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  • Tulipán Reality Sucks

    7 de junio de 2007
    Macro gotitas tulipán naranja

    Macro gotitas tulipán naranja, originally uploaded by sulaco_rm.

    Yo veo mi vida como un montón de gotas que al juntarse forman un pequeño río en el que yo navego. Si he de elegir un color que me represente a mí y a la categoría Reality sucks que es el lugar en el que se agrupan esas pequeñas gotitas con información sobre mi, entonces elijo el naranja de este tulipán. Esta foto (o más bien una casi idéntica tomada en el mismo tulipán) es el fondo de escritorio de mi portátil. Me relaja mirar las gotas y siempre busco formas y figuras escondidas en su distribución. Os puedo asegurar que cuando hice la foto fue todo un espectáculo, con un montón de gente mirando como colocaba el equipo y rociaba el tulipán mientras el suegro de mi amigo el Moreno les explicaba a todo el mundo que lo que nosotros hacíamos es casi algo mágico.

    Si estás pensando visitar Holanda para poder ver estas maravillas, tienes más información en la anotación Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda y también puedes ver el Álbum de fotos de tulipanes en el Keukenhof o el Álbum de fotos de Amsterdam

    Technorati Tags: Keukenhof, Tulipanes

  • Planta 33 – capítulo octavo

    6 de junio de 2007

    Si estás siguiendo esta historia desde el principio te puedes saltar este párrafo. Si acabas de descubrir Planta 33 y quieres leerla completa, vete a Planta 33 – Capítulo primero y disfruta con la lectura.

    La parada de la línea B no quedaba muy lejos del hotel. Afuera el viento helado me raspaba la cara como una cuchilla. Con tantos rascacielos las calles parecen túneles de viento que golpean a los peatones y los obligan a buscar refugio. Una mujer llevaba un niño en un cochito, completamente cubierto por una cubierta de plástico. El chiquillo me miró asombrado desde su refugio. Llevaba un gorro de los Yankees de Nueva York y el abrigo lo hacía parecer un muñeco gordo y torpe. Llegué a la boca del metro y bajé las escaleras. La parada de la calle Cuatro es un punto de intersección de líneas y al entrar te encuentras con los torniquetes y el guardia de seguridad. Compré un billete en una de las máquinas. Opté por el pase para una semana porque sale más rentable que los individuales. Crucé y una vez dentro busqué los carteles que me indicaran el camino hacia la línea Q en dirección a Brooklyn. Un grupo de personas corría para llegar al andén, quizás sabedores de los horarios. En una esquina un anciano trataba de entrar en calor metiéndose papeles de periódico dentro del abrigo. Una mujer trató de darle un dólar pero el hombre rechazó indignado la limosna y farfulló algo que no pude entender.

    Al llegar al andén me alejé del borde. Siempre me ha dado miedo estar cerca de las vías, pienso que alguien me empujará y moriré entre golpes de la corriente de alta tensión que alimenta los trenes y los desgarros producidos por este último al chocar conmigo a alta velocidad. Seguro que alguien ha hecho un estudio estadístico y es casi imposible que eso suceda pero prefiero no tentar a la suerte. La gente seguía llegando y se repartían por el andén, unos leyendo el periódico, otros escuchando su música y algunos hablando por teléfono. Una pareja discutía sobre algo y subían el tono de su voz por momentos. La gente que estaba más cerca los miraba con recelo. Ellos no parecían darse cuenta o quizás no les importaba.

    A lo lejos se oían ruidos que fueron aumentando y pronto vimos aparecer un tren por el otro andén. Al detenerse se abrieron las puertas y un río de gente saltó y comenzó a andar con paso ligero hacia las salidas. Algunos se detenían perdidos y eran atropellados por los que llevaban detrás. Un ciego trataba de avanzar usando su bastón y la gente se volvía irritada cuando los golpeaba pero al verlo se apartaban con miradas avergonzadas. Somos así de hipócritas. Si no fuera ciego buscarían bronca pero como el hombre ya hace un gran esfuerzo para valerse por sí mismo, nos tomamos deportivamente el golpe. El bastón del ciego producía un ruido rítmico al golpear en el suelo, similar al de un metrónomo. Cuando acabó de salir la gente del interior del vagón los que esperaban fuera se lanzaron a su interior para conseguir asiento. Los vagones del metro de Nueva York solo tienen asientos en los lados para que haya más espacio para la gente que va de pie. Nadie se fija en los otros y resulta extraño ver a una persona ceder su asiento a un anciano o a una mujer embarazada. En una ciudad tan poblada la gente se mueve en transporte público y parecen no notar la existencia de los otros, o la niegan directamente. Se oyeron unos pitidos y las puertas se cerraron. El metro se marchó tan rápido como había llegado, acelerando y arrastrando su ruido hacia algún otro lugar.

