De mi visita de ayer al Keukenhof me quedo con este nuevo fondo de escritorio para mis PCs. La foto es brutal. Color y alegría de primavera para mi ventana al mundo cibernético. La puedes descargar en el tamaño adecuado aquí
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Diplomado en Cosmetología
Yo no dejo de sorprenderme en mis visitas a España con las cosas que veo por las calles. No sé como hay tanta bitácora sosa y aburrida habiendo tanta barbaridad en las calles. No hay más que mirar alrededor y uno se encuentra de todo. El tema de hoy lo tengo pendiente desde hace casi dos años. El cartel de la foto está cerca de la catedral de Las Palmas y desde que lo vi supe que allí había tomate. Hace cerca de un año le hice la primera foto usando la cámara del móvil y cuando la miré la foto era una puta mierda. Es lo que tienen las cámaras de los teléfonos, que no sirven para absolutamente nada. Si tratas de ver los engendros que producen fuera de la pantalla del telefonino te llevas unos disgustos de cuidado.
En navidades intenté en dos ocasiones hacer la foto pero siempre se me olvidaba la cámara o pasar por aquel lugar. Finalmente estas vacaciones quedé con unos amigos para almorzar en la zona de Triana y después de aparcar el coche y pasear por la zona volví a tropezar con el cartel y tuve la suerte de llevar encima la nueva cámara, la pequeña que me permite atrapar estas joyitas.
Por alguna razón este cartel siempre me ha traído a la memoria imágenes de galaxias lejanas, estrellas naciendo en el frío y vasto vacío del espacio arropadas por nubes de polvo galáctico que las miman en sus primeros pasos y estrellas fugaces corriendo al encuentro de soles en los que acabarán su ciclo de la vida. Un diplomado en cosmetología me suena a una persona que peina las colas de los cometas tratando de desentrañar los misterios de la vida y desempolvar ancestrales teorías que moverán a la humanidad hacia un nivel superior. Imagino a estos genios en lugares elevados alzando sus ojos hacia el cielo y anotando en cuadernillos gastados por el tiempo todo aquello que observan y que puede ser relevante. Ser un diplomado en cosmetología debe ser algo muy especial y a lo que solo tienen acceso unos pocos elegidos que posiblemente lleguen a conseguir ese título tras años de aprendizaje siguiendo y escuchando a un antiguo maestro que les transfiere su conocimiento después de comprobar que cumplen mil millones de requisitos ….
… Hasta aquí el sueño. La realidad …..
Es que el diplomado en cosmetología es un julandrón que pasó su infancia sentado frente al tocador de su madre aprendiéndolo todo y que ahora, en su madurez, pasa las horas muertas en la sección de cosmética del Merkadona arrobado con tanto producto biogenético. Esta es una gran profesión para hombres que dejan huella, esa marca enorme cuando se levantan de una silla y allí queda la mancha de aceite. Un diplomado en cosmetología es el mejor amigo de esas lobas ordinarias que matan las tardes en su local recibiendo consejos para mejorar sus ritos atávicos y deslumbrar a sus coyotes con esos maquillajes a medio camino entre la payasada y el mamarrachismo. Cualquier chocha que se precie atenderá a los consejos de semejante experto y los implementará porque así mejorará sus capacidad pesquera. El hombre les colocará cosméticos de la marca Wo-Man que se promocionan con esa lapidaria frase que dice: para la mujer fuerte que todos llevamos dentro.
Así que en lugar de mirar las estrellas, el colega está estrellado, o quizás más bien es mismamente una estrellona rutilante con más peligro que un caramelo en la puerta de un colegio.
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Tulipán -A- en el club de las 500
Seguimos aceptando tulipanes en el club de las 500. Hoy damos la bienvenida al tulipán conocido como Tulipán -A- en honor de uno de los comentaristas más antiguos y con más solera en esta bitácora. Hace tiempo que no da señales de vida pero como siempre, tarde o temprano volverá a aparecer y después de un tiempo retornará a su anonimato.
Este tulipán marca también el día en el que visitó el Keukenhof este año.
