¡A todo tren! Destino Asturias


Lo mío con Santiago Segura se está transformando en la clásica historia de amor y odio en la que pensaba que era un director de cine fabuloso y fantástico y él está empeñado en demostrarme lo equivocado que estaba con películas mediocres. Aunque esto que voy a comentar puede parecer la tercera parte de otra, en realidad, con muchos protagonistas de la anterior, es otra película, aunque el tema es absolutamente el mismo. Se trata de ¡A todo tren! Destino Asturias y seguro que todavía sigue en los cines de toda España.

Un julay acarajotao y simplón tiene que llevar en tren a un puñado de mocosos y la caga pero que bien cagada, eso sí, sin chimpún.

Un pavo friki y paranoico es el encargado de llevar a un puñado de niños desde Madrid a un campamento en el norte. Cuando están en la estación, todo se tuerce y los chiquillos acaban en el tren solos y los adultos se quedaron en tierra y comenzarán una persecución del tren por cualquier medio que puedan, aunque siempre parece que se les escapa por los pelos.

Igual el problema es mío pero creo que la primera vez que me reí en la película ya estábamos pasada la mitad de la misma y teniendo en cuenta que dura noventa minutos y le sobran cuarenta, dice muy poco de la misma. Aquí Santiago Segura, que también la dirige, pone como ultimamente un montón de niños en la pantalla y espera que ellos hagan sus tonterías y el público se ría. El problema es que eso no funciona conmigo. Todas las escenas en el tren con los niños solos me parecieron patéticas, el revisor que les tiene manía, triste, los diálogos entre ellos, más falsos que truscoluña, que no es nación y en ningún momento resultan creíbles. Al final la película es más bien la de los que los intentan alcanzar, que es más interesante pero como está siendo interrumpida continuamente para ponernos otra ración de gilipolleces con los niños, acabas incluso desinteresándose por la otra. Creo que solo en dos ocasiones escuché a la gente reírse en la sala, así que igual ese día y en esa sesión coincidimos todos los que tenemos un sentido del humor muy distinto al que deben tener los que se divierten con estas películas. El final me pareció simplemente patético. Creo que lo mejor de la película fue, de lejos, el pelucón fregona que le pusieron a Santiago Segura.

Yo diría que esto repelerá por igual a los miembros del Clan de los Orcos y a los sub-intelectuales con GafaPasta. Parece más bien pensada para marujas recién paridas que buscan en la pantalla identificarse con algo, aunque no se sabe muy bien lo que puede ser.


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