Una de las fotos más típicas en Gante es la de las tres torres vistas desde el puente de San Miguel. La foto la hice desde un barco y por culpa de unas obras en la calle la tuve que recortar para que no se vean esas preciosas vallas que señalizan el peligro.
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Bostas
Hace poco hablábamos de las potrancas y mencionaba que es muy importante no confundirlas con las Bostas. Algunos elucubraron sobre este grupo que comparte algunas de las características de las potrancas pero que también tiene sus diferencias. A las fotos me remito. Como se suele decir, una imagen vale más que mil petardas.
Una bosta es una mujer que ha decidido voluntariamente llevar su cuerpo a las fronteras de la realidad y forzarlo hasta límites que rozan las fronteras de lo insondable. Para alcanzar ese estado engullen tanta pitanza como pueden y aún más. Son agujeros negros del comer. Si se fijan en la de la primera foto no es que esté sentada, es que está empotrada en la silla. Se encajó ahí y la única forma de sacarla fue reventando la silla con una cizalla. En las dos horas que estuvimos sentados en aquel lugar la hijaputa se jincó tres platos de montaditos sin que le sudara ni una pestaña. Las tres asistentes que la acompañaban traían más y más comida y ella seguía comiendo y comiendo y comiendo sin parar. Jamás en la vida presencié un festín como aquel. La tía era como una morsa, una máquina de procesamiento que no detiene en ningún momento sus dientes para masticar lo que le echen.
En la segunda foto podéis ver una bosta con sus formas características. La deformación del cuerpo es completa. Las tetas se repliegan o los michelines avanzan hasta ponerse a la par de los pezones. Las potrancas son seres vivarachos y que vivan con alegría su obesidad mientras que las bostas se mueven despacio casi con desgana y no dan señales de vida. Ellas no buscan hacerse notar aunque dado su extremo volumen siempre son blanco de las miradas ajenas. Una bosta no se ve espléndida ni fantástica, es consciente de lo anómalo de su estado y esa ansiedad la fuerza a seguir comiendo más para incrementar su volumen.
Las bostas siempre se mueven con un grupo de parásitos a su alrededor. Generalmente son tías feas. Estas tiparracas gritan y tratan de llamar la atención lo más posible ya que basan su estrategia de éxito en ser vistas junto a las bostas para que algún macho despistado muerda el anzuelo y sea capturado. Las bostas en ocasiones se lo ponen fácil porque les encanta vestirse con licras de colores luminosos que se agarran a los michelines y remarcan sus formas terroríficas. No me fue posible conseguir una foto con el uniforme oficial porque en el centro comercial en el que me encontraban practican una rigurosa selección de los clientes y con la excusa de querer proteger la estructura del edificio se les impide la entrada sistemáticamente a aquellas que parecen anuncios luminosos.
No es raro encontrar una bosta con un chichón agarrado del brazo. Estos coyotes caen en sus redes estando borrachos y al despertar se encuentran que las bostas no los sueltan y ya no podrán huir mientras vivan. Se volverán unos amargados y tendrán que ingerir estupefacientes para consumar el acto. Los hijos que surjan de estas uniones pertenecen a una nueva especie de la que aún se están recabando datos pero que promete cambiar nuestra percepción del mundo.
Si os cruzáis con una bosta rendidle pleitesía y pensad que el universo se hizo usando la regla del equilibrio y por cada diez anoréxicas y bulímicas existirá una bosta.
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Vista desde el río
Comencemos una nueva serie de fotos sobre un lugar. En este caso se trata de la ciudad belga de Gante, o Gent como la nombran ellos. Está situada al norte del país, a medio camino entre Bruselas y Brujas. La ciudad está situada en el cruce de dos ríos y arrastra siglos y siglos de historia.
Te puedes perder por sus viejas calles y disfrutar con una arquitectura única, unas iglesias esplendorosas y unos rincones entrañables, todo ello regado con las excelentes cervezas belgas.
