Seis torres se alzan en el templo de Preah Ko, el cual fue el primero en ser construido en la desaparecida ciudad de Hariharalaya, en una zona conocida hoy en día como Roluos y que está a unos quince kilómetros al sureste de Angkor Wat. Este es del siglo IX (palito-equis) y su nombre significa Toro sagrado. Frente al templo en la imagen se puede ver una de las tres estatuas de toros mirando hacia el templo. El conjunto fascina tanto como todos los que había visto hasta ese momento y como estaba tan lejos, el día que lo visité yo era la única persona en el lugar. La restauración de este templo estuvo a cargo de los alemanes. La torre central, la más alta, está dedicada a Jayavarman II (palito-palito), el fundador del imperio Khmer. La torre de la izquierda se dedicó a Prithivindreshvara, el padre del rey Indravarman y la derecha a Rudreshvara, el abuelo del chamo, que fue el que mandó construir el templo. Las tres torres de la parte de atrás, de las que solo podemos ver dos, estaban dedicadas a las hembras de esos chamos.
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La última cena de Da Vinci y el último día en Milán
El domingo comenzó aún más temprano que el sábado y después de una visita antológica al baño para deshacerme de algunos residuos fruto de la ingesta de la cena del día anterior, bajé a desayunar y me volví a poner ciego a comida, aunque las opciones eran muy limitadas. Salí del hotel sobre las ocho de la mañana aunque dejé la mochila en la habitación. Mi destino era el convento dominico de Santa Maria delle Grazie en donde se encuentra el refectorio en el que Leonardo da Vinci pintó la última cena entre 1495 y 1497. La visita al lugar se hace con reserva previa y en grupos muy reducidos con lo que desde una semana antes había comprado mi entrada y la única hora disponible de ese fin de semana era el domingo a las nueve y cuarto de la mañana. Fui en metro a la zona, recogí la entrada y visité de nuevo la iglesia de Santa Maria delle Grazie. Me senté en el interior para evitar a los gitanos (o quizás eran truscolanes ya que no distinto entre las dos razas muy bien) que estaban afuera y mientras echaba unas partiditas con mi dispositivo mágico y maravilloso, veo que el cura que escuchaba confesiones sale y da una vuelta a la iglesia alterado. Después regresa a su confesionario y a los pocos minutos vuelve a salir alterado. Al poco desde el rincón en el que estaba escondido el confesionario sale una mujer mayor, o eso que en la Isleta se llama vieja a secas y tenía menos color que un folio blanco. La mujer le tuvo que contar al cura unos secretos terribles de sus andanzas con las verduras de gran envergadura y eso la afectó. Se sentó en un banco y literalmente se desmayó mientras el cura y un ayudante llamaban al 112 (o palito, palito, palito-palito en numerologia latina) y de fondo sonaban los canticos de la gente que atendia un servicio en una de las capillas. No pude ver el final de la opereta porque llegó mi momento de entrar a ver la Obra Maestra de Leonardo da Vinci. Éramos veinticinco, que es la cantidad permitida por vez y teníamos quince minutos. Alquilé la audioguía para escuchar las explicaciones y me extasié tanto con el mural como con la historia del mismo. Una cosa que me quedó clara es que o San Pedro era un julandrón del copón o Cristo un putero y coló una chama en la cena porque la que está a su lado estoy convencido que tiene almeja y no aleta de tiburón. Es un milagro que la obra haya llegado a nuestros días y dada la cantidad escandalosa de restauraciones a la que la han sometido, ni siquiera es seguro que los colores sean los que pintó Leonardo pero aún así, merece la pena.
