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  • Despegando en marzo por la noche desde Gran Canaria

    19 de julio de 2024

    Toca cambiar de los fabulosos vídeos de buceo a los aburridos vídeos de aviones y en ese viaje en marzo, regresé desde Gran Canaria a Ámsterdam en un vuelo de Transavia que salió por la noche y llegaba aquí bien entrada la madrugada, con lo que tenemos tanto un despegue como un aterrizaje nocturnos. Además, la chama que se sentó a mi lado era muy agradable y estábamos hablando y casi se me olvidó grabar el vídeo, así que es relativamente corto porque lo empecé cuando estábamos en la cabecera de pista. La canción es Great Balls of Fire, cantada por Miles Teller en el clásico Top Gun: Maverick.

    Estamos en la cabecera de pista y el chófer quita el freno de manos y salimos cagando hostias hasta que de lo rápido que vamos volamos. Por la ventana se ven las luces del aeropuerto y la terminal y una vez estamos en el aire, la costa hacia la ciudad de las Palmas, pasando cerca de la playa de Tufia que conocemos tan bien por el buceo y que son las luces amarillas sobre el minuto y veinte segundos. Después sigue la costa de Telde.

  • El regreso de Bodrum

    18 de julio de 2024

    No hay ida sin vuelta, así que seis días después de llegar a Bodrum, regresaba a mi keli en los Países Bajos. La operación comenzó el día anterior. Para evitar que mi amigo el Turco se pegara dos horas conduciendo, la idea era ir al aeropuerto en taxi o algo similar y para eso, aproveché que una vez, hace la tira de años, usé el programilla ese de uver, para pedir un vehículo, que según ellos, sería un taxi. La ventaja de usarlos a ellos es que puedo pagar con tarjeta, que yo ni me molesté en llevar Liras turcas que no valen nada. Reservé mi vehículo para cierta hora del domingo y se quedó en el estado, buscando conductor. Veinticuatro horas antes de la salida del vuelo, fui a hacer la facturación onDEline y de nuevo, quería tener asiento de ventana en el primer vuelo. Tenía dos opciones, pagar tres leuros o pagar con las millas inventadas esas que me dieron en el vuelo de ida. Fui por todo el proceso, elegí la ventana y demás y cuando voy a pagar, falla, tanto con leuros de verdad como con millas. Como ni de coña me quería arriesgar a que después me pongan en el terrible asiento del medio, decidí que me asignaran ellos los asientos, en pasillo y ahí todo funcionó, así que uno que yo me sé no tendrá sus vídeos de despegue y aterrizaje, aunque espero que le informen en su bodorrio de comentaristas del mejor blog sin premios en castellano al que no me invitaron, que yo lo intenté.

    Ya con facturación hecha y taxi apalabrado, disfruté mi último día. Por la noche ya dejé casi todo listo, a falta de jiñada, ducha, afeitado y ponerme la ropa. La ropa que usé en el viaje a Bodrum se quedaba en el cubo de la basura de la habitación, que yo soy de viajar con ropa viejísima que ya no quiero y regresar más ligero. Tuve hasta tiempo de tomarme un cafelito. Cuando faltaban cuatro minutos para la hora del taxi, el uver ese seguía buscando conductor y ya se veía que fracasarían. El Turco llamó a una empresa de taxis, pidió uno y me vino a recoger en 5 minutos. Eso sí, me dijeron que tenía que pagar en efectivo y que pararíamos en un cajero en el camino. También me dijeron el coste del viaje, unos cincuenta leuros. Me despedí de mi amigo y el taxista comenzó el viaje de una hora al aeropuerto, que no se tarda tanto porque esté en el quinto coño o tres metros más pa’llá, sino que la culpa es de las mieldas de carreteras, con los primeros díez kilómetros como los peores, que es casi un camino de cabras. Paramos en un cajero y saqué la guita y el chamo, en la segunda fase de la operación, que era una carretera de dos carriles por cada sentido pero en la que en muchos sitios se podía cambiar de sentido por el carril de la izquierda, pilotaba el taxi como un coche de competición y adelantaba sin vergüenza alguna por la derecha cuando le convenía. Íbamos siempre pasando un Mercedes de puro lujo que después nos volvía a pasar, que ambos conductores parecían picados por llegar primero al aeropuerto. Antes de las nueve de la mañana el chamo me dejaba en la entrada de la terminal para vuelos nacionales, que es el edificio cutre de ese aeropuerto, que el lujoso es solo para vuelos internacionales.

