Siempre me ha fascinado el mimo con el que se cuidan los detalles en los viejos edificios y como hasta el rinconcito más escondido recibe sus gárgolas y sus figuritas que de cuando en cuando alguien mira y disfruta con la visión de lo que ve. Esta foto cierra el ciclo dedicado a la ciudad de Colonia.
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Es un mundo muy muy seguro – segunda parte
Ya has leído el título y has visto que es la segunda parte. Busca el comienzo y léetelo todo desde el principio
Tras este tercer grado aún me quedaba pasar el control de seguridad. Llegué a la máquina de rayos X y me quité todo, saqué el portátil de su funda, puse los zapatos en la cinta, eran mis viejas botas Panama Jack agujereadas que acudían a morir al continente americano, el cinto, la medicina del asma en una bolsa de plástico, la bolsa de la cámara abierta para que puedan admirar las lentes y me preguntaron al menos tres veces si llevaba líquidos. Negué en las tres ocasiones y me ofrecí a hacerles un Goatse y que miren si transporto substancias líquidas en forma de diarrea o algo así porque por lo demás no tenía líquidos en mi posesión. Tardé cinco minutos en reequiparme con toda la artillería y pasé a la sala de espera en donde tras tanto trámite solo estuve media hora. Se me ha olvidado comentar que a la hora de facturar me dijeron que por sobre-venta no tenía asiento disponible. Podía hacer dos cosas. Esperar a que me asignaran un asiento en la sala de embarque, posiblemente en una categoría superior, o pagar setenta y cinco euros y me confirmaban el asiento que ya había pagado y confirmado el día que adquirí el billete. Estaba muy clara la opción. Te esperas, te ahorras la pasta y te suben de categoría. En la sala de espera me llamaron y me dieron mi nueva y flamante tarjeta de embarque con asiento confirmado que era en Economy plus, una coña que se han sacado los de United que tiene más espacio.
Nos subieron al avión por tandas. Estaba hasta la bandera. Primero embarcan los cuatro de primera clase que son recibidos por las azafatas desnudas y ellas proceden a lavarles sus miembros lamiéndoselos. Después entran los de clase Business, alcohólicos conocidos que aún no se han sentado y ya están pidiendo whiskey o similares. Tras ellos íbamos los de Economy Plus y finalmente los de Economy. La verdad que el asiento tenía un montón de centímetros más entre las piernas y el asiento de delante. Por desgracia no tenía pasillo ni ventana y en mi fila todos parecíamos ir viajando solos. Siguiendo las normas habituales de hostilidad que me identifican, me enchufé el iPod e ignoré a ambas compañeras de viaje, a la joven y follable y a la vieja y también follable. Intuía que ambas estaban como locas por hablar pero no es algo que yo haga con desconocidos, que para eso ya tengo una bitácora.
La selección del personal de cabina de United para los vuelos internacionales es muy variada. Mujeres guapas que hablan un montón de idiomas y hombres enormes que seguramente son policías retirados y que han aprovechado esta edad de oro del viaje con terror para conseguir un trabajo como azafato. Se tarda casi una hora en llenar un Boeing 777. No quiero ni pensar como será con el nuevo Airbus 380. Creo que he volado en casi todos los tipos de aviones de Airbus y Boeing y he de decir que mi favorito con gran diferencia es el 777. Es amplio, me gusta la configuración de cabina y dentro no hay mucho ruido. Tanto el Boeing 747 como al Airbus 340 son aviones que no terminan de convencerme.
El pájaro despegó, conectaron el sistema de vídeo con ocho películas entre las que elegir y que por la duración del vuelo te dará tiempo a ver al menos tres de ellas y me desconecté. De cuando en cuando escribí algo en el portátil (las dos historias médicas de la semana pasada y el cuento de la caída de Mundo Perfecto) y vi alguna película a medias. No hubo nada que reseñar durante el vuelo. A medio camino me levanté para ir al baño y mientras esperaba que se vaciara uno me fijé en un detalle que me intriga pero que no preguntaré jamás en el avión porque seguro que me toman por terrorista. Las puertas se supone que se abren tirando de la palanca y digo yo que si cuatro hijosdeputa moros se van a cuatro puertas cuando el avión está a once mil metros y lo hacen, el trasto se descoyunta y allí dentro se monta el Belén. Espero que tengan seguro como las de los coches y no se puedan abrir tan fácilmente pero no quise arriesgarme a preguntarlo.
