Distorsiones

  • Inicio
    • Contactar
    • Acerca de
  • Lo imprescindible
    • Visitar Holanda
    • Índice de álbumes de fotos
    • Índice de viajes
    • Recetas de cocina
    • Hembrario
    • El club de las 500
    • Álbum de fotos de bicicletas
    • Álbum de fotos de cervezas
  • Destacados
    • La Arbonaida
    • Comida en fotos
    • Mi herencia
    • uno+cero
    • Visitar Holanda
    • Mis ratos en la cocina
  • Secretos y mentiras

    10 de julio de 2005

    Las últimas dos semanas el turco ha estado distante y zorrudo, un comportamiento poco habitual en él. La semana pasada, cuando nos vimos para ir al cine y empaparnos de efectos especiales en la guerra de los mundos se mostró esquivo y nada más terminar la película se quiso marchar a casa, algo muy extraño en alguien que adora tomar cervecillas en Rembrandplein, rodeados del chocherío británico habitual.

    El pensamiento cruzó mi cabeza pero dadas mis notorias carencias neuronales voló a otra parte, entretenido como estuve reconstruyendo mi bitácora. Durante la semana caí en la cuenta que el cumpleaños del turco debía haber sido uno de estos días pasados y tras un breve intercambio de correos, quedó claro que había sido el domingo pasado. Al principio imaginé que el cruce de la barrera de los treinta años lo había traumatizado. Son muchos los que de repente se ven viejos, perdidos y en el lodo de la treintena. Ya he visto anteriormente como amigos hechos y derechos se echan a temblar cuando el implacable tiempo los obliga a reconocer que su primer dígito es un tres. Y ya ni os cuento del que cumplió cuarenta el otro día. Ese está que vive sin vivir en sí.

    Volviendo al turco, pensé que era lo del cumpleaños y decidí no darle más importancia. Aún tengo que comprarle algo pero me da pereza ir al Sex Shop de al lado de mi casa y no termino de decidirme entre la muñeca Ramona la chochona o el coño de Eva la beba. Antes de que empecemos a criticar, deciros que él a mí me regaló un almanaque Kinky, que asusta a la gente que entra a mi casa, con esas putillas haciendo guarradas. Ahora mismo me inspiro mirando a la chica de Julio, un arretranco que se está quitando el polvo del coño con un plumero mientras con la otra mano fuma un cigarrillo y tiene unas botas que no sé como demonios se las ha podido meter. Así que el sábado cuando nos encontramos lo sigo notando cabizbajo y le pregunto si es la crisis de los treinta, la misma que lo ha obligado a apuntarse a clases de tenis, a clases de remo y a todo lo que huele a deporte para sentirse joven, que el pobre se pega los domingos entre terribles dolores producto de su fiebre deportiva de los sábados. El turco lo niega y puesto que no tengo otra alternativa, lo siento en una terraza a ver chochas y tomar cerveza, algo que siempre lo vuelve locuaz. Me costó tres cervezas averiguar la causa.

    Primero me confesó que ha dejado de escribir su bitácora en turco. La gente se cree que esto de escribir es fácil y no es así. Hay que tener voluntad y constancia. Hay que exprimirse la única neurona funcional que tenemos para arrancarle unos cientos de palabras con algo de cordura. Hay días que no sabes que poner y el pánico recorre tu cuerpo y no sabes que hacer, como escapar a la hecatombe. Estas profundas líneas de pensamiento no se pueden aplicar al turco, que dudo mucho que haya podido desarrollar estos miedos con un mes de bitacoreo a sus espaldas. Sigo tirándole de la lengua y finalmente llegamos al meollo de la cuestión.

    El turco visita sitios porno en Internet. Entra en sitios a ver fotos de tías desnudas, masturbándose (las tías se sobreentiende), recibiendo grandes dosis de lefa en sus caras. El pobre estaba totalmente avergonzado mientras lo contaba, sabedor de que mi vida es un libro abierto y esto acabaría sabiéndose. Me reí en su cara. Si se cree que a estas alturas de la vida yo me trago que alguno de mis amigos no busca pornografía en Internet es que es un primo. En la liga de campeones en la que nos movemos, ya no se valora el pecado, sino la cantidad de veces que has conseguido alcanzar el premio del pecado mortal, que estoy seguro que nos veremos todos y todas en el infierno.

