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  • 4. Es un mundo lleno de zulúes

    10 de diciembre de 2005

    memorias de sudáfrica 2005

    Has llegado hasta aquí tras teletransportarte por conexiones cibernéticas y he de advertirte que como todas las cosas en esta vida, esta historia tiene un comienzo llamado Memorias de Sudáfrica. Camino al fin del mundo y si quieres seguir el orden correcto después tendrás que leer Por fin en uMhlathuze y Mi vida en uMhlathuze.

    Comencé el día tempranísimo, como suele ser habitual por estas tierras. Esta gente comienza a trabajar a las siete y acaban temprano. Lo mismo sucede con centros comerciales y demás. Es increíble. Tras uno de esos desayunos copiosos que nos prepara la dueña del lugar en el que nos hospedamos nos fuimos a visitar a otro cliente que también está teniendo problemas con nuestras aplicaciones, en este caso se trata del mismísimo ayuntamiento. Mi leyenda me precede y ya sabían de mi llegada, de mi encanto natural y de mi divina mano que todo lo cura. Me recibieron mejor que los españoles a Mr. Marshall que a este pobre le dimos una bienvenida tan folclórica y rastrera que salió por patas sin bajarse del coche.

    Me di un paseo por allí, estreché manos y calmé los ánimos. En realidad no hice nada por arreglar la cosa pero el saber que estoy aquí parece que los sosiega. Más tarde teníamos una reunión en la oficina del otro cliente y corrimos para no llegar tarde aunque al final no fue necesario. En esos momentos parecía que tendríamos que trabajar el fin de semana haciendo actualizaciones del software de las centrales telefónicas, tarea tediosa y que consume tiempo. Es algo sin mucho glamour y con momentos de alta tensión cuando no podemos recuperar alguno de los nodos remotos y la gente se pone nerviosa. En el ayuntamiento nos dieron permiso para hacerlo el domingo ya que el sábado esperaban que fuera un día problemático con mucha gente borracha, dando tiros y demás por ser primero de mes y porque el populacho a esas alturas aún tiene guita en los bolsillos. En el otro sitio queríamos hacer nuestra magia el sábado, lo cual me dejaba sin posibilidad alguna de ir de safari o similar, algo que me encabronaba bastante.

    A lo largo del día se vio que no nos concedían el permiso y nos ocupamos en preparar nuestro safari del día siguiente en Hluhluwe Imfolozi Park, una enorme reserva natural en la que se pueden ver los CINCO GRANDES, que para aquellos incultos como yo que no lo sepan son elefantes, rinocerontes, leones, leopardos y búfalos. La única que no se tomó muy bien la noticia fue mi madre cuando se lo conté por teléfono y más sabiendo que la cruz que llevo siempre al pecho está siendo reparada en Gran Canaria y no tendré protección adicional del Dios de todos los católicos.

    Nos marchamos del trabajo temprano y nos fuimos a un bar en el muelle. La temperatura era perfecta y aquello estaba lleno de chochas al sol, todas blanquísimas y tomando cervecillas sudafricanas. Ya he probado varias marcas y me quedo con Hansa. Está muy buena. Mirando hacia la bahía, con la brisa del fondo del agua del mar besando nuestras caras y un paisaje de esos que quita el aliento pasamos la tarde. Por la noche fuimos a cenar a una pizzería en ese mismo lugar ya que después de las animaladas de los días anteriores nos apetecía algo más ligero.

    Ese día nos acostamos temprano porque para ir de safari había que madrugar bastante.

    Si quieres seguir con la lectura de este relato, salta a Hluhluwe Imfolozi Park

  • 3. Mi vida en uMhlathuze

    9 de diciembre de 2005

    memorias de sudáfrica 2005

    Cruzas velozmente los océanos cibernéticos y sin saber como ni por qué te has detenido en esta modesta morada. Antes de seguir leyendo esta historia, te exhorto a que retrocedas a su comienzo, llamado Memorias de Sudáfrica. Camino al fin del mundo y después tendrás que leer Por fin en uMhlathuze.

