Otra de las fotos que hice en el otoño de las setas que nos rodean. Me parece increíble como son capaces de surgir de cualquier lugar, por muy extraño que este sea. En este tronco talado decidieron aprovechar el punto en el que fue cortado para vivir. Las setas son el mejor ejemplo de arquitectura efímera. Surgen con la humedad y el fresco y duran unas semanas. En ese tiempo lo tienen que hacer todo: crecer, deslumbrarnos con su belleza y reproducirse. Y el año siguiente, exactamente en el mismo lugar, nos volvemos a encontrar.
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Más setas en el bosque
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Guía no definitiva de la cocina holandesa
Todas las anotaciones con información turística sobre Holanda están organizadas en la Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda así que antes de hacer alguna pregunta deberías mirar las que hay publicadas y los comentarios ya que muchas de tus dudas es más que probable que ya hayan sido respondidas.
Como lo prometido es deuda, voy a hacer un recorrido por la comida holandesa. Gran parte de lo que se come por aquí viene de otras culturas, pero los folclóricos locales lo consideran como propio. Por ejemplo el Nasi Goreng o el Bami Goreng son poco menos que patrimonio nacional, aunque vienen de Indonesia. Es raro el restaurante o el comedor de empresa que no sirva estos platos al menos una vez por semana. Lo mismo sucede con los Bapau, unos panecillos rellenos de carne o de pollo, similares al pan chino. Hasta donde yo sé, creo que provienen de indonesia y por aquí los compra la gente para comerlos como aperitivos. 90 segundos en el microondas y un poquito de salsa picante y están que te cambas. El menda sin ir más lejos se homenajea día sí y día también con uno de estos pequeños placeres al volver del trabajo.
Ya entrando en la materia propia del país, si de lo que se trata es de desayunar es obligatorio el probar los Pannenkoeken, unos crepes que están deliciosos. También hay lugares en los que los sirven para cenar, como si fueran pizzas. Pueden ser dulces o «salados». Todos están para morirse de buenos. Y lo mejor absolutamente de la cocina holandesa son los poffertjes, unos mini crepes cubiertos de mantequilla y espolvoreados con azúcar de repostería que son la mayor de las perversiones. Yo soy capaz de vender a mi vecina por un plato de los mismos, sobre todo en los puestos callejeros. No tengo aguante y siempre que los veo los pido, aún sabiendo que son bombas energéticas de calibre nuclear.
En los almuerzos los holandeses son rácanos como ellos solos. Se comen un par de rebanadas de pan untadas con mantequilla y con una loncha de queso o similares. Acompañan la pitanza con leche, que puede ser semi desnatada, entera o leche cruda (karnemelk). Esta última me da un asco terrible. Yo soy más de la semi desnatada, que equivale a la entera española. La calidad de la leche está a milenios luz de la que se puede encontrar en nuestro país. No se puede comparar una vaca feliz, inteligente y realizada como individuo gregario con nuestras amargadas reses, encerradas y que como mucho pueden aspirar a un trabajo como azafatas de iberia. Lo del almuerzo en este país no está muy conseguido. Para que no os impacte, la hora de la comida es entre doce y una y esta gente almuerza en media hora más o menos y se vuelven directamente a trabajar.
Después del trabajo, por la tarde, quien venga a los Países Bajos debería probar los bitterballen, unas pequeñas croquetas rellenas de Dios sabe qué tipo de carne que se suelen mojar en mostaza. Por lo que me han dicho las hay de distintas calidades, siendo las más ínfimas las que se hacen usando sesos de vaca. Nunca he llegado a averiguar si los que me lo dijeron bromeaban o hablaban en serio, pero yo las sigo comiendo igual aplicando el dicho de que lo que no mata engorda. También en esta categoria de entrantes estarían el frikadel, una salchicha frita de aspecto siniestro y que vuelve loca a la gente y las kroketten, unas croquetas similares en composición a los bitterballen aunque grandes como cipotes erguidos. También se pueden mojar en mostaza y a la hora de comer la gente las unta entre dos rebanadas de pan de molde y se las come (y yo soy uno que lo hace de cuando en cuando). Todos estos aperitivos tienen en común el no ser muy saludables, pero que coño, lo que importa es participar y divertirse.