    Le explico al turco que eso no es nada y que toda la gente que nos rodea en el bar seguro que lo ha hecho en más de mil ocasiones. ?l me dice que eso no es todo. Me temo una confesión en plan soy sodomita y me gustan los julandros y me pongo en guardia. Coloco una silla entre ambos. El baja el tono de voz, se acerca a mí y me dice susurrándome al oído: «He visto fotos de mi ex-novia en Internet«. Mi carcajada hizo que las palomas levantaran el vuelo. Menuda cosa. Así que todo su trauma es porque se ha encontrado conque la guarra de su ex tiene un álbum completo de fotos pajeándose con un vibrador en la red. Pero por Dios, si eso ya no tiene mérito. Gracias a las cámaras digitales y a los móviles con cámara cualquiera puede ser una estrella. El colega está traumatizado porque ahora no sabe si lo dejó por otro o por el trasto que se estaba jincando por el traste pa’ arriba. Y con eso sí que no podemos competir. Con otro hombre sí puedes argumentar que eres mejor partido, más bonito, más metrosexual de mierda, más de todo. ¿Pero como convences a una tía que vales más que el cacharro con pilas que guarda en su aparador y que la complace cuando y como quiere? Terminamos bebiéndonos medio bar en silencio.

  • Pensamientos sueltos

    9 de julio de 2005

    Ahora que busco casa en otra ciudad me doy cuenta lo mucho que me gusta vivir en Hilversum. Después de cinco años paseando por estas calles conozco a un montón de gente y es raro el sábado que cuando salgo no tropiezo con un conocido y entablamos una de esas conversaciones sin contenido que no llevan a nada, pero que te permiten más tarde comentar a otras personas que viste a alguien.

    El paseo del sábado por el mercado es un clásico. Toda la ciudad se acerca a comprar verduras, frutas, carne o pescado. Te cruzas con turcas andando tres pasos por detrás de sus maridos, cargadas como burras mientras ellos no llevan nada y saludan a otros miembros de su comunidad. Ves llegar a las holandesas en bicicleta, con un niño sentado en una sillita que se sujeta al volante y otro en la parte de atrás de su bici. Las holandesas sueltan a sus hijos y son estos los que tienen que mantener un ojo en su madre. Los chiquillos son como patitos persiguiendo a la mamá. También tropiezo con muchos latinos, italianos, españoles, portugueses, todos chillando y con los niños haciendo de las suyas o llorando a grito pelado cuando los reprenden. Es una escena rara, porque los niños holandeses raramente hacen ruidos en la calle. Me recuerdan a los niños del maíz, el libro de Stephen King.

    Los domingos que abren las tiendas, normalmente el primer domingo del mes, la ciudad despierta y se llena de vida, con todas las tiendas abiertas. Ahora en verano no es tan espectacular, pero en invierno, cuando estamos ateridos de frío y la oscuridad nos envuelve, es encantador el salir de compras y tomarte más tarde un vinito alemán caliente o un capuchino en uno de esos cafés con las paredes marrones de tanto humo de cigarro como han chupado. Esos días te ves a la gente cargada, con kilos de ropa para aislarse.

    Son las pequeñas cosas que de alguna forma me siguen atando a estas tierras tan frías y lejanas

  • Molinos De Huisman y De Gekroonde Poelenburg

    9 de julio de 2005
    Molinos De Huisman y De Gekroonde Poelenburg

    Molinos De Huisman y De Gekroonde Poelenburg, originally uploaded by sulaco_rm.

    También en Zaanse Schans tenemos estos dos molinos de viento, llamados de Huisman y De Gekroonde Poelenburg. El primero se puede traducir como el dueño de la casa pero para el segundo no tengo mucha idea. En la foto no se ve muy bien pero este último está construido en madera y es el último de su tipo que queda en este lugar. Fue construido en 1869. Su compañero, de Huisman es un molino para la producción de mostaza y sigue en activo. Fue colocado sobre el edificio en el que se encuentra en 1955.

