Asiento congelado de la Zarrapastrosa


Yo soy de los que creen qeu nunca se pueden tener suficientes bicicletas ubicadas en los lugares adecuados y por eso tengo casi tantas como Papamoviles tiene el Papa. En Hilversum en este momento tengo dos, una que rescaté y adopté porque estaba abandonada en el complejo de edificios en el que trabajo y La Zarrapastrosa, que uso habitualmente y que empieza a mostrar señales de decadencia y la rueda delantera se menea tanto que la gente que me ve por la calle piensa que yo pedaleo al ritmo del Guarretón de las KaKanarias, ese dúo de dos pavas que en todos sus vídeos agitan la caja de la mierda con una inquina que no veas y se restriegan contra cualquier macho u objeto que les pueda dar placer pero como hemos entrado en la Edad del puritanismo de las CHOCHOPOLLAS, pues alguien tendrá que borrar estos vídeos y prohibirlos porque son mucho más que pecaminosos. ¡Coño! ya volví a desviarme del concepto.

A 6 grados bajo cero

Bueno, que estos días hemos tenido algo de fresquillo y con el fresco, viene también el solito, que es lo que más se echa en falta. Trato de explicarles a los holandeses que hay que hacer la fotosíntesis y no me hacen ni caso y claro, así acaban que cuando van al médico les diagnostican que el cansancio ese eterno que llevan encima es porque tienen una falta de vitamina D épica y si no están al sol, algo difícil porque en enero casi no lo hemos visto, la única alternativa es comida que la contenga o el pastilleo. Salgo de mi casa con los seis gradillos negativos vistos anteriormente y como no soy culocochista como algunos muy sensibles que no vamos a mentar, voy con La Lapoya desde mi casa a la estación y en ese tramo, como la bicicleta duerme en su casita del jardín, no hay problema. Por supuesto que no llevo diecisiete capas de ropa como hace la gente del sur y salgo de casa con camisa y chaqueta exterior cortavientos, además de guantes y una banda para cubrir las orejas, que más no hace falta. Sigo mi rutina habitual, pillo el tren, cambio al segundo tren y cuando llego a Hilversum me encuentro a La Zarrapastrosa heladita de frío:

Asiento congelado de la Zarrapastrosa

Lo peor lo pasan las almorranas, que saben que ese frío lo van a sufrir y padecer con o sin resignación alguna, que el frío, como el calor, se transfiere y cuando me pose ahí, ellas tendrán que apechugar y aguantar, porque el sillín estaba a unos agradables seis grados bajo cero.

Suspiros de Utrecht y no de Moya

Por la tarde, al regresar a casa con algún grado bajo cero, hice lo que haría cualquiera con dos o más dedos de frente, cociné Suspiros de Utrecht, que estos no son de Moya y jugando un poco con la temperatura en el horno, que puse alrededor de los ciento veinticinco grados, logré que quedaran duros por fuera y absolutamente blanditos y épicos por dentro. Además, en el corazón de cada uno había media cucharadita de mi Mermelada de moras, aclamada mundialmente por la excelente calidad que consigo año tras año y que solo pueden degustar unos pocos porque prefiero jincarme yo los kilos y kilos que preparo y cada vez regalo menos.


2 respuestas a “Asiento congelado de la Zarrapastrosa”

  1. Las almorranas te tienen que quedar congeladas, y hasta los pelos del culo estarán como escarpias, 🙂 Menos mal que el frio anestesia 🙂
    Salud

  2. Eso sí, debes tener los espermatozoides con más movilidad del planeta, si apoyas los huevos en ese sillín, más fresquitos imposible…