Distorsiones

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  • Ying Che

    30 de enero de 2006

    Ying Che

    Hay experiencias que uno preferiría no haber vivido. De esas tengo yo una jartada y para liberarme de ellas y evitar las pesadillas tiendo a exponerlas aquí y así dejar que los fantasmas vuelen en paz. Mi amigo el Chino me produce una de esas cada cierto tiempo. Hace unas semanas me preguntó si podía ayudarlo con unos cuantos problemas que tenía en la casa y yo, de natural generoso y servicial quedé con él para ir por allí el domingo y echar un vistazo. Tenía algún problema con la televisión por cable que yo arreglé haciendo una llamada a dicha empresa y explicándoles el tema. El chino me miraba entre arrobado y abobancado ante mi eficiencia. Los tíos de la empresa que da el servicio me dijeron que ya habían recibido una llamada desde esa casa pero que no lograron captar la esencia del asunto, algo que les tuve que decir que es normal porque para entender al chino hace falta mucha técnica y años de entrenamiento en el chiquistaní o en su defecto ser un fans de la guerra de las galaxias y entender al pequeño y encantador Yoda con fluidez.

    Aprovechando que estaba en su casa revisamos los progresos de sus obras, una tarea milenaria en la que se enfrascó cuando compró la casa y que nunca parece terminar. Lo malo es que cuando uno ve los resultados no merece la pena el esfuerzo que ha invertido en el asunto. En su país con menos dinero y menos ganas se hicieron una muralla enorme y el mira que tira pintura a las paredes y estas siguen de color gris, descojonándose en su cara por su ineficiencia.

    Como premio a mi buen hacer el chino me invitó a tomar un refresco y aunque mi cuerpo me pedía a gritos que dijera que no y saliera por patas mi educación me pudo y acepté. Maldita sea la hora. Me hizo el número de las gárgaras que tanto odio y después desapareció para volver con algo extraño que se llama Ying Che. Yo por experiencias anteriores siempre ando con cautela en lo referente a comida china pero el decía que no me preocupara y que me lo comiera que está muy bueno.

    Ying Che

    Cuando lo abrí mi corazón comenzó a latir a destiempo y las manos me sudaban. Aquello tenía una pinta asquerosa, un aspecto repugnante y que daba ganas de dejarlo allí y salir corriendo. Según mi amigo son unos dulces chinos hechos con cáscaras de naranja que se dejan secar (o pudrir) y mezclado con otras cosas adopta ese adorable aspecto de cagada de caniche. En mis manos tenía lo que parecía ser un pedacito de mierda de perro que además olía a podrido y un chino empujándome a echármelo en la boca y disfrutar con tremenda exquisitez. Insistió tanto que no me quedó más opción y lo mordí. Asqueroso. Sabía tan mal como aparentaba. Fui incapaz de seguir comiendo y en un despiste suyo lo enterré en una planta que me quedaba a mano y la cual posiblemente tenga una muerte horrorosa.

    El cabrón no dejaba de recalcarme lo bueno y saludable que es aquella mierda y lo afortunado que soy por poder comerla. Yo le agradecía el honor y el privilegio y traté de escaparme antes de que me matara envenenándome con alguna otra lindeza y él se echó a correr, interceptó mi chaqueta de invierno y me llenó los bolsillos con más de aquellas cosas para que pueda seguir comiéndolas. Ahora que lo pienso yo no lo vi comer a él así que intuyo que se deshizo de ellas colocándomelas a mí. Salí de su casa con una tremenda carga tóxica en mis bolsillos, provocado por aquel asqueroso sabor que se había adueñado de mi boca y con la preocupación de tener que deshacerme de esa mierda.

    Primero intenté la opción de los enemigos y a todos les ofrecí uno pero nadie picó, después me los llevé a reuniones en el trabajo y la gente miraba, olía y los volvía a poner en la mesa. Finalmente, ya desesperado, los deposité en una papelera en la calle para que puedan seguir en paz su camino de destrucción.