Al salir fui andando a la Piazzale Cadorna. El día era precioso y soleado y aproveché para hacer nuevas fotos con el azul del sol. Desde allí seguí andando al Parco Sempione y caminé un rato por el mismo, viendo también el Arco della Pace, el típico arco de triunfo que hay en todas las grandes ciudades y que seguro que celebra alguna victoria. Me acerqué también a la Torre Branca desde la que se supone que hay unas bonitas vistas de la ciudad pero está claro que no madrugan y no abren hasta las diez y media, así que seguí de largo. En mi paseo por el parque me acerqué de nuevo al Castello Sforzesco e hice fotos con el cielo azúl, como el panorama que viene a continuación y que recuerdo que haciendo clic en el mismo se puede ver en un tamaño mayor:
Desde allí tomé el metro en Cadorna y regresé a la zona cero, el área del Duomo para unas cuantas fotos con cielo azúl. También quería visitar la Terrazze del Duomo, el techo de la iglesia, aunque solo permitían el acceso al primer nivel por culpa del hielo. Subí por las escaleras, hice mis fotos de rigor y salí por patas a tomar el metro y regresar al hotel ya que se aproximaba el mediodía. En el siguiente vídeo tenéis el momento en el que llega el metro:
Metro en Milán from Weyland Yutani on Vimeo.
Con la mochila a mis espaldas, la cual pesaba algo más por el kilo de queso parmesano que me compré, regresé a la zona del Duomo y seguí haciendo fotos, incluyendo el siguiente vídeo en el interior de la Galleria Vittorio Emanuele II en el que se puede ver la bonita cúpula de la misma y la animación de un domingo al mediodía:
En Milán from Weyland Yutani on Vimeo.
Me acerqué a la iglesia de San Bernardino alle Ossa aunque me equivoqué y terminé entrando en la vecina Basilica di San Stefano Maggiore. Me chocó porque de repente entendía el italiano de puta madre y aquello estaba petado de gente pero resultó que era la hora de la misa en español y estaba lleno de latinoamericanos. Justo en el instante que entré estaban con la movida de darse la paz y todo el mundo comenzó a estrechar manos conmigo y tuve que retrasar mi salida por patas unos veinte segundos. Al entrar en San Bernardino alle Ossa creí que había llegado al infierno ya que allí sucedía una de mis peores pesadillas. Una sala llena de cabezudos koreanos de mierda. Estuve a punto de gritar aterrorizado por aquella escena dantesca con esos cabezones que al nacer han roto tantos chochos y al escapar vi en la puerta que a esa hora tenían servicio en koreano seguramente esponsorizado por la empresa criminal detrás de los móviles androitotorotas que copian los dispositivos mágicos y maravillosos. En la puerta, unos cuantos cabezudos estrechaban manos como si fuera una película del Padrino en la que los actores se ponen barreños en la cabeza. Desde allí fui a ver San Fedele que me encantó y después fui en metro a la estación de Garibaldi, la cual resultó que está justo al lado de los edificios nuevos y de diseño de Milán, los cuales fotografié. Lo que quería ver en la zona es el Cimitero Monumentale el cual da fe de lo pijos y pedantes que son los milaneses y que hasta muertos quieren fardar casi tanto como los truscolanes. El cementerio es una exhibición im-pre-sionante (en tres palabras) de esculturas en las tumbas. Me quedo con esta foto tan morbosa:
O el que la palmó era un chiquillo o definitivamente, presunto tocador de niños y orgulloso de serlo. Al regresar a la estación vi otro arco y me acerqué a verlo y hacerle una foto con el móvil. Se trataba de la Porta Garibaldi con un arco de estilo neoclásico construido para conmemorar la visita de Francisco I de Austria en 1825. Posteriormente se lo dedicaron a Garibaldi.
El tiempo apremiaba y desde allí comencé la ruta hacia el aeropuerto, primero en metro, despues en tren y finalmente en la guagua entre terminales. En el aeropuerto descubrí un Burger King y me comí el único menú de este año de su comida rápida (y más bien basura), foto que podréis ver en cierta otra bitácora enfocada a la comida que ingiero en la calle. Después me senté cerca de la puerta de embarque y a la hora adecuada llegó el avión, embarcamos y salimos por patas. El vuelo lo pasé viendo vídeos de mis series favoritas y por supuesto nos obligaron a aterrizar en el puto Polderbaan y pasar los quince minutos de carreras por pistas con el avión. Al salir, en las mismas escaleras de acceso a la terminal había un control sorpresa de aduanas para ver si se colaba en el país algún truscolán. Una vez fuera, compré mi billete de tren y regresé a casa y así acabó mi fin de semana en Milán.
