Vivir en un mundo propio alejado de la realidad tiene sus cosillas. Yo cruzo la frontera que separa mi florido universo de la realidad todos los días varias veces y aunque lo intento, a veces me llevo cosas de un lado hacia el otro. También sucede que voluntariamente empujo algo hacia el mundo real y lo impongo en éste. Son chorradas incomprensibles que me vienen a la cabeza o que escucho por algún lugar y que sin motivo aparente comienzo a usar repetitivamente. Pasado un tiempo la gente que me rodea las repite sin darse cuenta. Sería el equivalente de los famosos memes pero en versión pachanguera.
Una de esas paranoias innovadoras la adquirí en Sudáfrica. Los zulúes jamás hablan con otra persona o comienzan ningún tipo de comunicación sin un protocolo de cortesía básico. Mientras estaba trabajando allí lo refiné y lo adapté. Los hindúes en Omán también ejecutaban un ritual similar, aunque con algunas diferencias. Ahora cuando estoy en el trabajo y voy a hablar con alguien la conversación suele comenzar de la siguiente manera: Buenos días/tardes Señor, ¿cómo está usted y su familia? al principio la gente se quedaba en estado de shock pero poco a poco fueron entrando en vereda y ahora te responden siguiendo más o menos el siguiente formato: Buenos días/tardes, estoy bien y mi familia también está bien, gracias. ¿Y usted y su familia? a lo que yo respondo: Yo también estoy bien y lo mismo sucede con mi familia, gracias por preguntar. Tras este intercambio hemos creado un sólido canal de comunicación y podemos tratar el asunto que tengamos entre manos. Este sistema también funciona perfectamente con llamadas por teléfono.Después de unas cuantas veces mis compañeros comenzaron a considerarlo la forma natural de tratar y a usarlo entre ellos. Ahora vamos todos por la oficina saludándonos y preguntando por los nuestros. Algunos de los que llaman de otros países al principio se quedaban descolocados pero ahora le han cogido el tranquillo y todos lo practican. La gente que jamás ha estado expuesta a semejantes niveles de educación se quedan asombrados al oírnos hablar y suelen terminar con una sonrisa en la boca. Tras unas cuantas veces se adaptan y ya todo va bien.
La otra manía es más exótica y se popularizó aún más rápidamente por toda la oficina. Surgió después de volver a ver por la tele la película de Miss Congeniality esa en la que Sandra Bullock se ha de presentar a un concurso de belleza. Cuando en dicho concurso las chicas debían salir al escenario a hablar todas pedían lo mismo: World peace – Paz mundial. Yo ahora cuando voy a algún sitio en el trabajo de buen rollito o me cruzo con algún jefillo le hago la señal de la victoria (dos dedos en uve que no se trata de la señal del pajarito) y les digo: World Peace. Todo el mundo siempre ha pensado que yo no estoy muy cuerdo y lo aceptaban como otra de mis locuras pero un día alguien lo repitió y después otro y otro y ahora es que vamos todos por el complejo de edificios en el que trabajamos deseando la paz mundial. Lo usamos también como forma de pacificar los humos en las reuniones tensas en las que la gente se exalta un poco. Funciona muy bien. Lo más sorprendente es cuando veo gente con la que yo no trato que andan ejecutando alguno de los protocolos comunicativos que yo he establecido por el trabajo. Me inflo como un pavo de orgullo porque aunque me echen, sé que quedará una huella perenne de mi paso por ese sitio. Y ahora que nombro a las chicas que se presentan a esos concursos de bellezas me gustaría recomendaros que os paséis por el Diario de una Miss, un lugar que visito a diario y en el que lo real y lo irreal se dan la mano en un universo totalmente distinto.