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  • Las Chochas del martes en el club de las 500

    10 de junio de 2008
    Las Chochas del martes

    Las Chochas del martes, originally uploaded by sulaco_rm.

    Uno de los programas de televisión que tengo idealizado en mi memoria se emitía a través de una televisión ilegal, de esas que se multiplicaban por todos lados hace unos años y tenía una audiencia muy pero que muy limitada. Una vez a la semana tenían un programa de vídeos en el que se elegía a la Chocha del martes y la chica salía en la tele emocionadísima por tamaño honor.

    Yo he seguido usando la expresión a lo largo de los años y este grupo de Chochas del martes al que hoy damos la bienvenida al Club de las 500 ya han sido vistos por esta bitácora en la anotación La belleza exterior y en el anuncio del Amsterdam Gay Parade 2007.

  • Saltando un océano en seis horas y media

    9 de junio de 2008

    Los grandes viajes comienzan con la tensión de revisar el equipaje una y otra vez y tratar de descubrir aquello que das por descontado que estás olvidando. Es una batalla contra uno mismo porque en algún lugar de tu cabeza un pequeño pajarito te sopla cosas con una voz muy baja y para cuando lo escuchas ya es muy tarde.

    El día anterior a nuestro viaje ya estábamos con la casa regada de maletas y elegíamos aquello que queríamos. Nos íbamos con lo mínimo imprescindible porque los Estados Unidos es como un inmenso centro comercial de rebajas y saldos, gracias a la crisis y a la desgana de su moneda. Para que mi maleta llevara algo le puse dos abrigos que pensaba tirar y cogí la friolera cantidad de tres pares de calcetines, tres gallumbos y tres camisetas. Todo lo demás tendría que adquirirlo allí.

    Pasaportes, tarjetas de embarque impresas, papeles con la reserva del apartamento, de la New York Pass y demás se apilaban entre mis cosas, junto con cargadores y toda la parafernalia de la cámara.

    Salimos antes de las nueve hacia el aeropuerto, con un taxi que nos llevó a la estación de tren. Ese día estaba previsto la realización de obras en las vías cercanas al aeropuerto y por eso habíamos calculado algo más de tiempo. Tomamos el tren, el cual salió a su hora y nos habían dicho que nos dejaría en Amsterdam Zuid WTC, una parada antes del aeropuerto y allí tendríamos que transbordar a otro tren. Al llegar, salimos el par de cientos de personas que íbamos hacia el mismo destino y según los paneles teníamos que esperar diez minutos. A la hora a la que debía llegar el tren anuncian que lo han cancelado y que el siguiente llegará quince minutos más tarde. Todo el mundo se lo tomó a la tremenda pero yo a estas cosas les veo el lado positivo: por culpa del retraso, me devuelven el dinero de los billetes y hemos hecho un viaje gratis al aeropuerto. Con la alegría de saber que había recuperado el dinerillo esperamos al siguiente tren y di instrucciones precisas a mis padres porque sabía la que se montaría cuando apareciera. Los cinco minutos que nos separaban de la estación subterránea de Schiphol los hicimos en un vagón más lleno que los trenes de la India, con la gente y las maletas mezcladas sin orden ni concierto.

    En el aeropuerto compramos un par de cajas de bombones Leonidas y fuimos a facturar. La gente se apelotona en los primeros mostradores y los últimos están casi vacíos. Gracias a que había llenado todos los datos desde mi casa esta operación no nos tomó mucho tiempo. Los despistados han de dar un montón de información que será usada por las autoridades americanas para detectar a hijosdeputa terroristas islámicos. Aún tuvimos tiempo de pasear por la terraza del aeropuerto y ver los aviones llegando y marchando, una hermosa danza que es vigilada atentamente por unos frikis que equipados con unos monoculares espectaculares apuntan las matrículas de todos los aviones que ven y lo registran todo en sus ordenadores. Supongo que cada loco disfruta con su tema y estos tienen pinta de ser de cuidado.

