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  • La huérfana: primer asesinato – Orphan: First Kill

    17 de septiembre de 2022

    Lo de esta película es para no mear gota. Esta es una precuela de The Orphan – La huérfana, peli de terror muy buena que se estrenó en el año 2009 y en la que la actriz que la rodó tenía nueve años. Ahora han hecho una PREcuela, algo que sucedió antes, solo que la actriz ahora tiene veinticinco tacos y es que parece mucho más vieja que en la película anterior, en la que supuestamente era mayor que ahora. Es lo que tiene querer la guita, que los productores no se detienen ante nada, que habría sido más fácil buscar otra niña de aspecto parecido que total, trece años más tarde ni nos vamos a acordar de su careto. La película se titula Orphan: First Kill y está en la cartelera española desde hace una semana como La huérfana: primer asesinato.

    Una julay malaje consigue que la exporten a gringolandia y se dedica a putear a unos chamos que recién conoció, sin chimpún

    Resulta que una pava que es mala, pero de vicio truscolano y podemita, que está pensando en declarar su propia independencia y huir en un portabultos (que lo hace en la peli) como otro que yo me sé y que es una rata asquerosa y deleznable que folla rumanas porque le dan asco las truscolanas de su raza, después de escapar del manicomio previas muertes, se hace pasar por una niña perdida gringa y la llevan a gringolandia y la empotran en una familia que supuestamente perdió a esa hija. Desde el principio empiezan los malos rollos y las movidas entre el angelito este y su supuesta madre, su supuesto hermano mayor y el padrecito, con el que ella empieza una relación de amorcito que parece que va hacia el follarse a su viejo, mientras la madre se va cabreando más y más hasta que descubrimos el gran secreto de la familia y por supuesto, la pava, que hace un montón de años hizo una película matando otra gente, acaba con toda esta chusma y gentuza.

    No da miedo, ABSOLUTAMENTE nada de miedo y en muchos momentos aburre porque ya sabemos que todos tienen que morir. Hay estupideces increíbles, como la única muerte que hace la chama fuera de la familia en gringolandia y que no me creo ni jarto de güiski de garrafón. La historia es simplona, el ritmo patético y es que ni de coña me creo la edad que dicen que tiene la niña, es que la pava de veinticinco tacos ya ni poniéndole dos centímetros de cemento y maquillaje puede ocultar su edad, es que no cuela y además, después de hacerse puretona, como que es más falsa que Judas truscolán y podemita y hasta el acento que pone no parece auténtico. La película dura noventa y nueve minutos y seguramente le sobran quince y además, deberían haber añadido quince muertes adicionales para que los espectadores tengamos algo con lo que entretenernos. Esto es más bien como un telefilm.

    Tengo mis dudas que pueda gustar a los miembros del Clan de los Orcos pero sí que tengo claro que los sub-intelectuales con GafaPasta harían bien en mantenerse lejos de los cines en los que la estén poniendo. Mediocre.

  • Cuando las cosas salen mejor

    16 de septiembre de 2022

    Después de la terrorífica experiencia que conté en No veas la que me jugó el puto tuerto, el regreso al norte se me antojaba como una de las pruebas más duras a las que se tenía que enfrentar la humanidad. El día anterior, a las nueve y once de la noche, veintitrés horas y cincuenta y nueve minutos antes del despegue, pude hacer la facturación onDEline, que es super-falsa porque el avión va totalmente petado y no puedes cambiar nada. Esta vez me tocó un asiento en la fila catorce, que después de mirar en la página esa en la que se pueden ver las configuraciones de asientos de (casi) todos los asientos de (casi) todas las aerolíneas, estaba en una zona rara del avión con tres asientos en el medio, únicamente, y a los lados había dos baños a los que se accedía por la zona de las puertas que estaban por delante y una especie de cuartucho de descanso de la tripulación. Básicamente, una zona sin ventanas, con lo que ya os podréis imaginar mi gozo y alegría al no tener que (ni poder) hacer vídeo. Como hoy en día se sabe todo, usando otra página güé averigüé la matrícula del avión y con otro programa en mi telefonino controlé ese avión durante el día, ya que primero iba a Turquía, con lo que si ese segmento se salía de madre, ya sabría que tendría un retraso del copón. Por suerte todo iba según el plan, llegó de Turquía a Holanda en hora y salió para Gran Canaria también en hora (o con un retraso de veinte minutos que recuperaron en vuelo). Al volar de noche, fui a la playa, me comí mi helado y por la tarde, sobre las seis y pico, tiré para el aeropuerto, comprándome un bocata de pata de cerdo asada (al estilo canario) con queso tierno y mojo picón para llevar, que los venden al lado de la keli de mi madre y están super-ricos y la comida del aeropuerto es carísima y lo que es peor, malísima. Llegué al aeropuerto dos horas antes de la salida del avión, con la mochila petadísima con la comida, que pesaba un güevo y parte del otro.