    En menos de un minuto apareció otro tren y este venía a nuestro andén. Tuve suerte y quedé cerca de una puerta. La gente se agolpaba detrás de mí y a mi lado. No salieron muchos y nosotros nos apelotonamos en su interior. La línea B es muy popular porque es una de las líneas expreso, no para en todos lados. Aún así calculé que me tomaría al menos media hora llegar hasta la zona de Conney Island. Un chino dormitaba en uno de los asientos, cayendo sobre la persona que estaba a su lado y despertándose de un brinco cada vez. Se disculpaba y al instante estaba de nuevo dormido.

    Al cruzar el puente de Manhattan atisbé la estatua de la Libertad a lo lejos, entre los hierros del puente. Su antorcha dorada brillaba como un faro. El metro redujo la velocidad al pasar por el puente. Supuse que si van a la velocidad normal igual se desmorona. Todas estas infraestructuras llevan años en funcionamiento y aunque Nueva York es la capital del mundo, no significa que se gasten mucho dinero en mantenimiento. Una vez cruzamos a Brooklyn se fue vaciando poco a poco y en la parada de Prospect Park conseguí un asiento. A mi lado un negro con el pelo rebelde tecleaba algo en un Blackberry. Cuando lo miré pensé primero en la palabra negro pero inmediatamente fue censurada en mi cerebro y sustituida por la expresión persona de color. Me imaginé volviéndome transparente y desapareciendo por la falta de color y me reí en voz baja. El negro me miró entre asombrado y molesto y volvió a concentrarse en la pantalla. Su pelo pedía a gritos no un corta sino una podada. Podía escuchar la música que estaba oyendo porque la llevaba tan alta que escapaba a sus auriculares y me llegaba alta y clara. Era algún tipo de rap, con ese ritmo machacón y esas voces repetitivas que parecen estar diciendo siempre lo mismo. Más adelante el chino seguía durmiendo y ahora solo se despertaba al llegar a las estaciones.

    En una parada llamada Kings Hwy se bajaron casi todos los que quedaban. Cuando las puertas estaban a punto de cerrarse el chino se despertó, miró desorientado hacia afuera buscando los carteles con el nombre del lugar y cuando lo vio saltó de su asiento agarrando la mochila y dirigiéndose hacia la puerta. No le dio tiempo. Golpeó la puerta con rabia pero eso no la abrió. Me miró frustrado y vio mi sonrisa. Se quedó de pie junto a la puerta hasta que llegamos a la siguiente parada. Yo seguí hasta Brighton Beach. Me bajé para transbordar a otra línea. Una sola parada y llegué a Ocean Parkway. Caminé hasta el final de la plataforma y bajé las escaleras para salir. Al final de las mismas pasé de nuevo por un torniquete y respiré el aire de la calle. Saqué un papel de mi bolsillo con las indicaciones para ir al edificio en el que se había quedado Jorge y después de leerlo detenidamente me eché a andar.

    Si quieres seguir leyendo la historia, sigue el enlace hacia Planta 33 – capítulo noveno

    Technorati Tags: Relatos

  • Tulipán Desvaríos

    6 de junio de 2007
    Tulipán amarillo intenso macro

    Tulipán amarillo intenso macro, originally uploaded by sulaco_rm.

    No hay nada más popular en Distorsiones que los Desvaríos, esas maldades surgidas de mi sucia imaginación y si las tenemos que visualizar en un color, solo puede ser un amarillo tan intenso como el de este tulipán. Desde hoy lo conoceremos como el tulipán Desvaríos.

    Si estás pensando visitar Holanda para poder ver estas maravillas, tienes más información en la anotación Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda y también puedes ver el Álbum de fotos de tulipanes en el Keukenhof o el Álbum de fotos de Amsterdam

