Otro viaje de esos


El jueves salí de la oficina pitando leches hacia el centro de Hilversum. En un tiempo récord, pasé por 3 tiendas y compré algunos regalos. Estuve en una tienda de ropa de bebé, en una tienda de venta de chocolates belgas y en una dulcería. Llegué a la estación a tiempo de saltar en el tren y dieciocho minutos más tarde cruzaba la ciudad de Utrecht rodeado de niebla para llegar a mi casa. Allí, cené y preparé mi mochila con las cosas necesarias para sobrevivir en otro lugar durante un fin de semana. Me fui a clases de Italiano y a las diez de la noche regresé a casa, terminé de atar los últimos cabos sueltos y con prisa y sin pausa me obligué a dormir. A las tres y poco de la mañana me levantaba, salía disparado para la ducha y me afeitaba en paralelo y a las cuatro menos veinte ya iba en bicicleta camino de la estación de tren. Aunque pueda parecer extraño, había más gente en bici pero ellos regresaban a casa y eran fundamentalmente estudiantes que fiesteaban ese día. Compré mi billete de tren, bajé al andén señalado y allí pasé por los controles de billete que montan siempre cuando se trata de los trenes nocturnos.

El tren se dividía en tres grupos de gente. Los que regresaban de juerga y gritaban y hablaban como si tuvieran sangre de Borbón, así como entre acarajotados y mongólicos, los que iban a trabajar y usaban ese tren y los que íbamos al aeropuerto para la primera tanda de aviones del día.

En el aeropuerto, fui directo al control de pasaportes ya que no facturaba equipaje. En realidad podría haber salido de mi casa una hora más tarde pero me gusta tener margen para imprevistos y estar en el aeropuerto alrededor de dos horas antes de volar y no morir de infarto por ir con el tiempo justo. Me desayuné las dos magdalenas que había cogido antes de salir de mi casa y me senté a esperar que abrieran la sala de espera. Pasé el absurdo control de seguridad en el que me obligaron a quitarme los zapatos para descubrir que volvía a pitar sin ellos ya que los arcos que usan los deben tener mal calibrados y pitan siempre. A la hora prevista, comenzó el embarque y tomé posesión de mi asiento en la fila y butaca 5A. Mientras se llenaba el avión yo me dormí y me desperté cuando anunciaron que saldríamos con veinte minutos de retraso por culpa de la niebla. Me volví a quedar dormido y cuando me desperté estábamos en el aire, las azafatas se preparaban para comenzar sus rondas de mercadeo, que hoy en día estas profesionales no son más que verduleras en tienda con pasillo estrecho y los clientes sentados y me dio la impresión que el retraso era algo superior a lo que nos dijeron.

