Esta semana que acaba de terminar se ha conocido oficialmente. Se han cumplido los tres meses desde la última vez que me cortaron el pelo y mi álter ego «El Pelos» ha tomado posesión de los restos de mi cuerpo. Desde ahora y hasta el veinticuatro de diciembre por la mañana, día en que está planificado mi próximo corte de pelo, seré conocido por estas tierras como «El Pelos«.
En el fotomontaje adecuadamente distorsinado, se pueden ver diferentes posibilidades que se encuentran al alcance de mi capacidad capilar. Por pereza no puse ninguna con gomina, pero mañana por ejemplo pienso homenajear a Mario Conde-nado y repeinarme con la raya todo pa’ trás y engominado. Esta semana que culmina hoy ya he experimentado con diferentes estilos, ante el escarnio y el bochorno de mis sufridos compañeros de clase y de trabajo.
Sin embargo, todos saben que desde que emigré a los Países Bajos hice una promesa que aún no he roto. SIEMPRE que he de cortarme el pelo, lo hago en mi peluquero de toda la vida, en la Isleta, en la peluquería Antonio, situada en la calle Ferreras 16. En estos cuatro años y medio, he vuelto siempre allí para cortarme el pelo. Por eso vuelvo a casa al menos cinco veces cada año.
La peor época es siempre esta, porque después de Septiembre no suelo pisar suelo canario hasta las navidades y ese último pelado ha de durar lo indurable. Antonio hace lo imposible, pero a finales de Noviembre o principios de Diciembre la cosa está totalmente fuera de control. Así que los próximos 19 días tendré que vestirme de faralaes y sacar el gitano que todos llevamos dentro y sonreir. El payo «el pelos» anda suelto …