Llegando a Hué


El relato comenzó en El salto a Hanoi

El vuelo desde Hanoi al aeropuerto de Hué duró casi una hora en la que dormí todo lo que pude. Aterrizamos en el aeropuerto de Hué, el cual no es muy grande y en poco más de tres minutos comenzaba a salir nuestro equipaje. Yo aproveché para comprar el billete de la guagua que lleva a la ciudad y que costaba 40000 Dong o un leuro y pico. Cuando el ultimo pasajero hubo decidido si quería ir en taxi o en la guagua arrancamos para el viaje de seis kilómetros y algo más de media hora, ya que la velocidad por esas carreteras tan llenas de motos y bicis raramente supera los veinte kilómetros. Nos dejó en el centro y al momento, taxistas y motoristas nos rodearon ofreciendo llevarnos a los hoteles. Mi CityMaps2Go me indicaba que mi hotel estaba a unos quinientos metros así que los ninguneé y fui andando, algo que es posible porque viajo muy ligero. Al hotel se entra por un callejón y cuando llegué a la recepción estaban con linternas, lo cual me dio muy mal yuyu porque según tripadvisor, el HueNino era el segundo mejor de la ciudad. Inmediatamente me sirvieron un desayuno y me explicaron que se había ido la luz, pero que era un corte programado para hacer mantenimiento. Me acompañaron a mi habitación y ya puestos me apunté para una excursión por la tarde que incluía el almuerzo.

Sin prisa pero sin pausa me eché a la calle para ir a ver la Ciudad Imperial de Hue de la que todos hemos oído hablar. Hue fue la capital de la nación entre 1802 y 1945 y todavía la gente la considera la ciudad de la Familia Real, aunque aquí ya no hay reyes. Desde mi hotel fueron quince minutos andando en los que cada treinta segundos alguien se ofrece a llevarme y me pregunta que de dónde soy y yo los ninguneo y les respondo que soy de algún lugar o de Europa según me entre el punto. Crucé el Río Perfumado (que más bien deberían llamarlo el río que hiede) por el puente de Trang Tien, mientras flipaba con las bicis y motos y la de cosas que pueden llevar.

La Citadel está rodeada por una muralla de diez kilómetros que ha sobrevivido a todas las movidas ocurridas en el país, igual que la torre de la bandera o Cot Co, en la cual ondeaba la bandera real. Además de hacer fotos e ignorar a los que querían que contratara sus servicios de guía, crucé la muralla por la puerta Ngan y entré en la ciudad imperial por la puerta Ngo Mon, fantástica y majestuosa y considerada una de las obras cumbres de la arquitectura Nguyen, algo que sabemos todos. La puerta tiene cinco entradas, la central únicamente para el rey, a los lados dos para el populacho y los mandarines y las otras dos para los elefantes. La entrada me costó 80000 Dong o casi 4 leuros. Sobre la puerta está la torre de vigilancia de los cinco Fénix, un pabellón muy bonito y con buenas vistas. En este lugar el Emperador anunciaba el Nuevo Año Lunar y los resultados de los exámenes para Funcionarios. En este mismo pabellón abdicó el ultimo emperador en 1945, el famosísimo Bao Dai.

Aunque la muralla está intacta, el resto de la ciudad imperial no tuvo tanta suerte y con tanta guerra ha sufrido mucho y la mayor parte de los edificios fueron arrasados o quemados, aunque ahora los están reconstruyendo. Tras pasar junto a dos pequeños estanques llegas al palacio Thai Hoa o el Palacio de la armonía suprema y que es el más espectacular y el usado para las grandes ceremonias. Los techos de los lugares por los que andaba el rey son siempre dorados y aquí abunda ese color. Este es el único edificio del complejo que no sufrió bombardeos aunque las termitas y la humedad casi acaban con el mismo y lo restauraron en 1991. En su interior no se permite hacer fotos por alguna pollada de algún bosmongolo. Por detrás del palacio está la puerta que da acceso a la ciudad prohibida y en la que vi multitud de edificios y jardines que no voy a enumerar o esto no acaba en la vida. Acabé la visita después de dos horas y media y regresé al hotel y allí me recogieron junto con dos chicas para ir a almorzar en plan bufé en el que por supuesto perdí los papeles y me puse ciego a comida.

Tras el almuerzo nos llevaron a coger un barco cutrisimo total y que semejaba un dragón y comenzamos el paseo por el Río perfumado. En el barco me topé con una pareja de argentinos y ya seguimos juntos el resto del tour. En un punto del viaje paramos a ver la casa y jardines de An Hien, la cual pertenecía a la familia de uno de los mandarines del emperador y se ha conservado muy bien. La casa tiene las tres puertas típicas del lugar, la de la izquierda para las chochas porque todo el mundo sabe que la mano izquierda es mayormente inútil como las mujeres (según la cultura vietnamita, que quede claro), la puerta de la derecha para los machos de las cañadas porque todo el mundo sabe que la derecha es la mano buena y la puerta central para los fantasmas y espíritus de los ancestros y que solo se cruza cuando se les quiere pedir consejo y nunca, nunca, nunca la cruzan mujeres embarazadas por aquello de la reposesion, que los curas son muy de tocamientos y así te ahorras un exorcismo.

La casa estaba rodeada de un jardín lleno de arboles de fruta e hicimos un recorrido que quizás para los otros fue interesante pero yo me crié yendo a la finca de mi abuela en el Valle de Agaete y conozco la mayoría de esos arboles. Lo peor es que se me olvidó el spray para los mosquitos y me estaban acribillando, hasta el punto que tuve que acoplar las patas a mis pantalones y hacerlos largos para reducir la superficie expuesta.

Desde allí continuamos en el barco hasta la Pagoda Thien Mu, la cual estaban engalanando los monjes ya que al día siguiente era el cumpleaños de Buda, efemérides que parece que me pilla siempre en Asia. Esta es la Pagoda de la Señora Celestial y anteriormente allí había un templo Cham. La Pagoda data de 1601 y es la más antigua de Hue y fue uno de sus monjes el que en 1963 se prendió fuego en Saigón para protestar contra los excesos del régimen del presidente Diem. En el lugar tienen expuesto el coche con el que el monje condujo hasta Saigón, algo que me parece un poco macabro. La Pagoda tiene una estupa de siete niveles muy curiosa que mandó a construir el emperador Thieu Tri en 1840.

Desde allí regresamos a la ciudad en el barco y nos topamos con flores de loto enormes en el agua puestas para celebrar el cumpleaños de Buda y una especie de festival que se estaba organizando a la vera del río. Cuando acabó la excursión, me despedí de los argentinos y me fui al hotel a ducharme y por la noche salí a cenar y así acaba el primero de los dos días que reservé para Hué y alrededores

El relato continúa en Visitando la zona desmilitarizada

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6 respuestas a “Llegando a Hué”

  1. Con lo metódico que eres, que raro que se te olvide algo…. no te estará afectando tanta comida rara? 😉

  2. Lo del coche del monje no tiene nombre. Y lo de los mosquitos tampoco.
    ¿Has podido observar cómo tratan a las mujeres ahí?… ¿Hay diferencia entre los de ciudad y los de los pueblos?…

  3. huitten, las mujeres están luchando por que se les reconozcan sus derechos, pero es difícil en una cultura de ninguneamiento constante. Una chica con la que hablé me dijo que aunque trabajaba, tenía que organizar tres comidas distintas al día para su marido ya que eso es algo que SOLO HACEN LAS MUJERES. Lo de los hombres borrachos parece ser algo que está en todo el país y lo de mujeres manteniendo la familia, también.