Cuando llega la cena los españoles aún están en la merienda. La hora de cenar es entre cinco y siete de la tarde. Hay muchos restaurantes cuya cocina cierra a las ocho y media, así que tener cuidado. Si queréis comida típica que Dios os coja confesados, aunque tras unos años le cogéis el puntillo y mola mazo. Empezad con una sopa. Las sopas de tomate son deliciosas, al igual que las sopas de mostaza. La más típica de las sopas es la llamada Erwtensoep, una sopa de guisantes ultra espesa que es perfecta para esos días fríos y húmedos que tenemos tan a menudo. Dicen que cuanto más espesa mejor y la prueba definitiva es poner la cuchara en posición vertical. Si está bien hecha, se debería mantener sin caerse. Yo no soy muy santo de este plato, pero algunos amigos míos que lo han probado se han vuelto fans. En cuestión de plato principal, si lo que os va es el marisco y estamos en temporada, los mejillones son fantásticos. Son mucho más pequeños que los gallegos y los traen en un caldero enorme, hervidos con cebolla, zanahoria y cilantro. Se sirven acompañados de papas fritas y de unas cuantas salsas. La cantidad suele ser entre 750 gramos y un kilo por persona. Puede parecer mucho, pero una vez eliminadas las conchas es suficiente. Uno que escribe por estos lares se suele bajar un plato de estos animalitos cada dos semanas como máximo cuando estamos en la época buena y dicen los que los han probado en mi casa que soy todo un experto en su elaboración. Si no os va el marisco, entonces probad los diferentes tipos de stamppot que hay. El stamppot es una especie de puré de papas con sustancia. El más famoso es el Stamppot Boerenkool, hecho con una verdura local y que se acompaña con una salchicha y pedazos de tocino. Es una bomba energética y aunque muy básico y poco apetecible de aspecto, está delicioso. Otras variantes son el stamppot hutspot y el stamppot zuurkool. En cuestión de carnes y pescados los holandeses son muy pobres y no tienen una cocina que merezca la pena destacar. Probando cualquiera de las cosas anteriores se debería tener una idea de la cocina holandesa.
Si venís en primavera/verano veréis por la calle puestos en los que ofrecen haring, unos arenques crudos que limpian y la gente se come así mismo, tal cual salen de las manos del que los pela. Los suelen cubrir con cebolla picada. No es algo que me atraiga en absoluto, pero nuevamente, para gustos hay colores.
Si alguien cree que me he dejado algo, que me lo diga que edito esta anotación e incorporo las sugerencias. Si estás pensando en ir a Amsterdam igual te interesa leer Turismo en Amsterdam en donde también dejo algunas sugerencias de sitios que visitar en la ciudad y por supuesto puedes ver el Álbum de fotos de Amsterdam
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Constantine
Uno se pasa meses esperando una película y cuando sale del cine le come la rabia por dentro. Esto es lo que me ha pasado con
Constantine, que venía precedida de unos trailers fantásticos que contienen lo mejor de la cinta. Con temática medio religiosa, ángeles y demonios, buenos y malos, tenía todas las cosas que me suelen gustar y debería haberse convertido en una de mis cintas favoritas del año.
La realidad es que está pésimamente rodada, el guión hace más agua que el Titanic después de que se hundió y las actuaciones brillan por su ausencia. Dirige el fiasco este un tal Francis Lawrence que parece ser primerizo en esto del cine y al que espero se le prohíba la entrada en cines por mucho tiempo. El tío no tiene ni idea de lo que es el tempo en una película, de como entretener a lo largo de todo el metraje. Se ha montado una peli de dos horas, aunque con unas buenas tijeras se podría haber sacado una película muy decente de menos de noventa minutos. El resto sobraba. Al frente del reparto y haciendo el papel de siempre, o sea, el de Neo en Matrix, está Keanu Reeves, que definitivamente está empantanado en su famoso Neo y no es capaz de superarlo. Y por Dios, que alguien le contrate un estilista para que le cambien la ropa, que parece que anda obsesionado con el aspecto de los curas católicos, a los que quiere imitar. El chico está envejeciendo muy mal y ya está pidiendo a gritos unos estiramientos faciales y quizás una buena lobotomía que le aligere el cerebro.
Lo acompañaba una tal Rachel Weisz que ejercía del arretranco al que le quiere poner la pierna encima. La pobre no da para mucho, o quizás simplemente es que no puede. A veces intenta poner algo dramático de su parte, pero no le sale. Es lo que tienen los vasos vacíos, que por más que nos empeñemos no tienen líquido. Esta mujer es igual. Ya daba muestras de sus carencias en la momia, en donde hacía de la tonta del bote a la que todo el cine se quería follar. Ahora, con unos años más sobre sus hombros, hace el mismo papel.
Y no pienso seguir porque no merece la pena. Absolutamente recomendada para quien le sobre el dinero y para las fans del Keanu Reeves, que lashay, y que únicamente van al cine por las calenturas y para aprovechar la oscuridad de la sala y tocarse unas pajillas. El resto, a esperar el pase en la tele dentro de cinco años que no os perdéis nada.
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Otra vez en un aeropuerto
Soy consciente que me repito mucho con este tema, pero yo no tengo la culpa de viajar tanto y de verlo todo de una forma anómala. Bastante tengo con no haber perdido la fe en las compañías aéreas.
En esta ocasión he decidido combinar mis dos experiencias viajeras (ida y vuelta ;-)) en una sola anotación. Y más que en el viaje en avión me centraré en los previos. Lo del avión está muy visto y Transavia no da para mucho, con esas azafatas jóvenes y lozanas y esos aviones cuasi nuevos. Solo comentar que como viene siendo habitual en estos viajes tuvimos tres crisantemos y una flor de loto en cabina controlando el pasaje y quien no entienda esto, que se compre un diccionario para entendidos.
