Cuando vimos esta foto por primera vez, en diciembre del año pasado, ya expliqué que fue producto de la casualidad ya que todos los días anteriores las nubes y la niebla impedían ver la ciudad desde la cumbre Victoria y ya había asumido que no lo conseguiría en ese viaje. Por suerte mi Ángel de la Guarda se portó como un campeón y en aquel día de mayo del año 2010 pude hacer la foto que vimos por primera vez en la anotación Hong Kong de noche desde la cumbre Victoria y hoy le damos la bienvenida al Club de las 500.
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Distorsiones de otoño
Si alguno pueda creer que me he apoltronado y estoy muy cómodo en mi atalaya, pues tengo que darle la razón. Recuerdo cuando me curraba cuatro cambios de traje al año para la bitácora y siempre estaba pensando como manipularla, adecentarla, ajustarla y eso que hacemos cuando nos sobra el tiempo. La cosa es que ahora no doy abasto y lo último que se me ocurre es perder un día, dos o hasta tres tratando de cambiar un poco mi pequeño rincón en la red y me conformo con seguir las mareas de los desarrolladores de la plataforma sobre la que corre este lugar en el que Nada es lo que parece. Esta semana los señores de WordPress han publicado el twentytwelve, el nuevo tema por defecto para la máquina que se esconde tras estas letras y se me han acabado las excusas.
Hoy presentamos el tema que ha recibido de nombre 26autumn2012 y que se convierte en la vigésimo sexta iteración de la Mejor bitácora sin premios en castellano.
El cambio más drástico es que la barra lateral se mueve al lado derecho y el menú de navegación se encarama sobre la foto. Por lo demás he elegido un color de fondo que recuerda al azafrán y la imagen por el momento no cambiará y siempre veremos la misma, aunque puede que añada alguna otra en un futuro. La que tenemos en este momento está tomada en Amsterdam, con el río Amstel parcialmente helado, el Magerebrug y una espectacular puesta de sol.
La diferencia fundamental con el tema anterior (Distorsiones de verano) es que en la parte inferior desaparece un montón de información y sobre todos los enlaces. Aún no sé como solucionaré este pequeño contratiempo pero seguro que se me ocurrirá algo.
Por lo demás, este tema está preparado para nuestros dispositivos mágicos y maravillosos o eso dicen y lo primero que hice fue mirar que tal quedaba en mi iPhone:
Parece que lo han simplificado bastante y cuando accedes desde tu teléfono la información aparece directamente y de manera más sencilla. En el iPad también parece mucho más agradable a la vista:
Solo he comprobado que se vea bien en el maravilloso navegador Firefox y en Safari para OSX, iPhone y mi adorado iPad. La semana que viene lo miraré desde Internet Explorer y si hay alguien que usa el navegador de la chusma y la plebe y de los ladrones que quieren robar toda la información tuya y que lo regala GooglEVIL y me quiere confirmar que también funciona con ese, pues muy bien pero si no, tampoco pasa nada porque como dice el refrán, ojos que no ven, como que me la suda bastante.
Siguiendo una tradición que se remonta al año 2004, si alguno encuentra algo que cree que está mal (que lo dudo porque me he limitado a aceptar el twenty twelve tal cual), me lo puede decir en los comentarios y algún día lo miraré e intentaré corregirlo.
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Vista general de la Floriade desde el Rabo Earthwalk
Después de trabajar durante diez años para tener preparado el recinto, los visitantes a la Floriade se encuentran con sesenta y seis hectáreas de recinto ferial, de las que veintidós son de bosque y cuatro de agua. Además, te puedes mover de un extremo del parque al otro con el teleférico más grande de los Países Bajos (y seguramente el más corto de todos en los que me he subido … bueno, miento, creo que en un parque de atracciones monté en otro más corto) y que al terminar la feria lo desmontarán y se lo llevarán a los alpes suizos. La cantidad de flores que se pusieron en el parque es de un millón y medio, casi la misma cantidad que hay en mi jardín la próxima primavera. En esta foto, tomada desde lo alto del Earthwalk se puede ver el edificio Innovatoren, el teleférico y la parte más central del parque rodeada de bosque.
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Obscuro y casi frío
Yo empiezo a asumir que estamos en otoño cuando la cantidad de horas de luz es igual a la cantidad de horas obscuras y eso es lo que ha sucedido esta semana. Ayer o antesdeayer, cruzamos la terrible barrera de las doce horas, con el sol apareciendo en el horizonte después de las siete y media y escondiéndose a esa misma hora por la tarde. El otoño coge carrerilla y está a punto de golpearnos con toda su fuerza visual, con maravillosos colores, con días en los que te apetece comer cosas pesadas y con las velas iluminando rincones de tu casa y tú ensimismado observando la danza de las llamas.
Cualquier día de estos se darán las condiciones adecuadas y los bosques se llenarán de setas y todos correremos a pasear por el lugar para verlas, admirarlas y hacerles fotos (unos) y recogerlas para comérselas (otros). El otoño es también el momento en el que miramos hacia ese pequeño ordenador del que depende nuestra calidad de vida y programamos la calefacción para que en los momentos en los que estamos en casa, la temperatura sea agradable. Hasta no hace mucho luchábamos por evitar que la casa se recaliente y ahora la batalla es para perder medio grado, ese que separa una casa acogedora de un frigorífico en el que crees que te estás muriendo. El otoño es también la época en la que más a gustito duermo, sin luz que me moleste y con el golpeteo de la lluvia en las ventanas, un sonido que por alguna razón desconocida me recuerda al del mar que escuchaba cuando vivía en Gran Canaria.
A mí ya se me está poniendo cuerpo de apuntarme a algún curso de patinaje sobre hielo para aprovechar el fresquito e ir a patinar un día a la semana, que ese don natural que tengo para esa actividad hay que explotarlo y quién sabe, igual algún día represento al País OrCanario en unas olimpiadas de invierno