Si eres un coleccionista de lugares o vas en una excursión organizada, cuando pasas por Angkor Wat ves cuatro cosas y sigues tu camino. Hay muchísimo que ver por allí, cosas increíbles, preciosas y fascinantes y lugares en los que te puedes ver prácticamente solo, acompañando estructuras que han sobrevivido durante siglos. Uno de esos rincones fascinantes fue Prasat Kravan, un templo del siglo X (equis) muy sencillo y que consiste en cinco torres hechas de ladrillos y piedras de arenisca. Al contrario que otros templos, en este no hay que subir escaleras y precisamente en su sencillez está su elegancia. El templo estaba dedicado a Vishnu. Está orientado hacia el Este, como todos los templos salvo Angkor Wat y en su interior hay unos bajorelieves preciosos de los que veremos uno mañana. Este tipo de esculturas eran muy raras en los monumentos Khmer y es lo que hace ese templo muy especial.
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Canon EOS 6D
Iba a comenzar con la frase allá por los ochentas pero después de revisar mi colección de fotos me temo que es más exacto decir que allá por el veintiséis de septiembre del año 2008, o sea, hace más de cinco años, me compraba mi Canon EOS 50D, la cual me ha acompañado en todo tipo de aventuras y por todo el mundo. Mi plan original era cambiar de cámara dos o tres años más tarde pero los planes de Canon iban por otro camino y la cámara que yo quería no ha terminado de llegar. Se trataba de la Canon EOS 7D Mark II, la cual parece estar afectada por el síndrome del parto de la mula y aunque la gente habla de ella año tras año, sigue sin aparecer y es un objeto mitológico. Cansado de esperar, hace cosa de un mes hablaba con el Moreno y este me decía que por qué no daba el salto al Full Frame o sensor de formato completo. Yo de siempre he sido reluctante a este paso porque amo y adoro mi objetivo gran angular y para hacerlo tenía que deshacerme de algunos de mis objetivos. Después de leer críticas sobre la cámara y comprobar que en tamaño y peso es prácticamente idéntica a la que tenía, decidí migrar a ese formato y al mismo tiempo, vender algunos de los objetivos que uso muy poco. Esto coincidió con el periodo del año en el que tengo planeadas un montón de escapadas y aunque está en mi lista, nunca tengo tiempo de ponerme a preparar las cosas que quiero vender.
La semana pasada miraba precios en las tiendas holandesas, buscaba precios en Alemania por ver si merecía la pena y como aquí era un poco más barato, encargaba la cámara en una tienda del país y al día siguiente llegaba a mi casa. Por desgracia yo no estaba allí para recibirla y la tenía que ir a buscarla a la oficina de correos y volar hasta mi keli para la tradicional ceremonia de la apertura de la caja.
El instante en el que vi la caja me llevó atrás en el tiempo, al año 2008, ya que en todos los años que han pasado parece que Canon sigue fiel a sus cajas y hay muy poca diferencia entre aquella y esta. El tamaño también es similar. Un detallito interesante es la pegatina que dice que incluye el Adobe Lightroom, que me hacía suponer una versión de prueba de estas de treinta días.
Al abrir la caja, Lightroom era lo primero a la vista y sorprendentemente, es una licencia completa y auténtica. Un bonito detalle, aunque bien pensado, con la pasta que me he dejado en el cacharro, me podían haber descontado el precio del programa y quitarlo de la misma y yo estaría igual de contento. Los manuales vienen en todo tipo de idiomas bárbaros de la zona así que ni me molesté en abrir ese paquete y he descargado los correspondientes a mi lengua materna, los cuales es muy posible que no lea.
Después de retirar los manuales y los programas esperaba encontrarme con la cámara pero no hubo suerte. Estaba escondida tras el plástico de burbujas. A la izquierda el cargador, la batería y la correa que no usaré y que ni me molesté en sacar. A esas alturas la tensión ya la tenía disparada y aligeré el proceso así que nos ahorramos la foto de la cámara en su envoltorio de burbujas.
Finalmente apareció la cámara. Salvo por la ausencia del flash, su aspecto es muy parecido al de la EOS 50D, la cual estaba usando para hacer las fotos. En este punto llegó mi dispositivo mágico y maravilloso y el iPhone retrató el momento en el que la cámara que pronto abandonará mi casa y la que ha llegado para substituirla se encontraban.