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Pollates
En esta última visita a España hubo algo que me llamó mucho la atención. Casi todas mis amigas hablaban de lo mismo, la panacea que las iba a salvar del declive y el ocaso y las pondría como rosas de mármol, de belleza perenne en el tiempo y en el espacio. La solución mágica e infalible es el nuevo método que hace furor: el método Pollates. Las calles estaban llenas de locales publicitando dicho sistema. Ya casi no quedan gimnasios para metrosexuales marikitas de mierda. Los que han logrado salvarse mantienen su carga de machos, machitos y machotes que restriegan sus músculos contra aparatos con aspecto de falos y se hacen los hombretones mientras se quedan ciegos en las duchas mirando los pollones ajenos. Las hembras ya han dejado de acudir a esos antros del julandrismo y se han apresurado a jurar lealtad a su nuevo credo.
Ellas si quieren ser fashion se apuntan a clases de Pollates y para satisfacer la demanda han surgido mil millones de academias de dicho método por doquier. Cerca de la calle Juan XXIII conté hasta tres locales. La pauta es siempre la misma. Gran escaparate en la puerta y decoración a medio camino entre el minimalismo, el japonesismo y la ordinariez hortera característica del pollardón que ha hecho la decoración. Lo más habitual es poner una mesa con un ordenador acompañado de putilla y en un rincón tirar unas cuantas piedritas para que parezca japoné. El mal gusto es tan evidente que ni me detendré a criticarlo. También es muy normal el poner un biombo, también japoné para separar esa zona del resto del local y darle un toque oriental. Todo esto se ambienta con hilo musical de vírgenes japonesas gimiendo de dolor por haberse metido los tampones por el culo. Les falta poner uniforme a la secretaria y que chupe un chupa-chups y aquello satisfaría la más básica de mis fantasías sexuales.
O no, porque en el método Pollates aún no hay muchos machos. Van las hembras únicamente y ahora explicaré la razón. Se juntan en grupos pequeños para trabajar mejor, o eso dicen en casa. Nunca van a la misma hora que las amigas, ni siquiera lo intentan. De hecho se suelen decir sus horarios en caso de compartir local de Pollates para que la otra elija uno distinto. Ya sé que parece increíble pero es así.
¿Qué hacen en el método Pollates? ¿Aún no sabes la respuesta? Varias veces por semana ves como tu compañera sentimental, novia, esposa o hembra con derecho a roce sale para dicho centro y sigues sin conocer la verdad. Eres un pobre desgraciado. Lo que allí buscan es algo que ya se ha dicho aquí.
Cuando están dentro, en la clase, con el profesor, porque siempre, siempre, siempre se trata de un profesor y se cierra la puerta comienza aquello que menos habías imaginado. No es yoga, no es gimnasia, no es nada de lo que te puedan haber dicho para convencerte de las virtudes de dicho método. ¿Por qué crees que vale tan caro? ¿Por qué crees que te camelan y seducen para que lo consientas? allí obtienen sexo, puro y duro, sobre todo duro. ¿Entiendes ahora por qué las clases son siempre reducidas? no se puede satisfacer a veinte o treinta hembras a la vez durante una hora, por eso se juntan en grupitos de cuatro o cinco y el macho ataviado con el uniforme ritual se las ventila durante el tiempo que han pagado, el gigoló porque ese es el término más apropiado para referirnos a los profesores de Pollates.
Esta es la forma que han elegido las hembras de nuestro tiempo para acondicionar su cuerpo, para unificar la filosofía del ejercicio occidental centrado en la física muscular con la filosofía del ejercicio oriental centrada en el control corporal y los fluidos. O dicho de otra forma, para pagar por follar sin que parezca algo sucio e indigno. Este es el advenimiento de los nuevos tiempos, de nuevas y creativas formas de disfrazar aquello que queremos para que la sociedad no nos lo reproche. Por eso ahora las hembras andan como locas con este método y no dejan de alabar las virtudes del mismo, aunque uno las mira y las remira y las ve igual que unos meses atrás, salvo por la tersura del cutis y la alegría macarena que parece rodearlas. Están obteniendo aquello que no encuentran en sus casas por incomunicación y que han tenido que buscar en antros que no despierten los típicos recelos del macho apoltronado en casa frente a la tele.
¿Conoces a alguna que practique el método Pollates? Haz un interrogatorio en condiciones, síguela y verás que todo lo dicho aquí es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. He dicho.
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