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Pre Rup
En la parte superior de la pirámide del templo de Pre Rup tenemos cinco torres con puertas falsas como la de la que se ve en la torre de la izquierda. Las torres están abiertas hacia el este con lo que si miráis la foto ya deduciréis cual es el este y cual el oeste. En las torres se pueden ver figuras esculpidas en los ladrillos. La única manera de describir este templo es diciendo que es majestuoso, con unas proporciones perfectas. Al contrario que la mayoría de los templos que visité y en los que había que subir escalones, en este parecen hechos para humanos, bastante normales y no como los de Angkor Wat en donde si te descuidas te escoñas por lo peligrosos que son. Desde este templo se puede ver a lo lejos Angkor Wat.
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Pateando por Milán
Cuando me levanté en Milán, el día no parecía para nada apetecible. La temperatura rondaba los cero grados y por la ventana podía ver que llovía y nevaba al mismo tiempo, aunque ligeramente. Eran las ocho de la mañana. Por suerte el empacho de la noche anterior lo dividí en dos cómodas mensualidades y no hice un estropicio en el baño, ya que el procesado del primer plato fue sobre las cuatro de la mañana y el del segundo plato a esa hora. Bajé a desayunar y por un instante pensé que el hotel estaba vacío y yo era el único cliente ya que no había nadie allí y hasta la señora que atendía me miraba flipando. Tras comer regresé a la habitación y como la lluvia iba a continuar un rato más, opté por retrasar la salida. Cuando finalmente lo hice, recorrí la distancia que separa el hotel de la parada de metro con cuidado de no resbalar en algunas de las placas de hielo que hay por la calle. Con mi tarjeta de transporte de cuarenta y ocho horas que compré el día anterior tenía una enorme libertad para moverme por la ciudad usando el transporte público y fui hasta la parada del Duomo. Salí directamente en la plaza frente a la catedral y como aún lloviznaba, entré a verla.
Aunque en el lugar ya había templo desde el siglo VI (uve-palito) aunque la catedral actual se comenzó en el siglo XIV (equis-palito-uve, máxima dificultad). Esta es una de las mayores iglesias católicas del Universo conocido y por fuera está petadísima de figuras. En el interior y mostrándolos al público tienen varias momias de curillas que laboraron allí, super-tenebrosos y que dan algo de repelús.
Duomo di Milano from Weyland Yutani on Vimeo.
En el vídeo se puede ver a uno de los chamos y las dimensiones bestiales de la iglesia. Bajé a donde tienen a San Carlos Borromeo, también momificado junto con dos colegas. El concepto de incorrupto en la Iglesia de los presuntos-tocadores-de-niños es muy flexible y así, en todos lados te acoplan una momia terrorífica y te dicen que el chamo está incorrupto. No sé por qué, estoy convencido que he visto el corazón de ese colega en una basílica en Roma.
Cuando salí seguía lloviznando y me acerqué a la Galleria Vittorio Emanuele II (palito-palito), diseñada en 1861 y que viene a ser uno de los primeros centros comerciales del universo conocido y desconocido, solo que en plan fastuoso y con una cúpula de cristal a cuarenta y siete metros de alto que se corresponde con la de la Basílica de San Pedro en Roma. Curiosamente, el arquitecto de este recinto se escoñó justo antes de acabar la obra y la diñó. Bajo la cúpula hay tres escudos y uno de ellos es el de Turín y la tradición dice que si pones el tacón derecho en los cojones del toro y giras tres veces sobre tí mismo, tendrás buena suerte. La totorota que se creyó el cuento e hizo la gracia la podéis ver en el siguiente vídeo, que demuestra lo necesitados que estamos de una gripe que arrase con dos tercios de la población mundial:
Tradiciones absurdas from Weyland Yutani on Vimeo.