    Como siempre, en Turquía te hacen pasar un primer control de Inseguridad en la puerta del aeropuerto con un primer control de tu equipaje en el que nunca paran a nadie y yo juraría por Pumuki que el tipo ni mira a la pantalla. Seguí hacia el acceso y llegué al segundo control de Inseguridad, el supuestamente auténtico, en el que separas los líquidos, sacas la tableta de tu mochila y demás. Tampoco me dio la impresión que se esforzaran demasiado. Una vez en la zona de embarque, busqué un sitio para desayunar, que tampoco es que tuviera mucho tiempo. El avión era enorme, un Boeing 777 que iba petadísimo. Como la terminal nacional no tiene las pasarelas, nos llevaban por tandas al avión en guaguas y se iba llenando poco a poco, aunque el embarque fue relativamente rápido, sobre todo porque no hubo la coña de minusválidos y familias con niños primero y eso agiliza el embarque. Creo que yo entré en el avión con la segunda guagua.

    Cinco minutos antes de la hora de despegue, el chófer ya estaba soltando el freno de mano y aquel trasto enorme corrió y corrió y corrió y saltó al aire. En la pantalla delante de mi asiento, me puse la cámara por debajo del avión y así era casi como tener ventana. Quince metros después del despegue, las azafatas entraron en modo pánico total y tal y tal y corrieron para repartir los cienes y cienes de bocadillos y bebidas porque con una hora de vuelo, el tiempo para el papeo es escaso. Solo había opción carnívora de bocata, con carne de pollo y cuatro o cinco de bebidas, así que la palabra que más usaban cuando alguien les preguntaba algo era N-O. Después del aterrizaje, tuvimos casi media hora de paseo por el aeropuerto buscando el aparcamiento y de nuevo, en lugar de sacarnos por una pasarela, que la había en el sitio en el que aparcó el chófer, nos sacaron en guaguas. Después, al entrar en la terminal, seguí la ruta de tránsito internacional, llegué a un control de pasaporte tras cinco minutos y tras eso, media hora caminando hasta la puerta de embarque de mi vuelo, que en ese aeropuerto las distancias son dantescas.

    Mi segundo avión era un Airbus A350, que también son grandísimos, pero nuevitos, casi de paquete. Mi asiento volvía a ser de pasillo, pero el avión no estaba totalmente lleno y el pavo que iba en el asiento del medio se cambió a otro antes del despegue. En el avión venían a los Países Bajos una cantidad ingente de indios, pero no de los arapajoes, sino de los de curry y eso. Había una vieja que tenía a su alrededor como tres metros de distancia de virus pandémico y cuando pasó junto a mi fila, era porque el hedor no se puede ni describir. A esa su desodorante la abandonó el día que sus padres chingaron y la madre se quedó empreñada y desde entonces, el concepto de ducha tampoco parecía serle conocido. Por suerte se sentó mucho más atrás, pero me puedo imaginar y me imagino las arcadas de la gente en las tres filas anteriores y posteriores durante las tres horas de vuelo. Despegamos en hora y durante el viaje, nos dieron una comida de avión, como las de antes del milenio este. La pantalla de mi asiento era de bastante calidad y la cámara del avión también, así que eso era lo que miraba. Cuando íbamos a aterrizar, como la vista de la cámara delantera era espectacular porque se ve hasta la rueda, grabé vídeo apuntando a la pantalla esa, con lo que tendremos un curioso aterrizaje y con una perspectiva nunca antes ni jamás vista en el mejor blog sin premios en castellano.

