Yo se lo digo y se lo repito a merilléin siempre que la veo: A mí o me miró una tuerta o una gitana me echó una maldición porque es que no paro, me muevo más que la compresa de una coja paraolímpica corriendo la maratón. La semana pasada, además de visitar amigos y hacer mil y casi dos mil cosas, el viernes me quedé trabajando desde mi casa. No solo eso, a las siete en punto estaba conectado a la red de la compañía y enviaba correos a destajo, encarrilaba asuntos y descartaba otros y para cuando mi jefa llegó a la oficina yo había dejado atrás al Correcaminos y le sacaba ya por lo menos doscientos metros de distancia. Este frenesí productivo continuó durante toda la mañana, salpicado solo por instantes de asueto para tomarme un cafelito y chatear con los compañeros de trabajo. A las dos de la tarde ya tenía todo atado y bien atado como decía aquel viejo que salía en los billetes y que seguro que tenía sangre de iReal de los Borborones porque cuando hablaba parecía retrasado. A las dos y media cogía mi mochila, me montaba en la Mili, o quizás era Vanili y cruzaba la ciudad de Utrecht como un relámpago para ir a la estación central. Dejaba mi montura en el aparcamiento vigilado, me compraba un billete y cogía el tren de las y cincuenta y tres para Eindhoven. Una vez dentro del vehículo, busqué un periódico para abanicarme y reducir la temperatura porque tenía un recalentón del quince. Desde la estación me subí a la línea 401 y en un rato llegaba al aeropuerto de Eindhoven, uno que ahora están ampliando porque se ha quedado pequeño para Ryanair, WizzAir y Transavia, tres compañías de esas con las que volar no sale por un huevo y parte del otro. A mi espalda iba mi mochila Forclaz de 40 litros rectificada y que supera los más estrictos controles de Ryanair o cualquier otra aerolínea de vuelos baratos y dentro de ella iba mi nueva Lowepro slingshot 102AW, el iPad, un par de mudas de ropa y un par de boberías más. Igual no lo sabes pero en este aeropuerto pesan todo el equipaje que lleva la gente y si te pasas de los diez kilos que permiten las aerolíneas, te mandan directo al mostrador de facturación y no te dejan pasar. Tampoco puedes entrar si tienes más de un bolso de equipaje de mano, algo que hasta mi madre aprendió a respetar cuando la placaron una de las veces que vino a Holanda pese a que yo se lo había dicho y repetido por pasiva y por activa y hasta por subjuntivo, imperativo e indicativo.
En el control de seguridad vieron algo chungo en mi chaqueta que los mosqueó y repitieron el regado de rayos equis y-griega y zeta a la misma solo para descubrir que era mi cartera, mis llaves y todo lo que llevaba en los bolsillos, ya que en lugar de ponerlos en la cesta me lleno los bolsillos de la chaqueta y gano tiempo. Estaba yo ocupado en esta operación cuando dan un anuncio por megafonía y dicen que mi vuelo a Budapest, capital de Hungría, llevaba dos horas de retraso por demora del vuelo que tenía que llevarnos. Me cagué en mi mala suerte y me senté a esperar. Al instante me llegó un eSeMeSe de Ryanair disculpándose del retraso e incrementando la hora de partida a las dos horas y media. Otro vuelo de WizzAir que iba en la misma dirección acumulaba un retraso de hora y media así que supuse que era algo en el otro aeropuerto. Con dos aviones retrasados y un aeropuerto pequeñito ya que aquí primero se hacen las cosas pequeñas y prácticas y cuando se quedan pequeñas se amplían y no como en los países de gran calidad de vida, que primero se hacen los mil y un aeropuertos y después resulta que no hacen falta, pues con un aeropuerto así tener el culo en una silla era crítico ya que pronto no quedaba un asiento libre. Pasé las dos horas media jugando, navegando, escuchando un audiobook y chateando con los amigos y pasado ese tiempo y con el aeropuerto más vacío aproveché para comerme un bocadillo y cenar algo, ya que tenía claro que no llegaría a tiempo para unirme a mi tío y su esposa e ir a cenar con ellos. Al final nuestro avión salió con tres horas de retraso y esta es la primerísima vez que tengo retraso con Ryanair, compañía que sigue siendo de las más seguras del universo y que todavía no ha tenido un accidente, algo que no pueden decir otras aerolíneas de bandera. También es la única que me ha vendido un billete de ida y vuelta desde Eindhoven a Budapest por cuarenta y dos leuros, incluyendo todas las tasas habidas y por haber, un precio increíble y que te deja una sonrisa en la cara.
El avión todavía estaba corriendo por la pista mientras frenaba y nosotros ya hacíamos lo propio y nos colocábamos delante del lugar en el que aparcaba, actuando de extras y espectadores de los viajeros que llegaban, que al salir nos veían allí, mirándolos y reprochándoles la tardanza. Una pelleja de esas que son más malas que Angela Channing se puso a hacerse fotos en la escalera del avión y la gente lo más suave que la llamó fue puta, aunque predominaban los Orca Gótica e Hija de ZaPatazos. La tripulación limpió el avión mientras le ponían un cuarto de tanque de gasolina y según nos dijeron que se podía subir, batimos todos los récords del mundo y del universo y en menos que canta la Pantoja el marinero de bruces estábamos todos dentro, sentados y esperando el despegue. Cerca de dos horas más tarde sobrevolábamos Budapest y desde el aire se veía la forma sinuosa del Danubio a su paso. Aterrizamos y salí de los primeros, corriendo a la parada de taxi en donde por un precio fijo de como máximo veintiún leuros (o más o menos el equivalente al billete de ida por avión) me llevaron a mi hotel, un EasyHotel, una nueva experiencia en lo del viaje económico. Unos veinticinco minutos más tarde me dejaba el taxista en la puerta y solo me costó veinte leuros, con lo que me ahorré uno. El hotel es como las aerolíneas de bajo costo, todo se paga aparte, pero como yo solo necesitaba posada, es decir, cama y baño, me parecía fantástico y los treinta y un leuros por noche eran de leyenda. La habitación estaba muy bien, limpita y muy nueva. Ese día, al haber llegado casi a las once, opté por no quedar con mi tío y su esposa y lo dejamos para primera hora de la mañana.
Mi plan original era contar el relato de una tacada pero como ha sucedido y sucedió que me enrollé como una persiana de Ikea, lo dejamos para otro día y así puedo perder el tiempo con otras cosillas ??
El relato continúa en Pateando por Budapest