    Hay más información sobre Holanda en la anotación Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda y también puedes ver el Álbum de molinos de viento

  • 4. Conocidos der Dani

    8 de julio de 2005

    Hay que dar más de un paso para que podamos decir que estamos caminando. Esta historia se compone de pequeñas partes que podemos ver como los pasos necesarios para llegar a algún sitio, si es que realmente conduce a algo. Comenzamos a caminar en todos queremos ser como er Dani, dimos el segundo paso en conozcamos ar Dani y el tercero en lugareños der Dani. Hay quien piensa que el camino hacia er Dani forma parte de la misma, aunque yo sinceramente lo dudo. Si ya no recuerdas de que iba la cosa y no te apetece volver a leer lo anterior, te recuerdo que estábamos en el bar y que en el mismo se encontraba un bingo de mujeres poseídas por la fiebre del juego.

    Al brindis para celebrar el cumpleaños der Dani se unieron los tertulianos que estaban en nuestro lado de la barra. Yo no había recaído en ellos puesto que siempre pensé que formaban parte del mobiliario. Ahora que el alzamiento de vasos nos había hermanado, los miré de reojo, intentando no resultar novelero. Uno de ellos era el tipo de animal sudoroso que uno se encuentra en cualquier bar español de barrio. De su tupido bigote negro, claramente teñido con alguno de esos productos que anuncian por la tele y que el individuo olvidó aplicar al poco pelo que le quedaba en la cabeza, colgaban unas cansadas gotas de cerveza, o quizás de sudor. Su nariz aguileña se abría como las compuertas de cualquier canal holandés tratando de coger aire y forzaban el balanceo de las gotas colgantes al inspirar. Su camisa se veía sudada por todos y cada uno de sus rincones, con esas marcas sobaquiles que engrandecen a cualquier obrero. Todo el pelo que tenía aquel individuo en el mostacho le faltaba al otro en su cabeza. su calva relucía como un redondeado panel solar que trataba de coger energía de la luz de los fluorescentes. en semejante superficie blanca también habían perlas de sudor, ya que intuyo difícil que la cerveza alcance esas regiones. Los pocos pelos que tenía se encontraban espaciados, como peleados entre ellos y parecían haber sido abandonados mucho tiempo atrás, con sus puntas abiertamente estropeadas. La camisa de este otro sujeto era tan horrorosa como la del primero, de un zafio color que intuyo fue blanco el día en que cayó en sus manos y que tras innumerables lavados había adquirido un tono amarillo que parecía irradiar desde la zona en la que los brazos se unen al tronco.

    Ese dúo nos miraba con la misma curiosidad que nosotros a ellos. Parecían haber estado toda una vida allí, hablando entre ellos indiferentes al tiempo. En ese momento se abrió la puerta y entró una nueva binguera acompañada de un niño pequeño. Saludó a los conocidos. El bigotudo le dijo algo que no pude comprender y también se dirigió al niño. El niño sonrió, sabedor de algún secreto que yo era incapaz de atisbar. El tipo saltó de su taburete, se acercó a una de las máquinas, de esas en las que hechas una moneda y puedes tratar de capturar un premio y agarrando al niño con un brazo, lo aupó, puso una moneda en la ranura y trató de conseguirle un regalo. Tras unos instantes en los que todos pensamos que iba a triunfar, el juguete resbaló del gancho que lo sujetaba y volvió al montón. El tipo, echó otra moneda y volvió a intentarlo. Otro regalo ascendió y volvió a caer entre maldiciones de aquel hombre. Puso una tercera moneda, dejó al niño en el suelo y cuando el juguete estaba en el aire y a punto de resbalarse del garfio que lo sujetaba, le arreó una hostia a la máquina con tan certera puntería que el preciado objeto fue a parar al punto de recolección de premios. Lo cogió victorioso y se lo entregó al niño, no sin antes volver a colocar la máquina en su posición original.

    Yo vi lo que hizo, Sergio también fue testigo y creo que todos en el bar, pero nadie dijo nada. El chiquillo corrió hacia el bingo con su regalo en las manos, gritando para llamar la atención de su madre. Después de semejante acción benéfica, el tipo volvió a su asiento, se sentó y siguió bebiendo cerveza como si no hubiera pasado nada. Er Dani había desaparecido hacia el interior del local y después de unos momentos de silencio lo escuchamos volver con su cantinela, gritándole a alguien. Resultó ser su padre. Había cogido una botella y se la restregaba al hombre por las narices, riéndose como un loco. Cogía la botella, se la llevaba a la entrepierna, hacía como que se la estaba follando y volvía a pasársela al hombre por la cara. El padre de tamaña criatura trataba de espantar a su vástago a manotazos, igual que alguien espantaría un molesto mosquito, aunque sin mucho éxito, ya que er Dani no parecía arredrarse. Cuando volvió a nuestra zona, después de conseguir atravesar el espacio que llenaba su hermana, nos enseñó la botella mientras gritaba:
    Un doce años, un doce años.

