Esta semana tuvo un comienzo fantástico como ya comenté en Todos los días tienen su aventura. Hemos ido quemando etapas y ayer cuando estaba en casa de mi amigo el Rubio y mirábamos la previsión meteorológica, veíamos que la nieve estaba en camino. Era cuestión de horas. Al volver a mi casa, mientras pedaleaba por las desiertas calles de Utrecht, inhalaba ese aire tan extraño que hay siempre justo antes de las nevadas y que parece caliente. Alrededor de las dos de la mañana me desperté por un ruido extraño y al asomarme a la ventana vi que toda mi calle había adquirido ese color gris tan característico. Por la mañana teníamos varios centímetros de nieve y al parecer los vehículos que echan la sal en las calles no habían pasado. Salí de mi casa llevando a mis espaldas la cámara de fotos y entre eso y el iPhone en la chaqueta procuré ir con cuidado. Mi bicicleta es muy inestable en la nieve por culpa del tamaño de las ruedas. Entre mi casa y la estación tuve tres ECM o Experiencias Cercanas a la Muerte en las que perdí el control de la bici y por unos instantes avanzaba en dirección a los coches que circulaban por la carretera paralela al carril bici. En todos esos momentos perdí totalmente la dignidad pero al menos no me caí y seguro que arranqué alguna risa de los que me veían dudando entre proteger los tres mil euros de equipo fotográfico a mis espaldas, mi preciado iPhone en la parte anterior, o mandar ambas cosas a la mierda y salvarme de una visita al hospital.
De alguna forma logré llegar a la estación con casi quince minutos de retraso sobre lo que suelo tardar y totalmente convencido de haber perdido el tren pero me encontré conque el sistema ferroviario se descojonó y los trenes salían y llegaban sin seguir sus horarios. Conseguí entrar en el tren, justo pegado a la puerta y rodeado de cienes y cienes de miles de millones de personas que abarrotaban el tren y me recordaban a esas imágenes tan entrañables de los muertos de hambre de la India que van en trenes petados hasta arriba. En el tren sudamos lo que no está escrito y para cuando llegué a Hilversum opté por continuar hasta la estación central de Hilversum por temor a que las calles no estuvieran en buen estado.
Mi sorpresa fue mayúscula cuando al salir en Hilversum vi que la sal funcionaba perfectamente y las calles estaban limpias de nieve o hielo. El paseo hasta la oficina transcurrió sin problemas y hasta fui uno de los primeros en llegar ya que no solo el sistema de transporte público estaba teniendo problemas, las autopistas se habían colapsado.
A la hora del almuerzo salí a pasear con mi amigo el Moreno y me llevé la cámara. Al hacer fotos en lugares nevados las cámaras suelen volverse locas y las fotos quedan sosas y con la nieve gris. El problema es que el sensor reacciona al exceso de luz y oscurece la imagen. Para compensarlo lo mejor es sobrexponer la imagen. Hice varias fotos de un árbol nevado probando distintos valores hasta que di con el adecuado, que en este caso fue de +1/3 EV. Por desgracia no teníamos un buen cielo azul que ayudara pero aún así, las fotos han quedado bonitas. La de la parte de arriba es de la piscina/lago que hay cerca de mi oficina y que se usa para controlar el nivel de agua en la ciudad.
En nuestro paseo nos tropezamos con varios chiquillos haciendo bolas de nieve y me impresionó el chaval de la foto anterior al que parece que le gustan las cosas a lo grande. Imagino que el destino final de esa bola será como parte de un muñeco de nieve aunque nunca se sabe. Más preocupante es que el lugar en el que la estaba haciendo es usado a veces por los perros para dejar sus regalos y no creo que sea agradable el terminar en tus manos con semejantes residuos.
En otro lugar de nuestro paseo vimos una concentración excesiva de gaviotas junto a un edificio. La culpa la tenía alguien que desde el balcón les lanzaba pan y las gaviotas se volvían locas por pillar un trozo. En la foto podéis ver la persecución a la que sometieron sus compañeras a la que consiguió el preciado trofeo.
Después del paseo seguimos trabajando y por la tarde mi antiguo compañero de despacho me invitó para celebrar su cumpleaños y a él siempre le ha gustado comprar Oliebollen, unos bollos fritos típicos holandeses que son como bombas energéticas y que suelen rezumar el aceite en el que los fríen.
Antes de regresar a mi casa me llegó un correo de mi profesora de holandés anunciándome que he superado el examen y que por lo tanto puedo decir y os digo que mi nivel actual de neerlandés es el 5 de los seis posibles niveles y si que en el Marco Común Europeo de Referencia para las lenguas está a medio camino entre el B1 y el B2. En los próximos cuatro meses haré el último nivel y si supero el examen estaré en nivel B2. Curiosamente, me da un montón de pereza hablar esta lengua tan jodida pero si comparo mi nivel de inglés respecto a la misma tabla, es inferior al de mi neerlandés.
Al regresar los trenes seguían igual de caóticos y si en la ida el tren estaba tan lleno como un concierto de Falete, en la vuelta debía cantar la Pantoja porque estaba a-ba-rro-ta-do. Entre la estación y mi casa tuve que pedalear mientras nevaba copiosamente y conseguir superar dos ECM como un campeón. Me parece que mañana como siga así iré en autobús porque por la noche nos vamos a ir a emborrachar al café Cartouche y no me veo yendo en bicicleta con estas condiciones y bajo los efectos de la Bokbier.