  • Las dos semanas pasadas en Distorsiones

    30 de enero de 2006

    Una vez más me dejo ir y terminan acumulándose las historias. Las dos últimas semanas han sido algo movidas. Estuve trabajando en Alemania un par de días, he vuelto a hacer deporte después de años de inactividad, he cambiado nuevamente el aspecto de mi bitácora y he conseguido no cenar una sola noche en mi casa. Mi nevera da lástima de lo desangelada que está pero que puedo hacer yo si de repente todo el país se empeña en alimentarme y mimarme como si fuera la última esperanza de la desalmada humanidad. Al menos todo este trajín hace que no me falten cosas que contar.

    Comencemos por el Cine. Estas dos semanas hablé de In Her Shoes – En sus zapatos, Just Like Heaven – Ojalá fuera cierto, Oliver Twist y El cine de Agosto a Diciembre del 2005. Las tres primeras son películas que vi en las vacaciones navideñas y la última anotación es una clasificación visual de todo el cine de la segunda mitad del año ordenado por mis preferencias. Sigo tratando de buscar algo de tiempo para hacer el resumen del año pero no tengo ni idea de cuando lo conseguiré.

    La otra sección fija es la de las Fotos y estos días anda sin un tema claro. Por suerte han sido varias las que han conseguido entrar en el club de las 500, como Tulipán Til en el club de las 500, Chica rubia en barca en el club de las 500, Tulipanes de los lectores asiduos en el club de las 500, In my bag  y Tulipán en el club de las 500. Me pregunto que es lo que ha hecho que estas fotos se hayan vuelto tan populares de repente. Hubo también otras y de entre ellas quiero resaltar Borrachos en la madrugada en la que aparezco con mi amigo holandés. Ya lo he dicho en esa anotación pero lo repito aquí. Es mi foto favorita del año pasado. Hacía tiempo que no ponía ninguna de mi casa y lo hemos solucionado con Puerta del jardín en la que podéis ver lo cuca que queda cuando nieva. Finalmente decir que he agrupado todas las fotos de Sudáfrica en el Albúm de fotos de Sudáfrica.

    Estos días estamos de celebración. Se cumplen Tres añitos de bitácora, esa puerta abierta a Mi mundo. Este tipo de eventos  me vuelve particularmente reflexivo y me encamina hacia el regodeo en mi propio ombligo, contando cosillas de mi vida por aquí y por allá como Añoranza vecinal o Mis manías. Del Viaje a Alemania tenemos Alta Velocidad y Kaizerslautern. Mis experiencias deportivas han quedado plasmadas en Nadador paralimpio y esa alegría interior con la que uno afronta el invierno nórdico se dejó ver por Pelotas de hielo.

    Imagino que recordaréis que hace un tiempo algunos lectores ganaron una camiseta y después de meses y meses de gestación han visto la luz en La madre de todas las camisetas. De lo que queda decir que tenemos nuevo aspecto en esta bitácora, el correspondiente a las Distorsiones de invierno y que si alguien está interesado en montar su propia bitácora en un servidor debería mirarse Distorsiones se hospeda en DreamHost y buscar el descuento escandaloso que está allí. Queda solo por comentar los Cuentos del chino o mi complicada relación con mi amigo asiático.

    Y eso ha sido todo por Distorsiones. Espero que tengáis materia para entreteneros al menos un rato y vuelvo a recordaros que vuestra generosidad siempre es bienvenida y para facilitaros la elección he preparado mis listas de objetos codiciados en Amazon:
    – Wishlist en Amazon UK
    – Wishlist en Amazon USA