    Efectivamente, era una botella de Whisky de doce años. Aquello parecía un logro impresionante. Yo, acostumbrado a los precios del alcohol en las Canarias, no terminaba de apreciar lo extraordinario del evento. De hecho, creo que en casi todos los asaderos a los que he tenido el gusto de acudir en mi vida, siempre hubo botellas similares o mejores. Ni siquiera cuando era estudiante y mi presupuesto limitado me permití beber nada que no hubiera disfrutado del envejecimiento en barriles que proveen los años. Para er Dani sin embargo era un evento único e irrepetible. Llevó la botella frente a la cara de su hermana, que se afanaba en servir una tapa de ensaladilla rusa adobada. Los ojos de la chica se notaban excitados ante la proximidad de la comida y se veía que estaba haciendo un gran esfuerzo para contenerse y no hincarle el diente. Su hermano continuaba con su juego, follando la botella e inmediatamente levantándola en el aire con grandes risotadas y exhibiéndola como un triunfo.

    Desde el fondo del local se oyó el vozarrón del padre diciendo que se la cobraría. El no demostró haber oído la amenaza y continuó con su salvaje baile, observado por mis atormentados y asombrados ojos y por los dos tipos que estaban a nuestro lado. La hermana se acercó a recoger el plato de manises que nos había puesto y de un barrigazo casi lo estampa con su botella contra la barra. La maldijo en voz alta y siguió riéndose de algún chiste que posiblemente cruzó por su cabeza y del que por suerte nunca supimos.

    Después de recuperarse del golpe, comenzó a contarnos una historia sobre ella. La historia la podréis conocer en el próximo capítulo, aquel que es conocido como La Carmen, hermana der Dani.

←Página anterior
1 … 3.473 3.474 3.475 3.476 3.477 … 3.619
Página siguiente→
  • huitten en Misión imposible: Sentencia Final – Mission: Impossible – The Final ReckoningNi me llamó la atención la primera, ni p…
  • huitten en Destino Final: Lazos De Sangre – Final Destination: BloodlinesLa sangre me nubla la vista.
  • huitten en Ni idea – CluelessPues mira…a veces este tipo de películ…
  • huitten en Regresando a Utrecht desde MaléYo estoy casi convencida de que naciste …
  • Luis en Regresando a Utrecht desde MaléÑozz, desayuno bajo en calorías. Jejejej…
  • Genin en Destino Final: Lazos De Sangre – Final Destination: BloodlinesHay que tenerla en cuenta… Salud
  • Genin en Ni idea – CluelessPasando… Salud
  • Genin en Regresando a Utrecht desde MaléLos del hotel son unos chorizos, menos m…

Únete a otros 15 suscriptores
Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
  • YO NUNCA – Fui ninguneado
    12/06/2023
  • YO NUNCA – Jiñé a oscuras
    22/05/2023
  • YO NUNCA – Hablé meando
    01/05/2023
  • YO NUNCA – Viví la transición
    10/04/2023
  • YO NUNCA – Conté un secreto de algún colega
    20/03/2023
This website uses cookies
Esta página web usa cookies para recordar tu nombre si comentas. Asumimos que no te importa pero si te molesta, puedes elegir quedar fuera.Aceptar Rechazar Leer más
Privacy & Cookies Policy

Privacy Overview

This website uses cookies to improve your experience while you navigate through the website. Out of these cookies, the cookies that are categorized as necessary are stored on your browser as they are essential for the working of basic functionalities of the website. We also use third-party cookies that help us analyze and understand how you use this website. These cookies will be stored in your browser only with your consent. You also have the option to opt-out of these cookies. But opting out of some of these cookies may have an effect on your browsing experience.
Necessary
Siempre activado
Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly. This category only includes cookies that ensures basic functionalities and security features of the website. These cookies do not store any personal information.
Non-necessary
Any cookies that may not be particularly necessary for the website to function and is used specifically to collect user personal data via analytics, ads, other embedded contents are termed as non-necessary cookies. It is mandatory to procure user consent prior to running these cookies on your website.
GUARDAR Y ACEPTAR