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    28 de mayo de 2005

    Son los kilómetros que hemos hecho hoy con la bicicleta. El turco, en un acto milagroso y sin parangón en todos los años que llevo en estas tierras semi-sumergidas, decidió que ya era hora de estrenar la bicicleta que compró hace cerca de dos años y que nunca había usado. Al igual que la Poderosa, es una bicicleta de Montaña. Como él siempre ha sido más pijo que yo, se gastó más pasta y la compró más ligera, con unos frenos hidráulicos que son una chulada y en general, más hermosa. Ya en carretera descubrimos que también se le puede añadir el calificativo de más lenta, algo que lo ha molestado bastante. Quien me iba a decir a mí, que mi bicicleta es más capaz que la suya. Sólo por eso el día ha merecido la pena.

    Como el turco nunca había estado por los alrededores de Hilversum, pese a haber vivido en la ciudad casi cinco años, opté por un paseo clásico. Primero fuimos a Gooilust y Coverbos, dos bosques maravillosos que hay junto a la ciudad y después enfilamos hacia Loosdrecht, un pueblo junto a un lago que es una auténtica monada. Paramos para comernos un bocadillo y tomar unas bebidas en una de las terrazas mientras las chochas pasaban frente a nosotros. Loosdrecht es muy pijo. De hecho, estuvimos en la tienda de coches Porsche de segunda mano babeando y mirando lo que jamás podremos tener. El mercado está que se sale. Un Porsche con doscientos cincuenta mil kilómetros sólo vale veinticinco mil euros. Regalado. El coche está casi sin usar. No tiene más de seis vueltas completas a la tierra por el ecuador.

    Tras la pausa, proseguimos ruta hacia Loenen y Breukelen. Esta zona es toda de palacios con sus yates aparcados en la puerta. También está la entrada al lago de Loosdrecht, que por tener un nivel bastante más alto que los canales que lo rodean, tiene unas puertas estancas por las que tienen que pasar todos los ricos y famosos con sus yates. Justo en ese sitio también hay un puente y por la puta ley de Murphy nos pilló con el puente alzado. Tardan como veinte minutos en hacer la operación. Primero se meten todos los barcos que quieren salir del lago y que entran en el compartimiento estanco, los bajan hasta el nivel del resto de los canales y una vez han salido entran los que van hacia el lago y se repite el proceso. Estábamos allí mirando cuando el pollardón millonario del primer yate, un pedazo de barco de al menos quince metros, con más espacio útil que mi casa, se cayó al agua al ir a soltar las amarras. Nosotros lo estábamos mirando y nos partimos la polla de risa. El tío gritaba como una maricona vieja desde el agua mientras permanecía entre dos barcos que tendían a pegarse. Desde ambos barcos lo intentaron ayudar pero sin mucho éxito. Gemía y lloraba pero no tenía fuerza alguna para alzarse a la cubierta. A todas estas, todos los que esperábamos para cruzar el puente, que éramos más de cien, nos desmoñábamos de la desgracia ajena, que sabe mejor cuando le pasa a un tipo con dinero. Vinieron con una zodiac pero tampoco se pudo subir. Seguía en ese agua turbia, lamentándose de su mala suerte. Al final con una cuerda y un atajo de hombres de verdad lo subieron a su barco. El tipo en seguida se puso en plan aquí no pasa nada y yo soy el cangríl del lago, pero estaba marcado y acabó por meterse en un camarote para no seguir paseando su humillación y escarnio.

    Tras estos momentos de diversión inesperada y que me pillaron sin una puta cámara para inmortalizarlos, proseguimos viaje. Nos perdimos cerca de Maarsen y tras algunas peripecias, retornamos a la senda de la verdad, aunque algo desviados. El turco a esas alturas se me quejaba de que le dolía el culete por culpa de su sillín profesional. Mañana ese no se sienta ni para cagar. Entre lamentos del turco y vacas preñadas llegamos de vuelta a Hilversum. Acabamos en una heladería italiana, pegándome un drie bolletjes de pistacho, bosvrucht y stracciatela. De alguna manera me las apañé para que el turco me pagara los quince euros que me debía, lo cual sí que merece un par de padres nuestros esta noche, porque estas cosas pasan muy de cuando en cuando.

