Distorsiones

A falta de películas interesantes por culpa de la sobredosis de estrenos comerciales navideños, me fijé que había una pequeña película que se sumpone que tenía drama, acción y misterio y cuyo trailer to anunciaba nada bueno. Como me cuadró una tarde que me quise hacer una sesión doble en Amsterdam opté por darle una oportunidad y así fue como acabé en Oldboy, película que al parecer se estrenará en España con el mismo título casi a finales de enero del año que viene. Parece ser que está basada en una película coreana de hace unos años que por supuesto nunca fui a ver porque ya se sabe la urticaria que me produce esa especie.

Un julay borrachuzo es encerrado en un cuarto durante veinte años y cuando lo sueltan, tendrá que responder a dos preguntas que le ha hecho el chamo que lo encerró o matará a la hija que no ha visto en dos décadas

Un tipo patético y repelente y con un considerable problema de alcoholismo es capturado una noche de borrachera y encerrado en un cuarto durante veinte años, con un mínimo contacto con el exterior. Mientras macera su amargura, descubre que lo han acusado de haber matado a su ex y es un fugitivo de la justicia. Su hija crece con una familia que la adopta y cuando veinte años más tarde lo sueltan, tendrá tres días y medio para descubrir la razón por la que lo encerraron y quien lo hizo o matarán a su hija.

Esta es una película que empieza con mal pie por la elección del protagonista. Josh Brolin nunca me ha caído bien pero es que en esta película le cogí manía desde el principio. Si a eso le añadimos la estúpida e intrincada trama, con una historia absurda y ridícula que se vuelve más absurda y ridícula conforme avanza y que de repente tiene un momento de ruptura con la liberación del colega para inmediatamente retorcerse y volverse más estúpida. La escena cumbre es cuando el chamo regresa al lugar en el que lo han tenido secuestrado y tiene una escena larguísima luchando y matando a cienes y cienes de trabajadores ineptos que estaban en ese lugar. Te pilla por sorpresa y es tan estúpida que te descoloca y ya no te recuperas. Eso quizás funcione en el cine coreano pero no tiene lugar en una película americana o europea y menos si pretenden que nos tomemos la historia en serio. A partir de ese instante, la cosa va de mal en peor y cuando acaba te viene a la cabeza que ha sido una broma de mal gusto y una pérdida de tiempo.

Este es el tipo de películas que igual podría interesar a los miembros del Clan de los Orcos pero está tan mal hecha que incluso ellos le darán la espalda. Para el resto, cine basura que no merece la pena ver ni en un vuelo de doce horas en el que es la única película que ponen en tu sistema personal de vídeo.

El otro día me puse mis GafaPasta sin cristales, la bufanda de camuflaje y estiré el dedo meñique para dar el pego y me fui a la filmoteca para ver una de esas películas de autor. Se trataba de una historia de los hermanos Coen, los cuales forman parte de mi vida ya que llevo yendo a los cines a ver sus películas desde siempre. A veces me da la impresión que todas sus películas son complejas variaciones sobre el mismo tema, los frikis y como se desenvuelven por el universo y la forma en la que la ley del equilibrio ha de balancear las cosas para compensar esos bichos raros. En esta ocasión la película se titula Inside Llewyn Davis y en España se estrenará en enero con el terrible título de A propósito de Llewyn Davis que merece una ejecución norcoreana sumarísima del distribuidor que aceptó algo tan estúpido.

Un julay con menos luces que un agujero negro se busca la vida como puede tocando una música que aburre hasta a las sillas en las que se sienta

Un tipo gris y algo raro trata de ganarse la vida como cantante de música Folk. No pasa hambre pero vive colgándose de todos los conocidos que tienen, durmiendo en sus casas y saltando de uno a otro sin pausa. Cuando piensa que las cosas no le pueden ir peor una chama a la que empaló se entera que le ha hecho un bombo y como el tipo es un perdedor, la tipa se quiere sacar el feto de dentro lo antes posible. Del disgusto tan grande el colega se embarca en un viaje a la nada con billete de ida y vuelta que lo llevará de regreso al mismo punto desde el que partió.

Esto es una oda a la mediocridad de los bichos raros. El protagonista es el perdedor perfecto, un tipo al que todo se le tuerce y que si está vivo es porque la Misericordia del planeta tierra es infinita porque en cualquier otro siglo, era carne de cementerio desde el mismo instante en el que nace. La película tiene un fuerte componente musical y cada vez que te despistas el colega se lanza a cantar una de esas aburridísimas canciones folk. Si lo que quería era impactar al público lo consiguió, ya que fueron varios los que no llegaron a la tercera canción y se fueron del cine. Aunque esa música no me gusta, la historia subyacente de un pobre desgraciado me pareció lo suficientemente interesante como para quedarme. El protagonista es Oscar Isaac, actor que no reconocí de películas anteriores y que hace del perfecto perdedor. Aunque lo hace bien, siempre me quedó la sensación de que podía mejorar bastante. Mucho más interesante resultó John Goodman en un pequeño papel épico, viajando en la parte trasera de un coche, dormitando y haciendo visitas a los baños de las paradas en carretera. La película se sostiene en una única historia y aunque ese sea mi escenario favorito, en este caso no era demasiado interesante y se echan de menos algunas tramas secundarias para evitar que haya momentos en los que la cosa decae. El final es brusco y no resuelve demasiado aunque de eso se trata, de ver un trocito de la vida de un perdedor que lo seguirá siendo hasta el fin de los tiempos.

Obviamente este tipo de cine no está pensado para los miembros del Clan de los Orcos y sí que agradará a los sub-intelectuales de GafaPasta. Para el resto, aunque lenta y algo rara, es buen cine.