Llega el cierre del año y con él las prisas por acabarlo todo, cerrar flecos pendientes y toda esa mierda con la que los jefes tratan de justificar sus redundantes ocupaciones. En mi empresa les da por recoger y ponerlo todo bonito para el siguiente curso. Es como una obsesión. Un día llegas a la oficina y tienes tu agenda llena de reuniones en las que solo se habla de lo que hay que ordenar, cambiar, tirar o reformar. Arrastramos los arretrancos de un lado a otro sabedores que acabarán en un rincón olvidados hasta las siguientes navidades. Como la mayoría nos cogemos el piro y desaparecemos de estas tierras por una o dos semanas, esto hay que hacerlo antes de que llegue la gran desbandada.
Odio esas reuniones. Se pasan horas discutiendo sobre la ubicación más apropiada de este o aquel servidor, sobre como ordenar el cableado del laboratorio siguiendo criterios basados en colores, formas o cualquier otra pollada que se les ocurre. Este año ya me han tocado los huevos en el primero de estos festines y a mitad de la cháchara me marché de la sala de reuniones, me fui al laboratorio y para cuando terminaron yo ya había reordenado servidores, jubilado máquina, limpiado cables y hecho todo el trabajo. Me esperé a que salieran satisfechos y jubilosos por haber completado el primero de estos múltiples e inútiles eventos, agarré a mi jefe por las orejas, me lo llevé al laboratorio y le enseñé el estado actual del mismo. Al hombre casi le da una fatiga. Los demás tampoco se lo creían. Les he jodido una semana de reuniones dándoles tiempo libre para que puedan trabajar en algo más productivo. Es mi particular regalo de navidad para los colegas de la empresa.
CONEXI?N PERDIDA … … … …. …. ….. ….. conexión recuperada
De verdad creíais que iba a desaprovechar un título tan molón como el de hoy para hablar de los pollabobas de la oficina. Pero por Dios y por las mancilladas bragas de Caperucita roja, esta no es una bitácora humanitaria y sin ánimos de estupro. Cuando nos referimos a los arretrancos de oficina estamos hablando de esas putas sucias y rastreras que también abundan en los lugares en los que trabajamos, esas pellejas que tratan de hacernos la vida imposible con sus pequeñas putadas y a las que tenemos que combatir todos juntos para controlarlas y ganar esta guerra que aún vamos perdiendo.
Los arretrancos de oficina tienden a trabajar en el departamento de recursos inhumanos, que es el lugar en el que pueden joder a más gente simultáneamente. Son las que se aseguran que tu nómina no se ingrese a tiempo, tratan de no hacer ese puto papel que necesitas para conseguir la hipoteca, de traspapelar ese certificado médico y similares. Son malvadas por naturaleza y nosotros, almas cándidas e infelices nos encontramos indefensos frente a sus fechorías. Por eso hemos creado un club bastante exclusivo, la banda de los profetas puercos, una organización con ánimo de joder cuyo objetivo es la satisfacción personal a través de la realización de trastadas a esas putas sucias y rastreras. En mi empresa cuando alguien está flojo de estómago y sufre de frecuentes y violentas ventosidades que se expelen del vientre por el ano o aquello que más jocosamente se suele denominar (peos o pedos), se acerca con sigilo hasta la puerta del despacho en el que tenemos confinados a los arretrancos de oficina y con cuidado, prisa y sin pausa lanza su mortífera carga químico-bacteriológica y sale a escape sin esperar a escuchar los resultados de dicha acción, eso que en la escuela los profesores de física llamaban reacción. En la cantina, estornudamos sobre sus bandejas y procuramos lanzar un certero lapo que acompañe su almuerzo, bloqueamos los ascensores cuando sabemos que los tienen que usar e intentamos hacerles la vida un poquito más difícil para que reciban algo de su propia medicina.
Se abre la veda para comentar esas pequeñas cosillas que hacéis para facilitarles la vida a estas personas y por supuesto inscribirse en la banda de los profetas puercos.
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