    Al desembarcar, metí el turbo para llegar al control de pasaporte antes que la mayor parte de los doscientos que iban por delante de mi que todo el mundo sabe que el control de pasaportes es eterno. Lo conseguí y hasta estaban funcionando las máquinas que te lo revisan, si eres europeDo, así que me puse en una de ellas pero la pobre tardó un montón en identificarme porque claro, yo salí el lunes paliducho y regresé el domingo africanizado, que me curré a conciencia el recuperar mi color negro o quizás, negrísimo. Una vez en la parte insegura del aeropuerto, llegué a la estación de tren y solo esperé un par de minutos antes de estar sentado en el tren camino de mi keli.

  • Segunda inmersión en Tufia en marzo, cuarta parte

    17 de julio de 2024

    Llegamos al cuarto y último vídeo de la segunda inmersión en marzo y por desgracia, tendremos que regresar a los tediosos vídeos de aterrizajes y despegues, ya que creo que vamos a tener una tanda de ellos con regreso a los Países Bajos desde Gran Canaria y después regreso a Gran Canaria desde los Países Bajos para comenzar la siguiente tanda de inmersiones, que serán tres días, seis inmersiones y una cantidad ingente de vídeos. La música es la canción Que mimporta de Bebe.

    Comenzamos rodeados de fulas blancas, un montón de ellas, por todas partes y alguna vieja. Vamos avanzando por una zona rocosa y poco antes del primer minuto, bajo una roca y perfectamente camuflado, nos encontramos un pulpo que se hacía el lolailo esperando que nos cansáramos y nos fuéramos. Pasamos junto a algún nudibranquio, con sus colores vistosos. Sobre el tercer minuto y bajo una roca nos encontramos con un montón de peces escondidos allí y nosotros continuamos nuestro camino de vuelta a la playa, con muchos sargos alrededor y hasta alguna vieja.

  • El viaje a Bodrum

    16 de julio de 2024

    Mi amigo el Turco siempre me está dando la vara con lo poco que lo aprecio y todo lo demás y yo le repito y le tripito que yo aprecio un montón su cartera y que siempre paga, pero que no aprecio tanto su capacidad para dejarme tirao, que este queda contigo para algo y una hora antes te dice de-que-no porque le salieron otros planes. Por eso, cuando me dijo que alquiló un kasoplón en Bodrum durante un mes y que sería un crimen contra la humanidad no ir a pasar unos días con él, como que no le hice caso, pero el puto me tortura psicológicamente y me lo reprochaba cuando me pagaba los almuerzos a los que me invita siempre que viene a los Países Bajos y como este año no he ido a bucear a algún destino exótico y tengo que usar mis días de vacaciones, hace un par de semanas encontré billetes y compré para ir unos días a verlo. Ya en ese primer evento casi la cago, que estoy convencidísimo que me dijo que alquiló la keli del cinco de julio al cinco de agosto y yo quería llegar el primer día y por suerte lo llamé antes de comprar el billete, que al final donde dijo cinco de julio quiso decir ocho de julio. Me compré mi billete para ir desde ese lunes hasta el domingo y como no parece que Bodrum sea un destino popular desde los Países Bajos y las aerolíneas que lo ofrecían lo hacían a precios prohibitivos, acabé comprando el billete con las aerolíneas oficiales jalal de Turquía, con escala en Estambul y así llegamos al lunes de la semana pasada. Me levanté pronto y como ya tenía preparado mi bolso, fue jiñar, ducharme, vestirme, desayunar y tirar para el aeropuerto. Mi primer avión salía después de las once y como estábamos en el primer fin de semana de vacaciones oficiales, aunque solo los colegios de la zona sur del país, que los del centro no empezaron las vacaciones hasta este último viernes y los del norte no las empezarán hasta el viernes de esta semana, con el sistema neerlandés de hacer tres tandas para que no se colapse todo. Salí de mi keli y fui andando a la estación de tren de mi barrio y allí conecté con el tren que uso para ir al laburo y al llegar a Utrecht Centraal cambié al que me lleva al aeropuerto en treinta minutos.