Hoy nos quedamos con una vista desde el río tomada en octubre al atardecer con el agua reflejando los edificios y un cielo azul.
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Entre bajo su propio riesgo
Ya he comentado anteriormente que después de la reorganización en mi empresa comenzaron a aparecer problemas para los que no se encontraba solución. En la lotería de los despidos ganó uno al que todos consideraban inútil, un hombre sin estudios, sin educación y sin nada que se sepa que se pasaba el día recorriendo los edificios y haciendo como que hacía algo, o eso creíamos todos. Resultó que ese tipo es el que cambia los tubos de fluorescente rotos, el que mantiene los baños operativos y quien se encargaba de esas pequeñas obras que hacen que la maquinaria siga funcionando. Era el Manitas de la empresa y tras su despido todo comenzó a ir mal. Se nota que al reorganizar de lo que se trata es de alcanzar el número de personas deseado y no se mira más nada, porque entre gerentes no tocaron a ninguno y yo puedo señalar al menos diez a los que pondría en la puta calle ya mismo y nos ahorraríamos un huevo de pasta con esos gandules.
Volviendo al Manitas, un par de semanas después de su despido se notaban cosas raras, como fluorescentes parpadeando alocadamente, persianas que amenazaban con caerse y similares. En uno de los baños se cayó el dispensador de papel para secarse las manos y en el baño de la foto una combinación de desgraciadas circunstancias lo han transformado prácticamente en zona de guerra. Nuestros baños son de penúltima generación, lugares en los que la tecnología más avanzada se ha usado para hacer la visita al excusado más agradable. Hay sensores de todo tipo (aunque yo siempre he pensado que son Webcams con las que transmiten al mundo). Tanto sensor al parecer chupa baterías y por aquello de los estudios universitarios y demás, esos años de nuestra vida en los que nos lo pasamos de puta madre sin aprender absolutamente nada y en los que a poco que te descuides te vez en medio de una discusión metafísica sobre el sexo de los ángeles, pues nadie sabe como coño abrir el grifo del lavamanos para cambiar la pila del sensor que hace que el mismo proporcione agua cuando pones las manos debajo. Sucedió lentamente y poco a poco fuimos perdiendo lavamanos por todo el edificio. En otros lugares se cayeron también los aparatos de papel, se fundieron luces y finalmente un urinario dejó de funcionar, por decirlo de una forma suave. Como nadie tiene ni puta idea sobre lo que hacer uno con dos neuronas operativas agarró un plástico grande y envolvió completamente el urinario con el mismo. Al menos de esa forma no nos mataba el mal olor. El problema es que hay otro sensor en los urinarios que detecta que has dejado de mear y activa la cisterna. Dicho sensor consume también baterías y una vez se gasta, no hay más cisterna. Imaginad lo que sucede cuando ese agüita amarilla permanece allí durante días. El pestazo es terrible.
El casco está en la puerta de ese baño. También en los retretes hay un sistema automático y una mañana pasó lo mismo con un retrete. Alguien se echó la jiñada del milenio, posiblemente un vegetariano por el tufo de la misma, y cuando se levantó para marcharse la cisterna no se activó. Preocupado se sentó y levantó varias veces pero nada pasaba. Supongo que al hombre lo cubrieron nubes de bochorno al pensar en avisar del problema, así que se hizo el lolailo, esperó a que el baño estuviera vacío y se marchó. Lo descubrieron un par de días más tarde cuando el olor era insoportable. Las de la limpieza, unas turcas listas como gatos, cuando ven que algo así sucede se hacen las locas y ni se plantean el limpiarlo. Tras este primer retrete vino un segundo y un tercero. En la máquina de café ya no se hablaba de otra cosa. Había que solucionar el problema de alguna forma y al final lo que se ha hecho es contratar una empresa de mantenimiento que nos cuesta cinco veces más que aquel pobre hombre y que nos manda a ese señor dos veces por semana para que se encargue de esos pequeños grandes problemas.