helados y con la mitad de mi empresa alucinando en colores ya que todo el mundo paseaba por allí y las dos únicas personas que patinaban éramos yo y un colega. Mañana creo que tengo un equipo y para el miércoles imagino que seremos legión.
Al regresar a la oficina era la comidilla del edificio. Al salir de trabajar fui a una tienda de deportes y me compré unas botas nuevas, unas Meindl Tampa GTX ya que mis Lowa ya tienen la suela muy desgastada y de hecho, hoy descubrí que había un agujero que debe haber surgido este fin de semana. El modelo es muy similar al de la otra marca, igual hasta pongo una foto un día de estos. Y así, sin más, llegué a mi casa.
Mañana y pasado mañana, más patinaje, más hielo, más diversión y más invierno, que lo echábamos de menos. Ojalá que la ola de frío siga durante un mes más. Estamos a lunes y ya estoy agotado pero es el precio que hay que pagar por no ser DosPutoCerolista y tener una actividad social intensa. Y que nadie se preocupe, que esta mañana pesaba sesenta y cuatro kilos con lo que toda la energía que estoy consumiendo sale de las cantidades brutales de comida que estoy ingiriendo.
¡Oh! y confirmar que ya he visto el espectáculo de MADONNA en el intermedio de la Super Bowl y puedo confirmar y quiero confirmar que es lo más grande visto en televisión en esta década y que soy, he sido y seré por siempre y para siempre FANS de Nuestra Señora del virgo perdido y encontrado.
¡Segundo Oh! ya he precomprado el nuevo álbum de MADONNA en iTunes y desde que se publique me llega a todos mis iDispositivos por medios mágicos y maravillosos. Para aquellos que no entiendan el concepto, pulsar en el enlace que viene a continuación para ver la definición del diccionario de la Real Academia de la Lengua del verbo comprar
12 respuestas a “La vida con hielo y nieve”
Pues si que mueves el culo, y con toda esa actividad ¿ya te queda tiempo para follar?
Salud
Genín, hay que elegir en donde quemas la energía y el hielo es el HIELO. No hay color sobre cuál se debe elegir.
No le queda tiempo ni para CAGAR. Imposible. Por cierto, grabas con el móvil mientras patinas, supongo, pero ¿sin guantes? yo tendría que recoger las manos del suelo para que me las volviesen a poner…
Virtuditas, hoy no he cagado. Transformo todos los alimentos en energía. Y sí, hago los vídeos sin guante en la mano que sostiene el iPhone y hace un frío de que te cagas. Ahora mismo estamos a unos agradables doce grados bajo cero así que cuando vaya a patinar dentro de cuarenta minutos, me pensaré muy mucho si hacer vídeos.
¡Oh! y tienes razón, el intermedio de la SuperBowl de Madonna sinceramente creo que es el mejor espectáculo (y en menos de 15 min!) que he visto hasta ahora.
Doce bajo cero: MUERTE. Ahora mismo aquí mi manzanita marca exactamente los mismos pero en positivo 12 grados, y me muero de frío!
Yo me muero con esas temperaturas, aquí cuando voy a trabajar hace 6 o 7 grados y por poco casco.
Vaya moviento!
A ver si te acuerdas de hacer una foto a la cuchilla de los patines.
Por cierto, 28 añitos na más, si eres un querubín, hijo.
Montse, no quiero ni saber que perversión tienes con las cuchillas de los patines.
Darliz, me quedé estancado en los 28 por culpa del síndrome de Peter Pan
sulaco lleva recumpliendo 28 desde que yo llegué por distorsiones, y creo que ya cumplía 28 incluso antes de eso, y hace lo menos 6-7 años…. es un yogurín…
No, técnicamente, cumplo 28 desde el cinco de enero y el próximo cinco de enero vuelvo a cumplir 28 porque estoy condenado a vivir en un ciclo infinito de 28 años. Este año al parecer he nacido en 1984.