Aterrizamos tres cuartos de hora después de la hora prevista y me acerqué a la ventanilla a comprar mi visado, ya que en Turquía se pagan 15 leuros por una visa válida para 90 días. Mientras esperaba mi turno para que me sellaran el pasaporte, me toca alguien en el hombro y me dice que es curioso que nos veamos allí (en inglés …). Lo miro y no lo identifico así que le pregunto directamente y me dice que sí me conoce, que trabaja conmigo. En ese momento me doy cuenta que es amarillo, como los M&M e igual es alguno de los cuarenta que corretean por mi oficina y a los que yo no distingo, ya que no tengo instalado el módulo de identificación de asiáticos en mi programación. En ese momento me tocó mi turno y pude escapar. Crucé lo de los pasaportes, salí a la terminal y tras comprobar que el Turco no estaba esperando por mí, cojo el teléfono para llamarlo y mientras marco lo veo en uno de los bares del aeropuerto pidiendo algo para comer. Me acerqué sigilosamente y me puse a su lado. Cuando se dio cuenta, nos dimos los abrazos de rigor y unos cuantos más por puro placer. Para la posteridad queda que el dieciocho de noviembre por la mañana, en la ciudad de Estambul y del lado del continente asiático, cumplí mi objetivo de ver y pasar un tiempo con todos y cada uno de los Cinco. Estábamos saliendo de la terminal de llegadas y en mi caso, técnicamente estaba unos cincuenta centímetros por fuera de la puerta cuando recordé que quería sacar dinero. Me detengo, se lo digo al Turco y nos damos la vuelta pero un soldado nos detiene y nos dice que no podemos regresar, que hay que ir a las puertas de entrada y pasar por los controles. De esto me enteré más tarde ya que lo dijo en lenguas bárbaras. El Turco se rebota todo y yo creo que hasta le digo que ojalá encontraran en su familia lazos con los ZaPatazos, los de las Orcas Góticas y el expresidente que arruinó un país. El soldado como que se la sudaba y el Turco se llevó su nombre para denunciarlo o algo así. Estamos todavía comentando esto cuando otro soldado nos detiene mientras andamos por la terminal y nos dice que no podemos seguir y que hay que dar un rodeo. Yo comienzo a dar el rodeo y el Turco lo manda a tomar por culo y pretende seguir e incluso avanza casi diez metros cuando se da cuenta que han cortado la zona porque alguien se dejó dos bolsas enormes y han llamado a los de desactivación de artefactos explosivos. El Turco regresa hacia donde yo estaba y lo mejor es que pasamos a menos de diez metros de las bombas (supuestas) así que si lo llegan a ser de verdad y explotan, el puto cordón no servía de nada. Un minuto más tarde se para y me dice: Se llevaron mi coche y yo flipando le pregunto sí se lo han robado pero al final resultó que no, que como se niega a meterlo en el aparcamiento del aeropuerto, se lo llevó la grúa y tuvo que pagar unos leuros para que se lo devolvieran. El Turco dice que prefiere pagar la multa ya que lo de pararse en la puerta con su BeMeTa fabuloso y ver las caras de envidia de la chusma y el populacho no tiene precio. Yo me limité a darle un fuerte abrazo. Por cosas como esa es por lo que lo adoro desde que nos conocimos.

Por fin en el coche, me prestó unas gafas de sol, puso la música a todo meter y salimos del aeropuerto en plan procesión, haciéndonos notar, como si dijéramos.

Mientras íbamos hacia su casa llamó su mujer para confirmar la hora de llegada y decirnos que nos apuráramos un poco ya que la madre del Turco quería saludarme. Es siempre lo mismo. Da igual al continente que yo vaya. Según se corre la voz de que llega el Elegido todo el mundo me quiere ver. Es como una maldición, si yo ni siquiera tengo perfil en el CaraCuloLibro

Hay que ver como me enrollo. Pensaba archivar todo el fin de semana en una sola anotación pero esto ya apesta a Saga, así que habrá que esperar al próximo episodio de esta minisaga Turca para saber como continúa.

El relato continúa en Fin de semana con el Turco

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11 respuestas a “Otro viaje de esos”

  1. Conoci a un chico que hacia lo mismo, con su coche que era muy bueno y queria que la gente supiera quien era solo por el coche, pero la verdad es que tenia que pedir prestado para llegar a final de mes y siempre tenia lios economicos… Espero que el turco tenga mejor suerte… 🙂 Un besito.

  2. Mientras que sea asi, pues dejalo hacer tonterias que la vida son dos dias… Jejeje. A mi solo me sorprenderia un coche en la puerta de ese aeropuerto si de alli saliera mi George…. Un besito

  3. Waiting, a ti te recibe este hombre en Estambul con el BeMeTa en la puerta del aeropuerto todo fashion y como si fueras una gran diva y tengo clarísimo que me botas del pedestal en el que me tienes y te haces su más mejor amiga instantáneamente.

  4. En el día en el que se publicó esta anotación he visto la película número CIENTO CINCUENTA del año 2011, alcanzando el objetivo previsto, el cual parece que va a ser superado por vapuleada.