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  • El extraño viaje – Fangoria

    28 de febrero de 2007

    El extraño viajeHace casi dos años que terminé un proyecto muy especial llamado Arquitectura Efímera. Fue una compilación de pequeños cuentos inspirada en las canciones del disco con el mismo nombre. Personalmente lo considero lo mejor que ha aparecido en esta bitácora y de lectura obligatoria para aquellos a los que da pereza recorrer los viejos archivos. Podéis encontrar el índice de esa colección en la anotación Arquitectura Efímera y os garantizo que os sorprenderá.

    En Octubre salió a la venta El extraño viaje y todos sabemos que para mí el mejor grupo de música español es Fangoria. Pese a lo que muchos puedan creer, esperé pacientemente hasta que mi hermana me regaló el CD+DVD para escucharlo por primera vez, convencido que no me decepcionaría. Así ha sido. Es fantástico, increíble, asombroso. Todo un viaje musical.

    Después de abrirlo, conseguí contenerme lo suficiente para ver primero el DVD. Es una película de dos horas y media de duración en la que nos muestran el proceso de creación de esta obra. Casi todo está grabado por Alaska con una cámara de vídeo normal y editado en un Mac. Siempre había creído que esto de hacer un CD es algo sencillo, que se sientan y en un par de horas tienen una canción y la graban y listo. No podía estar más equivocado. Me fascinó todo el proceso creativo, la existencia de un tema, un motivo, una línea de inspiración, el cómo se fueron juntando las piezas y puliendo hasta que encajaban perfectamente y así fue la forma en la que llegué a El extraño viaje.

    Ya no me queda ninguna duda. Fangoria es el mejor grupo musical español. Están a milenios luz del resto. Este viaje comienza con Fantasmas con el sonido de fondo de un avión despegando. A partir de ahí arranca la canción más lenta del disco, una música dulzona que te envuelve y de la que te enamoras desde el primer instante.

    Continúa con Criticar por criticar, un nuevo clásico en donde creo que por primera vez en un montón de tiempo suenan guitarras en una canción de Fangoria (al menos de una forma tan relevante). Aquí ya cogemos velocidad y no puedes dejar de bailar. El culillo se te mueve aunque no quieras, te apetece girar y girar como una peonza. Así llegamos a Plegarias atendidas en donde la velocidad se vuelve a incrementar y las guitarras siguen marcando la pauta. Es una música fuerte y de nuevo muy pegadiza perfecta para esos días que llego tarde a la estación y he de correr con la bicicleta.

    Como cuarto corte aparece El cementerio de mis sueños, un himno de esos que hay que aprenderse de memoria para poder gritarlos cuando andas borracho por la calle con tus amigos. Es sencillamente perfecta. Le sigue Sin perdón, otra canción pegadiza que bordan. Estoy seguro que esta será uno de los sencillos que saquen. La voz de Alaska se engancha a la música perfectamente y se complementan la una a la otra. Así llegamos al ecuador del disco con A fuerza de vivir, otra canción ?lenta?? en la que nos dejamos llevar por la voz de Alaska y los coros acompañada de Rafa Spunky. La primera vez que la escuché pensé en saltármela pero con el tiempo se ha convertido en una de las canciones que más me han gustado de este disco. Es al mismo tiempo triste y alegre. Hace cosa de un mes me acompañó y me dio ánimos cuando lo necesitaba.

    Como séptimo corte tenemos Si lo sabe Dios que se entere el mundo, un nuevo clásico potente y rápido con una música muy elaborada que da paso a Ni contigo, ni sin ti, una canción más en el estilo anterior de Fangoria y en donde la letra nos narra una historia. Desde aquí la cosa se convierte en una Cuestión de fe, una plegaria despechada a un ritmo endiablado con un cierto sabor ácido.

    El trío final arranca con Las ventajas de olvidar, mi canción favorita de este disco, una canción que mi iPod no se cansa de repetir una y otra vez. Me encanta el despliegue tecno que acompaña la voz de Alaska. Acercándonos al final llegamos a Estés donde estés, en donde volvemos a bailar como locos con otra canción pegadiza y que se presta a mover la cadera. El disco termina con Nada más que añadir, un punto y final elegante y algo más tranquilo.

    Ya llevo dos meses escuchando este disco y no me canso. El contador de mi iPod se sigue incrementando sin parar y sé que hasta dentro de un par de años será la música que escuche casi a diario. Este disco servirá además como inspiración para una nueva tanda de historias, cada una conteniendo trozos de la letra de la canción que le da título. Este es el año de El extraño viaje, el cual os recomiendo encarecidamente.
    gallifantegallifantegallifantegallifantegallifante

    Technorati Tags: el extraño viaje, Fangoria

  • Times Square

    28 de febrero de 2007
    Times Square

    Times Square, originally uploaded by sulaco_rm.