    Fui directo a pasar el control de inseguridad y me asignaron la cola de gente con niños de menos de dos años y cochito para transportarlos, con lo que la cola se ve más corta, pero toma tiempo procesar a cada julay. Apareció después de yo ponerme en cola una pareja neerlandes con un cochito, un niño pequeño y quince personas más acompañándolos e intentaron entrar todos pero la persona que controla la puerta les dijo que aquello era para dos adultos por niño, así que con un niño, entraban sus padres y los otros quince a mamársela y ponerse en la cola del resto. Hasta en los Países Bajos se pueden ver los efectos del código genético atrofiado y que encaja con podemitas y truscolanes, esa chusma y gentuza de lo peor. Al meter mi mochila en la máquina esa que la mira por dentro, la separaron y vinieron dos empleados. Se la abrí y les expliqué que aquello es el festival de la comida canaria, con mantecados, con embutidos, con lentejas de lanzarote, con quesos canarios ganadores de medallas de oro del lidel y con chorizo de Teror y hasta chorizo gallego o atún. Básicamente, abrieron la mochila, sin tocarla vieron el festival de papeo y me mandaron pa’dentro sin mirar nada, con lo que mi bote de manteca de cerdo entró en cabina, el mismo que otras veces me han quitado porque dicen que es líquido.

    Me compré una botella de agua de un leuro y transvasé el contenido a mi botella de metal, que es de medio litro. Me jinqué el bocata, aproveché para mear y sin darme cuenta, ya llegaba el avión de los Países Bajos, en hora y comenzaba la fiesta del embarque. En Gran Canaria no usaron ningún sistema de zonas, con lo que entré de los primeros y resultó que la puerta que usan para el embarque es la que está al lado de la fila trece, con lo que entré y mi asiento estaba allí cerca. Después tuve que esperar un montón porque el avión se llenó hasta el último asiento, pero en este caso, tenían un generador eléctrico junto a la rueda delantera y el AIRE ACONDICIONADO funcionaba, con lo que lo de Schiphol es de gitanos, podemitas y truscolanes e incluyo aquí también a los suciolistas. Finalmente y tras una eternidad, acabó el embarque y por lo que pude contar, había menos de cinco niños pequeños y todos estaban sentados lejos de mí. A mi lado tenía una pareja que el chamo parecía un chichón italiano, con un chándal de esos gris que les molan tanto a los italianos para viajar. Despegamos con un pelín de retraso pero por la duración del vuelo, el piloto dijo que aterrizaríamos en hora. Durante las siguientes cuatro horas, escuché la banda sonora de la mejor película de la historia del universo, Top Gun: Maverick, vi episodios de las series que estoy viendo hoy en día y jugué con el Aipá. Merece la pena señalar que yo la música solo la tengo en Aipá y prácticamente solo la escucho cuando viajo, que en mi telefonino solo hay podcasts y audiolibros. Como era un vuelo nocturno, las azafatas, todas hembras, algunas más quemadas que los fogones del infierno, hicieron la ronda de la comida pronto y después apagaron las luces de la cabina para que la gente se amodorrara y durmiera. Aterrizamos con diez minutos de retraso o así, pero no en la pista que está en el recarajo y como yo estaba cerquísima de la puerta para el desembarque, fui uno de los diez primeros en salir y tenía más de veinte minutos para alcanzar la estación de tren del aeropuerto, que tampoco estaba tan lejos, con lo que por una vez no tuve que perder la dignidad corriendo con quince kilos de comida en una mochila. Llegué al tren ocho minutos antes de que apareciera el tren nocturno, que a esa hora, en los Países Bajos, solo hay una línea de tren nocturna activa, uno que va de Rotterdam a Utrecht pasando por el aeropuerto y Ámsterdam y que salen cada hora en ambos sentidos y como que van a media velocidad, porque la ruta, que normalmente se hace en treinta minutos, dura exactamente una hora. Llegué a Utrecht a las cuatro y arrastré la mochila pesadísima hasta el mega-aparcamiento de bicicletas, en donde la mía estaba aparcada en la fila diecinueve del nivel inferior, puesto ochenta y dos, que le hago foto al lugar porque entre doce mil bicicletas, como se te olvide te cagas en todos los muertos de podemitas y truscolanes.