  • Tres añitos de bitácora

    29 de enero de 2006

    Los complejos sistemas de medida que se aplican a esta parcela del multiverso hacen complicado el calcular números y cifras sobre esta bitácora. Ayer me di cuenta que ya se han cumplido TRES A?OS desde que Distorsiones abandonó el formato de lista de distribución y adoptó el de bitácora pública. Es un buen momento para felicitar a todos los que lleváis todo ese tiempo e incluso más aguantando mis neuras y leyendo lo que una absurda mente puede llegar a producir en sus horas más bajas. Cuando miro en los archivos las cosas que escribía entonces me sonrojo e intuyo que algo he evolucionado, aunque quizás no en la dirección correcta. Estos tres años se han materializado en novecientas treinta anotaciones y más de tres mil quinientos comentarios. No hay estadísticas de visitas de todo ese tiempo por culpa de los cambios de servidor y de sistemas de medida pero para que os hagáis una idea en el último año visitaron estas tierras ciento nueve mil visitantes únicos y se les alimentó con ciento ochenta y dos mil páginas. Eso dice el señor StatCounter. Las estadísticas de mi servidor sin embargo me cuentan que entre septiembre y diciembre del año pasado se sirvieron trescientas veinte mil páginas y en lo que va de enero llevamos más de ciento tres mil. Como veis los números son muy distintos según quien los recolecta. De todo esto a mí solo me queda el placer de conversaciones con los amigos, de aventuras en países exóticos, de películas vistas sólo o en compañía de otros, copas y veladas en la intimidad y colectivas y un sin fin de instantes que capturé para mi diario público y que cambié, modifiqué, alteré tanto como quise. Dentro de unos años, cuando me siente a repasar mi diario, ni siquiera tendré memorias de la realidad de las cosas y tendré que creerme muchas de las que he escrito.

    Este es un momento tan bueno como cualquier otro para recordaos que nada es lo que parece. No os creáis todo lo que aquí aparece y no deis por sentado que sea completamente cierto. Siempre hay unos posos que activaron los resortes adecuados en mi cabezón y desencadenaron el relato pero eso no significa que todo sucediera de la manera en la que yo lo cuento. La imaginación ha sido compañera de viaje desde que nací y no pienso tirarla por la borda ni ahora ni nunca. Lo bueno de contar una historia está en su manipulación, en su adaptación para hacerla más apetecible, más íntima y de esa forma despertar las emociones buscadas. Por estas tierras también aparece de cuando en cuando algún relato que no tiene nada que ver con la realidad. Por falta de tiempo, por pereza y por culpa de la endiablada frecuencia de producción y publicación que me he auto-impuesto ya no son tan frecuentes como antes. Esas historias necesitan tiempo y mimo, algo que no les puedo dar.

    Ya que estamos en compañía de amigos, recordar que fuera de esta bitácora tengo vida y trabajo. Soy un ingeniero que se gana los garbanzos gracias a una multinacional europea que me esclaviza y me exprime todo lo que puede. Viajo a casa (las Canarias) tanto como puedo y aún así encuentro tiempo para descubrir el mundo. Quedo con amigos y hacemos todo tipo de actividades que consumen tiempo y que suelen dejarme en un estado lamentable en el que no puedo escribir, así que debo preparar siempre cosas con antelación para que no se noten esos vacíos.

    Hablando de amigos, distorsiones es también un lugar por el que se pasan gran parte de mis amigos y familia. Al contrario que otros que gustan de mantener en secreto sus rincones cibernéticos, el mío es bastante público en ese sentido. Por aquí llegan antiguos compañeros de trabajo españoles, la gente de mi actual empresa, ex-colegas de la multinacional americana en la que trabajé anteriormente, gran parte de mi familia y la casi totalidad de mis amigos. No todos entran asiduamente pero se pasan de cuando en cuando. Curiosamente solo unos pocos comentan públicamente y la mayoría prefiere el cara a cara para decirme lo que piensan. Muchos se sorprenden cuando cuento cosas que vivimos juntos por mi capacidad para ver detalles inexistentes o para encontrar el hilo que da vida a la historia. Otros me tienen terminantemente prohibido el hablar de nada en lo que ellos estén relacionados y yo respeto esos bloqueos. Toda esta gente son también la razón por la que a menudo desaparecen comentarios desafortunados e inapropiados. No quiero que mi gente tenga que leer los insultos o exabruptos que cualquier malnacido que cae por aquí después de una búsqueda en Internet y que no sabe nada de la historia de este lugar tenga que decir.

