5. Hluhluwe Imfolozi Park


memorias de sudáfrica 2005

Bienvenido a este relato sobre mis sucedidos en Sudáfrica. Antes de que sigues quiero avisarte que el comienzo de la historia está en un momento temporal anterior al que has visitado. Si quieres seguir el curso natural de lectura te ruego que retrocedas al comienzo llamado Memorias de Sudáfrica. Camino al fin del mundo y si quieres seguir el orden correcto después tendrás que leer Por fin en uMhlathuze, Mi vida en uMhlathuze y Es un mundo lleno de zulúes.

Antes de continuar me gustaría recordaros que este no es nada más que el diario de alguien que cuenta las cosas tal cual le parecen y que ni pretendo ni intento evangelizar a la concurrencia. Este es mi diario y a quien no le guste le ruego que salga de aquí y vaya en paz. También quiero recordaros que si en algún momento os parece racista, clasista, elitista, pedante, estúpido o inapropiado, debe ser porque vuestras estrechas miras no os dejan ver más allá. Por suerte yo no soy racista, vivo en el extranjero, tengo amigos de múltiples razas, colores y nacionalidades y jamás he mirado a la gente por el barniz que les dan. Aclarado este punto, seguimos con el relato de la historia.

Me levanté tempranísimo para ir de safari, algo que acabo de descubrir que en inglés se llama game drive. Safari fotográfico, no de los otros, que no soy yo quien tiene estómago para matar esos bichos con un fusil. A las seis y media de la mañana ya estábamos en ruta, siguiendo la N2, una de las carreteras nacionales. Al contrario que las españolas que son gloriosas autopistas llenas de chicas guapas en los arcenes prostituyéndose, esta era una carretera de un carril en cada sentido plagada de camiones cargando madera. También pasan unas furgonetas abarrotadas de gente que parece ser son los taxis locales. Yo siempre pensé que con el tipo de licencia que tenemos para conducir coches (la B) sólo se puede llevar hasta nueve personas pero esa regla no se aplica en este país. En esas furgonetas (del tipo de Toyota Hilux y similares) meten oficialmente quince personas y extraoficialmente hasta veinte. Los tíos van por las carreteras a toda mecha en unos trastos que se caen a cachos y cuando algún negrito que está andando por el arcen les levanta la mano paran en seco, provocando a menudo accidentes. Después negocian el precio hasta el punto más próximo al destino del pasajero al que va dicho taxi y continúan la ruta, entrando de nuevo en la carretera sin respeto ninguno por los coches que andan en la misma. Esas furgonetas-taxi suelen pertenecer a sindicatos mafiosos que controlan zonas y si alguna entra en la zona de otros se suele arreglar a base de tiros, con alguna de los millones de armas ilegales y legales que circulan por el país. Estos conductores trabajan durante horas sin descansos de ningún tipo y a menudo se quedan dormidos, sufren accidentes y mueren unos cuantos o todos los pasajeros. Además no reconocen el código de circulación porque dicen que fue impuesto por el anterior régimen de apartheid. Parece ser que el que sea el mismo que en el resto del mundo no les convence y se niegan a seguirlo. He visto cosas con estos coches increíbles. Uno que nos cruzó no tenía volante y conducía sujetando el eje del volante con una llave inglesa. Otro llevaba los ejes de las ruedas mal y la furgoneta avanzaba hacia nosotros con las ruedas traseras casi un metro a la izquierda de las delanteras, dando la impresión de que el cacharro aquel iba en diagonal. He visto estos coches parar en seco y obligar a todos los vehículos detrás de ellos a realizar maniobras evasivas y he visto a uno meterse en dirección contraria por el arcén de una carretera sin motivo aparente.

Camino del safari nos cruzamos con un camión que había volcado en la carretera y el sitio estaba lleno de gente robando las puertas que llevaba como carga. Parecían hormigas corriendo por la carretera y por los bosques con una o varias puertas sobre la cabeza. Otros paraban y las ponían sobre las capotas de sus coches y las sujetaban como podían. En ese momento cruzó por mi cabeza el bienvenido a África. Me sorprendió que la carretera está muy bien señalizada. Me preocupaban un poco las señales de peligro, que eran bastante variadas: Peligro hipopótamos, Peligro cocodrilos, Peligro rinocerontes, Peligro vacas, Peligro minusválidos.