    Encontré la bici, me puse la bolsa pesadísima a la espalda como si fuera una mochila, que una vez la llevaba descansando detrás del asiento y se resbaló a un lado y casi me mato, pasé por la zona de control e hice el control de mi tarjeta de tren, que también se usa en el aparcamiento de las bicis y por seis días y pico de aparcamiento me cobraron nueve leuros, que no está mal y la tengo allí vigilada, en el edificio y si hubiera ido en taxi a mi keli desde la estación, ni de coña pago esa cantidad, que por menos de dieciséis leuros no te sale. Después vino el ejercicio físico para pedalear con quince kilos a la espalda y sobre las cuatro y cuarto de la madrugada entraba en mi keli, encendiendo la luz de la puerta de la cocina con el programa que llevo en el telefonino para las susodichas, que están conectadas por el güifi a las internetes. Después tuve que vaciar la bolsa, meter en nevera o congelador todo lo que correspondía y esperar a que se me pasara la hiperactividad del viaje y poder acostarme a dormir, aunque creo que dormí en total algo más de tres horas.

    Y así acabó la semana de visita a Gran Canaria que pone punto y final a mis dos años de paz interior y libertad, que desde el lunes vuelvo a ser un esclavo de una multinacional del sol naciente y sé que me están esperando como diarrea clarita de mayo.

  • La keli de Jim Thompson

    16 de septiembre de 2022

    Este fue uno de mis lugares favoritos en Bangkok y no lo habría encontrado de no recomendármelo una brasileña que coincidió conmigo en algún segmento de uno de mis viajes. La casa de Jim Thompson es un museo hecho en la casa del arquitecto con el nombre anterior en su keli, que se construyó en 1959. Contiene todas las piezas de arte que coleccionó el chamo en su tiempo en Tailandia y Asia, que fueron un montón de años hasta que murió, o desapareció, en Cameron Highlands, en Malasia. La casa es muy curiosa porque es como una recopilación de seis tipos de casas tailandesas y hay zonas del edificio que en realidad son antiguas casas que él compró, desmontó y encajó en la suya.

  • El metro aéreo BTS de Bangkok

    15 de septiembre de 2022

    La forma más cómoda de moverte en la zona más turística de Bangkok es usando el metro aéreo, que es aéreo porque está sobre la calle, en una estructura gigantesca que se ensancha en las estaciones, como la que estamos viendo en la foto. En la ciudad también hay metro subterráneo. De los aéreos, hay dos líneas que en total creo que tienen unos sesenta kilómetros entre las dos y una purriada de paradas, que lo que más recuerdo es que estos metros no van a mucha velocidad porque están siempre parando. Las tarifas se calculaban por la distancia, cuánto más lejos vas, más pasta te cuesta al salir. Como conectaba las zonas en las que están los hoteles y las principales atracciones, es uno de los medios de transporte que más usé. Creo que también fui en el metro en alguna ocasión para ir hasta la estación del tren que lleva al aeropuerto.

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