    Una vez allí, fui a la que ellos llaman la terminal 3, que es por donde se entra a pasar los controles de inseguridad cuando viajas fuera de la Unión Europeda. La cola en el control era de cinco minutos y ahora les ha dado porque te quites el cinturón pero que no lo pongas en la cinta con el resto y que lo lleves en la mano cuando te hacen el escáner tridimensional ese. Después de eso pasé por el control de pasaporte y después ya estaba en la terminal. Fui a la puerta desde la que salía mi avión y me senté a esperar. Era un Airbus A330, un trasto grande y con hasta dos pasillos y todos sabemos que en clase pobre ponen sillas hasta en los pasillos. Mencionar para cierto comentarista que no me asignaron asiento de ventana, aunque en mi segundo vuelo, desde Estambul hasta Bodrum, C-O-M-P-R-É el cambio de asiento por 3 leuros que jamás agradecerá nadie para hacerle sus vídeos. Me negué a hacer lo mismo en este vuelo porque me querían sablear 16 leuros y con ese dinero, prácticamente pago el abono mensual de cine ilimitado.

    El embarque fue terrible porque primero, se produjo el milagro de los minusválidos en silla de rueda y aquello parecía más bien un trenecito y después permitieron entrar a familias con niños de menos de dos años y salvo por el Elegido, todos los demás se intentaron colar, que algunos iban con la hija quinceañera y decían que es tonta y solo chupa pollas y su edad cerebral es de año y medio, pero las azafatas no lo aceptaban, como todos los que se hacían pasar por viejos y se les veía perfectamente sanos. Para cuando me llegó el turno, entré para cerrar la puerta, soltar el freno de mano y tirar pa’lante. El avión iba petadísimo de turcos que regresaban al país desde el que huyeron a pasar 3 o 4 semanas de vacaciones y a ser posible, endiñarle las bestezuelas a las abuelas y que se las queden, que las vacaciones escolares en los Países Bajos son seis semanas.

    Resultó que teníamos una mujer jalal pilotando, que los machos turcos cuando se enteraron estaban todos inquietos porque ellos no dejan a sus hembras ni coger sus coches ni caminar junto a ellos, que lo lógico es que ellas vayan cuatro pasos por detrás. En el vuelo nos dieron hasta papeo, como en el milenio pasado cuando viajabas. Después de aterrizar, tardamos como treinta minutos en llegar a la terminal, como si el chófer hubiera parado muy pronto o así y mi amigo el Turco me dijo que eso es normal y que a veces te puedes pegar hasta tres cuartos de hora en el avión paseando por el aeropuerto. En Estambul, tuve que caminar kilómetros y kilómetros para ir desde la terminal internacional hasta el control de pasaporte y visa y después entrar en la terminal doméstica y gracias a todo ese ejercicio, para cuando llegué ya solo tenía que esperar media hora.

    En el segundo avión nadie se quiso identificar como viejo o minusválido y entramos mucho mejor y más rápido y agarré mi asiento de tres leuros con ventana y a mi lado se sentó un panoli turco con su hija noréxica-bulímica del coño. El despegue fue en dirección al Mar Negro y después el chófer metió volantazo y tiramos pa’l sur. Aunque era un vuelo de hora y cuarto, las azafatas prácticamente quinientos metros después de saltar y estar en el aire se pusieron las pilas y nos repartieron bocatas de pollo con queso y refrescos. Al aterrizar ya se veía que allí hacía un montón de calufa. Al salir noté que el panoli con hija noréxica se olvidó alguno de sus múltiples teléfonos en la cabina y se lo entregué a las azafatas, que seguro que lo vendieron, porque era un ifone de esos para los menos desarrollados mentalmente. Como soy precavido y previsor, me compré una tarjeta prepago de Levara o algo así y le metí unos leuros para tener 3 Gigas de datos durante la semana y avisé al Turco que il Scelto ya estaba en el país. Me vino a recoger con la hija y la novia y después fuimos juntos al kasoplón, con tres plantas, cinco dormitorios con su propio baño y tal y tal.

    De lo que sucedió allí durante la semana poco diré, pero que sepan que he tomado dantescas cantidades de sol y me he bañado posiblemente cien veces en el mar Egeo, que es lo que ahora se conoce como el Mediterráneo. El complejo tenía su propia y privada zona de baño, con una plataforma que daba al mar y como todo el mundo prefería las piscinas, yo era en muchas ocasiones el único usuario del lugar, con lo que no me quejo.

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