    En el corazón de Manhattan se encuentra Times Square, en la confluencia entre la Séptima Avenida y Broadway. Ese es el Centro del Universo. Hace unos años aquel era un lugar a evitar a menos que buscaras pornografía y sexo fácil pero hoy en día lo han rehabilitado y luce espléndido. Las enormes pantallas te bombardean con anuncios, programas y todo tipo de colores que le dan al lugar un color especial. Está rodeado por los teatros de Broadway donde los grandes musicales viven su Edad de Oro. Si hay un lugar al que tenemos que peregrinar una vez en nuestra vida, es a Times Square.

    Si quieres ver otras fotos del viaje a Nueva York las puedes encontrar en el álbum de fotos de Nueva York y si quieres leer el relato de dicho viaje, comienza en Desde Washington a Nueva York

  • Agotado tras las mini-vacaciones

    27 de febrero de 2007

    Debo ser uno de los pocos que necesita vacaciones cuando vuelve de sus vacaciones. Estoy totalmente agotado. Esto de irse de turismo es muy sufrido. Durante los días previos leyendo y decidiendo lo que ver y hacer en Barcelona además de sacar adelante un montón de trabajo. El día que me marchaba tenía que entregar el portátil del trabajo porque me lo iban a migrar desde el entorno de Philips al de la nueva empresa. He pasado desde el mundo del Code1 al del NP1. Igual hablo sobre eso otro día.

    Por supuesto que habrá un relato del viaje pero no sé si lo escribiré mañana o dejaré pasar unos días. No tengo nada escrito y estoy cansado.

    Hoy hablaba con los amigos por teléfono e intercambiábamos correos. Somos una tribu extraña, un club bastante especial. Al mismo tiempo que yo me dirigía a Barcelona otro de mis colegas llegaba a Nueva York para pasar un fin de semana largo con su novia y por supuesto recibieron instrucciones detalladas sobre lo que visitar y como hacerlo. Un tercer amigo viajaba a Roma y un cuarto se iba a Bélgica con esposa e hijos. El jueves nos sentaremos en un café a tomar una cerveza y contarnos las aventuras que hemos vivido.

    Mientras escribo esto ando transfiriendo las cientos de fotos que he hecho en Barcelona a mi sistema de copias de seguridad. Cuando me compré el disco duro de trescientos gigas pensé que nunca lo llenaría y ahora me da la impresión que se me quedará corto este año, que al ritmo de fotografías que llevo no tardará mucho en decir basta.

    Por lo demás, ya tengo la vista puesta en las próximas vacaciones en Gran Canaria en donde sí que aprovecharé para ir a la playa y pasar ocho horas bajo el sol subtropical y un mes más tarde otra quemada en algún lugar de la meseta Ibérica cercano a Madrid. El 2007 será el año en el que tendré al menos doce momentos de vacaciones, uno por mes y por ahora el plan se desarrolla perfectamente.

    No sé hacia donde vamos pero sí que llegaré a tiempo, dondequiera que sea. Poneos cómodos y disfrutad del viaje.

  • Todo viaje tiene un final

    26 de febrero de 2007

    Si quieres leer el relato del viaje al completo, retrocede hasta Es un mundo muy muy seguro – primera parte

    Después de haberme acompañado durante todo el relato del Big Apple Tour 2006 ha llegado la hora de cerrar el relato con el viaje de vuelta a casa. Hasta que se invente una forma más cómoda de viajar, tendremos que sufrir estos medios de transporte de ganado a los que he terminado por acostumbrarme. La organización logística de este retorno incluía el Metro de Nueva York, un autobús al aeropuerto, un avión a Washington, otro a Amsterdam, un tren a Utrecht y finalmente un autobús a mi casa. Un montón de horas, tantas como dieciocho.