    Me desperté por la noche, cerca de las cinco de la mañana abrasado de calor y por los gritos de un puto pájaro. Arranqué el aire acondicionado y me acosté a dormir y parece que no fue una buena idea. Me levanté y fuera ya había luz. Abrí la ventana y volví a acostarme pero los malditos pájaros no me dejaban dormir. Ellos y los mosquitos del tamaño de colibríes que entraban por la ventana, que de lo grandes que eran me daba miedo matarlos. Entre sueños y despertares llegué a la hora de levantarse, me duché y me fui a desayunar. Aún no eran las siete y todo el mundo estaba comiendo. Fue sentarme y me plantaron un plato con dos huevos revueltos, panceta, salchicha y no se que más que me dejó cambado. Aún con los sentidos amodorrados me pusieron en las manos una bolsa con mi almuerzo y me mandaron al trabajo. Me pasé el día con las chicas de la recepción, las cuales me dijeron que son zulúes. Yo ya me veía como tarzán saltando de liana en liana y dando grititos. Mi inconmensurable don de gentes hizo acto de presencia y antes de que pasara el día terminamos en un cursillo acelerado de zulú para chimpunes que voy a compartir con vosotros mis queridos y adorados lectores.

    Cuando uno anda por la selva y se encuentra con uno de estos zulúes lo primero que tiene que hacer es saludar, el típico hola que en su idioma se escribe como sawubona y se pronuncia como saubona. Si la cosa va bien el interferido os responderá con un yebo, que se pronuncia igual que se escribe. Esta gente es muy amigable y tenemos que intimar un poco así que la siguiente pregunta es un ¿cómo estás? o más concretamente unjani, palabra que podéis pronunciar como unyani. El señor al que estáis hablando, si aún no ha decidido acabar con vosotros responderá Ngiyaphila o eso que para nosotros sería como estoy bien aunque lo pronunciaríamos como guiyapiiiila. Finalmente antes de tentar más a nuestra suerte lo mejor es despedirse. El tipo que nos perdona la vida nos dirá Hamba kahle lo cual sería algo como que te vaya bonito o vaya usted con Dios y que pronunciaría como jamba kassssssshhhhle. Nosotros sonreiremos y responderemos Sala kahle o Quédese usted con Dios y cuya correcta pronunciación sería sala kasssssssshhhhle. Estas nociones deberían sernos más que suficientes para sobrevivir en estas tierras. El que los zulúes anden enseñándome la lengua ha impresionado a los blancos ya que no suele ser lo habitual. Obviamente no se han podido resistir al conocidísimo efecto sulaco.

    Entre las cosillas que me han dicho es que la principal causa de muerte en este país es el Sida y la segunda los hipopótamos. Yo pensaba que bromeaban hasta que vi uno por la carretera. Joder, esos bichos son como coches de grandes. No tenía la cámara conmigo porque no la puedo entrar en el lugar en el que trabajo. Espero poder hacer alguna foto. Además de hipopótamos en esta zona hay mucho cocodrilo, alimañas que sienten cierta predilección por nuestra carne.

    Hoy (Es primero de diciembre) se celebraba el día mundial del Sida, enfermedad de la que son portadoras el veinte por ciento de las mujeres de este país y el once por ciento de los hombres. Hay muchos avisos por todos lados indicando que se folla con condones y que la leche mejor no tragársela que indigesta. La cosa está tan mal que hay leyes que impiden a las empresas discriminar a los zeropositivos e impiden que se puedan realizar análisis durante la selección de empleados. Una vez has conseguido el puesto sueltas la bomba y a joderse. Para festejar este día en la empresa se dedicaron a poner una película a los empleados. Por cosas de la vida solo se organizaron pases para los empleados negros ya que los blancos son más inmunes a la enfermedad o eso parece. Todo muy hipócrita.

    La chica que me enseñó algo de Zulú estaba contentísima porque la habían invitado a uno de los pases de la película. Para ella era como ir al cine. Me causó tal impresión que le regalé mi bolsa de caramelos Fisherman Friends lo cual ha cimentado mi reputación entre la comunidad zulú como bienhechor y amigable.

    Alguien me explicó que en este país existen programas para promover el ascenso de los negros en las empresas y que hoy por hoy si quieres ganar un concurso público tienes que tener una empresa del tipo black empowered o con negros que apechugan. De no ser así ya puedes decirle adiós al sector público. Eso explica la división de la sociedad que estoy viendo que consta de blancos seguidos de negros educados y afines al poder y finalmente de los descastados, que son despreciados por todos y particularmente por los otros negros.

    Tras el trabajo nos fuimos a cenar a un restaurante en el muelle. Me pedí un pollo al peri-peri y me trajeron un pollo entero con lo que casi me muero comiendo toda esa carne. El bicho era como un pavo de grande. Después de comer volvimos a nuestro hotel-residencia por una carretera que está llena de carteles avisando que hay que tener cuidado con los monos, los cuales tuve ocasión de ver. Hay que cerrar las ventanas porque los bichillos como que son agresivos. De hecho, por allí no caminan ni los negros que siempre se les ve andando por todos lados.