    Tras el control de pasaportes, cambié algo de dinero en dólares y nos sentamos a tomar un café mientras esperábamos el embarque. Volábamos con Delta, una aerolínea nueva para mi. Además del vuelo sin escalas y del buen precio, los elegí porque prefiero un Boeing 767 a un 747 o un Airbus A340. Estos dos últimos aviones son sencillamente demasiado grandes y terminas en una fila como la de un cine solo que tienes que aguantar ahí un montón de horas. En el 767 teníamos los tres asientos del centro, con salidas a los pasillos por ambos lados, lo cual es perfecto. En este tipo de vuelos, cuando el destino es Estados Unidos, el control de seguridad se pasa junto a la puerta de embarque y a la vez hay también interrogatorios de todo tipo que se centran en esa obsesión que tienen con las baterías de tus aparatos electrónicos y la gentuza que las pueda haber tocado. Tras este rollo ya estábamos listos para entrar en el avión, cargados de equipaje porque Delta te deja llevar dieciocho kilos de equipaje de mano.

    Hicieron un embarque por zonas y así no hay tanto follón. Ya dentro tomamos posesión de nuestros asientos y nos preparamos para un viaje interminable. En realidad las noticias fueron excelentes y gracias al fuerte viento nos comunicaron que llegaríamos en seis horas y media. Salimos con retraso pero la llegada fue en hora. En el aire, el avión se comportó maravillosamente y disfrutamos con la comida, las películas y de cuando en cuando me eché una pequeña siesta. Al ir hacia América desde Europa viajas con el tiempo y llegamos a nuestro destino dos horas después de haber salido, según la hora local. En Nueva York el clima era excelente. Tras salir nos metieron en uno de los sótanos en los que se pasa el control aduanero. No sé por qué en los Estados Unidos siempre hacen esto en sótanos. Eran unas colas enormes y la gente se pone nerviosa con sus formularios en los que siempre te queda la duda de haberla cagado y haber puesto algo mal. Cuando nos tocó la vez, nos hicieron las fotos que engrosarán las bases de datos de posibles terroristas, nos tomaron las huellas dactilares y el hombre nos deseó una buena estancia en el país. Casi estábamos dentro. Solo nos faltaba recoger el equipaje y salir a la calle. Lo primero fue fácil y después buscamos la salida. Un hombre se acerca a nosotros y nos ofrece un taxi para llevarnos a la ciudad. Yo ya sabía que la tarifa para ir del aeropuerto JFK a Manhattan es plana y vale cuarenta y cinco dólares más peajes y propina y me sorprendió que el tipo no estuviera en su taxi. Cuando intentó llevarnos a un aparcamiento me detuve y vi que la parada estaba cerca. Le dijimos que se fuera con viento fresco y nos acercamos al lugar en el que tras diez minutos de espera llegó nuestro taxi amarillo y comenzaron nuestras vacaciones en Nueva York.

    La historia continúa en Dos primeros días para disfrutar con la familia.

  • Las dos semanas pasadas en Distorsiones

    9 de junio de 2008

    Tras la pausa debida a mi viaje a Nueva York, retomamos el resumen y esta vez viene algo más inflado que de costumbre. Estas dos semanas han sido más bien reflexivas, de dejar caer esas líneas de pensamiento que siempre andan por ahí aprovechando alguna foto junto a un pequeño texto. Aún me estoy aclimatando a la vieja y adorable Europa y os aseguro que pienso escribir muchísimo sobre lo visto en los diez días que estuve en América pero hasta que llegue ese momento miremos hacia lo aparecido y no lo que está por venir. Un último anuncio, en un par de semanas estaré en Gran Canaria para las fiestas de San Juán, me bañaré a la medianoche y habrá hoguera tal como manda la tradición.