Tras esta foto el objetivo saltó de la cámara antigua a la nueva y por supuesto ya no hay más fotos, dado que pretender que siga centrado tomando imágenes de este momento es como pretender que Peter Jackson haga una película del Señor de los Julandrillos de menos de dos horas. Simplemente imposible. Aún no he tenido demasiado tiempo para jugar con la cámara pero este fin de semana tendré una buena oportunidad con mi amigo el Rubio en Alemania. Por ahora la he usado para hacer fotos de un evento en mi trabajo y me gustó mucho como reacciona y el hecho de poder conectarme a ella via WiFi con el iPhone y controlarla remotamente desde el mismo. También tiene un GPS con lo que la geolocalización de las imágenes, particularmente cuando voy de viaje, será mucho más fácil, ya que hasta ahora es algo que suelo hacer a mano y me hace perder un montón de tiempo. Como aún sigo procesando las imágenes del año 2009, salvo por las fotos de comida y las series que decida adelantar, es probable que el cambio tarde años en notarse. Ahora tengo que vender las cosas que no quiero y comprarme un Gran Angular para complementar el 24-70mm f2.8 que se ha convertido de golpe y porrazo en el objetivo principal de la cámara. El control del ruido es mucho mejor en esta iteración y con suerte las fotos en interiores serán mucho mejores. Por ahora, lo que más me está impactando es la falta del multiplicador, ese 1.6x que tenía la EOS 50D y que desaparece con el sensor de formato completo.
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Bakan, el templo central de Angkor Wat
La estructura central de Angkor Wat es el Bakan, el templo principal y al que en su día solo accedían el rey y los monjes. En la foto tenemos el primer recinto, sobre una plataforma y al que se accede por unas escaleras empinadísimas que en la imagen están bloqueadas con vallas. Si os fijáis con atención, por la derecha se puede ver a alguien subiendo por las escaleras que se han montado para el acceso, ya que las originales eran asesinas y fueron muchos los que sufrieron accidentes en las mismas y como dicen las guías turísticas sobre Camboya, si tienes un accidente o te pones malo en el país, el consejo es salir por patas para Tailandia y pase lo que pase no ir a un hospital en ese lugar. En este primer recinto solo andaban el rey y el sumo sacerdote. Los cinco prasat que tiene, templos piramidales de los que podemos ver tres en esta foto, representan los picos del monte Meru. Todos están conectados por corredores. Si eres de los de levantarte tarde porque estás en vacaciones para visitar el lugar, las colas para la escalera son fabulosas y fantásticas y te permitirán disfrutar de las altas temperaturas, el sol implacable y la humedad de casi el cien por ciento. Si eres afortunado, igual hasta te desmayas. Si por el contrario eres como yo y a las siete de la mañana ya estabas yendo al lugar, no hay cola y subes tranquilamente. El número de turistas en la parte superior está limitado y controlado en las escaleras de acceso.
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En la Basílica de Superga y regresando a Holanda
El relato comenzó en Fin de semana en Turín
El día del regreso desde Turín lo quería exprimir al máximo y como mi vuelo salía a las cuatro y algo de la tarde, suponía el madrugón habitual y estar en el comedor del hotel desayunando a las ocho de la mañana. Tampoco supuso un problema ya que prefiero esas horas tranquilas y sosegadas en las que la gente brilla por su ausencia. Inicialmente había pensado en dejar parte de la mochila en el hotel y salir solo con la cámara pero finalmente opté por llevármelo todo, ya que el iPad y la ropa sucia no añadían un peso considerable y me daban más flexibilidad. Al salir del hotel me acerqué a la parada de guaguas/tranvía y allí mismo se detenía el que me llevaba a Sassi, el primer punto de parada en mi aventurilla de ese día. El viaje en un domingo por la mañana con calles desiertas fue muy agradable. El tranvía estaba prácticamente vacío y los pocos que se subían eran ancianos que parecían ir a misa en diferentes templos de la ciudad. Sassi es un suburbio al otro lado del río Po y en las afueras de la ciudad al que vamos nada más que para tomar el Tranvia Sassi-Superga, una línea de tranvía que sube una pendiente del copón y que te lleva desde el nivel del río hasta la Basilica di Superga, la cual está a 672 metros de altura y desde la que en un buen día deberían haber unas vistas increíbles de la ciudad pero ahora en otoño con la bruma es como subir a otro universo y ni siquiera se veían los Alpes. El viaje en tranvía toma unos dieciocho minutos en los que sube y sube y sube. Esta línea lleva funcionando desde 1884 o sea desde el siglo XIX (equis-palito-equis). La distancia que recorre el tranvía es de algo más de tres kilómetros y en el punto en el que más sube la pendiente es del 20%.