    Una vez más querido lector se cierra un episodio y es el momento de saltar al siguiente. Para continuar con la lectura de esta aventura tendrás que saltar a Es un mundo lleno de zulúes

  • 2. Por fin en uMhlathuze

    7 de diciembre de 2005

    memorias de sudáfrica 2005

    Si has llegado aquí por esos misteriosos senderos de los buscadores, quizás deberías retroceder un poco y comenzar a leer por el inicio de este relato. Has tenido suerte porque sólo hay un capítulo previo, llamado Memorias de Sudáfrica. Camino al fin del mundo.

    El lugar en el que pasaré los siguientes días es Richards Bay, nombre por el que se conoce a un lugar que siempre fue identificado como uMhlathuze, en el corazón de Kwazulu-Natal, el Reino Zulú, conocido por ellos como el lugar del cielo. Para llegar hay que viajar en avión así que tras el desayuno me esperaba mi chofer particular en la recepción del hotel. La cafetería de dicho recinto hostelero fue una de las experiencias más agobiantes de mi vida. Estaba lleno de empleados que te acosaban continuamente, quitando cosas de tu mesa y poniendo otras. Parecían moscas rondando una de esas gloriosas mierdas que se pueden ver por las calles de la Isleta. Por razones que supongo que llegaremos a entender al terminar de leer el diario de este viaje todos los camareros y demás empleados eran negros y la clientela del hotel prácticamente al completo estaba formada por blancos. Aún es pronto para sacar conclusiones pero la cosa está bien clara.

    En el aeropuerto me reuní con mi colega y facturamos. Nuestro vuelo era un par de horas más tarde en un pequeño avión de hélice así que tuvimos tiempo de tomar café en el aeropuerto y charlar un rato. Teníamos que estar con los dos ojos sobre los portátiles porque parece que tienden a desaparecer a poco que te descuides. Un rato antes de que saliera el avión nos metieron a todos en una guagua y tuvimos que esperar a que el hijoputa de turno se dignara aparecer. Generalmente esto me la trae al fresco pero cuando estoy metido en un trasto de metal a más de treinta grados de temperatura y con las puertas abiertas, puedo llegar a sentir unos niveles de odio bastante apreciables.

    El vuelo duró una hora y veinte minutos. Volábamos con South African Airways. Desde el aire Sudáfrica se ve inmensa. Es una vasta extensión de campos de cultivo y bosques, con pequeñas carreteras que lo unen todo. Hay también muchos poblachos que desde el aire ya parecen decrépitos. Al descender y aproximarnos a la pista de aterrizaje pude ver mejor las casas. En unas áreas se veían mansiones increíbles y con unas vallas del tipo estándar en Alcatraz y un poco más adelante solo había chabolas y cuartos que amenazaban con desplomarse en cualquier instante. El aterrizaje fue de esos que se recuerdan. Cualquiera que haya viajado en Bintre de alquiler entre las islas Canarias un día de viento sabrá de qué hablo. Al tomar tierra me esperaba un aeropuerto y lo que me encontré fue una pista de aterrizaje y poco más. Un pequeño edificio en el que desde un hueco en la pared alguien lanzaba las maletas facturadas y los cuarenta pasajeros nos linchábamos para cazarlas al vuelo. Aquí también noté el incremento de la temperatura y especialmente de la humedad, que se disparó hasta el infinito. El aire es dulzón y pegajoso y parece fluir como cera líquida alrededor de tu cuerpo.