    Yo no tengo ninguna duda que el Hogar no es donde vives sino donde te comprenden, lo sé porque da igual que esté en Holanda, España, estados Unidos o Italia, en todas partes me siento querido y aunque siempre echas de menos algo de aquí o allá, sigues estando en tu hogar. Al volver de Estados Unidos pasé la noche
    Velando vuestros sueños desde allá arriba y los siguientes días tuve el famoso problema de los 360 minutos de diferencia horaria, esa fatiga causada porque tu cuerpo vive en un sistema horario que no es el que te rodea. Por culpa de este cansancio el resto de la semana lo pasé renqueando y cuando finalmente escribí algo, fue para poner los Puntos y comas para esta pequeña pausa.

    Algo más insubstancial y vulgar fue ¿Arte o esperpento?, una de esas piezas que se venden en algunas tiendas y que uno no sabe muy bien si realmente encontrarán comprador. Desde aquí saltamos a un curilla Limpiando la iglesia, literalmente, algo que no vemos a menudo y este tema de la logística llegó un poco más lejos con Recoge su mierda, guarro, agresivo recordatorio para esos que sacan a sus perros y no tienen ningún tipo de civismo una vez los animales han defecado.

    Terminamos de ver Fotos del Club de las 500, con Setas en formación en el Club de las 500 y Río Moldava desde la Gran Torre en el Club de las 500 y seguimos con unas cuantas fotos de Dublín tomadas en diciembre. Pudimos ver Christ Church Cathedral, Guinness, Old Jameson Distillery, The Chimney, Arcoiris sobre el Trinity College
    Trinity College, Ha?penny Bridge iluminado, The Berkeley Library en el Trinity College y Interior de la St Patrick?s Cathedral. No tengo ni idea de lo que vendrá a continuación, ya se me ocurrirá algo hoy o mañana.

    El cine no podía faltar. Disfruté de lo lindo con la violenta Taken, me reí en What Happens in Vegas?? – Algo pasa en Las Vegas y casi me muero con la mierda de Lo bueno de llorar, una basura que recordaré mucho tiempo. Después tuvimos una nueva comedia romántica llamada Penelope y un curioso experimento bastante entretenido llamado Año Uña.

    Y por último, una nueva receta que se añade a la sección de Cocinillas. Se trata de unas deliciosas Empanadas de hojaldre que se pueden preparar muy fácilmente.

  • Año Uña

    8 de junio de 2008

    Después de una primera experiencia horrible, estábamos temblando por lo que nos podía deparar el festival de cine latinoamericano de Utrecht. Nuestra segunda película era un experimento bastante radical, que navega por océanos a los que difícilmente se les puede considerar de cine. Íbamos a ver Año uña, de Jonás Cuarón. Esperábamos el comienzo abanicándonos y jurando que si la película era mala, nos marchábamos inmediatamente porque con un tostón al día hay más que suficiente y esa era nuestra segunda película. Antes de empezar la proyección, Jonás Cuarón nos introdujo a la misma y casi nos vamos ahí mismo. La historia eran unas miles de fotografías tomadas a lo largo de un periodo de tiempo y reordenadas para crear una historia. ?l mismo reconoció que esto era un experimento.

    Un julay mexicano se encoña de una gringa

    El primer minuto recibes un shock por ver imágenes estáticas y escuchar unas voces que van diciendo lo que pasa en ese momento o lo que piensan los protagonistas de las fotos. Después te olvidas de la falta de movimiento y tu cerebro es el que rellena los espacios y crea la continuidad visual. La historia es simple y al mismo tiempo muy hermosa. Un chico se enamora de una joven americana que se baja a México a practicar su español y en un arranque de locura, se va a Nueva York para pasar un día con ella. Entre medias, tenemos varias historias secundarias que complementan este tema. Los diálogos son en muchas ocasiones hilarantes y la verdad que sales del cine con la sensación de haber visto una muy buena peli.

    Aquí no tenemos complejos efectos especiales, sofisticados giros argumentales o soberbias actuaciones por parte de un sólido grupo de actores y actrices. Solo tenemos imágenes fijas que se van proyectando como diapositivas y las voces por detrás que nos guían a lo largo de la historia.

    No me atrevo a recomendarla a menos que te guste el cine de autor y seas capaz de disfrutar con experimentos extraños.
    8artuditos

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