Éramos cuatro gatos a esa hora de la mañana y en el siguiente vídeo podemos ver el tranvía llegando desde Superga:
Cuando salimos hacia la basílica, hice otro pequeño vídeo del conductor básicamente tocándose los mondongos, ya que estas cosas se pilotan prácticamente solas:
Una vez arriba y tras subir un poquito, la enorme basílica aparece frente a tus ojos:
La Basilica di Superga es el lugar en el que están enterrados muchos de los Saboya. Es un templo clásico con un toque barroco y que tiene las tumbas reales en su sótano. La visita es guiada y tuve que esperar quince minutos ya que me acoplaron con un gran grupo de italianos. El guía me preguntó y le dije que no tenía ningún problema en seguir las explicaciones en italiano. Bajamos al nivel inferior y entramos en el mundillo del lujo y el arte de los reyes de la casa de Saboya, que tienen unas tumbas espectaculares. En el lugar también hay una reina española enterrada, Maria Victoria y según el guía, suelen venir españoles a ver su tumba y traerle flores. Después de la visita pasé por la Basílica para ver su interior ya que al llegar estaban de misa. Por detrás de la basílica hay un pequeño monumento que recuerda al equipo de Turín (Il Grande Torino) que se estampó en ese sitio en un avión que regresaba de Lisboa tras jugar con el Benfica, evento que sucedió en 1949, aunque la gente todavía los recuerda y el sitio sigue lleno de flores y mensajes de los fans del equipo.
Regresé en el tranvía al nivel de la calle y allí tomé una guagua que iba hacia la estación de Porta Nuova, ya que entre pitos y flautas era casi la una y tenía que ir al aeropuerto. En la estación aproveché para comer algo ligero y compré mi billete para la guagua al aeropuerto, la cual me dejó en el mismo en unos cuarenta minutos. Cuando me acerqué para pedir mi tarjeta de embarque, dos chamos discutían con la persona que trabajaba allí. Iban con su equipo de palos de golf y pretendían que la tía les diera una ventanilla de emergencia por la jeta, aunque todos sabemos que hoy en día esos asientos son preciados y únicos y no los dan, los venden. Ella les decía que pagaran y ellos insistían, aunque no logaron nada. Cuando se marcharon y me llegó mi turno me preguntó en donde me quería sentar y yo le dije que prefería ventana y la chica me ofreció la ventana de emergencia, la cual acepté. Después pasé el control de seguridad, me compré una botella de agua y me senté a ver cosillas en mi iPad. En eso que levanto la vista y veo aterrizar un avión y cuando toma tierra levanta el vuelo un cuervo, gira, se acerca al avión, se ve como una pequeña explosión y el puto bicho desapareció engullido por el motor. Tres minutos más tarde dos coches recorrían el césped del aeropuerto espantando todos los pájaros que había en el mismo.
Nuestro avión llegó a su hora y tomé posesión de mi precioso asiento en la fila de emergencia:
Los dos chamos bordes iban sentados delante de mí y cuando llegaron y me vieron allí se les cortó la leche mangorra del disgusto tan grande que se llevaron. El avión iba petado hasta la bandera y cuando todos estábamos dentro, cerraron puertas, encendieron motores y crucé los dedos para no toparnos con algún pájaro en el despegue. Salimos sin incidencia y el vuelo fue aburrido y monótono. Al llegar a Schiphol, el mejor aeropuerto de Europa según los pasajeros y el autor de la mejor bitácora sin premios en castellano, salí hacia la estación de tren y cuando iba de camino veo algo raro por la ventana que me hizo pararme y retroceder para hacer una foto:
Estaban subiendo el coche de algún chamo con pasta en un Boeing 747. Inmediatamente le mandé un mensaje al Rubio amenazándolo y diciéndole que el día que conozca a alguien que viaja por el mundo llevándose su coche en el avión, se convertirá instantáneamente en mi más-mejor-amigo y le quitará ese preciado título al Rubio. Por suerte no llovía y después del trayecto en tren regresé a mi casa con la Mili o Vanili, la cual está tocada de muerte y amenaza con dejarme tirado en cualquier instante, algo que puede que se solucione esta semana ya que mi vecino ha encontrado una substituta por un precio módico. Así acabó mi escapada a Turín, la segunda de las seis que tengo planeadas para este otoño.