    Una vez en el coche y con el Aire Acondicionado a todo trapo nos fuimos hacia la empresa en la que estoy trabajando estos días. uMhlatuze es la ciudad surafricana que más rápidamente está creciendo. Hay muchas empresas instalándose en esta área. Al principio se veían muchas mansiones y casas lujosas con sus correspondientes vallas y los carteles avisando que tienen seguridad y que van armados. Un poco más adelante pasamos por una zona que deber ser la correspondiente a la clase media. Las vallas encerraban complejos de casas y el tipo de construcción es más modesta. Más adelante comenzaron a vislumbrarse casas decrépitas y aquí es donde se puso interesante el asunto. Los carteles a ambos lados avisaban que era zona peligrosa y te daban un montón de indicaciones. El colega me dijo que a veces solo se puede pasar con escolta de vehículos de seguridad, particularmente por la noche. La gente que vive en aquellos lugares ataca cualquier coche para robarlo todo y a poco que te opongas, darte el pasaporte que te permite visitar al Altísimo. En aquel lugar había unas barracas minúsculas, del tamaño de la caseta de mis bicicletas en las que parece que viven familias. También había agrupaciones de gente alrededor de unos chiringuitos hechos con cuatro tablas y en los que parece ser que se vende alcohol. Estas gentes son alcohólicos conocidos durante el día y delincuentes habituales por la noche. Ni trabajan ni quieren trabajar. Parasitan el sistema atacando tanto a blancos como a negros. Esos terrenos son propiedad de la compañía a la que yo iba y la policía no puede entrar allí y por lo que parece esta compañía no quiere problemas y los deja vivir en sus tierras. Algo que me llamó la atención es que esa gente caminaba bajo el sol con paraguas oscuros. Les tiene que dar más calor el ir por la calle con esos cacharros pero según me dijo mi acompañante, está de moda y no hay negro que no lo haga. Es estiloso.

    Al llegar tuve que pasar el típico curso acelerado de seguridad. Siempre son de un par de días y hasta ahora nunca he tenido que pasar más de veinte minutos para conseguir la certificación. Es algo que con un poco de encanto se arregla rápido. Estuve trabajando hasta por la tarde, lanzando hechizos y conjurando hados para solucionar los problemas. Al acabar nos fuimos al lugar en el que nos quedábamos. Yo pensaba que iríamos a un hotel pero el hombre me dijo que nos alojábamos en un B&B. De nuevo salieron las modas y me comentó como de pasada que ahora la gente prefería estos sitios a los hoteles, que son más pequeños y acogedores. Así que enfilamos para uno de esos barrios con casas grandes y llegamos a una enorme con super-valla de seguridad y mil cosas más. Nos abrieron las puertas, entramos y nos instalamos en nuestras habitaciones. El B&B tiene solo doce habitaciones y más lujo que muchos hoteles en los que he estado. Lo lleva una familia. Todas las instalaciones son exquisitas. Cuando la dueña me enseñaba la habitación me explicó las medidas de seguridad y me dijo que en caso de problemas pulsara el Panic Button, lo cual me puso un buen cuerpo del quince. Entre la información que recibí esta que el lugar es muy seguro, que hay seguridad armada y que la valla del perímetro es de dos metros setenta centímetros de altura. También que tenga las habituales precauciones que se suelen practicar al viajar por el mundo como no salir andando a la calle, nunca hablar con desconocidos si son negros, evitar hacer ostentación de teléfonos, cámaras, relojes u ordenadores y esas cosillas. Quedamos en el fuerte en el que al parecer nos alojábamos con un colega al que le teníamos que pasar un parche para una de nuestras aplicaciones. Estuvimos hablando y bebiendo con él y finalmente decidimos visitar a otro cliente e instalarlo nosotros mismos. Así que ya de noche nos vamos a las oficinas y lo hacemos. Eso debería acallar a todos los toca-huevos que dicen que yo no trabajo. Después del esfuerzo fuimos a cenar en un restaurante en el muelle deportivo. Me llamó la atención que los aparcacoches fueran blancos. Aún más impresionado me quedé al notar que no sólo todos los clientes del restaurante eran de este color, sino que camareros y demás empleados seguían la pauta. La comida fue deliciosa. Me sirvieron una pata de cerdo a la parrilla con su hueso y todo que estaba de morirse, con la piel crujiente. Era como para tres personas pero con esfuerzo y sacrificio conseguí bajarlo casi todo. Después de cenar, con unos precios irrisoriamente baratos, volvimos a nuestro fortín a dormir ya que al día siguiente habíamos quedado en desayunar a las siete de la mañana.

    Tendrás que leer el siguiente capítulo, llamado Mi vida en uMhlathuze para saber como continúa la historia.

  • Submarino

    7 de diciembre de 2005
    Submarino

    Submarino, originally uploaded by sulaco_rm.

    No es muy fácil pillar a uno de estos fuera del agua y mucho menos que te permitan visitarlo. La cola para entrar era posiblemente la más larga de todas las de este evento. La gente sigue sintiendo una gran fascinación por estos caballeros de las profundidades de los océanos.

    Hay más información sobre Holanda en la anotación Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda y también puedes ver el Álbum de fotos del Ámsterdam Sail 2005 o el Álbum de fotos de Amsterdam

    Technorati Tags: Amsterdam, viajes

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