Al aterrizar en Washington Dulles comienza el procesado de la mercancía. Nos separan en la puerta entre los que están en tránsito y los que han alcanzado el destino final. Los primeros desaparecen y los segundos entramos en una sala que cuando está llena, se cierran las puertas, desciende y se mueve. Este es uno de los dos únicos aeropuertos estadounidenses que tienen este sistema para mover gente en el aeropuerto. Las salas de espera son móviles. Si no te lo avisan te puedes llevar un susto de muerte. Según ellos es más cool porque puedes ver los aviones y demás. Yo personalmente prefiero los sistemas tradicionales de movimiento. En la sala de control de pasaportes hay quince ventanillas para los americanos y cinco para el resto así que las colas son de una hora. Previamente has llenado los formularios en el avión así que allí solo te hacen una foto, te toman huellas dactilares, estampan tu pasaporte y sigues tu camino hacia la recogida de equipajes. Una vez lo tienes, pasamos la aduana y finalmente llegas a los Estados Unidos de América.
Sigue leyendo el relato de este viaje. Salta a Paseando por Washington DC – Primera parte para continuar la historia
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Catedral de Colonia desde el lateral
Al tardar tanto tiempo en construir la catedral, tiene un montón de estilos mezclados y eso se nota según la miras por el frente, por cada uno de sus laterales o por la parte posterior. Esta es una de las fachadas laterales, concretamente la del lado opuesto a la Estación central de trenes, cuando caminas en dirección al ayuntamiento.
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Es un mundo muy muy seguro – primera parte
¿Alguien se acuerda de cómo era volar hace unos pocos años? Comenzamos a olvidarlo pero hace escasamente seis años, uno podía coger un avión sin sentirse sucio y terrorista. Todo cambió cuando una banda de hijos de puta musulmanes decidieron mostrarnos lo inseguro que era el sistema y lo mucho que se basaba en la honestidad de los usuarios. A ellos les debemos agradecer el suplicio que pasamos hoy en día. Yo pondría dinero para que usen de una puta vez todo el armamento nuclear y químico disponible y borrar de este planeta todo rastro de morería e islam. Si me dan el maletín, yo pulsaré el botón sin dudarlo un solo instante. Y si no lo quieren hacer así, Olimpíadas del Murder Death Kill y limpiamos el planeta persiguiéndolos uno a uno y al que más elimine que le den un gran premio. Son un cáncer y con ese tipo de enfermedad solo funcionan las medidas drásticas. Nos volverán a golpear y nuestra educación, nuestro aburguesamiento y nuestra lentitud para tomar decisiones drásticas nos dejará a su merced. Tarde o temprano tendremos que responder de la única forma que ellos pueden entender, aniquilándolos.
Un día de la semana pasada me levanto temprano, cojo mi maleta, voy a la estación de tren en autobús, desde allí tomo un tren que me lleva al aeropuerto (en teoría, en la práctica estaban haciendo obras en las vías y nos llevaron en guagua) y busco mi mostrador de facturación. He de responder a una batería de preguntas enlatadas que me hace la chica que solo tendría que darme mi tarjeta de embarque pero que ahora forma parte de un operativo para asegurarse que no se nos cuela un hijoputa musulmán en el avión. He tenido que llegar al aeropuerto tres horas antes que salga mi vuelo por las nuevas medidas de seguridad. Sólo en la facturación he perdido una hora.