A la salida de la galería está el teatro de la Scala, supuestamente famosísimo e imagino que hasta la Pantoja ha estado allí de gira cantando canciones del legendario disco Marinero de Luces. Más interesante para mí era entrar a ver el Palazzo Marino en el que desde un día antes habían comenzado a exponer la Madona de Foligno de Rafael (no el Rapael, sino el auténtico), una pintura fabulosa que normalmente está en los Museos Vaticanos y que se ha ido de vacaciones navideñas a Milán. Tras la visita a la colega y admirar la obra me fui al Palazzo Reale, un edificio que han troceado y en el que se encuentran varios museos. Yo elegí la exposición temporal de Auguste Rodin, con sesenta esculturas del colega, muchas espectaculares. Entre otras estaba una de las copias del famoso beso que podemos ver en la siguiente foto:
Está claro que lo mío es la escultura, ya que la pintura como que me aburre. La exposición es fantástica y la disfruté como un bellaco. Al salir ya había dejado de llover y continué mi inmersión sub-intelectual yendo a la Pinacoteca di Brera. Mencionar que el precio de la exposición de Rodin fue de once leuros y la entrada a la pinacoteca de diez leuros. A mí estos museos tan cargados de arte me noquean en la segunda sala, así que procuré centrarme en las cosas que marcaban como imperdibles y el resto lo miraba de reojo, poniéndome la mano en la mejilla y dejándome llevar por pasmos místicos de cuando en cuando para impresionar a los sub-intelectuales de GafaPasta que abundaban por allí.
Al salir seguí mi ruta hacia el Castello Sforzesco, un enorme castillo reconvertido en museo y que está junto al parque Sempione. Es una de las ciudadelas más grandes en Europa y durante la purriada de años en los que lo estuvieron construyendo participaron multitud de arquitectos, incluyendo Leonardo da Vinci. Al parecer este fue el modelo en el que se fijaron los rusos cuando crearon el Kremlin. La entrada cuesta tres leuros y te permite el acceso a todos los museos. La visita es muy interesante y toma bastante tiempo. Aquí tenemos otra imagen panorámica, esta en el patio interior:
Mi siguiente parada fue en la iglesia de San Maurizio al Monastero Maggiore, una iglesia muy curiosa ya que estaba junto a un convento de monjas de clausura Benedictinas y la iglesia está separada en dos partes para que las monjas pudieran atender el servicio sin ser vistas. En la actualidad en esa iglesia se celebran servicios con el rito Bizantino y en griego. Desde allí seguí en dirección a la Piazzale Cadorna, junto a la estación de tren por la que llegué el día anterior. Tiene una escultura muy avanzada y chula. Pasé por delante del Palazzo Litta y seguí en ruta a la Basilica di Sant’Ambrogio, patrón de Milán y una de las iglesias medievales más importantes de la misma. En su interior se celebraba una boda en ese momento, con novia de blanco y todo aunque yo la veía muy talludita para ser virgen, ya que había hasta niños que yo creo que eran sus propios hijos llevando las arras. Cerca está Santa Maria delle Grazie y aunque tenia que ir al día siguiente por la mañana, controle la ubicación y vi el interior de la iglesia. Busqué la parada de metro y fui a la Stazione Centrale para ver el edificio por fuera, una estación de tren preciosa. Ya comenzaba a oscurecer así que aproveche para regresar a la zona del Duomo y hacer las fotos de noche. Ya puestos, me acerqué a la iglesia de San Satiro. Es una pequeña iglesia construida entre la Edad Media y el Renacimiento que merece la pena visitar. Al acabar de hacer fotos en la zona regresé en metro al hotel y fui de nuevo al mismo restaurante del día anterior, aunque esta vez me controlé un poco más y solo pedí una Insalata caprese y unos Spaghetti vongole e funghi porcini, aunque se equivocaron y me trajeron un plato de papas fritas y acabé de nuevo encochinado. Otra vez me tocó dormir boca arriba por culpa de la ingesta masiva y para que conste en las escrituras, sigo en los sesenta y tres, sesenta y cuatro kilos.
Revisando lo que había visto durante el día descubrí que ya lo había cubierto prácticamente todo, con lo que al día siguiente y aprovechando el buen tiempo me dedicaría a revisitar varios sitios para tener fotos bonitas y con cielos azules y además presentaría mis respetos a cierta famosa obra de Leonardo da Vinci que está en Milán.