El sábado me pasé la mañana tocándome los huevos en la cama, o sea sin dar un palo al agua, navegando con el portátil y revolcándome en ese tálamo de puro lujo que tengo. Cuando por fin hice un esfuerzo y me levanté me fui al centro a comprarme unas papas fritas de esas que NO hay en ningún otro lugar del mundo que no sea Holanda y el norte de Bélgica y aproveché para comprar velas y otras cosillas para mi casa. Cuando volví me planteé el ir al supermercado en bici y al ir a coger la Macarena me encontré conque tenía la rueda trasera pinchada. Es la segunda vez que le sucede a esta pobre desde que me mudé a Utrecht. Imagino que el esfuerzo de hacer todos los días unos diez kilómetros la tiene agobiada. La pobre se comporta como una campeona.
Como por suerte tengo una gloriosa Trinidad de bicicletas, la Voladora ocupó su lugar y pude hacer las compras sin problemas. Un día de estos tengo que poner una foto de la Voladora por aquí, ya que la Macarena y la Poderosa ya han salido. La Voladora es una bicicleta muy especial porque a lomos de su volante tuve la oportunidad de vivir mi primera experiencia extraterrestre. Cuando mi amigo el holandés me la regaló se me saltaban las lágrimas de la emoción. La pobre no está muy fina pero la cuidaremos con cariño todos los años que haga falta.
Tras volver del supermercado decidí no posponer el trabajo y reparar el pinchazo de la Macarena. Afuera teníamos unos saludables dos grados sobre cero. Me he pasado el invierno leyendo los lamentos de un coleguita que siempre dice cuanto añora el invierno, el frío, la lluvia, la bruma matutina y todo eso. Pese a vivir en un paraíso hace poco se quejaba del frío que asolaba aquella tierra y de lo mucho que deseaba que volvieran la luz y el calor. La verdad que se me retuercen las tripas cuando lo pienso. Yo para poder reparar la bici me tuve que poner un polar H100 sobre la camiseta y salir así al jardín. Podría haberlo hecho con la chaqueta de invierno pero es muy aparatosa y te quita movilidad y por descontado, olvidaos de los guantes.
Salí de esta guisa y quité la cubierta de la rueda, saqué la cámara y busqué el pinchazo. Lo he dicho en dieciocho palabras pero eso fue una tarea de un par de minutos a dos grados de temperatura. Se me helaron las manos casi al momento y dejé de sentir los dedos salvo por un dolor intenso que me llegaba de los mismos. Entré en mi casa y volví a salir con un balde de agua caliente para meter allí las manos y calentarlas. Tardé en total unos diez minutos en reparar el pinchazo (aún estoy lejos de los cinco minutos que emplean algunos de mis compañeros del trabajo) y durante ese tiempo tuve que meter las manos en el agua prácticamente cada minuto porque del dolor no las podía usar. Cuando terminé volví a entrar en mi casa, me fui al calentador más cercano y puse las manos allí hasta que la sangre volvió a correr por ellas con alegría.
Al día siguiente me pasé por la caseta del jardín y comprobé que la rueda seguía con aire y buen aspecto. Hoy he ido y vuelto al trabajo sin problemas así que el dolor y el sufrimiento mereció la pena y solo espero que el próximo pinchazo me pille en primavera o verano que esto de hacer tareas mecánicas en la calle cerca del punto de congelación no me gusta nada. Y hablando del viaje al trabajo del día de hoy, cuando llegué a Hilversum esta mañana había algún problema con los trenes y una parada antes nos anunciaron que el tren se detendría durante veinte minutos. La parada en la que se detuvo el tren es Hilversum Sportpark, lugar en el que se encuentra la sede corporativa de Nique para Europa. Como desde allí a la oficina se puede ir en unos diez minutos me bajé y me eché a pedalear. Nada más salir del tren entró un viento glaciar y comenzó a llover agua-nieve en horizontal. No hay forma de salvarte de este tipo de lluvia ya que te da en la cara y no la puedes esquivar ni con paraguas ni con nada. A las ocho y media de la mañana tener agua a cero grados golpeándote el cutis es algo sanísimo. Las micro gotas de agua te abofetean heladas y sientes las putas diminutas pelotitas de hielo dándote en la cara y te dejan el cutis más cortado que la leche de las ubres de la Veneno. De nuevo me acordé de las quejas de la gente de las Canarias sobre el invierno que están padeciendo y pensé en como cambiaría sin dudarlo su clima por el que nosotros estamos padeciendo.
Por la tarde volvía a casa con todo el equipamiento de plástico para protegerme de esa persistente lluvia que ha seguido durante todo el día. Mañana será otro día o como dirían los holandeses: Morgen weer een dag!