  • Tulipan Carolina

    28 de mayo de 2005


    Tulipan Lady Jane, originally uploaded by sulaco_rm.

    Una de las comentaristas ocasionales en esta página es mi hermana, que siempre ha firmado sus comentarios como tu hermana. Supongo que muchos no lo creerán, sobre todo porque en Internet la gente tiende a ocultar su identidad y muy pocos o ninguno de los que te rodean suelen saber que escribes o donde lo haces. En mi caso no es así, como ya he explicado en alguna ocasión. En esta página suelen entrar familia, amigos, conocidos, compañeros de trabajo y otros que se enteran a través de ellos.

    Toda esta presentación es para decir, que aprovechando que hoy es el cumpleaños de Carolina, también conocida como tu hermana, aprovecho para dedicarle el tulipán de hoy. He elegido uno que se llama Lady Jane. Combina el blanco y el rosado de una forma muy hermosa. Las hojas exteriores parecen vestir las interiores, totalmente blancas. Este tulipán será conocido en este lugar como tulipán Carolina.

    Si estás pensando visitar Holanda para poder ver estas maravillas, tienes más información en la anotación Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda y también puedes ver el Álbum de fotos de tulipanes en el Keukenhof o el Álbum de fotos de Amsterdam

  • Deconstruyendo el cuento de la princesa II

    27 de mayo de 2005

    En el capítulo anterior descubrimos como llegó al mundo esa sucia y rastrera perra que es Samanta. La dejamos trabajando en una hamburguesería cercana a palacio.

    Al principio los dueños del restaurante de comida rápida, famoso eufemismo tras el que se encubren esos antros de comida precocinada Dios sabe donde, de dudosa calidad y servida por unos empleados que reciben unos sueldos miserables, estaban contentos. La gente acudía desde todos los lugares del reino para poder ver en acción a la que en un futuro sería su reina, al igual que los medios de incomunicación. Samanta, a la que le gusta más una cámara que chupar una polla untada en sirope de fresa, se lo pasaba bomba, dando entrevistas y saludando. Sin embargo, la alegría inicial se trocó en pánico cuando la gente dejó de acudir a dicho recinto y ciertas historias se propagaron por el tradicional y poco controlable sistema del boca a boca.

    Al igual que en ocasiones anteriores, llegó un momento en el que resultaba insostenible el mantenerla en su puesto de trabajo y la animaron a continuar por el sendero del éxito a través de empresas más ambiciosas. A Samanta le dolió un poco, pero acostumbrada como estaba a la precariedad laboral inherente a su estatus de princesa, se lo tomó con filosofía tántrica y se fue de compras. Volviendo al palacio le dio un arrebato y se bajó del vehículo oficial para caminar un rato por un parque.

    Era una de esas eternas tardes de fin de primavera y por todos lados se podían ver parejas copulando indiscretamente en la hierba mientras simulaban estar leyendo libros. Resultaba muy difícil engañar a una observadora tan puesta en estas lides cuando todos practicaban el Dale, Don, Dale mientras embestían a sus hembras y en algunos casos, a sus machos. También había una pareja de lesbos que a falta de Dale, Don, Dale se tenían que conformar con hacerse la prueba del algodón la una a la otra. Samanta miraba melancólicamente a su alrededor, pensando si merecería la pena interrumpir alguno de los actos y tomar posesión del macho. Andaba distraída junto al agua de uno de los pequeños lagos que como gotas de rocío perlaban el parque cuando sin darse cuenta se encontró con un sapo enorme que la miraba sin arredrarse.

    Se mantuvieron la mirada durante unos milisegundos que a ambos parecieron eones. El sapo, desde la piedra en la que reposaba, contemplaba asqueado aquel cacho de carne mal hecha. Por la cabeza de la Princesa cruzaron las leyendas y cuentos que hablan de este tipo de ocasiones y decidió arriesgarse. Agarró al sapo antes de que pudiera huir, se lo acercó a los morros y le plantó un soberano beso.

