La ida y vuelta a Gran Canaria de marzo


Ya lo decían las sagradas escrituras que la desidia es muy fuerte en mi familia y aunque regresé de Gran Canaria hace ya casi dos semanas, se me había olvidado dejar constancia del evento en la anotación respectiva. En este caso no habrán vídrios fastuosos y la razón la tiene que la memoria que uso con mi teléfono caminante estaba medio-escoñada y de hecho, murió al día siguiente del regreso y cada vez que intenté grabar un vídeo, fracasé. Por suerte las fotos las toleraba mejor. La novedad de este viaje es que por primerísima y seguramente ultimísima vez, iba directo hasta Gran Canaria con Buelin, aerolínea del grupo Liberia famosa por la hora de retraso que siempre regalan a sus pasajeros. Digo que es la última vez porque aunque la línea es nueva, ya he leído que la van a quitar por limitaciones en el número de vuelos en Schiphol, aeropuerto que está muy cerca del medio millón de vuelos al año que les permite la ley y no los dejan crecer más por aquello de la contaminación de gasolina y de ruido en las barriadas de los alrededores. La otra cosa interesante es que volaba en viernes por la tarde, con lo que trabajé normalmente y después del curro al aeropuerto, con una combinación que evitaba la bicicleta y la reemplazaba por guagua debido a que estaba lloviendo y quería llevarme una chaqueta ligera y no la capa esa que abulta más que el ajuar de Falete. El recorrido al aeropuerto transcurrió sin incidencias y el control de inseguridad se alargó una media hora, algo que está sucediendo este año en Schiphol, en donde con tanto vuelo hay también mucha más gente y el sistema está saturado.

Buelin y Liberia al fondo

Después de entrar y pese a que sabía en donde aparcaría el avión, ya que los de esta empresa siempre paran por el mismo barrio, seguí hacia otra zona del aeropuerto porque allí hay un servidor de agua y quería llenar mi bolsa de medio litro de fábula para tener agua gratis total. La bolsa la compré en Europa, en el viejo continente y ha salido tan buena que en el tercer uso ha reventado y provocó una charca enorme en la terminal de las puertas B del aeropuerto. En ese instante, mi cerebro reaccionó con el protocolo de seguridad y a la pregunta ¿Qué haría VIRTUDITAS? se responde con SALIR POR PATAS y eso hice, me piré haciéndome el Lolailo y dejé allí el charco para otros.

Los chimpunes automáticos de embarque

El embarque se producía en una puerta que ya está equipada con el nuevo y automatizado sistema, como se puede ver en la imagen. Esto va a tomar años hasta que los más acarajotados de entre vosotros os acostumbreis, sobre todo los moros esos o las paraonicas que llevan todas las tarjetas de embarque de la familia en la mano. Ahora cada uno ha de usar la suya para entrar, algo que dará muchos disgustos en un futuro cercano y quiero que recordéis que lo leísteis por aquí. El avión consiguió llegar solo con media hora de retraso y aunque la azafata puso el escobillón virado pa’rriba en la puerta para que la gente se marchara antes, como que salen con una pachorra de morirse. El embarque lo hicieron a todo meter y el piloto soltó el freno de embarque casi antes de que la azafata se pudiese volver a poner las bragas. Con el retraso y todo lo demás vinimos llegando a la isla redonda sobre las once y media de la noche.

Playa de Hoya del Pozo

De mi estancia secreta allí ya habéis leído cosillas sobre mi avanzada formación en las artes marinas y dejo la foto anterior hecha en la playa de Hoya del Pozo, llenísima de gente como se puede ver en la foto. A esta playa voy cuando hay viento porque está más protegida y los dos primeros días, los alisios o algunos vientos parecidos estaban soplando con saña.

El regreso fue otro cantar. El avión llegó con retraso de Málaga y aunque trataron de acelerar lo del embarque, ya salíamos con retraso. Cuando despegamos, según el piloto tardaríamos menos de cuatro horas y recuperábamos el retraso en el aire. Nos mintió. Al parecer los gabachos hacían la centésima huelga de controladores del 2017 y decidieron cambiar la ruta y darnos el paseillo moro-europeo con roce truscolán. El piloto nos informó que tardaríamos básicamente una hora más y que en lugar de Portugal, España, Francia, Bélgica, Países Bajos, bajaríamos primero al moro, de allí Gibraltar españó, después Valencia, después teníamos que cerrar todas las persianas de las ventanas y no hacer ruido porque iríamos cerca de la capital truscolana y esa chusma y gentuza son muy agresivos, de allí iríamos cai a la frontera de Francia con Italia y Suiza para pillar a los controladores de ellos y subiríamos hacia Holanda.

El vuelo interminable

El pantallazo anterior muestra la demente ruta y el tiempo adicional, además de los quinientos ochenta y dos kilómetros adicionales, que siempre me hace preguntarme si el piloto habrá tenido el buen juicio de poner por lo menos dos vasos de combustible más y no hacer como algunas que conozco y que le ponen al coche la cantidad justa para permanecer en la reserva continuamente. Cuando aterrizábamos, el avión se agitaba lo mismo o quizás más que la niña del exorcista cuando gana un bingo y pensé que vería la luz al final del túnel pero el chamo lo logró. Entre pitos y flautas, vine llegando a mi casa a las nueve de la noche. El pantallazo anterior lo hice cuando iba en el tren camino de Utrecht.

Este fue mi último salto hasta que vaya a las Filipinas. Este año he optado por una primavera con pachorra. Tampoco es como para ir a Estambul con un pasaporte naranja, seguro que acabo en chirona y ya le he dicho al Turco que si quiere verme, güazá-vídeo.

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3 respuestas a “La ida y vuelta a Gran Canaria de marzo”

  1. Lástima, se echan en falta los «vidrios»…
    Aunque las fotos están bien, escasitas, pero menos da una piedra…
    Si, al Erdogan le tenéis contento…jajaja 🙂
    Bueno, con Alemania la cosa está también jodidilla…
    Y el bicho ese con trump-a, peleao con medio mundo, la cosa está chunga por todos lados, porque con tus amigos los cabezones coreanos del nolte, pa que te cuento… 🙂
    Salud

  2. Tú lo que pasa es que me quieres mogollón y no puedes dejar de pensar en mí. Bueno, quizá es solo deseo sexual, pero funciona lo mismo.