Salimos de la carretera principal y aún teníamos que hacer unos veinte kilómetros hasta la entrada del parque. Esa carretera secundaria estaba llena de gente que caminaba por ambos lados. Las casas eran barracas y chozas, con chiquillos descalzos corriendo por todos lados, vacas sueltas que se paran a meditar en medio de la carretera y cabras corriendo como locas por todos lados.

Al llegar a la entrada del parque teníamos que pasar un control de seguridad. Preguntamos en información y nos dijeron que allí no se hacían safaris con guía que teníamos que entrar con nuestro coche y buscarnos la vida. En ese momento se montó el Belén porque el día anterior llamamos y nos confirmaron que los había. Después de una conversación de sordos en las que el hombre que me llevaba le dijo al otro de todo menos bonito tuvimos que volver a la carretera principal porque según ellos no podíamos cruzar el parque para ir a un sitio llamado Hilltop. En el camino llamamos a la recepción y allí nos dijeron que tendrían que habernos dejado pasar. La chica, una tal Ntani fue muy amable y se disculpó hasta el infinito y más allá porque al fin y al cabo somos turistas y ellos se supone que lo que quieren es que más gente les visite. Después de un rodeo de ochenta kilómetros llegamos al otro lado del parque y allí nos esperaban. Se disculparon y organizaron nuestro safari. Como habíamos llegado tan tarde fuimos solos en el jeep, un vehículo preparado para diez pasajeros. Nuestro paseo por el parque iba a tener una duración de tres horas.

El guía era un chico Zulú muy agradable y que nos explicaba todo. El objetivo del safari es ver los CINCO GRANDES: Leones, leopardos, Elefantes, Rinocerontes y Búfalos. Ya en el camino nos habíamos cruzado con un rinoceronte y con varias jirafas y cebras. Uno escribe esto y parece el pan nuestro de cada día pero es algo extraordinario. Yo tarareaba en mi cabeza la canción I had a farm in Africa y me sentía como un cruce entre Merryl Streep, la Pantoja y Chiquito de la Calzada. Allí estaba yo, en medio de un montón de animales salvajes, con mis pantalones caqui, mis botas de explorador, mi gorrito y crema solar buscando a Livingstone. Como mi vena pachanguera a veces me puede, también tarareaba Mami que será lo que quiere el negro. Desde lo alto de una ladera vimos junto a un río un Elefante y varios búfalos y decidimos ir para allá, lo cual se dice fácil pero implica meterse por unos caminos de tierra de cuidado. Mientras llegábamos a ese lugar nos cruzamos con un coche en el que estaban mirando algo. Era una serpiente que alguien había atropellado. El guía se bajó del coche y le dijimos que la cogiera para hacerle una foto. El hombre le tenía pánico al bicho y no la quería coger. La tocaba con un palo para asegurarse de que estaba completamente muerta. Finalmente la cogió y tuvimos la foto. Continuamos y varios coches decidieron seguirnos porque se olían que íbamos a ver algo. Cuando llegamos al lugar nos encontramos con dos elefantes y varios búfalos. Los elefantes o jugaban o peleaban entre ellos. Algo impresionante. Después de un rato mirando nos volvimos por donde habíamos venido y cogimos una carretera de tierra reservada para los guardas del parque. Nota: Cuando vuelva a los Países Bajos pondré enlaces y añadiré más información sobre dicho lugar La reserva es gigantesca, con decenas de miles de animales. El lugar es totalmente privado y llevan más de cien años con el negocio. Tras los elefantes nos topamos con un grupo de cebras y jirafas. Las jirafas son espléndidas, con un andar majestuoso. Te miran y te quedas sin aliento. No tengo palabras para describir la sensación cuando estás allí viéndolas en su ambiente natural, son como grandes dinosaurios. Vimos también Impalas, ?us y un montón de animales de los que ni siquiera conozco el nombre. También vimos águilas y otras aves y pájaros. Cruzando un río nos topamos con unos pajaritos que hacen los nidos todos juntos. Hay que ver las fotos para creérselo. Pensé que eran frutos y en realidad eran los nidos de todos ellos en el mismo árbol. Debajo de ellos un cocodrilo esperaba pacientemente a que alguno se cayera para zampárselo y un poco más allá unos búfalos retozaban escondidos en un recodo del río. Eran búfalos viejos que han sido expulsados de la manada y que deambulan amargados tratando de esconderse y escapar de los leones y leopardos. Esos búfalos son muy peligrosos y si pueden te empitonan.