    Comencé bien temprano. Salí del apartamento en Brighton Beach sobre las ocho de la mañana. Mi avión era a las doce de la mañana pero por si acaso siempre prefiero tener algo de tiempo para imprevistos. Hacía bastante frío y yo iba cargado con la mochila de la cámara y su equipo en mi pecho, la macro-mochila que compré el día anterior en la espalda y arrastrando el bolso enorme que había llevado desde Holanda. Casi no paso por los torniquetes de la entrada del metro. Por un instante me invadió el pánico porque creí quedarme allí atorado pero finalmente logré pasar con todo. Cogí un metro casi vacío y me acoplé en un rincón. A esas horas de un domingo no lleva a casi nadie. Los fines de semana no funcionan las líneas exprés así que tardé un poco más porque el dichoso metro paraba en todos lados y con tanta parada le tomó casi cuarenta y cinco minutos llegar al punto en el que tenía que intercambiar a otra línea. Ese segundo metro sí era expreso y me llevó hasta Grand Central Terminal que es el lugar en el que tomaba el Autobús expreso al aeropuerto. En principio tendría que haber cogido el siguiente pero llegué a tiempo y hasta ese momento todo iba sobre ruedas. Compré mi billete, subí y tuvimos que esperar unos cinco minutos a que una pareja se despidiera. Estaban pegados como lapas. Yo ya estaba por sugerir que les tiraran un balde de agua fría para ver si así lográbamos separarlos porque estaban poco menos que follando en la calle. El conductor amenazó con descargar el equipaje del tipo y finalmente se subió. Cerramos y salimos disparado.

    Algo que sorprende de estas guaguas es que son viejísimas y están en un estado deplorable. Uno cree que en la capital del mundo todo es nuevo, reluciente y lujoso pero no es así. Allí también hay carcallas que están a punto de caerse a cachos. En una media hora nos dejaba en la terminal. El tipo pretendía que le diéramos propina por sacar nuestras maletas del porta equipaje. Te la pedía directamente si no veía voluntad propia. Un hombre le dijo que si hubiera puesto la calefacción y no se dedicara a hablar por teléfono mientras conducía quizás lograra más. Yo directamente me hice el sueco y cogí mis cosas, le di la espalda y me marché. A mí nadie me ha dado nunca nada por hacer mi trabajo y no estoy por la labor por ser generoso con un tipo que te obliga a ello. Busqué los mostradores de facturación de United y como ahora no hay personal le pregunté a uno de los que andaban por allí explicando a la gente las cosas si podía facturar en esas máquinas hasta Amsterdam. Me dijo que no y me mandó a la zona de primera clase en donde un empleado me ayudaría. Ya sabéis como son estas cosas, me tocó un señor de aspecto maduro y amanerado con una probabilidad del 600% de ser metrosexual o eso que antes llamábamos mariquita. El hombre me preguntó mi nombre y entabló conversación mientras me asignaba asientos y facturaba mis bolsos. Me explicó que me imprimiría las direcciones de las puertas de embarque por separado porque es muy importante para no perderte, me asignó ventana en ambos aviones en un buen lugar para que descansara cómodamente y me explicó que al llegar al aeropuerto Washington Dulles tendría que coger unos vehículos como salas de espera que te llevan de un lado a otro del aeropuerto y que en los Estados Unidos solo se pueden encontrar en dos, uno en Washington y otro en Tejas, en un aeropuerto con el nombre del padre del presidente actual de los Estados Unidos, un nombre que jamás saldría de su boca porque él no decía palabrotas y esa gente no se merecía ni que dijeran su nombre. me dijo esto sabiendo que yo era europeo y que nosotros los del viejo continente somos gente liberal y bellísimas personas que estamos en contra del clan de los arbustos. El tipo le puso unas etiquetas especiales a mi equipaje para que no se perdiera y para que saliera antes del avión. Todo eso con un par de sonrisas y comentarios amables. Si me bajo la bragueta me pone en Primera Clase y me alivia de algo de equipaje mientras él recibe el primer biberón del día. El tipo fue pura amabilidad. Mi amigo el Rubio se pone nervioso siempre que se topa con una de estas personas. Yo le digo que es cuestión de sonreír y aprovecharse, que si fueras una chocha del martes y te pasa lo mismo con un tío, seguro que ellas no le hacen ascos a esos favoritismos.

    Fui a pasar el control de seguridad y delante mía una familia de Judíos. El hombre con los rizos cutres, el gorro de gitano, los ropajes negros y la mujer también muy folclórica. Llevaban un niño en un carrito y por lo menos cien kilos de equipaje de mano. Sin exagerar, tardaron cinco minutos en pasar el puto control. Pitaban por todos lados, metieron bandeja tras bandeja con cosas, llevaban líquidos para el bebé de todo tipo. Hubo un momento en que pensé que los policías iban a perder la paciencia y arrearle dos hostias al judío para que se dejara de tocar los huevos y lo metiera todo en los rayos equis. El puto friki se quejaba que la leche se podía corromper al pasar por la máquina porque era leche de las tetas de su mujer y eso la hacía poco menos que sagrada. Finalmente tuvo que entrar en razón. Yo crucé como siempre en un plis-plás. Desayuné en una de las cafeterías y me acoplé en la zona donde se pueden usar los portátiles. A la hora de embarque me acerqué a la puerta de salida. ?ramos pocos y el avión bastante pequeño y de una marca rara, ni Boeing ni Airbus, creo que Bombardier o algo parecido.

