La historia del día que fuimos al festival Pinkpop comenzó en Asesino de mierda, continuó en Dios, mira que eres cabrón y culminó en Pinkpop.
El pequeño momento que narro hoy sucedió durante el concierto pero por lo extraordinario merece un capítulo propio. Fue antes de la actuación de Franz Ferdinand. Avanzábamos desde el escenario 2 al principal y vi que a la izquierda había un enorme biombo que se prolongaba más de cien metros y que de cuando en cuando tenía una entrada. En todos lados decía Pissoir, palabra que imagino significa meadero en francés, holandés, alemán o cualquier otro idioma que no sea el español. Las reservas de líquido en el interior de mi excelso organismo comenzaban a superar las barreras de contención y era cuestión de minutos el que se me antojara mear así que opté por utilizar aquellas instalaciones habilitadas al efecto y echarme una buena meada.
Elegí una puerta aleatoriamente y al pasar me encontré con una valla de obra, de esas que se pueden ver en cualquier ciudad del mundo para proteger a los ciudadanos de zanjas, maquinaria y demás. La valla abarcaba todo el pissoir y tras ella había una gran zanja con césped. La gente estaba meando a través de la valla directamente sobre el césped. A mi izquierda se encontraba un grupo de unos diez tíos meando y a mi derecha estaba vacío durante unos quince metros. Tiré para la derecha que todos conocemos las leyes que regulan el meado en lugares públicos. Me refiero específicamente a la primera ley, la que estipula que NUNCA TE PONGAS A MEAR JUNTO A ALGUIEN SI HAY MÁS SITIOS LIBRE. Solté los botones de mi vaquero Levi’s 501, extraje el pajarito y en cuestión de unos instantes estaba lanzando mi carga sobre la hierba.
Imagino que tendrán que arrancar toda la hierba una vez acaben los conciertos y plantar nueva porque después de tres días de continuas meadas esas plantas deben ser poco menos que radioactivas.
El mear es uno de esos placeres con los que nos equiparon de serie. Es una gozada el sentir ese flujo de líquido abandonando las premisas de nuestro cuerpo y cruzando la frontera que lo separa del exterior. No sé cuanto tiempo estuve allí lanzando mi lluvia dorada pero ya debía haber expulsado más de medio tanque cuando aparecen dos tíos y se vienen para mi lado. Se podrían haber puesto dos o tres metros separados de mí y no pasaría nada, no habría violación de la primera ley pero no lo hicieron. Se pusieron a mi lado o más concretamente uno a cada lado y prácticamente hombro con hombro. Tenían aspecto de moteros con sus tatuajes, sus pantalones de cuero y unas pintas de macarra de plaza de pueblo. Se soltaron los pantalones, se sacaron sus aparatos genitales y se lanzaron a mear en cruzado.
Todas las alarmas sonaron simultáneamente. El alcohol no te permite una reacción instantánea y quizás tuve un retardo de cincuenta milésimas de segundo pero pasamos a Defcon 1 inmediatamente. Aún no había acabado de mear y decidí sobre la marcha que no lo haría. Corté el flujo como buenamente pude, guardé el interfaz de salida y salí de allí por patas.
Menuda experiencia chunga en el jodido pissoir. Aquellos putos julandros no debían venir con buenas intenciones. Me recordaron a las historias que cuentan algunos colegas de los meaderos que ponía (o quizás sigue poniendo) el ayuntamiento de las Palmas en los carnavales. Algún colega entra en ellos y no hay más nadie. Comienza a regar el mundo con su agüita amarilla y en un instante hay un tío a su lado que le agarra el rabo. Del shock se quedan sin saber como reaccionar y cuando quieren hacerlo tienen que controlar primero la meada y acabarla lo que da tiempo a huir al hijoputa toca-pollas.
Los que yo me encontré quizás solo querían hacer la gracia y provocarme algo de stress y si era eso he de decir que lo consiguieron plenamente, o quizás querían agarrármela y mi salida de emergencia les impidió ejecutar la maniobra. Nunca lo sabremos. La próxima vez que esté en un concierto y tenga que usar ese tipo de instalaciones, me llevaré a alguien conmigo que las manadas en este tipo de actos siempre espantan a esos cabrones malnacidos.
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