    A través de distorsiones he hecho nuevos amigos. Gente que pasó un día y volvieron al día siguiente y en un momento determinado dejaron caer un comentario, luego otro y terminamos expandiendo esa relación asíncrona y encauzándola por los ríos de la vida. Este efecto colateral ha sido totalmente inesperado. Yo no me planteé este sitio para eso. La razón por la que esta bitácora existe ya ha sido explicada y no vamos a volver a perder tiempo con ello.

    Tras tanto tiempo en el aire creo que ya no tenemos que preocuparnos por si lo dejaré o continuaré. No hay planes para cambiar esto. Esta es mi casa y como siempre, sois bienvenidos. Mirad en los rincones y buscad aquello que andéis buscando. Si miráis bien puede que incluso lo encontréis. Yo seguiré retorciendo palabras y jugando con mi idioma, buscando los infames límites de mi perversa imaginación y traspasándolos una y otra vez

  • Kaiserslautern

    28 de enero de 2006

    Este relato comenzó en Alta Velocidad

    Lo primero que me sorprendió de la ciudad al llegar es que todo el mundo habla inglés bastante bien. Se trata de Alemania, un país que al igual que España no resalta en ese tema. He tenido experiencias absurdas en ciudades como Francfort, Dusseldorf o Nuremberg en las que no había forma de que te entendieran porque solo hablaban alemán. Salgo del tren y la chica de información me explica todo lo que tengo que hacer con un delicioso acento, de esos que te dan ganas de hincársela allí mismo y dejarla tan a gustito. Encuentro los taxis donde ella me dijo y cuando voy en el vehículo el hombre me habla también en inglés sin problemas. Yo flipando, totalmente convencido de que la Alta Velocidad Alemana me ha transportado a otro lugar en la nube espacio-temporal que nos rodea o que mis mediocres conocimientos de holandés me han convertido en un portento de las lenguas de esta parte del continente. Como andaba medio mosqueado le dije al taxista que me daba la impresión de que allí había mucho extranjero y me lo confirmó. Hay una base norteamericana a las afueras de la ciudad y eso lo explica todo. Esta gente saca dinero a palas de ese reducto del imperialismo yanqui en la vieja y pacifista Europa. Ya cuando llegué al hotel no me pareció raro encontrármelo lleno de americanos e hindúes fundamentalmente. Para los primeros tenemos una explicación. Lo de los segundos no lo quise ni saber aunque seguro que son todos programadores y andan desarrollando alguna nueva tecnología mega-secreta que condenará aún más el mundo.

    Después de tomar posesión de mi habitación quedé con un compañero de trabajo para ir a comer algo y beber unas buenas cervezas alemanas. Dimos una vuelta y terminamos en el restaurante del hotel ya que nos lo había recomendado uno de los alemanes que trabaja con nosotros. La comida fue excelente y abundante y de las cervezas mejor no hablar. Cuando estábamos a medio tanque fuimos a un pub irlandés y completamos la noche jugando a los dardos y mirando las tetas de unas cuantas americanas que gritaban cada vez que les tocaba tirar como si se la estuvieran metiendo por el culo. En la cultura americana eso de los gritos y los saltos está muy desarrollado. Cualquier bobería es suficiente para que conmuten al idioma gutural.

