Es en este pequeño rincón del infraespacio en el que se descubren las grandes verdades de la vida y se dicen las cosas de forma tan críptica como nos permite nuestro limitado conocimiento porque ya se dijo que la verdad nos hace esclavos y uno es feliz en su ignorancia que tanta libertad me da.
Dicho esto y con ánimo de ofender hoy tocamos uno de esos temas en los que todo el mundo tiene su opinión aunque solo los asiduos dejarán sus comentarios, los cuales agradezco de antemano ya que no hay nada más triste que leer ese mensaje de Todos callados como putas al final de cada anotación que ha pasado sin pena ni gloria.
A lo largo de nuestras vidas conocemos gente y nos relacionamos con otros semejantes y de la interacción y el roce uno aprende y se curte. Los Mammoni que nombro en esta anotación no son los niños de mamá sino otros más peligrosos. Todos sabemos quienes son y de alguna manera los protegemos sin señalarlos por la calle. Los Mammoni son esos cabroncillos que dicen ser amigos de uno y que se aprovechan a la mínima oportunidad de nosotros sin escrúpulo alguno. Ejemplos de estos bichejos los hay por miles y seguro que todos pueden dar dos pasos al frente y contarlos. Algunos de los que yo he tenido el gusto y placer de sufrir y que recuerdo con saña y odio son como aquel Mammoni que se viene a cenar con los colegas y cuando estamos a punto de terminar la cena pide el solomillo más caro del menú para llevar a su hembra con derecho a fornicación y a la hora de pagar divide la cuenta y todos pagamos el puto filete del cabrón de mierda y la guarra que se pule, o aquel otro Mammoni que tras tres meses fuera del país con uno yendo cada quince días a su casa para recoger y ordenar el correo y comprobando que todo está bien, te invita al volver a cenar y cuando llega al restaurante de los caros que ha elegido él mismo te dice que se le ha olvidado la cartera y que pagues tú y después de sablearte una cena de escándalo te pide que le hagas una compra en el super porque no tiene tiempo de volver en otro momento y cuando te quejas porque está siendo un Mammoni de cuidado el mamón te empeta que sólo hablas de dinero y que no tienes en cuenta la amistad. También recuerdo ese Mammoni que organiza una cena de colegas en un restaurante en el que por lo que se ve tiene cuenta y cuando llega la hora de pagar cuela su cuenta y todos terminamos poniendo dinero para que salde la deuda con el local y encima el muy Mammoni no deja ni un puto duro de propina. Un último ejemplo podría ser ese Mammoni al que aceptas en tu casa hasta que encuentre piso y el hijoputa se pega un mes parasitándote, haciendo que tú pagues la compra, laves la ropa y la planches y cuando estás hasta los huevos y le dices que se vaya se hace el inocente y le dice a todo el mundo lo mucho que aportó, las compras que hizo y como después de una dura jornada de trabajo hacía además las tareas de tu hogar y el último día te enteras que su compañía le ha dado el dinero que se ahorró en hoteles y el Mammoni se lo tenía callado. Así son los Mammoni.
Cualquiera no puede ser un Mammoni . Se tienen que dar ciertas circunstancias. Para que la cosa funcione tiene que estar a tu mismo nivel o en uno superior. Si estamos hablando de estudiantes, el Mammoni es el que siempre se escaquea a la hora de pagar aunque come por cuatro y bebe por ocho. Es el que impone su criterio sobre el lugar al que acudir y después escurre el bulto cuando llega la cuenta. El Mammoni es el que escucha tus lamentos amorosos y dice comprenderte y media hora más tarde está pisando el césped que tú quieres cultivar y usa tus propias armas para conquistar ese conejito que tanto anhelabas. Son alimañas que hacen pequeñas maldades y que por alguna razón siempre perdonamos y seguimos pagando comidas, seguimos invitando a copas y seguimos contándoles nuestras penas a sabiendas que usarán esa misma información contra nosotros. Ese es el gran éxito de los mammoni, la reincidencia. Los toleramos y alentamos su comportamiento al no castigarlos.
La foto que encabeza esta anotación descubre el lugar en el que se reúnen estos malnacidos, la academia en la que se forman y donde reciben sugerencias para optimizar sus maldades y engrandecer su vil arte. Ahora se asocian y mejoran su rendimiento siguiendo sofisticadas técnicas. Son un gremio parasitario que abusa de conceptos tan sagrados como el de la amistad. Tenemos que comenzar a marcarlos y descubrir su juego. Tenemos que luchar contra ellos y forzarlos a abandonar su malsano comportamiento. Por cada uno de nosotros existe un Mammoni, son como nuestro alter ego, una versión maligna que hay que neutralizar. Buscadlos en el trabajo, en la pandilla, en clase, en casa o en el coche. Están por todos lados y cuanto antes comencemos antes terminaremos el trabajo. Nuestras vidas serán mejores cuando los perdamos de vista.
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