    Technorati Tags: Keukenhof, Tulipanes

  • Farfullas

    5 de junio de 2007

    La humanidad avanza a trompicones y no sucede muy a menudo que una generación pueda ser testigo de un cambio significativo en ese avance. Nuestros abuelos y los suyos y los de estos otros vivieron en sociedades empantanadas en las que el cambio social no era posible, heredaban usos y costumbres de sus padres y los transmitían a sus hijos. Nuestros padres, ese grupo que creció tras la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, se liberaron de muchísimas ataduras y rompieron con el sistema. No aceptaron sumisos el legado que les venía impuesto y optaron por la revolución. De aquellos lodos surgimos nosotros, frutos de los guateques, parrandas y jolgorios en los que se convirtieron los felices setenta. Por suerte o por desgracia crecimos en un mundo nuevo, distinto, en el que las reglas se escribían día a día y en donde aquello que fue ya no era. Nosotros adoptamos Internet y nuestros descendientes no sabrán vivir sin ella. Solo Dios sabe a donde nos llevarán estos cambios. En esa sociedad en la que crecimos, pulsante y ávida de cambio, antiguas figuras que tenían su relevancia y que ayudaban a mantener la unidad del conjunto vieron como su papel se desmoronaba, como ya no eran necesarias y en silencio se están extinguiendo. Hoy quiero añadir al Hembrario un nuevo grupo, una saga de mujeres legendarias de las que ya no se habla y a las que debemos rendir tributo. Hoy hablaremos de las Farfullas.

    Comencemos por decir que el RAE únicamente reconoce a las Farfullas como personas que hablan balbuciente y de prisa. Por supuesto la palabra solo tiene género femenino. Era impensable el creer que un hombre pueda hablar de esa forma. Sugerirlo sería una ofensa que clamaría al cielo por venganza. En la Isleta, ese paraíso en el que crecí y en donde el saber popular te calaba desde muy pequeño, la palabra farfulla servía para identificar a unas mujeres muy específicas, un pequeñísimo grupo con una misión en la vida. Conviene recordar que cuando éramos niños, cada calle era un barrio, un ente completo con un universo cerrado de personas. Un pequeño grupo de calles formaban la Parroquia, unidos por Dios y la Iglesia, aunque malamente aceptábamos que aquellos extraños con los que teníamos que compartir catequesis fueran de los Nuestros. En la Parroquia se establecía una jerarquía de mujeres al servicio del cura, ese cuervo negro que siempre andaba tramando algo. Su ejército se componía de Beatas y Farfullas. De las primeras ya hablaré algún día porque hay mucho que decir. Las Farfullas eran las mujeres que se encargaban de distribuir la información en el barrio, las que marcaban con su verbo a otras y las acusaban de cosas que no habían cometido. La misión de las farfullas era neutralizar al enemigo, desarmarlo antes que pueda atacar y mantener la fe y la inmoral católica entre los límites de la parroquia. Montaban campañas de infundios contra alguna pobre desgraciada que seguramente lo único que había hecho es no acudir a misa lo suficiente o no atender las necesidades del cura y se ensañaban contra estas mujeres sembrando cizaña. De los labios de las Farfullas surgía la acusación de pelanduscas, ellas eran las que lanzaban esa primera piedra contra las que consideraban sus enemigas. Estaban protegidas por los representantes de Dios en el barrio, que las usaban para controlar a los sujetos rebeldes. las Farfullas se movían con total impunidad señalando con su dedo acusador sin necesidad de recopilar pruebas. Las podías ver en corrillo a la hora de la misa, en la parte de atrás de la iglesia, compartiendo información y fabricando campañas contra aquellas que no eran como ellas.

    Las Farfullas tuvieron su razón de ser durante siglos porque estaba mal visto que fuera el cura quien tirara la primera piedra pero a pesar de ello este necesitaba sus soldados y los encontró en estas mujeres de lengua bífida y afilada que no dudaban en lanzarse contra otras de su misma especie por conseguir un halago del sacerdote, una palabra que las acercara más al cielo en el que creían y en el que toda esa basura del Reino de Dios no se basaba en ser bueno con el prójimo sino en estar a bien con la jerarquía eclesial. No existían los farfullos porque esta tarea les estaba reservada a las mujeres. El hombre trabajaba y se marchaba del barrio para realizar sus tareas mientras que ellas quedaban atrás, manteniendo el nido y criaban a los hijos. Nunca sabremos si realmente fueron necesarias pero sí que podemos afirmar que están desapareciendo, que con la agonía de la cultura de barrio, tanto los curas como las Farfullas han quedado obsoletos, superados por una sociedad en la que la información sobra y está disponible para todos. Si eres joven es muy probable que no las recuerdes, que jamás hayas escuchado a un grupo de mujeres señalando a otra que pasa caminando deprisa por la calle y diciendo en voz baja: esa es una Farfulla y no sabes la suerte que tienes porque de las farfullas nunca se sacó nada bueno.

    Puedes leer más anotaciones relacionadas con esta en el Hembrario

    Technorati Tags: Hembrario, puppy

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