Salgo de allí y me muevo al siguiente escenario, el control de pasaportes. Las colas son de órdago. En la fila que estoy inicialmente hay unos pakistaníes y decido cambiarme, que con esos siempre hay retrasos. Me pongo en la más larga que resulta que también es la que más rápido avanza y al fijarme bien veo que es solo para ciudadanos con pasaporte Europeo. Cruzo el control de pasaportes y entro en la zona segura sin que me miren el equipaje, algo extraño. Jamás había sido así, al menos no hasta principios de Noviembre cuando se impusieron las nuevas reglas para llevar líquidos. Alguien me da una bolsa de plástico para que eche mis botellas y demás productos líquidos que no llevo porque he optado por facturarlo todo. Solo arrastro el maletín con el equipo de la cámara y la bolsa del portátil, una pequeña funda de neopreno del tamaño de mi precioso iBook y con tanto estilo como la máquina que acoge en su interior. Me acerco a una oficina del Abn Amro que hay dentro de la terminal e intento cambiar Euros en dólares. Me informan que no pueden canjear más de doscientos cincuenta dólares por día, que es una limitación nacional impuesta por el gobierno. Todo el mundo sabe que Abn Amro es una mierda de banco y que dejé de ser cliente suyo desde el 2001, tras una pequeña putada que me hicieron no pagando el alquiler de mi casa, el cual estaba organizado automáticamente y viendo que cuando fui a quejarme me dieron a entender que es culpa mía por no comprobar cada día que su sistema de pago automático funciona. Me costó tres años cerrar la cuenta. Yo lo hacía y ellos la volvían a reabrir a los seis meses y me mandaban una carta para que les pagara las comisiones debidas. Volvía a visitarlos y cancelaba la cuenta de nuevo aprovechando para insultar al que me pillaba por delante. Les llevaba los papeles de las cancelaciones anteriores para que no me tomen por loco. Tras esos tres años imagino que asumieron que mi odio hacia ellos es infinito. Volviendo al tema de hoy, asumo que la retardada que me atendió solo ha chupado pollas de analfabetos durante toda su vida y decido no hacerle caso. Me voy a otra oficina de dicho banco que hay en el otro lado del aeropuerto. Antes que alguien pregunte, NO, no hay oficinas de ningún otro banco dentro de la parte segura del aeropuerto porque han comprado la exclusividad. En la otra sucursal una amable empleada y posiblemente intelectual de pro me cambia todo el dinero que quise sin más problemas lo cual me vuelve a demostrar que la selección de personal en muchas empresas se hace bajo la mesa y con lefa de por medio.
Con un puñado de dólares en el bolsillo me acerco a la puerta de embarque. Me recibe Maguila el Gorila, un tío como un armario empotrado de grande que me ataca sin piedad. Escanea mi pasaporte para mandarlo a América, de zorrudo me hace una foto pensándose que no me doy cuenta y me lleva a un aparte para unas preguntas. De la vez anterior ya me conozco el mantra. ¿Ha estado su equipaje bajo su completa supervisión durante todo el tiempo? ¿Cuándo, cómo y dónde hizo su maleta? ¿Ha podido alguien introducir algo en su maleta? ¿Hay algo peligroso en ella? ¿Tiene aparatos electrónicos con batería? ¿Cuándo compró sus aparatos? ¿Tienen más de un año? ¿Ha habido alguna posibilidad que alguien toque, altere, manipule o reemplace la batería de cualquiera de sus aparatos? ¿Hace su cámara fotos bonitas? ¿en Color o en Blanco y Negro? mientras dormía, ¿ha podido alguien manipular, alterar o reemplazar las baterías de sus aparatos electrónicos? ¿Es usted o ha sido en algún momento de su vida un terrorista? ¿Sospecha que alguien ha podido manipular su equipaje y posiblemente reemplazar, alterar o manipular las baterías de más de un año que tienen sus equipos ¿y sus zapatos? … cansa responder tanta pregunta sobre el mismo tema pero imagino que están pensadas para que te traiciones a tí mismo y a la raza, algo que no sucederá con un Príncipe de la Blogosfera como yo. Una vez el hombre quedó satisfecho me atacó con una segunda tanda referida al lugar en el que me hospedaba que respondí satisfactoriamente y me dejó seguir. Una vez decide que no eres un terrorista se obsesiona con la idea de que quieras transformarte en inmigrante ilegal y por eso estaba tan interesado en conocer donde trabajo, quien es mi jefe, si estoy contento y demás.
Esto se ha alargado demasiado así que he optado por dividirlo en dos bloques y el relato continuará en Es un mundo muy muy seguro – segunda parte