Tras los búfalos continuamos nuestro safari con más animales pequeños como gacelas y similares. Alguien nos sopló donde estaban los leones y fuimos hacia allá. Estaban algo lejos de nosotros pero podíamos verlos claramente. Cuatro leonas descansaban tranquilas. Estos animales comen un día a la semana y el resto se lo toman con calma. Si me dicen que voy a estar a cuarenta o cincuenta metros de cuatro leonas sin una valla de por medio no me lo creo. No podíamos sacar manos ni nada por fuera del Jeep ya que ellos lo que ven es un bloque compacto y grande y por eso nos dejan tranquilos pero si notan un cambio en la situación se vuelven activas y su instinto depredador les puede. No hace mucho en otro de los parques del país un joven borracho se salió del coche por una apuesta con sus amigotes borrachos y antes de que pudieran reaccionar estaba muerto. También un japonés sacó la mano del jeep para señalar algo y un leopardo se lanzó a por él y esos bichos saltan como cabras en el monte.

Después de la experiencia con los leones nos fuimos a ver si conseguíamos ver los rinocerontes y los leopardos que me faltaban para completar los CINCO GRANDES aunque ya había visto un rino al entrar. A través de los transmisores y preguntando a gente en otros coches averiguamos donde había un leopardo. Por lo general se mueven bastante, no son tan pasivos como los leones así que no sabíamos si habría suerte pero al final la hubo y dimos con él (o ella). Estaba descansando en un arbol, jugando perezosamente con su cola. Los leopardos son los más peligrosos y el hombre nos avisó para que estuviéramos más callados y más quietos. Solo se oía el ruido de la cámara al tomar las fotos.

Estuvimos buscando rinocerontes pero sin mucha suerte. Aún así, cuatro de los grandes en el mismo safari es un record y en cualquier caso ya había visto un rinoceronte al entrar. Después de tres horas en medio de esos campos volvimos a la base. La experiencia fue impagable y al contrario de lo que habrían hecho alguno de mis amigos que son unos miserables, le di una buena propina al guía. Almorzamos allá arriba, en Hilltop y después de comer volvimos hacia Richards Bay siguiendo la carretera que según los tipos de la primera entrada al parque no existía. Son treinta kilómetros de camino dentro del parque en el que no se puede circular a más de cuarenta kilómetros por hora. Vimos otro montón de animales y entre ellos un Rinoceronte a cinco metros de nosotros. Solo por ese momento mereció la pena todo. En un momento dado un pequeño jabalí cruzó la carretera alejándose de su madre y esta montó un cirio hasta que la pequeña criatura volvió con ella. Cuando digo jabalí me refiero a un bicho que se me parece a los jabalíes pero no tengo ni idea de su nombre. Los animales continuaron viniendo a la carretera a saludarme y a hacerse fotos hasta que llegamos a la salida del parque.

Desde allí nos encaminamos de vuelta a nuestro B&B en donde nos esperaba un asadero con unos colegas de aquí. Fue una orgía de carne y alcohol bajo un cielo lleno de estrellas y con los gritos de ranas y otros bichos en la lejanía.

Para continuar con el relato, sigue el enlace que te lleva a Greater St. Lucia Wetland Park

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6 respuestas a “5. Hluhluwe Imfolozi Park”

  1. Habrá fotos pero nada como estar allí y verlo. Es un lugar mágico, como retroceder miles de años en el tiempo.

  2. Ayer cuando leí lo del safari tengo que reconocer que te puse a parir, hoy con la aclaración de que era fotográfico debería retractarme, pero como no serviría de nada, te quedas con las lindezas que pensé de ti cuando creí que ibas a ir por ahí matando animales.
    Ahora si que creo que debe ser una experiencia para recordar.

  3. Por Dios, si me dan un rifle seguro que acabo amtando a los que van conmigo que esas cosas no tienen microprocesador ni nada electrónico. Yo si no hay un sistema operativo de por medio soy incapaz de manejar cualquier herramienta. Aparte de esto, no tengo estómago para matar a un bicho solo por placer.

  4. el jabali creo que se llama «berrugoso», o facoquero (creo). ana lo llama pumba

  5. Me entró el canguelo de solo verme sacando la mano por la ventanilla cerca de las leonas.
    Nunca he estado en un Zoo, pero no creo que tengan punto de comparación, de hecho, el zoo, es que no me atrae, en cambio un safari (yo solo entiendo el Safari con disparos fotograficos o ni esos) es otra cosa.

    Ahora me toca a mi irme de safari por la carretera, que eso si que es una jungla.