    Hay dos cosas por las que recordaré este hotel y de ambas tengo fotos que igual pongo un día de estos. La primera es la lámpara del techo en la habitación. Desde aquí mismo le doy cinco gallifantes al hijoputa del decorador por encontrar esa aberración, comprar cientos y largarlas en un recinto hostelero. Es una especie de homenaje al mundo de Supermán. Unos cilindros que simulan hielo y que cuelgan sobre uno amenazadoramente. Debería formar un grupo en flickr con fotos tomadas únicamente en ese hotel y convertirlo en objeto de culto mundial. Lo otro que me llamó la atención fue la revista porno que había en la mesilla de noche. Yo siempre compruebo que hay una falsa Biblia de esas de los protestantes para arrancarle unas cuantas hojas y dormir más tranquilo. En Holanda también lo hacen, te dejan un nuevo testamento. Y en Estados Unidos incluso en el B&B más barato y chabacano tienen Biblias de estas a medias y que pertenecen a todas esas sectas que surgieron después de que el mamón de Lutero se saliera del tiesto. La que encontré aquí era de los Gideones, esa chusma que pulula por este tipo de establecimientos largando su carga tóxica. Volviendo a lo que me encontré, imagino que los Gideones no tuvieron nada que ver con la revista porno porque de ser así creo que empiezo a interesarme por su secta. Al abrirla te encuentras con fotos y más fotos de coños en todas las posturas que te puedas imaginar, con miembros entrando por ellos desde arriba, desde abajo y desde los lados. La sección de cartas (que la tiene) estaba llena de fotos de los tíos que la leen que mandan sus imágenes con la esperanza de que alguna tía les responda. Digo yo que eso tiene poco sentido porque esta es una revista para hombres así que tendrían que buscar el equivalente femenino para mandar sus cartas. Imagino que el nivel intelectual de los que buscan hembras a través de este formato no dará para más. Pensé en llevarme la revista aunque al final opté por ponerla bajo la Biblia y dejarlas juntas para que la gente vea que el Dios que buscan les ha mandado un mensaje de paz, amor y lujuria.

    Durante la noche nevó y por la mañana todo estaba cubierto por cinco centímetros de nieve, un paisaje blanco y precioso. Tras un desayuno de campeones que me dejó echando buchitos y con ganas de potar nos fuimos a trabajar. No voy a entrar en detalles sobre el asunto pero ya sabéis que los pocos que han tenido el honor y el privilegio de verme en acción saben que han estado junto a un arcángel del negocio de las telecomunicaciones.

    Por la tarde nos volvimos a Holanda en coche. Conducía el compañero de trabajo. Programó su GPS y la tía (Eva) se empeñaba en llevarnos por caminos equivocados. Perdimos casi tres cuartos de hora por culpa de esa zorra de mierda. Digo yo que el marido de la tipa que puso la voz al programa de Tom Tom debe estar hasta los huevos de escuchar a la parienta dándole órdenes todo el día. Y lo mismo le pasará a ella que se tiene que escuchar a sí misma haciendo la intelectual que lo sabe todo sobre los caminos del Señor. Por si los señores que hacen ese software leen esto, sugerir que añadan algún tipo de emoción a la chica, como un bien hecho cuando lo haces bien o un por ahí no gilipollas cuando ya la has cagado. Al menos así se harían más entretenidos los viajes. Ahora es todo muy como de hospital.

    Por culpa de la nieve la mayor parte del camino la tuvimos que hacer a ciento treinta kilómetros por hora. Sólo cuando pasamos Dusseldorf pudimos darle candela al coche y coger los ciento noventa. El problema es cuando entras en Holanda y tienes que reducir a ciento veinte. El coche parece una tartana y terminas parando en un área de descanso para perder la referencia o te vuelves loco. En los Países Bajos ahora está de moda el limitar las autopistas a ochenta kilómetros por hora en los alrededores de las ciudades. Dicen que contamina menos pero definitivamente uno se emputa más. Seguro que algún españolito de los que conozco dirá que el se pasa por el forro esas prohibiciones y demás, pero dejarme que os diga algo, aquí andan tres pasos por delante de vosotros. Olvidaros de las cámaras de velocidad. Ahora la moda es tomar una foto a todos los coches en la autopista en un punto y otra cinco kilómetros más adelante. Calculan la media y si te pasas de lo señalizado te mandan el regalito. De esa forma no escapa nadie. Están llenando las carreteras con estas trampas que te obligan a respetar escrupulosamente la velocidad. También andan poniendo cámaras nuevas que no usan flash y no te enteras de cuando te han pillado.

    Sobre las once de la noche llegué a casa después de esta corta aventura en Kaizerslautern.

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