    El vuelo fue corto y sin incidencias. Al llegar, llamé a mi tío desde la terminal ya que habíamos acordado reunirnos en caso de tener tiempo. Estábamos hablando y acordando el lugar en donde nos veríamos cuando él recibió otra llamada. Tardó un minuto o así y cuando volvimos a hablar me dijo que no podríamos encontrarnos. Lo acababan de llamar de la BBC para avisarle que les tenía que organizar viajes de emergencia a Chile. Acababa de morir el dictador y conocido asesino Pinochet. En las televisiones aún tardaron una media hora en comenzar a dar la noticia. Mi tío se dedicó a ganar dinero gracias a la muerte de esa mala bestia mientras yo buscaba un buzón para echar una carta. El Rubio nunca me manda postal navideña porque dice que yo tampoco lo hago así que este año para joderlo decidí enviarla desde Estados Unidos. la compré, conseguí los sellos y después no conseguí un buzón en donde echarla. En la calle había unos pero no encontré la puta raja por la que se lanza la carta y en el aeropuerto de la Guardia se me olvidó totalmente. Pregunté en información y me dijeron que tendría que salir a la zona de facturación porque allí no había ninguno. Cogí el transbordador ese que te lleva sentado, salí por la zona de recogida de equipajes, me pateé la terminal principal y cuando finalmente encontré la máquina para echar cartas era un trasto con ordenador adjunto y estaba roto. La ranura estaba bloqueada. Estaba bien jodido. Me acerqué a un amable señor de American Airlines que elegí por su elegancia y maneras exageradas y dejé que la química funcionara. Le expliqué mi pequeñísimo problema sonriéndole y le pedí su ayuda. Funcionó. En seguida sacó las plumas como un pavo, empezó a agitar la cabeza como un gallo clueco, a menearse alrededor mío encantado de la vida y me dijo que enviaría mi tarjeta junto con el correo de su compañía y de paso me invitó a un café. Estoy seguro que si elijo a una de las mujeres maduras y amargadas que andan siempre pintándose las uñas y resentidas porque sus maridos ya no se los comen me manda a tomar por saco.

    Después del café volví a pasar el control de seguridad y me gasté los últimos treinta dólares que me quedaban. Me dio para una camiseta de Washington DC para mi sobrina y dos para mí. A esas alturas ya se sabía lo del Pinochet pero a nadie parecía importarle y en las televisiones americanas seguían con sus programaciones habituales, despreciando esa celebridad del tercer mundo.

    El avión iba lleno hasta la bandera. Me empotré en mi asiento y practiqué el desprecio habitual a quien se sienta a mi lado. Yo no hablo con extraños. Punto. Es un concepto que algunos encuentran difícil de asimilar y lo intentan una y otra vez. Gracias a Dios Apple inventó el iPod y me conecto los auriculares desde que veo que tengo una cotorra al lado. Salimos en hora y el piloto dijo que ganaríamos una hora gracias al viento de cola. No pude dormirme y me dediqué a ver películas en mi pantalla. Al llegar a Amsterdam mi maleta no salieron de las primeras, fueron la primera y la segunda. Gracias a esto gané algo de tiempo y tomé el tren antes de lo previsto. El día anterior habían cambiado completamente el sistema ferroviario holandés, con nuevos horarios, rutas y destinos. Obviamente aquello era un caos. El tren salió y se paró en el túnel que abandona el aeropuerto esperando algo o alguien. Estuvimos allí quince minutos y cuando finalmente volvió a arrancar el conductor nos informó que no podríamos ir a más de sesenta kilómetros hora por problemas con la señalización ferroviaria. Todo el tiempo que gané con el avión y la llegada temprana del equipaje lo perdí en el tren hacia Utrecht. Sobre las ocho estaba en la estación dispuesto a coger la guagua. Hora punta, una multitud en la parada y yo cargado como un burro. Tuve que esperar hasta el tercer autobús para conseguir entrar. El sueño comenzaba a hacer mella pero logré controlarme, llegué a casa, largué todo, me di una ducha, me puse ropa limpia y me fui a trabajar y dormí el jet-lag en la oficina. Así concluyó el Big Apple Tour 2006.

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