    Nunca antes en la historia real un ósculo fue tan repugnante. El pobre animal trató de impedirlo pero su pequeño tamaño lo colocó en inferioridad de condiciones. Ella le restregó su áspera lengua por el hocico mientras cerraba los ojos y pedía su deseo. Cuando acabó con él lo depositó en el suelo.

    Una espesa niebla surgió de la nada y los envolvió a ambos. Corrientes de aire salidas del vacío removían el humo y ejecutaban una endiablada danza que parecía no tener fin. Cuando por fin acabó el espectáculo pirotécnico, al lado de ella se encontraba un hombre. Era más alto que ella, esbelto, rubio guapísimo, con un delicado tono de piel y una fina capa de vello en sus brazos. Sus manos bien arregladas permanecían pegadas a su cuerpo, tratando de taparse. Sin embargo, no estaba desnudo. Tenía unos leotardos rojos, una faldita pequeña azul y una camisola con volantes blanca. De los puños de la camisola salían unas protuberancias horrorosas. Sus zapatos parecían de bailarina y llevaba un pequeño gorro a juego con la falda que coronaba su espléndida melena amarilla. Su pelo no tenía las puntas abiertas ni caspa en las raíces. Sus labios eran carnosos y con un seductor tono rojo.

    Samanta comenzó a lubricar inmediatamente. Todas las partes de su cuerpo comenzaron a tomar posiciones ante el inminente acto de pasión carnal que allí iba a tener lugar. La gruesa y babosa lengua de la princesa relamía sus labios festejando el placer venidero. Su organismo se comportaba como un mecanismo de precisión que iba a ejecutar los movimientos para los que había sido programado de manera inmediata. Su pelvis comenzó a agitarse levemente y sus piernas comenzaron a abrirse. El hombre mientras tanto no dejaba de recorrerse con la vista y su rostro no podía ocultar el horror que sentía ante lo que veía. Se sujetaba la falda con una mano para evitar que se la levantara el viento. Miraba hacia ella y sentía aún más pánico. Después se volvía a mirar sin terminar de creérselo. Su pelo perfectamente libre y natural ondeaba al viento lanzando destellos dorados. Sus dientes eran de un blanco inmaculado. Se veía reflejado en los ojos lascivos de aquella tipa que estaba frente a él. Sus sentidos le decían que algo muy malo estaba a punto de suceder. El vello de punta en sus brazos era una clara advertencia. No sabía si tirarse al suelo de rodillas a implorar clemencia o tratar de huir y esquivar a los guardaespaldas.

    Los dejamos aquí, frente a frente, Samanta y el sapo convertido en príncipe.

    Aquí acaba esta segunda entrega. El cuento continúa en Deconstruyendo el cuento de la princesa III

  • Tulipan Rodolfo

    27 de mayo de 2005


    Tulipan Davenport, originally uploaded by sulaco_rm.

    El tulipán de hoy está dedicado a Rodolfo, uno de los lectores y comentaristas asiduos y uno de los pocos que trata de corregir las imperfecciones ortográficas y gramaticales que perpetro tan a menudo, fruto del batiburrillo idiomático en el que transcurre mi vida. Rodolfo es el autor de una bitácora cuyo nombre, Estoy hasta las pelotas, ya prepara al lector sobre lo que se puede encontrar por allí. En lugar de comentarios, tiene un foro en el que gentes de espectros opuestos se baten ladrillo en mano y de alguna forma, Rodolfo consigue moderar ese sitio y sacarlo adelante. Yo soy de los que entran pero raramente opinan.

    El tulipán que le dedico es en colores rojo y amarillo y tiene unas hojas terminadas con un flequillo muy cachondo. La perspectiva de la foto nos permite disfrutar de las figuras concéntricas que forman los colores. A este tulipán se le conocía como Davenport pero nosotros lo llamaremos tulipán Rodolfo.

    Si estás pensando visitar Holanda para poder ver estas maravillas, tienes más información en la anotación Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda y también puedes ver el Álbum de fotos de tulipanes en el Keukenhof o el Álbum de fotos de Amsterdam

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