Naciones Unidas y un paseo por la historia del rock


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Llegamos al quinto y último día en Nueva York ya que la mañana siguiente comenzaba mi largo regreso a casa. Con la temperatura volviendo a valores más tolerables tenía nuevamente una agenda algo apretada y ese día llena de caminatas en la calle. Comencé dirigiéndome a Union Square en donde por ser sábado había un mercado de granjeros vendiendo sus productos (greenmarket). Mi prima me lo había recomendado así que me pasé y me compré una tartaleta de frutas del bosque y otra de manzana que estaban de morirse de buenas. El lugar además es bastante curioso para visitar. Esto es algo que sorprende de Nueva York. Hay un montón de mercadillos de granjeros que se suceden por diferentes partes de la ciudad y la gente gusta de comprar vegetales y productos de calidad en los mismos. En una sociedad tan moderna, resulta extraño este apego por lo tradicional. Aproveché para darme un paseo por la calle 14 y comprarme una mochila nueva por 10 dólares porque mi maleta ya iba llena y necesitaba espacio adicional para todos los vaqueros y camisetas que me compré en el viaje. La mochila era tan grande que puse dentro la que llevo habitualmente con la cámara y su equipo y con eso a la espalda anduve todo el día.

Volví a coger el metro y fui hasta la parada de Bleecker St en donde comenzaba mi paseo por el East Village, la tierra de los roqueros. Esto es un paseo por la historia musical de la ciudad en parte del siglo XX y por supuesto es prescindible para quien prefiera el ver museos. Además es una zona diferente de la ciudad, sin rascacielos. Comienza pasando junto al CBGB, el local desde donde se dieron a conocer los Ramones. Un poco más adelante llegas a Cooper Union, lugar en donde Abraham Lincoln dio un memorable discurso en 1860 denunciando el racismo, el cual le ayudó a ganar las elecciones. Por las calles se ven punkies y similares pero no hay peligro alguno. Seguí caminando y pasé por el Dom, lugar en el que Andie Warhol montó uno de sus espectáculos en 1966. Después entré en Love Saves the Day, una tienda dedicada a la parafernalia de la Guerra de las Galaxias, la mayor y mejor saga de la historia del cine como todos sabemos. Allí no encontraréis hobbits mierdosos ni elfos julandrones. Esa tienda salía en la película Buscando a Susan desesperadamente, un clásico de los ochenta. Seguí andando hasta llegar a Fillmore East, local en donde los Who estrenaron la ópera rock Tommy y besé la puerta del local antes de seguir hacia Tompkins Square Park. Pensad que allí tocaba Jimmy Hendrix, que Ethank Hawke jugaba al baloncesto en ese parque y que gran parte de la historia musical de los últimos cuarenta años surgió de la zona. Ahora el parque se ha convertido en un lugar para pasear perros fuertemente vigilado por la policía, ya que hace unos años pasear por el lugar era poco menos que impensable si querías seguir con vida. Había algún músico tocando en la zona con su público correspondiente. En una esquina del parque está el 7B, un bar que aparece frecuentemente en películas, incluyendo el Padrino II. Desde allí caminé hasta el edificio que fue la Primera casa de Madonna en Nueva York. Besé ese suelo sagrado y me restregué por esas paredes bendecidas por la Divina antes de continuar mi paseo hacia la estación de metro Delancey St, lugar en donde acababa el paseo por East Village.

Sin tiempo para descansar me tele-transporté hacia Greenwhich Village, la zona de los bohemios, los artistas, la universidad y demás fauna exótica. Comencé en la Christopher St y desde allí caminé hasta Christopher Park para ver la famosa estatua con dos parejas del mismo sexo, o sea, dos julandrones y dos tortilleras, todos impecablemente blancos y ubicados en el parque. En esta zona lo mejor es caminar con una mano tapándote el ojete por lo que te pueda entrar, que uno no se puede fiar ni de su sombra. Hay multitud de tiendas de libros y discos con banderas del arco iris y los hombres no te miran a los ojos al pasar, sino que lo hacen directamente al paquetillo. Desde ese parque caminé hasta el Chumley?s un local muy relacionado con el socialismo y el comunismo y todos esos ismos marginales. Las calles de esa zona son pequeñas y coquetas y solo por el paseo en el lugar merece la pena ir. Un poco más abajo te paras a fotografiar un restaurante mejicano sobre cuya fachada aún se puede leer Fat Black Pussycat y ahí, en ese mismo lugar escribió y cantó Bob Dylan por primera vez Blowin? in the Wind. En la misma zona está el Café Wha? en donde el susodicho Dylan cantaba para los locales antes de reconvertirse en productor de MP3 descargados sin pagar derechos de autor por casi todos vosotros. Hay un montón de bares en esa zona que suelen ser frecuentados por los famosos de la ciudad y también está el Café Reggio, el lugar en donde la noche anterior me había tomado un capuchino. Volví a pasar por el Washington Square Park e hice la foto del Washington Square Arch que ya habéis visto. Pasé de nuevo por debajo del arcoy caminé por la Quinta Avenida hasta llegar a la infame Weathermen House, un antro en donde vivían un grupo de terroristas radicales y que fue destruido por una explosión accidental que mató a tres de esos hijos de puta. Un poco más abajo en la misma calle está la casa en la que vivió brevemente Oscar Wilde.

Desde allí volví a coger el metro y fui a la Grand Central Station, edificio que había visitado de noche. Almorcé en los bares que hay en su sótano e hice unas cuantas fotos, descansando un poco antes de pasar frente al Edificio Chrysler en mi ruta hacia las Naciones Unidas. Era sábado y las banderas no ondeaban pero aún así el lugar impone. Es un poco cutre en su interior, se nota que no sobra el dinero pero sigue siendo el parlamento del Mundo. Me apunté para una visita guiada que nos llevó a través de la Asamblea General, el Consejo de Seguridad, el Consejo Económico y Social y otros rincones del edificio. En mi cabeza veía a Nicole Kidman moviéndose por allí. Nuestra guía era una joven austriaca con un marcado acento alemán que nos fue contando la historia de las diferentes zonas del edificio. En la parte exterior del edificio hay varias esculturas con temas relacionados con el pacifismo. Mientras esperas para que comience tu gira estás en una sala presidida por los retratos de todos los que han dirigido las Naciones Unidas desde su creación. Esos retratos fueron regalo de Irán.

La visita a las Naciones Unidas tomó un par de horas y para cuando terminó comenzaba a anochecer. Volví paseando a la Quinta Avenida y en el camino me encontré con una tienda de vaqueros tan barata que salí de allí con cuatro más y catorce camisetas. La enorme mochila a mis espaldas ya iba llena. Ese sábado a las seis de la tarde la Quinta Avenida era casi misión imposible. No se podía andar de la cantidad tan grande de gente que había. Me costó casi una hora llegar a Times Square para un último paseo por el lugar. Prácticamente agotado, decidí volver pronto (es un decir) al apartamento y cuando llegué fui a uno de los locales de venta de productos rusos a comprarme la cena. No sé lo que comí pero estaba delicioso y después de ver la variedad de comidas que tenían me apetece bastante el ir de vacaciones a Moscú. De hecho, ya lo tengo en mi lista de posibles destinos. Las últimas horas las pasé recogiéndolo todo y preparándome para la marcha, que al día siguiente me tenía que levantar temprano para la larga vuelta a casa. Así terminó mi quinto día en Nueva York.

El relato de este viaje termina en Todo viaje tiene un final

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