Dado que ahora los aeropuertos me sablean con ese impuesto revolucionario llamado tasas de aeropuerto y del que no puedo defenderme por ser de pago obligatorio, he decidido tomar medidas drásticas. Me parece un abuso que me saquen casi 40 euros por pisar dos putos aeropuertos. Yo hasta ahora era muy limpio y pasaba por los recintos aeroportuarios casi como un fantasma, pero eso se ha acabado. Este año tenemos en marcha la operación gorrino a la que os invito a uniros. Como es tan caro el mantener esos lugares me he propuesto recuperar parte de mi inversión. Según entro en el lugar me convierto en el ser más guarro que os podáis echar en cara. Papeles al suelo, escupitajos, vómitos y similares están a la orden del día. Todo para recuperar mis cuarenta eurolos, que si multiplicáis esa guita por los ocho o nueve viajes que me monto por año, estoy dejándoles un dineral. El punto más importante de la operación gorrino comienza el día antes, o más concretamente dos días antes. Es en ese momento cuando comienzo con la abstinencia cagueril. Me trinco y me mentalizo para acumular las heces en cantidades astronómicas. Después de la facturación me meto en uno de esos baños y obro, o más bien, descargo. Lanzo tales cantidades de mierda que aquello queda inservible. No me preocupo mucho por la puntería y ni que decir tiene que añado una buena dosis de papel higiénico para conseguir el aspecto que tendría el baño de cualquier pub un sábado cualquiera en la madrugada. Ya somos muchos los que estamos boicoteando los aeropuertos de todo el mundo y cubriéndolos de mierda. No quieren nuestro dinero, pues se lo tendrán que gastar en limpiadoras.
Sobre la facturación decir que Transavia ha eliminado el billete y la tarjeta de embarque. Ahora como billete tengo un papel con un único código y un día antes de viajar me conecto desde la oficina y facturo, eligiendo mi asiento. Llego al aeropuerto con un folio que tiene un código de barras y con eso entro en el avión. Es el futuro. Se acabaron esas señoronas sentadas en los mostradores de facturación de los aeropuertos mirándonos con cara de mala leche y desesperándonos con su profesionalismo y lentitud.
El aeropuerto de Málaga es un claro ejemplo de por qué en Europa se piensa que España es el tercer mundo. Cuando llegué, otros catorce vuelos habían aterrizado al mismo tiempo y sólo habían siete cintas para recoger el equipaje. Haced vuestros cálculos partiendo del supuesto que dos cintas no se usaban. En las otras cinco nos acumulábamos a casi tres vuelos por cinta, con las maletas saliendo entremezcladas y quinientas personas o más luchando por conseguir pillar su equipaje. Digo yo que con el puto dinero que nos sacan podrían reparar las dos que estaban rotas y hacer unas cuantas nuevas. Aquello fue de pena. Había un tipo alemán que cogía todas las maletas rígidas, las sacaba, las miraba y las volvía a poner porque no eran las suya. El hombre no discriminaba ni tamaño ni color. Lo cogía todo. A su lado unos ingleses repartían codazos para hacerse un hueco y una holandesa se pasaba por la pipa del coño la prohibición de fumar y nos jodía a todos con el puto humo de su cigarro.
El siguiente ejemplo de eficiencia en aeropuertos lo viví al marcharme. Una multitud luchando para pasar el control de seguridad, algo que ya comenté en el largo camino de vuelta hace cosa de un mes. Según paso el control escucho que llaman para embarcar a mi vuelo. Miro en los paneles y no aparece la puerta de embarque. Creo recordar que es la diez y hacia allí me dirijo. En ese lugar se embarca un vuelo hacia Alemania, así que me pongo a curiosear por toda la terminal sin encontrar la dichosa puerta. Vuelvo a la número diez y le pregunto a la chica, después de esperar diez minutos a que terminara de hablar con su móvil con una amiga para contarle lo dilatada que tenía la vagina gracias a su nuevo novio. La tía, de mala hostia me confirma que ese es mi vuelo y que hay un problema con el software de control del aeropuerto y no se actualizan las pantallas. ¡Genial! Entro en el avión y aquello está vacío. Salimos con retraso por culpa del problema con el software del aeropuerto y por culpa de la ineptitud de unos empleados incapaces de poner un puto folio allí para indicar el vuelo que se facturaba. El recochineo en el avión era de cuidado. Toda esa gente se marchó de España convencida del buen hacer y del nivel de desarrollo de nuestro país.
Decir que sentí vergüenza ajena por la pobre que hace los anuncios en inglés en el aeropuerto español. Está claro que entró enchufada o a base de tomar calcio para sus dientes chupando las pollas de medio escalafón, porque por sus méritos lingüísticos seguro que no fue. Cada anuncio de la tía era secundado con el cachondeo general de todos los extranjeros que pululaban por allí. En fin, para que seguir…