Buceando con mantarrayas


El relato comenzó en Desde Utrecht a Kuala Lumpur

Llegamos a otro día épico y legendario en mis vacaciones del 2018. Me levanté temprano y a las siete de la mañana estaba desayunando. A las ocho menos cuarto nos veíamos para ir a bucear y aunque ayer parecía que iba solo, al final vinieron una pareja de chinos y un ancestral gringo como Genín, de estos que nacieron hasta antes de la televisión. Los chinos tenían pinta de faltarles un hervor y llevaban a un maestro de buceo para ellos porque el chamo tenía poco nivel y la chama directamente iba a por su primer buceo. En el plan original íbamos a ir al norte de las islas pero lo cambiaron y fuimos directos a la Bahía Manta, que dejo para las avanzadas dotes de los lectores el deducir que hay allí. Tardamos unos veinticinco minutos con la lancha a todo meter y al llegar al punto estaba lleno de barquitos con gente que venía a lo mismo pero con gafas y tubo, chinos, chinos y más chinos. Eran como legión, todos con sus chalecos salvavidas. Nosotros bajábamos y nada más descender, ¡Chás! Aparece una manta, y después otra y luego otra y otra. La gente en la superficie se volvía loca, los bichos daban pasada tras pasada y aquello era el acabose. Después de un rato viéndolas seguimos explorando la zona, en la que también hay unos bichos como citadlas, tortugas, morenas y cangrejos minúsculos, además de algún caballito de mar. Estuvimos casi una hora porque el otro que venía conmigo no aguanta tan bien el aire, o quizás fue más profundo que yo, que trato de no dejarme ir hasta los veinte metros o por debajo porque te bebes el aire como nada a esa profundidad. En mis inmersiones en Amed llevaba tres kilos de peso pero en esta, con un traje de cinco milímetros, me tuvieron que poner seis. Inicialmente llevaba cinco pero no bajaba de la superficie, era imposible. Lo de los trajes es porque en esta zona, el agua igual está a 26 grados que a veinte o diecinueve, tiene unos cambios muy drásticos.

Al acabar la inmersión movieron el barco a la Bahía de cristal y esperamos en el mismo a que pasara la hora de parada entre inmersiones, charlando y comiendo fruta. En esta bahía, lo que predominaban eran los buceadores, había varios barcos y parece ser un punto favorito. El nombre es porque la visibilidad en este agua es muy buena. En esta ocasión no descendimos tanto, el máximo fue a unos quince metros pero hubo algún punto en el que las corrientes te empujaban hacia abajo y tenías que lucha con ellas. Vimos de nuevo un montón de vida, de vegetación submarina, un cangrejo de esos que se apropian de una concha de caracol enorme, unos peces que parecen lenguados pero son más vistosos, vimos un chucho y unos cangrejos diminutos que viven en las plantas esas que tanto le gustan al NEMO en la peli de animación. La china en esta segunda inmersión no bajó, al parecer se traumatizó de por vida en la primera o eso o ella lo que quería era el selfie con las mantarrayas y una vez lo tuvo, el resto se la sudaba. Su chino bajó con el otro grupo y de nuevo volvieron antes. Nosotros aguantamos sesenta y dos minutos

Al subir, regresamos y en la excursión está incluido el almuerzo, así que papeamos y después me puse a tomar el sol en la piscina y con un adaptador que me prestó una chama, moví los vídeos de mi Xiaoyi Yi 4K al iPad, con lo que puedo liberar espacio en el mismo y no perderé nada. Por la tarde cogí la cámara grande y me fui a dar un garbeo y hacer fotos por el villorrio y regresé para ver la puesta de sol pero había nubes y no tenía encanto. Repetí con el restaurante del día anterior.

El relato continúa en Mi encuentro con el pez Luna

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Una respuesta a “Buceando con mantarrayas”

  1. ¿No habían inventado la tele para 1941?
    Yo creo que si …
    ¿No fue en los trentaitantos?
    Siempre había creido que las mantarrayas esas eran muy peligrosas…
    Salud